Este artículo se publicó el sábado 10 de octubre en la sección Culture de The Atlantic. La traducción* de los poemas y las líneas citadas es sólo tentativa y se puede leer al final del texto. Se respetaron todos los hipervínculos de la publicación original.

 

Una de las cualidades más notables de la poesía de Louise Glück, que el jueves ganó el Premio Nobel de Literatura, es la forma en que vuelve una y otra vez al comienzo de las cosas: una historia, un mito, un día, un matrimonio, un infancia. La pregunta ¿cómo empezamos de nuevo? recorre la obra de la poeta estadounidense, desde Firstborn (1968) hasta su colección más reciente, Faithful and Virtuous Night (2014). Mientras que sus primeros poemas, modelados con densidad, miran al mundo desde la perspectiva de los personajes, sus poemas posteriores, que cuentan narrativas más largas y sueltas, fluyen asombrosamente entre la experiencia personal y la vida de los demás. Glück examina la compulsión humana de volver a contar historias y reimaginar escenas, Frente al dolor, la tristeza y la destrucción, pregunta: ¿cómo es posible que persista la creencia en nuevos comienzos? Sus poemas, que raras veces señalan el momento presente a través de referencias políticas o nombres propios, amplifican sin embargo un momento en que la renovación —para los individuos, para las comunidades, para las sociedades— parece difícil de imaginar.

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Una forma en que los poetas escriben sobre los comienzos puede ser sencillamente al elegir la hora de la mañana, cuando las impresiones no son familiares y las sensaciones se refrescan. Hay un género de poesía para esto: la aubade (el alba) o poema del amanecer. El “Aubade” de Glück, de su Descending Figure (1980), comienza con llamadas superpuestas de humanos y pájaros:

Today above the gull’s call
I heard you waking me again
to see that bird, flying
so strangely over the city1

Este poema recuerda la graduación del momento de despertar, a medida que los sonidos y las imágenes del día ganan mayor claridad. Sin embargo, ya están presentes la repetición de la experiencia (“de nuevo”, “again”) y la percepción borrosa y extraña de las primeras horas, ya que el “llamado de la gaviota” se escucha al mismo tiempo que la voz humana.

La intimidad matutina de este poema se profundiza en un tono melancólico, menor:

I felt its hunger
as your hand inside me,

a cry
so common, unmusical—

Ours were not
different. They rose
from the unexhausted
need of the body

fixing a wish to return:
the ashen dawn, our clothes
not sorted for departure.2

Como el grito de un ave marina, fuera de lugar en la ciudad, el grito humano expresa un ambivalente “deseo de volver”. El primer sonido del día también es el recordatorio del estancamiento (lo han escuchado antes), la separación (la “partida” parece ser inminente, ahora que el día ha comenzado) y la “necesidad inagotable”. El comienzo, en este poema, es un nuevo día en una serie en curso, más que una ruptura radical.

Los poemas de Glück pueden “despertar” tanto metafórica como literalmente, sumergiendo a los lectores en una imagen o escena sorprendente sin mucha explicación. “Iluminations”, un poema sobre un niño que aprende el idioma mirando el mundo cubierto de nieve allá afuera, comienza con la línea

My son squats in the snow in his blue snowsuit.3

Otro poema, “Happiness”, comienza:

A man and woman lie on a white bed.4

Estas dos imágenes son notables no por su extrañeza o novedad, sino más bien por su cotidianidad y familiaridad, y porque emergen de una especie de álbum familiar psicológico. Estas simples líneas parecen imposibles de editar o volver más precisas: cada una tiene una figura (niño, pareja), una orientación (arrodillado, acostado), un lugar (nieve, cama) y un solo color (cama blanca, traje de nieve azul). La sencillez de estas imágenes sugiere un oficio y unas correcciones exquisitas.

“Illuminations” y “Happiness” son poemas que “empiezan de cerca”, como dice el escritor Nick Laird. En cierto momento, quizás con su colección The Wild Iris (1992), Glück comienza no con la inmediatez de una imagen o un sonido, sino con el comienzo de una historia. Algunas de las historias preferidas de Glück son mitos: Ulises y Penélope, por ejemplo, en Meadowlands (1996), o Perséfone en Averno (2006). Su volumen más reciente, Faithful and Virtuous Night, hace que este compromiso con la narrativa sea obvio con títulos como “Parábola”, “Una obra de ficción” y “La historia de un día”. Otros cuentos son de naturaleza bíblica; en particular, el escenario recurrente del jardín se convierte en la forma en que Glück monta sus dramas de nuevos comienzos a escala humana.

 

Tomemos “The Garden”, de The Wild Iris, que en principio se resiste a contar una historia:

I couldn’t do it again,
I can hardly bear to look at it—

Es sorprendente, entonces, descubrir que la imagen insoportable es una muy común:

in the garden, in light rain

the young couple planting
a row of peas, as though
no one has ever done this before,
the great difficulties have never as yet
been faced and solved—5

 

Las dos figuras se presentan con economía de detalles crudos. Ninguna palabra se desperdicia: cada línea agrega un elemento a la escena y la construye con lentitud. El tiempo se desarrolla al ritmo de una procesión que se siente adyacente a los movimientos de agacharse y plantar. La acción de plantar el jardín, la caída de la lluvia ligera de primavera y la inocente ignorancia de la joven pareja cuentan una serie de viejas historias entrelazadas: el comienzo de un jardín, de un año y de una relación.

