Cuando tenía once años Beatriz Vignoli escribió su primer poema sin escribirlo. Estaba durmiendo a la intemperie, en un campamento, mirando las estrellas. Se le ocurrió que el cielo nocturno era un telón agujereado con una gigantesca luz detrás, muy potente. Con esa imagen creó en su mente un poema que ahora no recuerda porque no lo escribió en ningún cuaderno. ¿Qué soñó esa noche Beatriz cuando se quedó dormida? No lo sabemos. Todavía no escribía sus sueños. Empezó a anotarlos cuarenta años después. Una vez la escuché decir: “Yo un día me fui a dormir y cuando me desperté ya no me importaron más los libros. Quería tener flores, quería tener helechos. Empecé a soñar unas cosas muy extrañas y a anotarlas. Mi jardín hoy es una selva y tengo acumulado un diario de sueños de cuatro años”.

Beatriz sabe que sus sueños son como esos agujeritos en el telón de la noche: dan cuenta de una inmensa luz detrás. Por eso, desde hace algunos años, viene pensando las vinculaciones entre el lenguaje poético y el lenguaje onírico, y brinda talleres de escritura de sueños. Incluso en su último libro de poemas, Expreso, ya desde el título nos invita a pensar ese vínculo entre ambos lenguajes.

Te puede interesar:

Sin lugar para los géneros

Tras el debate que generó el premio del FNA, el autor de esta nota explora cómo leer el policial, el terror y la ciencia ficción en la poesía de Estela Figueroa o Giannuzzi, entre otros.

Expreso fue publicado en febrero de este año por la Editorial Biblioteca, el sello de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, dentro de la colección Poetas Argentinos que, antes de la intervención militar de la institución en 1977, visibilizaba la obra de poetas de trayectoria, como Francisco Madariaga, Hugo Gola, Francisco “Paco” Urondo y Rodolfo Alonso. Expreso reabre una colección hasta el momento solo integrada por hombres.

¿Qué es Expreso? A veces cuando leemos un libro queremos encontrarlo todo en su nombre. Mirarlo desde todos los ángulos posibles como una piedra iridiscente. Como si el título fuera un punto de luz en el que todo está contenido y compacto.

En principio, Expreso tiene siete letras, como “Beatriz” y como “Vignoli”. Ella misma se dio cuenta con el correr de sus libros, que muchos de los títulos tienen siete letras, según le contó en una entrevista a una amiga: Proesía (1979), Almagro (2000), Viernes (2001), Bengala (2009), Reality (2004), Kelpers (2013), Luz azul (2017). Posiblemente su propio nombre, esa música de siete letras que fue lo primero que escribió y escribió sin parar, resuene en su mente a la hora de poner título a lo que produce.

Como sustantivo, expreso hace referencia al colectivo interurbano de Rosario. Mientras esperaba en una parada de San Lorenzo y pensaba en su libro, Beatriz vio venir esas letras iluminadas y se acordó de Expreso imaginario, revista en la que escribía, y de El Expreso de Poli, el programa radial de los años setenta y primeros ochenta.

Pero también, expreso es el presente de la primera persona singular del verbo expresar y, como adjetivo, refiere a lo explícito y manifiesto, por oposición a lo tácito. Por último, puede hablarnos de los trenes: “tren expreso” es, según la RAE, “tren de viajeros que circula de noche y se detiene solamente en las estaciones principales del trayecto”. Este sentido es el que se lee en la primera parte del libro, titulada “El poema soñado”. Sobre todo, en el poema “Expreso”, donde se alude al sueño de manera directa como el tren de la noche: “No somos nada sin el ferrocarril nocturno del sueño”.

En toda esta primera sección los textos parecen escritos a partir de las esquirlas de los sueños. Se adivina la ciudad, pero transfigurada por la percepción de una soñante o vista desde un tren que la sobrevuela, alto. En el poema “Expreso” leemos: “Sobrevolamos las casas donde se duerme”. “La Sexta, 7 de octubre” empieza: “No creí que vendría de nuevo a mirar las terrazas tendidas/al final de escaleras que parezco recordar de algún sueño”. El poema “El suelo en llamas” lleva por subtítulo (“Sueño del puente rojo”). El mismo clima onírico flota también en “La milonga de los aparecidos. (Basado en hechos sobrenaturales reales)”. En toda la sección los poemas son puentes entre la vigilia y el sueño. De hecho, el libro empieza con una nota de la autora que es la entrada de su diario de sueños de la noche del 5 al 6 de mayo de 2021. En ese relato, hay un poema que se escribe adentro del sueño. A continuación, el primer poema del libro es la escritura en vigilia del texto que se empezó a escribir en aquel sueño.

