La “extraordinaria” historia de lucha de Rosario fue recordada el jueves 21 de mayo a la tarde por el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien recibió a través de una teleconferencia que mantuvo con autoridades de la Universidad Nacional de Rosario –a las que acompañó el intendente Pablo Javkin– el título de Doctor Honoris Causa, lo que lo convierte en docente de la UNR.

La propuesta de reconocer a Lula fue elevada al Consejo Superior de la universidad en noviembre del año pasado por las autoridades de la facultad de Humanidades y Artes, como lo recordó esta tarde el rector Franco Bartolacci. Por esos días, el ex mandatario había sido liberado después de estar 580 días presos por un proceso no sólo amañado y cuestionado, que llevó adelante el juez Sérgio Moro –luego ministro de Jair Bolsonaro hasta hace un mes, cuando renunció–, sino que más tarde el periódico The Intercept filtró audios entre jueces, fiscales y funcionarios judiciales que demostraban la falsedad de las pruebas que acusaban a Lula.

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Como lo señalaría Fernando Haddad, ex candidato a presidente de Brasil por el Partido de los Trabajadores cuando Lula estaba preso –y ex ministro de Educación–, quien estuvo presente en la teleconferencia, “Lula fue el único presidente de Brasil que no tiene título universitario, sin embargo, fue el presidente que más universidades abrió en su país”.

“El 50 por ciento de la población de Brasil es negra –dijo Haddad–, sin embargo, ningún negro había entrado a una universidad hasta que Lula fue presidente”.

La entrega del doctorado Honoris Causa a Luiz Inácio Lula da Silva, que se pudo ver online a través de Reflexiones al atardecer, en el sitio de la UNR, fue también una declaración política, acaso la máxima aspiración académica de una institución que tiene como sede la ciudad y, a través de sus facultades, su proyección hacia la región y el mundo.

“Las instituciones –dijo Bartolacci–, cuando reconocen a alguien no sólo dicen algo de esa persona, dicen mucho de sí mismas. Va nuestra manifestación pública de acompañar a quien consideramos es un referente ineludible de la región. Acompañar el reconocimiento en el marco de una geografía más amplia, la de la patria grande”.

En la conferencia que se desarrolló entre Lula, Bartolacci, Haddad, Pedro Romero –secretario de Internacionalización UNR–, autoridades de Humanidades y el propio intendente Javkin, el ex presidente brasileño no eludió hablar de la “delicada” situación que hoy vive Brasil, con más de 1.100 muertos por covid-19 en las últimas 24 horas, un gabinete que se cae a pedazos y un presidente que, aunque conserva aún entre un 25 y 30 por ciento de apoyo –como lo señaló hace días el politólogo Eduardo Crespo en una entrevista– desmanteló en lo que lleva de mandato gran parte de las instituciones y las tradiciones de la democracia.

Distinguir a Lula, darle un púlpito en la universidad de Rosario es una forma –para retomar las palabras de Bartolacci– de apostar a otra dimensión de la política, una en la que Rosario asume un papel de ciudad señera, dueña del saber pero también de las estrategias políticas en su proyección internacional.

Lula mismo dijo en la conferencia que es urgente pensar el futuro y pensar, sobre todo, la soberanía de América del Sur como región. “Cuando comenzó internet soñábamos con la libertad total de las comunicaciones, y hoy cinco empresas controlan toda la internet del planeta”, arrancó diciendo el ex presidente que llevó a Brasil al mapa de los cinco países más importantes del mundo. Se refería al error de pensar en soluciones para el siglo veinte en pleno siglo veintiuno.

Como lo decía Crespo, cualquier cosa puede esperarse del Brasil de Bolsonaro porque nadie puede predecir qué será del país entre la mañana y la tarde. Sérgio Moro, el juez mediático que encarceló a Lula, pasó de servirle la presidencia a Bolsonaro a convertirse en su potencial contrincante en unas elecciones que nadie sabe si llegarán dentro de dos años y pico. El mismo Crespo –un agudo analista de Brasil y las relaciones del gran país con Argentina– señaló proyecciones según las cuales es de esperar que Brasil supere en junio la cantidad de muertes y contagios por el nuevo coronavirus de Estados Unidos. Con 74 años, Lula es una figura fuerte y un candidato demasiado maduro para una próxima contienda.

En Bolsonaro aún puede medirse el antipetismo –algo parecido a lo que podría ser en Argentina el antiperonismo o, mejor, el antikirchnerismo– pero, también, como lo señaló Idelber Avelar, las carencias de una pedagogía civil durante la democracia, capaz de enseñar los valores democráticos a través de juicios históricos. Todo está en danza en Brasil en estos tiempos: su democracia, su salud, su economía, su historia.

Lo que el doctorado de la UNR a Lula viene a rescatar es lo único sólido en esta danza: la dimensión regional frente al avance de políticas que restringen derechos y desindustrializan los países, el cuadro de un continente unido y soberano, más fuerte a través de sus alianzas.

“Tenemos la obligación de construir un bloque económico, político, cultural, para asegurar que nuestro continente no sea servil a ningún país”, dijo este jueves Lula, aludiendo sin tapujos a la pose genuflexa de Jair Bolsonaro frente a los Estados Unidos de Donald Trump y sus asesores.

“Reconocer en Lula una manera de hacer, sentir y pensar el mundo –dijo en la charla del jueves Bartolacci, máxima autoridad de la UNR– que a nos interpela, nos conmueve y nos moviliza. Venimos a poner en evidencia el testimonio de vida del presidente Lula y también a decir cuál es nuestra aspiración”.

Cámara de Diputados de Santa Fe
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Acerca de Pablo Makovsky

Periodista, escritor, crítico

"Nada que valga la pena aprender puede ser enseñado."

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