Con José Santucho nos teníamos de vista y de oído, porque los amigos en común nos nombraban en alguna que otra conversa. A veces la confianza en ciertas personas la construye el cariño y el respeto que nos llega de su entorno. Por eso, ya en su primer mensaje para convidarme una canción suya, sin siquiera escuchar un compás, acepté con entusiasmo. Después vino un ensayo y la presentación de disco en vivo. Todas canciones bellísimas con un compromiso principalmente afectivo con la poesía y la música popular. Esa noche también me compré su disco que todavía no quito del reproductor que tengo en la cocina. A su canción “Los carnavales deseados” le tengo unas ganas especiales de cantarla. Esas cosas me pasan por amor a primera escucha. Después, me pongo un poco más reflexivo para saber qué cosas se hicieron en la canción, como un parámetro de referencia al que luego le intento apuntar.
Volviendo a la canción de José, su gancho principal, la bolsita de agua caliente apoyada en el esternón en invierno, es su estribillo. Cuatro palabras donde está todo. Cuatro palabras cantadas en el último cuarto de canción. Un estribillo que se hace rogar, porque cuando pongo de nuevo la canción, quiero cantarlo antes. Pero esas tres estrofas previas son necesarias para que ocurra el alivio. En proporción, es el tiempo que espera el pueblo para su tiempo de festejo, para el encuentro alegre con su comunidad de vivos y ancestros. Soporta un año de trajín y cosas más viejas que cuestan olvidar. Pero que nadie se atreva a robarle el carnaval.
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Video de José Santucho: "Los carnavales deseados"
