Estoy con jaqueca. La ciudad, invadida por experiencias inmersivas y flamantes exposiciones de NFT. Googleo este último tema y quien me lo explica, de manera rápida y concisa, es Paris Hilton. Ella es mega eficiente, pero aprendo poco. Aunque ahora tenga una idea, sigo mareada. Vahos vacuos inundan la ciudad. Entonces, medio maltrecha, decido recuperar oxígeno visitando la exposición Amig()s del museo extendida en los seis pisos del Macro. Compruebo que aún tengo estado físico y epidermis dispuesta a esa pesquisa artística al borde de la barranca. Me atrevo al vértigo del abrazo íntimo de estas subjetividades de artistas e investigadores. Piso por piso, se puede visitar hasta el 7 de agosto.

Como un Atlas Mnemosyne en permanente actividad, un melting pot de imágenes y destrezas heurísticas, Amig()s del museo organiza un recorrido y así el museo se vuelve caldo de cultivo. Se configura una genealogía activa, nativa y profunda. De esta manera, examino la relación entre las experiencias estéticas y los contextos históricos y sociales donde estas se ponen en acción. El despliegue curatorial, en circulación vertical, podría ser un name dropping de colegas paisanos. Nos reconocemos en cada cartela museográfica, cada objeto, cada testimonio, cada documento de gestión y administración pública, cada nombre de la sociedad civil. El equipo de trabajadores del museo ha convocado a curadores, asesores e invitadxs: Valeria Galliso (programa audiovisual), Malena Oneglia (género y diversidad) y Andrés Yeah (imagen y visualidad).

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Para esclarecer la idea del recorrido propuesto, desde Venecia Roberto Echen me recomienda conversar con Georgina Ricci, quien señala: “Amig()s del museo es la primera muestra potente para este año, en la que nos detenemos especialmente en las prácticas artísticas argentinas haciendo especial foco en las de Rosario. Consideramos que en estos ejercicios se sustentan las institucionalidades y, sobre todo, las redes de afectividad. Desde la amistad se recorrió primero la historia del arte argentino arrancando Con los pintores amigos de Augusto Schiavoni. Llegamos hasta hoy con distintas maneras de pensar esas relaciones afectivas y reflexionando cómo el museo ha construido desde sus comunidades las colecciones. Es decir, cómo trabajar el rol de una institución pública que está atenta al pulso contemporáneo de las escenas cercanas”.

Me sumerjo constatando que cada sala se vuelve antena: imágenes, objetos, testimonios y acciones precisan una historia documental reciente de estos lares. Desde el primer piso, en el núcleo Con los pintores amigos. Obras de las colecciones moderna y contemporánea, la artista Ángeles Ascúa (1985) delimita el territorio. Con su obra Tapiz, Ángeles declama desde el título: “Si tuviste la suerte de vivir en Rosario de joven, Rosario te acompañará vayas adonde vayas por el resto de tu vida, porque Rosario es una fiesta que no termina nunca”.

En el tercer piso, entramos a la instalación de Florencia Caterina, que ingresó a la colección del museo a partir de la donación realizada por Hernán Worthalter y promovida por Ángeles Ascúa en el año 2014, después del prematuro fallecimiento de la artista rosarina. En la nota de donación se consigna el ingreso de ocho banderas. Doy vueltas por la sala, acuño pensamientos frágiles que ordenan esta crónica: agenciamiento fraterno. Voy al museo durante estos meses para convivir con los tintes sintéticos que estas telas derraman sobre mí. Quienes visitan la sala bailan acompasados por la leve velocidad con que las banderas de Caterina oscilan entre los cuerpos. Este hecho delinea una geografía colorimétrica asertiva y afectiva, en la que nos vemos rodeadxs por su modo de trabajar y propiciar el clamor en el arte. En paralelo a esta instalación, podemos leer un precioso texto de sala de Lucas Mercado. Nos envuelve la obra de Caterina, sus paños, sus géneros, nos tiñen la piel. Siempre las obras hacen que nuestras vidas sean más anchas y ampulosas. Recuerdo a Ángeles Ascúa, Matías Pepe y Flor Caterina moviendo el avispero de la ciudad con la contundencia de sus proyectos y alimentando una tradición. Aquí en el tercer piso nadamos en una experiencia vital y colectiva en la que se corporizan sus ideas.

En el cuarto piso, en un trinomio de voces, se alinea la exposición Mi hermana de Silvia Lenardón. La artista despliega el ejercicio de la pintura de María Laura Schiavoni, en blancos casi traslúcidos. Un lazo entre las hermanas artistas, Silvia y Cecilia Lenardón, organiza el acontecimiento. La pintura y la vida en movimiento dan función memorativa a las imágenes que están dispuestas en la sala como un tablero preciso.

En el quinto piso se exhibe Amigos del museo, el sagaz trabajo de recuperación de escena histórica, a partir de documentos, realizado a propósito de la donación de la obra Sin título de Mónica Castagnotto, con curaduría de Yanina Bossus y Nadia Insaurralde. Esta pieza, en su modo de ser incorporada a la colección pública del museo, conforma una disposición colectiva virtuosa con capacidad de obrar y generar efectos institucionales e interinstitucionales. De tal forma que hoy, en 2022, continuamos promoviendo la práctica reflexiva de las acciones generadas alrededor de esta obra. En esta ocasión convocamos a quienes participaron de la donación para ofrecer un relato personal, en tiempo presente, de aquella experiencia que les permitió reunirse, definir necesidades y actuar colectivamente en el deseo del bien común. Los testimonios de Rubén Chababo, Roberto Echen, Mauro Guzmán, Carlos Herrera, José Luis Perdomo, Marcela Römer, Nancy Rojas, Augusto Saracco, Ricardo Torres quedan incorporados al legajo de la obra y se presentan fragmentos significativos en sala”. En una fugaz charla con Carlos Herrera, me cuenta: “Todos tenemos la posibilidad de participar de las metamorfosis políticas y emotivas de una sociedad que se recupera de cientos de años de regímenes limitantes, de marcas autoritarias de poderes fácticos e institucionales. El arte es una llave que abre tiempos e ideologías por el solo hecho de activar su ritual, de iniciar su mínima campaña, temeraria, sin embargo. Cada artista lanza al universo una versión de sí, apta para soportar múltiples lecturas, en el deseo de que la luz lo abrace y lo cuide de por vida”.

