“En la segunda década del siglo XX, la dilapidación burguesa adquirió la forma de un agujero negro financiero. Este nuevo sistema comenzó a engullir y deshacer el producto de dos siglos de esforzado trabajo y de inteligencia colectiva, transformando la realidad concreta de la civilización social en una abstracción: figuras, algoritmos, furia matemática y acumulación de la nada en forma de dinero. La fuerza seductora de la simulación transformó los objetos físicos en imágenes evanescentes, sometió las artes visuales a la difusión del correo basura y el lenguaje al régimen ficticio de la publicidad. Al final de este proceso, la vida real desapareció en el agujero negro de la acumulación financiera.”
Franco Bifo Berardi, Héroes. Asesinato masivo y suicidio

 

El jueves 1 de septiembre, pasadas las 21, un argentino nacido en Brasil de 35 años gatilló dos veces contra el rostro de Cristina Fernández de Kirchner con una pistola calibre 32. Al parecer, no había hecho correr la corredera del arma, de modo que la primera bala de la pistola semiautomática no subió del cargador a la recámara y, de esa manera, el percutor martilló contra el vacío.

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Esto sucedió en medio de una multitud que saludaba a Cristina y fue registrado por las cámaras de televisión que esperaban a la vicepresidenta y principal líder política del peronismo, quien llegaba desde el Congreso a su departamento en Uruguay y Juncal, en el porteño barrio de Recoleta.

El perpetrador, cuyo nombre creemos conveniente omitir, se coló en la multitud y, una vez cerca de Cristina, le acercó el cañón de la pistola a unos 30 centímetros del rostro y apretó el gatillo.

Del perpetrador se sabe que nació en Brasil y vive en Buenos Aires desde su infancia. Que su madre murió enferma en 2017, que tenía dos o tres propiedades y un número similar de vehículos. Que fue a una villa a comprarse el arma de puño con la que intentó matar a la vicepresidenta, que la pistola estaba en condiciones de disparar y llevaba cinco balas en el cargador y que tiene tatuadas en sus brazos y manos insignias del nazismo, una de las expresiones más extremas del capitalismo, nacido en la Alemania de los años 30 con el apoyo de los principales empresarios de ese país. También se difundieron imágenes del perpetrador ante las cámaras de Crónica TV despotricando contra los planes sociales y contra la política.

Elefante

En inglés existe la expresión “the elephant in the room” (“el elefante en la habitación”) para referirse a temas que son el denso trasfondo de una conversación en la que nadie los nombra. De allí tomó Gus van Sant el nombre para su película de 2002 (Elephant) sobre los asesinatos en masa de la secundaria de Columbine (Colorado, 1999). 

El perpetrador del intento de magnicidio contra CFK es un “elefante”. Es de alguna forma el emergente de un discurso de odio que buena parte de la oposición y sus comunicadores adictos propalan desde hace más de una década, un atentado anunciado.

Polarización

El 21 de agosto pasado, en una entrevista que le hiciera para un diario español el periodista formado en Rosario Eliezer Budasoff, el historiador Ernesto Semán decía que, antes que una polarización, lo que él veía era una radicalización de la derecha. El viernes 2 de septiembre a la madrugada, cuando retuiteamos el tuit de esa entrevista –a modo de síntesis del intento de asesinato de CFK–, el mismo Semán responde: “Este ciclo empieza por la radicalización de la derecha ante esfuerzos moderados de expansión de derechos. Este ciclo empieza por la radicalización de la derecha ante esfuerzos moderados de expansión de derechos. Este ciclo empieza por la radicalización de la derecha ante esfuerzo…” Así, en modo repetición.

En la entrevista decía: «En el caso de Argentina yo no sé que sería la polarización. Lo que veo más es una marcada radicalización de la derecha en sus agendas, en su discurso, y en el tipo de identidad política, social, y en algunos casos racial, que se va construyendo alrededor de esa radicalización. Pero, ¿cuál sería la contraparte de izquierda que justificaría hablar de polarización, que implique un mismo nivel de radicalización y de confrontatividad? ¿La Cámpora? ¿Cristina Kirchner? Que son, en el mejor de los casos, movimientos que han impulsado diagnósticos más o menos radicales para el desarrollo de políticas extremadamente moderadas. ¿La izquierda, que hizo razonablemente buenas elecciones en algún lugar, pero que ni remotamente apareció y, lamentablemente, no aparece como una opción verosímil de poder? En Argentina, el año pasado, hubo que dejar jirones ¡jirones! de identidad política y de poder político para aprobar la ley del etiquetado frontal de los alimentos. Fijate de lo que estamos hablando: una puta etiqueta. No te digo la reforma agraria, la eliminación de la policía, la socialización de los medios de producción… No, una puta etiqueta que dijera: “Esto tiene cosas que pueden matar chicos si se come en exceso”. Eso fue el nivel de radicalización.» 

Eso, la ultraderecha tiene una agenda, una internacional, definida y eficiente; capaz de hacer de cada una de sus declaraciones una consigna, por ejemplo, la de eliminar a CFK. Ya aparecerán los “elefantes” que ejecuten la consigna, sus nombres flotan en las redes sociales.

Asesino

Leo en un diccionario etimológico online que la palabra asesino (assassin) se incorpora al inglés alrededor de 1530 a través del francés y el italiano assissini, que a su vez proviene del árabe hashīshīn, que a su vez es un apodo para la secta Nizari Ismaili, que operó en el medioevo durante las cruzadas. Se trataba de un grupo de fanáticos musulmanes en las montañas del Líbano bajo el liderazgo de “El viejo de la montaña” (en árabe: shaik-al-jibal). Las mentes europeas de los siglos XII y XIII le atribuían el asesinato de líderes que se les oponían bajo los efectos del hashish, aunque no hay indicios de que en la secta usaran esa droga. 

Pero la entrada de Wikipedia (en inglés) dedicada al asunto es más sugestiva aún. Señala que en el término árabe para asesino se encuentra la partícula “asās”, que vale por “fundación” , base. 

Es decir que en el asesinato –pensemos en la fundación mítica de Roma: el fratricidio de Remo a manos de Rómulo por traspasar los límites– hay una fundación. Un asesinato, como lo hemos visto a lo largo de la historia, sienta las bases para la fundación de algo nuevo. Algo no necesariamente bueno, algo horrible como podría haber resultado del asesinato de Cristina.

Como Juan Grabois, debemos agradecer a Quien permitió que esté viva.

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Sobre el autor:

Acerca de Pablo Makovsky

Periodista, escritor, crítico

"Nada que valga la pena aprender puede ser enseñado."

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