En el año 2005 cierto debate sobre el mercado del arte y las incipientes políticas municipales de fomento al campo de la plástica quedó registrado en un ensayo firmado por Pablo Montini bajo el título Mercado Inexistente Del Arte (M.I.D.A) y editado en formato de fanzine por Cultura Pasajera. Aquel texto intentaba problematizar acerca del estado general de un mercado, existente o no, que había vivido su período de apogeo en los años 60, donde el consumo de arte se había hecho extensivo a ciertas capas medias de la sociedad rosarina.

El texto de Montini planteaba en esa oportunidad un diagnóstico antes que un manifiesto. Por un lado, ponderaba los proyectos innovadores en el área cultural (de la mano de la primera gestión socialista de Hermes Binner como intendente) y, por otro, remarcaba que eran iniciativas que las nuevas administraciones socialistas no podían retomar con claridad como una política cultural de las bellas artes. Sumado a que eran años en que tampoco desde el sector privado se notaba un apoyo en esa dirección.

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Pasaron 17 años de aquella reflexión y en Rosario parece existir, pese a todo, un mercado de arte. Como escribe Lila Siegrist en una nota de eldiario.ar:

“Coleccionar lava de un volcán, piezas de arte, o cualquier objeto que despierte un programa pulsional define un circuito, en el que hay un mercado que requiere de las instituciones legitimantes, de les galeristas, de los ritmos financieros, de les compradores, de los termómetros de ventas, del mercado secundario, de les investigadores, críticxs, curadores, pero fundamentalmente del trabajo de les artistas”.

¿Hay un mercado para el arte en Rosario? Cómo todo mercado se rige por la oferta y la demanda, ¿está acaso el arte atado a la especulación?  ¿Cómo se valúa el precio de una obra? ¿Qué lo determina? ¿Importa que el artista sea emergente? Pese su trayectoria, ¿que esté vivo o que esté muerto? ¿Quiénes compran y quiénes venden? ¿Es más fácil que suba el valor de una obra o que baje? ¿Es la subasta una forma de promover esas adquisiciones que no tienen lugar en otra parte? Hay una transacción monetaria, como en cualquier mercado, pero también hay una trama simbólica o, como algunos lo llaman, “una constelación cultural” que se cifra en ese acto.

Serigrafía de Oscar Herrero Miranda

El mercado local

Pese a algunos cierres, actualmente en la ciudad existen espacios de exposición en pie (Diego Obligado, Crudo, Estudio G, Rivoire, Jamaica, La Raíz, Darkhaus, Subsuelo), galerías que venden en la trastienda muchas veces asociadas a las y los artistas, lugares de difusión de prácticas, ferias y subastas.

De estas últimas tal vez sea La Fugaz (realizada en el marco de lo que primero fue la Semana del Arte y desde hace unos años pasó a ser la Quincena del Arte organizada por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario) la que ofrece obras de arte contemporáneo de artistas vivos, una de las experiencias más recientes. El objetivo principal fue ampliar el mercado en un momento donde no había circuitos o espacios que legitimaran obras y a su vez una manera de difundir el arte.

Mucho más atrás en el tiempo, como antecedente se cuentan las subastas de beneficencia en el Teatro El Círculo, donde las familias donaban para ayudar al teatro.

Témpera sobre papel de Pedro Giacaglia

Por estos días la galería Subsuelo –comandada por Daniel Andrino, Daniel Pagano y Paulina Scheitlin en Balcarce 238– abrió el juego del mercado con una subasta de artistas históricos. La propuesta viene a aportar dos novedades: una respecto al tipo de obras que se ofrecen y otra, a cierto pasaje de lo privado (al tratarse de una galería que se caracteriza por las ventas con precios fijos y donde las transacciones sólo ocurren en la intimidad de una oficina) a lo público (donde los valores están a la vista de todos y pueden variar según la oferta).

“Este carácter público y transparente de los precios tiene, para bien y para mal, una fuerza multiplicadora en los sentidos que se transmiten al campo del arte”, dice el licenciado en Artes de la UBA, Juan Carlos Andrade, en el catálogo de las obras de la subasta.

Subsuelo eligió 20 piezas de artistas en su mayoría rosarinos que actualmente no cuentan con un canal de circulación y tampoco tienen un valor de referencia en el mercado. Los precios de las obras que quedaron expuestas en la galería y subirán a un remate este jueves 25 de agosto en el Teatro Astengo van de los 41 mil (300 dólares) a los 745 mil pesos (5.500 dólares).

La apuesta va en función de crear un canal oficial donde puedan circular obras de este tipo que hasta ahora sólo tenían como destino las tradicionales casas de subasta de Buenos Aires o bien un circuito informal.

Artistas que quedaron en un cono de sombra, que fueron conocidos pero que hoy no tienen valor de mercado. Las galerías que se encargan de vender contemporáneos que no tienen un lugar a gente que no sabe dónde ubicarlas o a quiénes las tienen en su poder y ya no se preocupan por conservarlas.

Daniel Andrino, director artístico de la galería Subsuelo, aclara que no se trata de poner en valor sino de ponerlo de nuevo a la vista para que las obras no queden guardadas ni escondidas.

