Con el paso de los años, comprendà que la cuestión se trata más de la amistad que de los amigos. Tal vez lo sienta asà por los duelos que hice. Tengo amigos muertos, amigos que hace años viven muy lejos, amigos con los que nos peleamos y amigos que aún lo son pero con los que tenemos una conexión débil.
Digo conexión como si se tratara del wifi porque asà es la época. No son éstos buenos tiempos para la amistad. Y no por el distanciamiento social. Todo el mundo está ocupado y la amistad funciona dándose un tiempo con otros. Un tiempo improductivo donde el valor reside en un no hacer que de lugar a un intercambio agradable, despreocupado y libre.
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Sin libertad no hay amistad posible porque ésta requiere de personas y los amigos necesitamos libertad. Necesitamos estar presentes y también necesitamos faltar. Necesitamos poder estar cerca y también poder tomar distancia. Aire y circulación que habiliten movimientos, que le permitan a los amigos que queremos tener sus momentos y sus ciclos.
Siento que la amistad es algo vivo, una especie de masa madre que bien cuidada tiene la capacidad de habilitar nuevos encuentros y experiencias.
Mantenerla viva no significa conservar orgullosos a los amigos desde la primaria o mostrar como un logro que un grupo nunca cambió y se mantiene intacto. Hacer de una amistad algo vital es reconocerla imperfecta y frágil para asà poder evolucionar el concepto y que éste requiera cada vez de menos obligaciones y exigencias. Simplemente, hacer con otros que los encuentros sean producto del deseo de amistad y no de la mera necesidad de compañÃa.