They cannot see themselves,
in fresh dirt, starting up
without perspective,
the hills behind them pale green, clouded with flowers—6

El único momento de conflicto dramático en el jardín es uno menor. Se está haciendo tarde o está lloviendo, por lo que la pregunta es si continuar con la siembra o terminar el trabajo otro día:

She wants to stop;
he wants to get to the end,
to stay with the thing—

Pero en lugar de entrar en la psicología de la pareja, o ponerlos en diálogo, el poema se toma un momento para hacer zoom:

Look at her, touching his cheek
to make a truce, her fingers
cool with spring rain;
in thin grass, bursts of purple crocus—

even here, even at the beginning of love,
her hand leaving his face makes
an image of departure

and they think
they are free to overlook
this sadness. 7

Las últimas líneas de este poema siguen siendo sobrecogedoras incluso después de múltiples relecturas; el breve relato que cuenta culmina en una “imagen de partida”, un simple movimiento de una mano que se aleja del rostro. Pero, ¿qué significa la imagen? En cierto sentido, Glück regresa al Paraíso perdido de John Milton, y al jardín del que Adán y Eva, “de la mano, con pasos errantes y lentos, / a través del Edén tomaron su camino solitario”. Glück usa el jardín para sugerir que no existe un estado de inocencia originario, sino que todos los comienzos contienen los indicios de una partida.

Algunos de los escritos más líricos en inglés buscan un lenguaje para los finales: para el lamento, para el duelo y para protestar contra la muerte violenta e injusta. La literatura estadounidense contemporánea ofrece muchos ejemplos de poderosas elegías, en particular cuando se trata del Movimiento Black Lives y de los efectos catastróficos del cambio climático en vidas humanas como no humanas. La poesía de Glück, aunque no elegíaca en un sentido tradicional, arroja una silueta contra un horizonte aterrador y un final irremediable: un “mundo que se está rompiendo”, como ella lo llama en uno de sus poemas más conmovedores. En “Octubre”, de Averno, Glück escribe: “This is the light of autumn; it has turned on us. / Surely it is a privilege to approach the end / still believing in something.”8. Obligado a creer en un nuevo comienzo, el poeta está condenado a volver a aprender su destrucción.

Sin embargo, el punto final, en Glück, no es la desesperación o la resignación, sino el abandono de un “deseo de retorno”, ya sea a un primer jardín, una primera vista de la tierra, una historia de origen o una relación intacta con el mundo. Tal ha sido el proceso de la propia carrera poética de Glück, al menos como ella lo describe. Cuando se le pregunta sobre los “cambios formales” que distinguen a uno de sus libros del siguiente, y si son cambios deliberados de estilo, Glück responde: “Creo que el único objetivo consciente es querer ser sorprendida”. La poesía de Glück pregunta: ¿Por qué hacer una vida juntos si solo puede desmoronarse? ¿Por qué insistir en perspectivas siempre renovadas de ruina ineludible, expulsiones del jardín que se ha plantado, donde se vivió, y se perdió? Al comenzar con optimismo, a pesar del conocimiento de la tristeza que vendrá, los poemas de Glück dan testimonio de “el querer sorprenderse” que de alguna manera continúa incluso cuando ya se conoce el final.

 

 

1. Hoy sobre el canto de la gaviota
Te escuché despertarme de nuevo
para ver ese pájaro, volando
tan extrañamente sobre la ciudad
2. Sentí su hambre
como tu mano dentro de mí,
un llanto
tan común, poco musical
Los nuestros no eran
diferentes. Se alzaron
de la inagotable
necesidad del cuerpo
de fijar un deseo de volver:
el amanecer ceniciento, nuestra ropa
que no clasificó para la partida.
3. Mi hijo se arrodilla en la nieve con su traje de nieve azul.
4. Un hombre y una mujer yacen en una cama blanca.
5. No pude volver a hacerlo
Apenas puedo soportar mirarlo–
en el jardín, bajo una lluvia ligera
la joven pareja plantan
una hilera de arvejas, como si
nadie lo hubiera hecho antes,
las grandes dificultades nunca fueron hasta ahora
enfrentadas y resueltas
6. No pueden verse a sí mismos
con la mugre fresca, comenzando
sin perspectiva,
las colinas detrás de ellos de un verde pálido, nubladas de flores–
7. Ella quiere parar;
él quiere llegar al final,
para que el asunto ya quede ahí–
Mirá cómo ella se toca la mejilla
para hacer una tregua, sus dedos
enfriados con la lluvia primaveral;
en la hierba fina, ráfagas de azafrán púrpura–
incluso aquí, incluso al principio del amor,
al dejar su rostro, su mano dibuja
una imagen de partida
y piensan
son libres de pasar por alto
esta tristeza.
8. “Esta es la luz del otoño; se ha vuelto contra nosotros. / Seguro que es un privilegio acercarme al final / seguir creyendo en algo”

*Traducción Pablo Makovsky

mamografia
Sobre el autor:

Acerca de Walt Hunter

Walt Hunter es profesor asociado de Literatura del mundo en la Universidad de Clemson. Es autor de Forms of a World: Contemporary Poetry and the Making of Globalization.

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