Algunas reflexiones y una breve conversación sobre el libro Síndrome de Greta de Gonzalo Aloras, editado por Spinoza Producciones.

1. Sustancia retroprogresiva

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Puedo pensar el trabajo de Gonzalo Aloras desde el lugar de la groupie noventosa que tarareaba los versos de Mortadela Rancia, célebre banda local integrada por Diego Giordano, Lisandro Falcone y Aloras. Casi todos aquellos nosotros podremos zumbar esa ristra lírica de Ciudad Paranoia. Podemos también, como contemporáneos, escuchar las reversiones de Beatles con el pulso de un teclado en mash-up mientras se filtra “Rezo por vos” en el piano del artista. Se filtraba, decía, con cierto fraseo esperanzador en el porvenir, aun en la incertidumbre de Tomorrow never knows”, de las salas de un equipamiento cultural que 30 años más tarde ya no programa ni gestiona nada. Estamos hablando de otra ciudad. También sabemos que, desde su precocidad, el músico Aloras ha empardado giras, escenarios, estudios, intimidades con maestros de la música nacional y americana.

Pasa el tiempo. Milenios. Mi querido amigo Diego Giordano nos recomienda cruzarnos a propósito de que Aloras tiene un libro entre manos. Conocí tête à tête al artista cuando en post pandemia me compartió, en la mesa de un bar del centro de Rosario, las artesanales galeras del Síndrome de Greta. Por respeto me dispuse a leer, con la intensión de leer el libro en otro momento. Eso no sucedió ya que, desde la primera línea hasta el colofón en QR de la página final, entré en la estela de una musicalidad con notable furor teórico y subjetivo. Él pidió una pizza para alimentar su característica extensión ósea longilínea, mientras yo leía sus líneas, sus ideas, sus pensamientos. El quantum de un autor en plena intensidad de su oficio: saciar sus ideas en un bar de calle Rioja y Laprida. Lo felicité. Le dije: “tenés un libro”. Él no necesitaba que se lo diga.

Cruzamos lecturas y aprendí con este libro. Una amplia y variada referencia de distintas voces se aglutina al son de una prosa ajustada, profunda y amena. Revisa las revueltas, las revoluciones, las rupturas, las manifestaciones de los jóvenes, sitúa la pandemia y el prepandemia, organiza sus ideas desde una Zona Temporalmente Autónoma, entrega su tiempo a la escritura y condensa sus lecturas. Escribe liberado, como el excomulgado Spinoza, con un punto notable de autonomía y autogestión. Asevera: “Este capitalismo mundial sobrevive a fuerza de desastres naturales, incendios forestales, inundaciones, contaminación ambiental, extinción de especies animales, hambrunas, pestes, pandemias, desbordes demográficos, éxodos masivos por desastre ambientales”. En el capítulo de “Protestas insistentes a propuestas consientes”, nos reciben unos suaves versos de Lennon: “Yo soy ella, como tú eres él, como tú eres yo y todos somos juntos”, casi similar a aquello de “la Patria es el otro”.

2.Tomorrow never knows

Me detuve en los pasajes de la creactividad, de la gestión de las emociones, de la producción vinculada a la subjetividad y de cómo esas unidades de materia creadora se unen conformando un colectivo rugiente y rusiente, logrando transformar realidades. Entonces me atrevo a traer un texto de Daiana Henderson, poeta de Paraná que vive en Rosario, el cual ha sido escrito para una muestra del 2021 del artista plástico Federico Cantini. El texto de Daiana tiene un fragmento que recomendé leer a Aloras. Aquí se los cuento:

Podríamos pensar que la acción o producción artística tiene la capacidad de abrir esa dimensión invisible, sin saber de antemano cuál es la llave ni la puerta, que van apareciendo en la huida de la autoconciencia tras el canto de la gracia. No se logra con mera voluntad, tiene que haber sinapsis. Lo opuesto al arte es la creatividad, ese activo exacerbado por el capitalismo estético que le exige a la individualidad expresarse hacia el afuera, buscando producir identificación en una marea de iguales. El arte no apunta a la distinción, sino a la diferencia. Al ingresarse, lo diferente pasa a ser parte de lo real desde siempre. El arte cambia lo real para atrás y reclama la existencia de su diferencia en el futuro, para eso debe sobrevivir al presente”.