¿Qué tienen en común el poema y el sueño, la poesía y el sujeto? Alguna vez leí que la poesía y la subjetividad comparten su carácter inconcluso. Y que, si ser sujeto es, en algún sentido, ser inconcluso, lo que la subjetividad tiene de inacabada es lo que el sujeto tiene de poético. ¿Para qué escribimos, entonces? Una respuesta posible es: para expresar una subjetividad que no quiere sujetarse en el terreno de lo acabado. Si lo real, en un punto, es significante sin significado, a veces la poesía es testimonio de una realidad que se niega a significar. En este sentido, podemos leer el título Expreso en relación al contenido manifiesto de los sueños y su oposición al contenido latente. Si consideramos tanto a las imágenes poéticas como a las oníricas como textos, las dos se componen de metáforas y alegorías.

El contenido manifiesto de los sueños, según Freud, es el sueño antes de ser interpretado, y el contenido latente es el conjunto de significaciones que se organizan ya no como imágenes, sino como un discurso o una serie de pensamientos. “Expreso” puede hacer referencia a las imágenes del sueño en tanto contenido manifiesto, es decir, como imágenes que se mantienen siempre abiertas y vacilantes, como textos iridiscentes.

La segunda parte del libro, “Traumatismo en la vía pública”, alude al accidente en el que la poeta se tropieza en plena calle y se quiebra la muñeca. En el trance de su recuperación, las limitaciones en sus movimientos por el yeso y el dolor físico y, al mismo tiempo, la conciencia del propio cuerpo a partir de ese dolor, van dando forma a una voz poética animalizada que es testimonio no de una convivencia con animales domésticos o de una humanización de lo animal sino de un territorio común, compartido, de toda forma de vida animal (incluida la humana). En “Yo soy mi propio gato y duermo conmigo” leemos:

“Yo soy mi propio gato y duermo conmigo,

cuerpo animal buscando la posición más cómoda;

un gato herido que se sabe querido,

piel límite entre carne y almohadón.

 

Yo menos mal que tengo un cuerpo blando,

una tibieza de grasa maternante

donde echarse a dormir sobre sí mismo

mi cuerpo, mi animal de compañía”.

En este devenir humano-animal a partir de la recuperación de la muñeca, los sueños vuelven a ser huida, y los espíritus de las plantas (jengibre, lavanda, cannabis), el único sostén medicinal que encuentra la voz poética para volver a ser un cuerpo leve.

Si en la primera parte la ciudad aparecía transfigurada o vista desde arriba –como si se la sobrevolara con la avioneta de los sueños– y, en la segunda parte, mientras el cuerpo se recupera de la caída, la ciudad es movimiento humano que se espía a través de una ventana (imágenes en movimiento en el sentido cinematográfico), en “Agua y sal”, la tercera y última parte –sobre todo en el poema “Luna en Piscis”–, la ciudad ya no se sobrevuela o se espía, sino que se camina: se vuelve a deambular por la ciudad, en concreto, por la Florida, que es “toda una fantasía,/un delirio febril tirado en la barranca”. Se la transita, aunque sea como una sonámbula, viendo esta vez desde afuera los hogares, un poco volviendo sobre los propios pasos para recoger las esquirlas. Como en “Para arreglar las cuentas con Rosario”, el poema escrito por Beatriz a los 16 y luego musicalizado por Charlie Bustos, donde escribió “quiero romperte a pasos/quiero juntar sobre tu piel de asfalto mis pedazos”.

Entre sueños que se reconstruyen en vigilia, huesos que se sueldan en quietud e instituciones que retoman sus proyectos después de un silencio obligado, los poemas de Expreso habilitan muchas otras lecturas. Me tienta pensar en cómo el azul colorea los objetos que están en el centro de los poemas. También, en los personajes femeninos, que son casi arquetipos. Pienso en la presencia de los gatos y en la relación que se establece entre ellos y la escritura: no solo aparecen en Expreso sino en libros anteriores, como Tritigre o la vera historia del gato de tres cabezas (2013) o en Mi gato interior (2021). No hay tiempo: tal tratamiento convertiría a esta reseña en otra cosa. Saludo a todos esos gatitos con la mano y ellos parece que me devuelven el saludo, pero en realidad, como los Maneki-neko, con su manito que se mueve de arriba a abajo me dicen “entrá, por favor, sos bienvenida”.

conectada
Sobre el autor:

Acerca de Anaclara Pugliese

Nació en 1989 en Arroyo Seco. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó La sombra de las nubes (Editorial Municipal de Rosario, 2017), Dos poemas (Ediciones Arroyo, 2019) y Dos arcoíris & un desierto (La Vieja Sapa Cartonera, Santiago de Chile, 2019). En 2015 participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario y en 2019 en el Encuentro Nacional de Poetas […]

Ver más