Hubo un show legendario de Toni Temple en el desaparecido Ave Fénix, un bodegón extraviado que estaba en la esquina de Sarmiento y Mendoza, en el que se presentó su primer disco solista, Tengo Gusanos, editado en el 2010, un CD que salió junto con el primer número de la revista Apología. Aquella noche se generó, entre los parroquianos y su público, una alocada comunidad que el alcohol llevó a su límite. Sus seguidores nos volvimos locos por la concreción del disco y la gente del bar, por aquel extraño suceso que interrumpía su rutina. El sonido fue una porquería y por supuesto a nadie le importó un carajo. Toni Temple, que tendría unos veintitrés años, era el que llevaba la voz cantante, el que sabía decir el secreto, la clave del pase mágico, pero en la realización del milagro participábamos todos. Desde nuestras mesas atravesamos la noche de la ciudad subidos a sus canciones. En ellas vibraba la mano extendida saludando el extraño y breve milagro de la existencia, vibraba la ciudad y su millón de rostros. Vibraba el trago compartido más allá de las rutinas y los prejuicios.

Los que seguíamos a Toni nos sentíamos reivindicados cada vez que lo escuchábamos cantar. Se derramaba sobre nosotros, o nos crecía desde adentro, una sustancia embriagadora que nos conectaba con un más allá. Algo así como el espíritu legendario de las cosas, la gracia de vivir que nos insinuaban las canciones de rock que amábamos, los libros que leíamos y las películas que mirábamos. No recuerdo con exactitud su primer show solista, de esos que da solo con una guitarra y en ocasiones con una pandereta que golpea con el pie. El de aquella noche viene a mí como el inicio de su carrera formal y el inicio de una interminable recorrida por bares, boliches, centros culturales y eventos. También como el puntapié inicial de su discografía: simples, EP y discos que en parte se desparraman en distintas plataformas digitales y en parte permanecen, sino ocultas, al menos fuera de los canales actuales de difusión, en manos de quienes en su momento compraron sus artesanales ediciones en CD.

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Su reciente producción, Señales de tránsito, reúne ocho canciones que compuso de 2005 a esta parte, muchas de ellas inéditas hasta el momento, e incluye reversiones de temas que formaban parte de anteriores producciones.

No sé de música. No se cómo se describe un disco ni sus arreglos. Pero ese no-se-qué que tienen sus canciones lo llevo adentro hace tanto, tal como a muchos les sucede, se me hace tan posta, tan verdadero. Puedo decir, de todas maneras, que el resultado de “Señales de tránsito” es uniforme en el mejor de los sentidos. No hay temas que sobresalgan más allá de las preferencias que se tengan por uno o por otro. Son veintisiete minutos de un viaje alucinado. “Rutas a la ciudad, no quiero estar al frente pero voy a mil, tu cerebro caliente es bueno para mí, que soy… un efecto de la ciencia, una luz, un adicto a presencia, un derroche de eficiencia mental”, se escucha en “Rutas a la Ciudad”, la penúltima canción del disco. En el tema que lo inicia, “Derrota tras derrota”, su lírica feroz ya había irrumpido sin vueltas: “En la noche más larga y sin llorar, voy a quedarme a mirar cómo pasan las derrotas”; para rematar sobre el final, en “Muerto-Muerto”, con: “Ahora estoy buscando algo que me de felicidad, mi mano espera una caricia fantasma. Y es que al fin encontramos un sitio de calle desiertas donde todo está muerto, muerto”. Las visiones de cantautor rockero se despliegan en canciones que van al frente, que avanzan en un ritmo continuado que no se detiene.

“Se llama así por un segmento del libro Plástico Cruel de José Sbarra que lleva ese nombre –dice Toni–, y por la idea de transitar. Se compone de canciones viejas que nunca se habían grabado en estudio, y que estaban entre las preferidas de muchas de las personas que venían a verme”. Toni habla poco y habla lento, pero el volumen del televisor lo obliga a levantar la voz. En el bar de la esquina de Cochabamba y Entre Ríos, donde nos citamos para la entrevista, estamos prácticamente solos. “Me pareció que era hora de grabarlos y que no pasen al cajón de los recuerdos”, explica.

A Toni Temple lo acompañan en esta cruzada Ale Siniestro en guitarra, Mariano Uzin en batería y Agosto Zabala en bajo; y sus invitados son Kore en saxo, Pauline Fondevila en voz y Pedro Jozami en teclados. La tapa del disco es de Rafael Ginzburg y el diseño gráfico de Matías Girolami. La grabación y la mezcla se hicieron en Mansión Mutante de la mano de Ignacio Molinos. La batería, por su parte, se grabó en Fructuoso Estudios junto a Ezequiel Fructuoso.

Toni Temple puede subirse a los escenarios con una guitarra criolla, usar en algún tema una pandereta y rodearse de invitados amigos, como el Moris de finales del sesenta y principios del setenta, o estar al frente de una banda de rock. Los músicos que participan en Señales de tránsito, a los que Toni define como “amigos que lo acompañan creativamente en su proyecto solista”, son los mismos que tocaron en sus shows eléctricos en estos últimos años.

Su producción anterior, “23 minutos”, salió a fines del 2018 para dar cuenta de las actuaciones de esta formación. Si en el en vivo la crudeza de los instrumentos y la voz marcan las canciones, en sintonía con la espontaneidad de los recitales, en Señales de tránsito se destacan la sutileza de las voces y la delicadeza de los arreglos. Dos caras de una misma moneda que brilla como el registro de una época.

