¿Nadie sabe lo que puede un cuerpo, como dice Spinoza? ¿Es tan así?, nos interroga Gabby De Cicco, cambia el eje y dice: “El cuerpo nos evidencia”. En presencia o en ausencia, el cuerpo es nuestro testimonio más antiguo. Nos revela, nos desnuda, nos subleva, y también nos oculta, nos oprime, nos calla. La fiesta y la resaca. Siempre en tensión, el cuerpo despierta reacciones tanto en nuestras propias subjetividades como en las miradas de lxs otrxs. El cuerpo es textura, tejido, trama. El cuerpo es lenguaje. Somos lenguaje.

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El cuarto poemario de la autora (publicado por Baltasara Editora) explora sobre las mutaciones. Desde las de la naturaleza hasta las de las voces

Es el último encuentro virtual de la Residencia del Festival Internacional de Poesía de Rosario. Otra mañana con las pantallas encendidas. Desde distintas habitaciones de sudamérica, con todos los colorinches, nos juntamos en un espacio común, íntimo, cómplice en los gestos y en los deseos, y nos metemos nomás en el tallercito “Mi cuerpo poético, mi decisión”, a cargo de Gabby De Cicco, poeta tortix, no binarie y feminista.

Leemos a Artaud y lo escuchamos en su propia voz recitando un poema que asemeja al ser con la mierda. Disruptivo, provocador. Ahí aparece el primer guiño de Gabby. Señala la fuerza latente y vital de la textura de la palabra, lo político en la escritura, el gesto poético de Artaud que irrumpe en el sentido común con un texto que alude, sugiere, sin tapujo, que la existencia humana es residual, que también estamos hechxs de barro, de mierda, de podredumbre, y que en esa honestidad lúcida podemos ver algo más, algo que todavía no había sido nombrado, pero que la experiencia poética nos muestra, quizá a modo de profecía o como evocación de algo que habíamos olvidado.

Luego seguimos con nuestra amada Alejandra. Leemos “El sueño de la muerte o el lugar de los cuerpos poéticos”, un poema en prosa de Pizarnik, y entramos al centro de los interrogantes que Gabby nos trae. El cuerpo poético, así como este cuerpo de carne y hueso, también nos evidencia con su fuerza vital. Ocupa un espacio de la memoria y del olvido. Pero, ¿cómo son esos cuerpos? ¿Qué es lo que pasa si me empiezo a ver, a medida que me distancio del espejo, y empiezo a mirar esa rosa pizarnikiana hasta que pulverizo mis ojos?

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Uno de los textos que Gabby nos recomienda es un ensayo de Audre Lorde, poeta lesbiana, negra, feminista y activista por los derechos civiles. En “La poesía no es un lujo”, Audre interpela a un público femenino y disidente, y dice algo hermoso, potente: “La poesía no sólo se compone de sueños y visiones; es la estructura que sustenta nuestras vidas. Es ella la que pone los cimientos de un futuro diferente, la que tiende un puente desde el miedo a lo que nunca ha existido.”

En el texto, Audre se refiere a la percepción poética como a ese destello de luz que aparece, como un chispazo, en nuestras más profundas oscuridades. Y ahí mismo, donde está el miedo, está el silencio y la posibilidad de tomar la palabra poética como acción, como transformación vital. Audre ve a la poesía como destilación de la experiencia y como arma para revelarse contra la tiranía del silencio. Y ese silencio, para no ser vencido por el miedo, encuentra su fortaleza en la palabra cuando empieza a moverse en otrxs, en la lectura, en la escucha, en lxs cuerpos.

Esa fortaleza que genera poner los miedos en palabras, no sólo fue tema de este encuentro. Hoy nos dimos cuenta de que se cerraba un círculo, una conversación que venimos teniendo desde el primer día de Residencia. Hay colores, tópicos, sonidos, maneras de poner el verso en el cuerpo tan diversas como voces hay en nuestro grupo sudamericano, pero que no dejan de buscar y de insistir y encuentran dónde juntarse y se mueven por las mismas fiestas y resacas. El ritmo y el verso como consecuencia vital. Poemas escritos, poemas orales. La palabra en movimiento, como el cuerpo. En complicidad, con mensajitos por whatsapp, con tráfico de poemas y de libros, con hinchada durante las lecturas virtuales, con ese impulso. Nos mueven las mismas ganas de hacer de la poesía un cuerpo que nos transforme para estar cada vez más cerca.

Gabby nos dice que la poesía es fugitiva. Entonces, ¿cómo pensar nuestros cuerpos poéticos en plena marcha, escapando a la norma? El poema como fuga. Ese poder corporal de la poesía. ¿Cómo leernos? ¿Cómo releernos? Desde las disidencias sexoafectivas, desde nuestras zonas geográficas, culturales e institucionales, desde la cotidianeidad, desde las identidades que asumen la incomodidad que generan las certezas sobre el cuerpo, pensar en la intencionalidad del cuerpo poético nos permite romper con aquello que se espera del poema. Eso es pensar la dimensión política y estética en la escritura, asumiendo un rol activo en la vida con otrxs y en otrxs. El poema provoca, moviliza, desencaja, así como también acompaña, acaricia y lastima. El poema corrompe a la lengua desde adentro de la misma lengua.

 

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Sobre el autor:

Acerca de Víctor Eduardo Rettore

Nació en el día de lxs enamoradxs en 1997, en Paraná. Estudia Letras. Reside en Rosario. Su especialidad en la cocina es el tiramisú.

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