En 2018, cuando se debatió el proyecto de interrupción legal del embarazo en el país y en pleno auge de la adaptación televisiva del libro El cuento de la criada, llegó a la Argentina la apropiación política de la imagen de las criadas de la novela de Margareth Atwood, sus capas rojas y cofias blancas. El uso de este uniforme había comenzado en Texas, en la primavera de 2017, durante una protesta contra la campaña que llevaba adelante el estado para restringir los derechos al aborto y un año después el atuendo de esas criadas fértiles estaba frente al Congreso de la Nación.

Cuando salió en 1985, El cuento de la criada fue leída como una ficción inverosímil, casi una distopía. En cambio, hoy encarna el espíritu de la época y ya hace un año su autora, publicó la secuela: The Testaments.

Te puede interesar:

La conquista violadora

Llega "Jauría", una puesta de no ficción sobre el caso español conocido como "La manada". La dramaturgia está basada en los testimonios que la víctima y los agresores dieron ante la Justicia

El 8 de agosto de 2018 fue una sesión histórica en el Senado de la Nación: por primera vez desde el regreso de la democracia se discutió la ley de aborto legal, seguro y gratuito en el recinto. Pero treinta y ocho senadores y senadoras decidieron votar a favor del aborto clandestino con dos abstenciones que sumaron para que no sea ley la madrugada del 9 de agosto, cuando terminó la sesión.

Para intentar comprender los temas más complejos a veces no hay nada mejor que una buena literatura. Ir al encuentro de un texto –una poesía, un cuento, una novela, un ensayo– puede ser la manera de ponerse en el lugar del otro, la otra, el otre, y tratar de caminar en sus propios zapatos.

A dos años del #8A proponemos un recorrido por las autoras y autores que, además de Atwood, llevaron a su literatura la experiencia del aborto y supieron construir para ello un lenguaje:

Claudia Piñeiro

En abril de ese mismo año más de 200 escritoras de todo el país habían firmado una carta a favor de la legalización del aborto. Pero fue la escritora Claudia Piñeiro en su presentación en la Cámara de Diputados quién explicó a partir de la literatura su posición con respecto al tema del aborto.

La autora dice que cuando escribe no busca intervenir en los debates que se dan en la sociedad, sino que prefiere recurrir a textos literarios. En su obra nos encontramos con el tema del aborto o el mandato de la no maternidad en varias ocasiones.

En Quién no, su penúltimo libro, que reúne una serie de relatos escritos a lo largo de su vida, uno de los cuentos –escrito hace ocho años atrás cuando el aborto no era todavía un tema de debate público– Piñeiro habla de eso. El relato se llama «Basura para las gallinas» y es de una madre que le hace un aborto a su hija con una aguja de tejer, tal como vio a su propia madre hacérselo a su hermana. También aparece en Tuya, donde la adolescente que queda embarazada concurre a un consultorio clandestino y finalmente decide no abortar; o en Elena Sabe, dónde una mujer es secuestrada por otra en el momento que está por entrar a hacerse un aborto y, años después, la mujer es una persona que no ha superado el trauma que le ocasionó tener un hijo contra su voluntad. Y en Una Suerte pequeña donde se juega una maternidad por fuera del mandato. Y el tema vuelve a aparecer en Catedrales, su última novela policial.

Los príncipes de Maine

Pero no fue de su obra de la que habló Piñeiro cuando se paró frente a la Cámara de Diputados, sino de la novela Los príncipes de Maine (llevado al cine como Las normas de la casa de la sidra), de John Irving.

Irving relata la historia de Homer Wells, un joven criado en un orfanato que resulta ser el asistente del Dr. Larch. A falta de padres adoptivos, entre Wells y Larch se entabla una relación de padre e hijo. El Dr. Larch es el encargado de asistir a mujeres con embarazos no deseados para entregar a los bebés en adopción. Un día, quienes financian el orfanato empiezan a solicitarle a Larch que interrumpa los embarazos de sus hijas. “Estas mismas personas que nos dicen que debemos defender las vidas de los no nacidos –dice el protagonista–, ¡son las mismas personas que parecen no estar tan interesadas en defender a nadie más que a sí mismas después de que se completa el accidente de nacimiento! Estas mismas personas profesan su amor por el alma del niño no nacido… ¡No les importa hacer una gran contribución a los pobres, no les importa ofrecer asistencia a los indeseados o los oprimidos! Una forma en que los pobres podrían ayudarse a sí mismos es controlando el tamaño de sus familias”.