Señales de tránsito tiene algo particular. No es un disco de canciones que se grabaron para luego compartirse en un escenario sino al revés. Nace de un repertorio del cual solo algunas piezas se registraron en el vivo. Reúne canciones cargadas de batallas, que rodaron y seguirán rodando, ahora en su versión de estudio, a través de la web.

–¿De qué hablan tus canciones?
—De realidades propias y de mi entorno, y están contadas en un lenguaje que se presta a la libre interpretación. En general retratan el paisaje al que yo estoy habituado, que es la ciudad de Rosario, pero al hacerlo canción trato de darle lugar al oyente para que recuerde sus propias historias. La mitad de la creación es la interpretación.

–¿Cómo hacés las melodías?
—A veces las busco un poco, a veces la tengo sonando en mi cabeza y en un momento me doy cuenta de eso. A veces también hago una especie de ejercicio del que obtengo una melodía de manera muy aleatoria…es como un disparo, como dispararle a una idea que tengo en la cabeza.

—¿Cómo se logra eso?
—Es un impulso primero, y luego algo medio meditativo.

—¿Te llevan tiempo las canciones?
—Normalmente no. Algunas requieren más esmero y esas sí me llevan más tiempo, se desenvuelven con más lentitud. Otras me llevan muy poco tiempo porque solas se despliegan.

—Tus letras también son muy importantes. Generan mucha identificación. ¿Cómo las escribís?
—El sentido de mis canciones aparece recién cuando las canciones están terminadas, no en el proceso mismo de la escritura. Muchas veces, la letra me va dictando la siguiente estrofa. “Derrota tras derrota” o “Muerto, Muerto” son ejemplos de eso. Mi interpretación sobre “Muerto Muerto” me remite a la gente que fui conociendo en mi vida y a sensaciones de ahogo típicas de la edad en la que la hice, los 20 años, esas cosas posteriores a la adolescencia que atravesamos todos.

—¿Hacés primero letra o melodía?
—A veces se da al revés pero normalmente empiezo por la melodía, ya que una melodía deje entrever una intención.

—¿Cómo te definís musicalmente?
—Soy músico cancionista de rock, un género al que considero muy abierto y que puede hacerse en formato acústico y en formato eléctrico.
Nunca te hiciste mucha auto-publicidad. No sos mucho de las redes sociales, ni quisiste que alguien que te haga prensa.
Creo que es por momentos, le he dado más o menos importancia. Cuando empecé con la música, a mis dieciséis años más o menos, ocupábamos mucho tiempo en hacer carteles y grafitis porque eran los únicos medios que teníamos. Cuando las facilidades llegaron, mi propia propaganda no era una prioridad. Y hoy no lo es, pero igual comparto mis cosas en las redes y plataformas que se usan.

—Estás cómodo con tu mundo musical.
—Me siento bien. No me sentiría feliz haciendo las cosas de una manera que no sea mi manera. La música para mí es un mundo afectivo, es salud mental. Y un montón de alegría. Me representa cosas que no se tocan. No puedo ver la música como un producto que hay que vender. La veo como algo que es lindo compartir.

—¿Qué son para vos tus canciones?
—La posibilidad de traer algo de los sueños al mundo real, cosas que podrían morirse adentro mío y a través de la música se hacen reales.

–Y también les permite vivir esa realidad a los que la escuchan.
–Claro. Ahí está el compartir.

–En Señales de Tránsito hay temas que van del 2005 al 2015 los temas. ¿Qué es lo que las une?
—Son los mismos temas que hacía cuando tocaba solo, y lo que los une es la conexión con la gente que las ha escuchado en vivo y la recepción que le dieron.

—¿Por qué estuviste tanto tiempo sin grabar estos temas?
—En todo este tiempo hice distintos materiales, y a algunos de los tema los intenté incluir. Pero así como armo las canciones intuitivamente y se van acomodando solas, lo mismo pasa mucha veces con los discos. Aunque los haya querido incluir desencajaban con el concepto del disco.

—Hay EP y discos tuyos que no están en las plataformas digitales. Los Horrores, de 2008, que nunca salió; Tengo Gusanos, que el primero, del 2010, Te amo a matar y Flores de plástico, del 2012…
—En Soundcluod hay algunos temas sueltos. Donde yo subí mi discografía, que es Bandcamp, no están quizás porque desencajan en el concepto general de mi discografía. Porque ahí también mantengo un criterio.

–¿Quedarán ocultos?
—En breve tiempo los voy a subir todos, pero me gusta que esos discos solo los tengan algunos; es decir, valoro a los que en su momento se acercaron con interés y lo compraron, es un símbolo del valor que le doy a los que me apoyaron al principio.

Toni temple interpretando "señales de tránsito" en los estudios de FM Aire Libre


Los que pueden escucharse actualmente son Inocencia Fingida, del 2011, Joya División, del 2015, Post Juicio, un compilado que incluye temas de los discos subidos en plataformas digitales también y los que no lo están, Tiempo Precioso Perdido, del 2017, y Tremendez, que grabó junto a la banda Plata Negra en el 2015.

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Sobre el autor:

Acerca de Santiago Beretta

Nació en Rosario en 1989. Es periodista y escritor. Desde 2010 dirige y edita la revista Apología, con veintidós números editados y cuya propuesta es contar la vida cotidiana de Rosario a partir de crónicas, aguafuertes, relatos y entrevistas. Participó con notas de actualidad, crónicas, relatos y entrevistas en La Capital, El Ciudadano, Rosario Express, De […]

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