En conversación con el músico, a propósito de su libro Síndrome de Greta, afirma que “para Spinoza, Dios es la naturaleza misma (incluida en ella todo lo que existe y todo lo que sea creado) y por este chiste fue excomulgado, perseguido, marginado y odiado”. Se dice que Baruch Spinoza fue el Cristo de los filósofos. Su filosofía es la del cuerpo. “No sabemos qué puede un cuerpo” es una de sus más potentes afirmaciones. Esto es: un cuerpo también es una creación, una construcción, un proceso, algo que deviene y muta constantemente. Y cada cuerpo es singular, único y por ende incomparable. Se puede deducir de sus conceptos que para Spinoza no existe la carencia o la falta (sobre la que toda religión, y luego el psicoanálisis, construye sus cimientos). A la piedra o a la planta no le falta visión, sería un error compararla con un animal que puede ver. Así como un caballo de carrera tiene poco en común con un caballo de carga. Lo mismo al decir peces, no aclaramos mucho: una boga puede nadar en aguas dulces, un salmón puede nadar contra la corriente, pero en aguas saladas. O cuando intentamos definir mujer. Spinoza se opone a lo universal, a lo general, denuncia allí una trampa, un problema. Spinoza dice que cada cuerpo se define por lo que puede y no por lo que es. Al ciego no lo define su falta de visión, porque esta carencia solo aparece con la comparación entre cuerpos incomparables. ¡Este concepto es más potente que cualquier bomba atómica! Somos lo que podemos. No lo que digamos o digan que somos. Y lo que podemos está siempre en movimiento o puede estarlo. A la idea del cuerpo spinoziana se le suma su concepto de afecto. Un cuerpo puede ser afectado de alegría o de tristeza: esto es, puede verse aumentada su potencia o disminuida por afecciones externas e internas. Si nos menospreciamos seremos afectados de tristeza por nuestras propias ideas. Y si alguien nos adula por demás de lo justo, seremos también afectados de tristeza por un cuerpo exterior. ¡Los afectos son determinantes para lo que un cuerpo puede! Necesitamos rodearnos de afectos alegres, la alegría es el alimento vital más importante para el cuerpo-alma (que según Spinoza van siempre de la mano)”.

3.All our futures

En el “Síndrome de Greta”, Aloras plantea la aparición de una nueva sensibilidad en nuestra época. Un nuevo cuerpo social, un nuevo yo abierto, conectado con lo otro, con lo distinto, abierto al afuera. Afirma: “Una especie de cuerpo colectivo encarnado en grupos y personas que se sienten parte unas de otras (que se sienten parte de Dios, diría Baruch) y logran conformar un cuerpo común uniendo o sorteando grandes diferencias de idioma y nacionalidad para luchar contra las fuerzas destructoras de la vida. Como si la vida misma, la naturaleza, hubiese tenido necesidad de expresarse de este modo claro y distinto, para contrarrestar la gravedad del agujero negro capitalista que engulle todo sin freno ni resistencias. Cuando dos cuerpos que difieren entre sí son unidos por el mismo afecto de alegría –en este caso la alegría producida por los movimientos y las luchas contra el cambio climático, el patriarcado, el ecocidio y el capitalismo negacionista– forman un tercer cuerpo que no los sintetiza, al contrario, los expande, los libera de la sujeción de ser sujetos, los despoja del rostro individualista, los alivia de esa angustiante sensación de soledad que el propio sistema produce necesariamente”.

Los poderes necesitan afectar con tristeza a las personas. La tristeza debilita y aleja a los cuerpos de lo que pueden y desean. La tristeza aleja a nuestras epidermis del goce. Prosigue el autor/músico y remata: “Porque resistir es una alegría inconmensurable, seguiremos creando, riendo y luchando con la potente fórmula de Spinoza bajo el brazo: ¡Nadie sabe lo que puede un cuerpo!”.

Me atrevo a pensar un toque más allá, como a varias varas de distancia, pero con “Síndrome de Greta” sobre la falda: no hay razón para aceptar la ilusión del tiempo dislocado y mucho menos la desesperanza del presente violento. Desde mi insuficiencia metafísica siento la sucesión, no puedo imaginar la vida sin sucesión, ¿Por qué debería suponer que esa sucesión es ilusoria, cuando la violencia es instrumental y concreta? Vemos en Spinoza, y en el libro de Aloras, una ilusión plausible. Entonces, en all our yesterdays, todo nuestro pasado, el momento presente y el porvenir que podemos suponer infinito, se organizan en un horizonte en el que nuestras subjetividades se activan para adelante.

Aloras, el compositor artista de las armonías, proteico del cine, de las tendencias, de los versos en métricas precisas, es también un explorador del espacio y las ideas, aquí en “Síndrome de Greta” podremos constatarlo. Este libro no es un ensayo, tampoco un racimo de ideas reunidas en las músicas del artista, este libro es un manifiesto y un tratado sobre el futuro y el amor instrumental, el cual nos llama en su estribillo: bajar las velocidades en el planeta-barrio-casa-cabeza. Y dar sentidos-hacer-creer en esta Tierra y en esta vida. Lean.

la ciudad está en obra
Sobre el autor:

Acerca de Lila Siegrist

Nació en Rosario en 1976. Es artista visual, editora, productora cultural. Actualmente es Asesora Experta en Análisis de Gestión Cultural, Jefatura de Gabinete de Ministros, Presidencia de la Nación. Se ha desempeñado como Subsecretaria de Industrias Culturales y Creativas, Municipalidad de Rosario (2015-2018), como Directora Provincial de Comunicación Estratégica, Gobierno de la Provincia de Santa Fe (2018-2019). […]

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