Enero

En la novela Enero, de Sara Gallardo, escrita en 1955, publicada tres años después y reeditada en 2017, aparece el embarazo no deseado de Nefer, 16 años, empleada de una estancia, que fue violada. El diálogo de la joven con su madre es elocuente:

–Mamá, vos hoy dijiste que… mañana me ibas a… a sacar todo…

–¿Yo…? Lo dije de rabia, pero no se puede hacer, la policía te lleva.

– ¿La policía? ¿Y a la señora Lola, cómo no la llevaron; y a la Paula…?

El pueblo, la familia, su propia madre la hacen responsable de lo ocurrido sobre su cuerpo: la violencia de un hombre. Incluso ella misma se siente un poco culpable. Al final, la protagonista no se anima a abortar y aún continua con el embarazo aún no siendo esa su voluntad.

Colinas como elefantes blancos

Un ejemplo de cómo escribir a partir de los silencios es un cuento de Ernest Hemingway “Colinas como elefantes blancos”. En la narración, Hemingway relata una conversación entre una chica, Jig, y su pareja mientras esperan un tren para viajar de Madrid a Barcelona. Beben cerveza y anís, comparan las colinas con elefantes blancos aunque nunca hayan visto uno, hasta que él le menciona la “operación”.

“─Y piensas que estaremos bien y seremos felices”.

“─Lo sé. No debes tener miedo. Conozco mucha gente que lo ha hecho”.

“─Yo también, dijo la muchacha, Y después todos fueron tan felices”.

El cuento cambia de tono, en el diálogo se va tejiendo la incomodidad, el desencuentro, el extrañamiento, mientras el conflicto se desarrolla en el trasfondo. “No quiero que lo hagas si te sientes así”, le dice él en un momento y es ahí donde la situación tiende a develarse.

Hemingway decía que “si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciarlo; y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá una sensación tan fuerte como si el escritor lo hubiera expresado”. Entonces lo no dicho, el aborto en este caso, tiene la fuerza de un iceberg.

Quién se hará cargo del hospital de ranas

La nouvelle de Lorrie Moore –publicada originalmente en 1994 y reeditada en 2019 por Eterna Cadencia con traducción de Inés Garland– llegó al país después de los estertores del debate por el aborto y en plena oleada feminista. Impregnada de un humor mordaz, que es característico de la autora, se centra en la historia de la amistad de dos adolescentes en la década del 70, cuando la interrupción del embarazo recién comenzaba a ser legal en Estados Unidos. La mejor amiga de Berie, la narradora, decide realizarse un aborto y debe viajar a otra ciudad y pagarlo con dinero robado del parque temático donde trabajan. En la melancolía por esa infancia perdida –con un guiño en el nombre “El sendero de los recuerdos perdidos”, el sitio del parque que atienden–, la autora reconstruye el universo íntimo de la amistad entre mujeres y ese territorio de complicidades que se teje bajo la amenaza de los varones que disparan contra las ranas por puro gusto, mientras ella y su amiga las curan. Los mandatos de belleza en la adolescencia (la división entre las lindas y las feas), los novios con moto, los cigarrillos a escondidas, las charlas en el cementerio, la chatura de un pueblo, la necesidad de despegar cruzando las fronteras y la confirmación de que las ranas nunca se convertirán en príncipes ni siquiera con un beso.

Anne Sexton

“Alguien que debería haber nacido/ Se ha ido/ Sí, mujer, tal lógica conducirá/ A la pérdida sin muerte/ O di lo que quisiste decir, cobarde…/ Este bebé que sangro”, escribió Anne Sexton.

Ganadora del Premio Pulitzer  en 1967, Sexton basó su obra en la poesía del yo , en la que siempre reflejó su cotidiano femenino, su maternidad, el vínculo con su hija y hasta su aborto.