Programas que definen métodos bastardos, hidalgos, mestizos en los que se vertebran obras suculentas, como el archivo vivo Memoria trolx. Redes de afecto, prácticas artísticas & autogestión que propone Virginia Negri, con curaduría de Ana Wandzik. Visito este sexto piso en varias oportunidades y siempre, siempre, suena en el aire el proyecto percutivo, metálico, brillante y telúrico de Yunque Instrumentos de Emiliana Arias. Un graffitti como núcleo, “Soy con Ustedes”, declarando su autobiografía en cintas, fotografías, textos y publicaciones, música, estampitas, palabras iridiscentes, planos tersos tornasolados.

La curadora, cuidadora, amiga y editora Wandzik escribió, hace algunos años en un texto publicado en el Suplemento Radar, que Negri es “orgánica, radiante y procesual, retoma toda estela que ella misma deja a su paso”. Así, las habilidades de esta artista se infiltran, de manera capilar, en signos propios de la reconstrucción de una escena, en dinámicas edificantes. Sostienen su obra en presente continuo. Aparecen la insolencia, las lealtades y las sutilezas en sus veinte años de trayectoria. Lee, junto a Ana Wanzik, su historia.

Negri asevera que el archivo desplegado y procesado in situ en el sexto piso del museo presenta lógicas de una Yegua de Troya. Dinámicas que van de lo personal y único, a lo colectivo y público, también a la belleza y al goce. Aparece un sistema hedonista y contundente, un placer vinculado con el consensus omnium, desde su más tierna infancia, cuando convocaba a fiestas de disfraces para festejar con otros siendo otros. Un velo traslúcido que cubre, protege y comparte entre camaradas cómplices, socixs y amigxs de la zona, gente que la ha nutrido, y a la que ha adorado, en la acción, en las tramas colectivas y rasantes. El trabajo con otres como un bien sensorial.

Negri se mueve entre hordas de gentes pero dosifica su letalidad y sagacidad visual. Asume una militancia por la práctica artística contemporánea, generando instrumentos concretos por el reconocimiento de derechos, como el tarifario creado por la red federal AVAA: Artistas Visuales Autoconvocadxs Argentina (que ella integra), La Lola Mora, Trabajadorxs del Arte Feministas Córdoba, Nosotras Proponemos y Agrupación de Artistas de Rosario. No solo el restablecimiento de los sucesos, sino la vigencia de sus desarrollos. El quantum del pasado aún gravita, reverdece con ánimo y trasciende retroprogresivamente. En los esquemas dispersos, podemos leer la agudeza sostenida en los ojos y la acción ajustada de la artista. Se organizan sinapsis entre los distintos cenáculos en los que Negri ha operado. La primera vez que conocí el nombre Virginia Negri fue cuando descubrí su obra Proyecto Esqueleto en el Salón Nacional de Rosario, por el año 2005. En aquel entonces, presentaba y dibujaba un pequeño esqueje, junto a algunas macetas con nombres, casi como trazando un plan fisiológico, aquel esquema iniciático de una travesía magnánima que nos llevaría a todos por la estética Negri, o como acuñó Wandzik, por “una obra que es un movimiento llamado Virginia Negri”.

Casi veinte años atrás, ella delimitaba la instancia originaria de un órgano rizomático. Con el paso del tiempo, con acciones tremendas y generosas, poniendo en marcha diversas exploraciones, consolidaría un paraíso alucinante donde el descontrol de los cuerpos fabrica ideas y quehaceres. Nos bañamos con sus materiales: pintura, aerosoles, cintas, vidrio, tela, hilo, gibré, lentejuelas, celofán, cualquier tipo de materia de descarte, desde cáscaras de pistacho hasta retazos. Su cuenta @vir.negri, archivo en Vivo Dito en Instagram, se ha integrado a la colección pública, acontecimiento inédito en cualquier institución de este tipo, a la vez que el despliegue en el sexto piso del museo sigue creciendo con el correr de los días.

Sabemos que nuestra historia y la historia del arte reciente permanecen en las voces colectivas. Este trabajo de trasvasamiento es realizado por trabajadoras y trabajadores atentxs a la historia afectiva y fraternal de ciertos agentes. Se arma un cónclave callejero para pensar la ciudad liberada sobre el empedrado centenario, se arma otro cónclave en la Galería Jamaica, también otro en un bar de Avenida Francia y Salta. Una administración pública que promueve una fontana utópica de adorno, contrastando con lugares de trabajo y resistencia donde nuevamente se piensa en las comunidades que habitan las colecciones, en desbordar la membrana institucional para ampliar las voces y los ámbitos.

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Sobre el autor:

Acerca de Lila Siegrist

Nació en Rosario en 1976. Es artista visual, editora, productora cultural. Actualmente es Asesora Experta en Análisis de Gestión Cultural, Jefatura de Gabinete de Ministros, Presidencia de la Nación. Se ha desempeñado como Subsecretaria de Industrias Culturales y Creativas, Municipalidad de Rosario (2015-2018), como Directora Provincial de Comunicación Estratégica, Gobierno de la Provincia de Santa Fe (2018-2019). […]

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