Que el tiempo no es esa línea recta de la que cuelgan los años como dijes nos damos cuenta rápido. Basta con caer dos veces en el mismo agujero para advertir la existencia de una intensidad originaria a la que queremos volver y que nos hace repetir en el aire una y otra vez la misma trayectoria. Partiendo de esta intuición, entre 2011 y 2012 Cuqui (Córdoba, 1977) realizó una performance psicomágica para conectarse con viejas y futuras encarnaciones de su alma: acostada sobre una mesa, se tapaba con una manta mientras cerraba los ojos para observarse desde adentro. Después de cada una de estas sesiones escribía en su diario íntimo lo que había visto. Desierto dividido en centímetros por piedras —reeditado por Iván Rosado en su serie Maravillosa Energía Universal— es el resultado de ese ejercicio, mediante el que Cuqui realiza 113 regresiones a vidas pasadas y 17 progresiones a vidas futuras escribiendo así una autobiografía más allá de los límites del yo.

Cuqui es artista visual y tarotista, además de poeta, narradora y crítica de arte. Como trajes que usa para ponerse a escribir, su obra se abre en diversos heterónimos: Karen Smith, Natsuki Miyoshi, Alma Concepción, Margarita del Acantilado y Charlotte von Mess, entre otros. Para ella, son las voces de sus ancestros que le hablan a través de su escritura. Incluso, “Cuqui” es uno de los heterónimos o, mejor dicho, su heterónimo principal, en tanto el nombre real de la artista es mantenido a la sombra. “Creo que así voy encontrando mi verdadera esencia, mi verdadero yo, que ya ni siquiera le puedo poner un nombre”, confesó en una entrevista.

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En Desierto dividido en centímetros por piedras —editado por primera vez en 2012 por La Sofía Cartonera— Cuqui registra la transmigración de su alma, que va desde la vida en el interior de las cuevas hasta viajes por un universo donde la Tierra ya no existe. Se trata de visiones, donde precisamente lo visual tiene preponderancia:

“Bajo las escaleras con unos zapatos de cristal plateados brillan­tes, con apliques brillantes. Estoy desnuda. Uso una peluca rubia de pelo lacio bien largo, yo lo tengo un poco más oscuro, rubio oscuro, y más corto.

“Me siento en un sillón, con la espalda derecha, las piernas cruzadas. Soy prostituta. Un hombre que está a mi izquierda, de traje, me da fuego para mi cigarrillo.”

Cada entrada se narra en presente y en primera persona y muestra cómo el destino de una vida se define en su pico de máxima intensidad: orfandad, miseria, locura, riqueza, voluptuosidad, suicidio y todo tipo de crímenes son los leitmotiv del diario, y su relato tiene a veces reminiscencias de western, de novela turca, de película de terror y de ciencia ficción cyberpunk. A medio camino entre la escritura automática surrealista y la escritura que busca una forma preestablecida, la tragedia de cada encarnación se cuenta sin emoción alguna, como si se tratara de un informe, como si el registro por escrito precediera al registro psíquico o como si no hubiera sorpresa porque es el alma misma la que posee y suministra esa información.

El libro puede ser leído como un diario de viajes astrales, como una crónica autobiográfica que ensancha los límites del yo más allá del nacimiento y de la muerte. O también como una serie de breves relatos autobiográficos independientes que condensan cada historia en un puñado de hechos.

Si lo leemos como un diario de viajes astrales, de experiencias de un alma más allá del cuerpo actual, el libro registra el trasfondo de una vida presente —la de Cuqui— que no es relatada, es decir, lo que se cuenta es la parte sumergida de un iceberg cuya punta no podemos ver. Al igual que en el ejercicio de multiplicarse en heterónimos que recorre toda su obra, acá el yo también se define múltiple y transtemporal: su alma aparece encarnada en un cacique latinoamericano, en una acróbata que muere en pleno acto, en una odalisca, en un gatito macho, en un humano-pez mutante y en un robot con cerebro orgánico, entre otros. Incluso en muchos momentos, el alma vive al mismo tiempo en dos cuerpos. Pero la vida actual no se hace presente más allá de ciertos espejismos que más que echar luz nos encandilan.

En la escritura de Cuqui el acceso al yo se da siempre tangencialmente, mediante heterónimos o, en este caso, a través de otras vidas que son la parte sumergida de la propia vida. Lo que sí podemos adivinar en Desierto dividido en centímetros por piedras es un deseo cuántico de disolución de lo propio, una pulverización del yo cuyas partículas viajen en el espacio y el tiempo. O, en todo caso, más modesta y terrenalmente, el anhelo de una vida intensa que en el andar levante polvo. Que confunda al yo con el paisaje.

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Sobre el autor:

Acerca de Anaclara Pugliese

Nació en 1989 en Arroyo Seco. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó La sombra de las nubes (Editorial Municipal de Rosario, 2017), Dos poemas (Ediciones Arroyo, 2019) y Dos arcoíris & un desierto (La Vieja Sapa Cartonera, Santiago de Chile, 2019). En 2015 participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario y en 2019 en el Encuentro Nacional de Poetas […]

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