Código Rosa

“Así y todo me llevó años pronunciarme con absoluta convicción a favor del aborto legal, seguro y gratuito: años de anécdotas de mujeres cercanas que tuvieron que abortar no en condiciones aberrantes, pero sí riesgosas para su vida y, en algunos casos, de mucha humillación y bastardeo por parte de los propios profesionales de la salud que las atendieron”, escribe Selva Almada en el prólogo de Código Rosa. Relatos sobre abortos (Ediciones La Parte Maldita). Dahiana Belfiori reúne testimonios de mujeres que abortaron con pastillas y fueron acompañadas por las Socorristas en Red.

El libro tiene la particularidad de que la autora tomó cada relato y lo ficcionó para que las experiencias no sean meras declaraciones, sino que tuvieran cierto lenguaje poético. Distintas historias, distintas mujeres, distintas razones que las lleva a cada una a decidir no seguir adelante con un embarazo. Pero una misma decisión, abortar con pastillas en sus casas, y una idéntica condición, hacerlo bajo el aura sorora y socorra de las compañeras.

 

Entre la crónica periodística y el ensayo

 

Somos Belén

Ana Correa viajó a Tucumán, donde reconstruyó el proceso judicial de revictimización que atravesó Belén, la joven que quedó detenida el 21 de marzo de 2014 por un aborto espontáneo. El libro, Somos Belén, cuenta con prólogo de Margaret Atwood, la consagrada narradora canadiense. Ahí Atwood narra la historia de Defred, secuestrada por el Estado junto a otras mujeres con un único mandato: poner su cuerpo al servicio de parir. La protagonista de la novela —escrita por la autora canadiense en los años ochenta— registra sus vivencias en una serie de cuadernos que esconde con la esperanza de que alguna vez alguien los descubra y los saque a la luz. Dar a conocer una historia individual y a la vez colectiva fue el deseo que movió a Correa para escribir en clave feminista una historia política, conmovedora y refulgente a la vez. Y de paso contarle al mundo que la República de Gilead (de la que escribió Atwood) en algunos lugares como Tucumán es la misma distopía hecha realidad.

El problema del aborto

La filósofa y poeta Laura Klein escribió en 2005, en su libro Fornicar y matar, que las posiciones en favor de la despenalización del aborto eran muy argumentativas y no hablaban de la experiencia. Esto al día de hoy ha cambiado. Sin embargo, en 2013 amplió su volumen, que fue reeditado bajo un título menos polémico que el anterior: Entre el crimen y el derecho: el problema del aborto (Booket, 2013).

“Los argumentos suelen ser simplemente una defensa lógica frente a una acusación o un ataque. Y este me parece un problema gravísimo. Porque si a uno le dicen «¡estás matando a alguien!», naturalmente se gira el eje del debate”, arguye la autora.

¡Qué sea ley!

La periodista Florencia Alcaraz, integrante de Ni Una Menos, narra periodísticamente los meses decisivos en que la legalización del aborto se trató en el Congreso nacional, el lobby de los proderechos y los antiderechos, las estrategias de comunicación, los aliados, la victoria y el fracaso. Y, sobre todo, relata el proceso atravesado por una sociedad que se transformó para siempre y que sigue en la calle gritando: iQue sea ley!.

El libro registra los antecedentes de una campaña por la legalización del aborto que iba a durar cuatro meses y que ya superó los trece años y reconstruye al mismo tiempo una historia de las luchas feministas en el país: desde las primeras manifestaciones y encuentros de las feministas pioneras o “históricas” a partir del regreso de la democracia en 1983 a los Encuentros Nacionales de Mujeres que se realizan por todo el país hace más de tres décadas.

mamografia
Sobre el autor:

Acerca de Virginia Giacosa

Periodista y Comunicadora Social

Nació en Rosario. Es Comunicadora Social por la Universidad Nacional de Rosario. Trabajó en el diario El Ciudadano, en el semanario Notiexpress y en el diario digital Rosario3.com. Colaboró en Cruz del Sur, Crítica de Santa Fe y el suplemento de cultura del diario La Capital. Los viernes co-conduce Juana en el Arco (de 20 a 21 en Radio Universidad 103.3). Como productora audiovisual trabajó en cine, televisión y en el ciclo Color Natal de Señal Santa Fe. Cree que todos deberíamos ser feministas. De lo que hace, dice que lo que mejor le sale es conectar a unas personas con otras.

Ver más