“En la medida en que las obras no tengan ojos que las miren o que solo tengan los ojos que están pegados a la historia van hacia un camino que puede hacerlas quedar en el olvido”, dice Andrino y agrega: “Incluso en ese momento no había ojos siquiera para verlas, porque como dice Guillermo Fantoni, a veces hay quienes se adelantan y no hay ojos que puedan entender eso, no es el momento”.

Grafito y acuarela s/cartulina de Florencio Molina Campos

¿Quién da más?

La subasta, para Andrino, es además de su valor comercial que no hay que perder de vista una “forma de poner las obras ante nuevos ojos como un modo de ampliar el universo de lo que significa el arte en una ciudad, sobre todo dando lugar a los artistas que no están del todo representados”. Una manera de volver a traer al presente obras de maestros rosarinos que merece la pena ver.

La idea surgió a partir de algo que venían detectando en el trabajo: aparecían familias que tenían un acervo de artistas históricos y buscaban asesoramiento respecto de esas obras. Algunas incluso habían recibido una herencia y se encontraban con piezas de arte de las que desconocían el valor y pedían asesoramiento ya que dividir una obra no es tan taxativo como dividir un juego de vajilla.

“La obra tiene un linaje, una impronta. Un lugar en la cultura rosarina y vemos que toda esa obra no encontraba un lugar. Había remates en casas y anticuarios de Buenos Aires o personas que ofician de intermediarios para conseguir clientes fuera de la ciudad”, cuenta Andrino.

El hecho de que la subasta surja como iniciativa de una galería privada no interfiere en las reglas de comercialización del arte ni de cómo se construye un precio para la obra.  Y para Andrino no es una plataforma que compita con la galería sino, por el contrario, lo que hace es potenciar un mercado secundario: apunta al consumidor de arte que no es habitual en la galería. “Nos pareció que había que darle a un mensaje a ese público que supo formar lo que fue el mercado de las galerías en los años 60, 70 y 80”, dice.

Para él, el público de la subasta no es exclusivo de las galerías y la idea de hacer un remate también es poder aportarle al acto cierta mística. “Hay gente que en la galería puede comprar a un artista contemporáneo, en la subasta puede que un contemporáneo admire a un histórico y al mismo tiempo pueda comprarlo”.

Según Andrino muchas personas caen en la creencia de que pueden hacer un ahorro con la posesión de ciertas obras. “Se suele pensar que con tal obra están salvados o que si la venden se van a Qatar a ver el Mundial con toda la familia. Lo cierto es que eso no va a suceder pero puede que sí tengan chance de hacer un viaje más acotado porque muchas veces las obras tienen un precio que no es el que uno creía que tenían”, explica.

La imagen de la subasta se da en la esfera de lo público haciendo un acto cultural que nada tiene que ver con la vieja figura del marchand que a veces negocia en lo privado un precio, como sucede en toda venta. “La subasta es pública, la base es algo de lo que se parte y que uno estima que va a subir. El precio genuino se construye a partir de las voluntades de las personas de querer tener esa obra. Hay algo del ego que también se refleja. Eso de vencer al otro que quería comprar la misma obra”, dice.

¿Cómo ponerle precio a una obra? ¿De qué está hecho el precio de una pintura a diferencia del de un auto? Andrino dirá: “En la medida que compro un valor simbólico estoy agregando valor simbólico a mis decisiones”.

El valor sentimental

Las obras fueron elegidas a partir de la motivación de las familias que las fueron acercando. Hay nombres como Gustavo Cochet, Florencio Molina Campos, Alberto Pedrotti, Luis Ouvrard, Alfredo Guido, Leónidas Gambartes, Pedro Giacaglia,  Uriarte, Oscar Herrero Miranda, Julio Vanzo, entre otros.

“Se buscó armar un conjunto de obras pensando en una subasta en una ciudad como Rosario donde quizás no hay una gran cantidad de coleccionistas entendidos como tales. Y se partió de una construcción de precios que fueran amigables, dirigiendo a un mercado secundario que puede luego llegar a alguna de las galerías que hay en Rosario a seguir ampliando la colección. Porque se sabe que quién compra una obra, siempre quiere comprar otra más”, dice Andrino.

Para él existe un hilo o mística en todas las obras que se ofrecerán en la subasta porque en su mayoría formaron parte de casas de familia, estuvieron exhibidas en livings, comedores, pasillos, escritorios. “Son obras que no sólo fueron miradas y deseadas sino que también oficiaron como testigos de situaciones y hechos de la historia local”, cuenta. Y para él es todo un símbolo que la obra vuelva a tener un espacio que no sea de guardado para seguir siendo testigo de este tiempo desde una pared contemporánea.

 

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Sobre el autor:

Acerca de Virginia Giacosa

Periodista y Comunicadora Social

Nació en Rosario. Es Comunicadora Social por la Universidad Nacional de Rosario. Trabajó en el diario El Ciudadano, en el semanario Notiexpress y en el diario digital Rosario3.com. Colaboró en Cruz del Sur, Crítica de Santa Fe y el suplemento de cultura del diario La Capital. Los viernes co-conduce Juana en el Arco (de 20 a 21 en Radio Universidad 103.3). Como productora audiovisual trabajó en cine, televisión y en el ciclo Color Natal de Señal Santa Fe. Cree que todos deberíamos ser feministas. De lo que hace, dice que lo que mejor le sale es conectar a unas personas con otras.

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