En estos días de cuarentena, el Ente Nacional de Telecomunicaciones (Enacom) recomienda un uso racional de internet para no saturar el sistema. Los servicios que más demandan a la red son los de streaming –el uso de plataformas para ver series o películas online como Netflix, HBO o Amazon– y el uso incesante de Instagram o WhatsApp para hacer videollamadas o publicar videos y fotos (por ejemplo: el típico recurso de enviar un video por WhatsApp, cuando en la inmensa mayoría de los casos ese video ya está online y podría enviarse sólo el enlace, prueba que la imbecilidad y la capacidad de cometer daño de mucha gente es ajena a sus buenas intenciones).
A su vez, editoriales, productoras e instituciones relacionadas a la producción de cine, libros, publicaciones, se han volcado en esta situación de pandemia a liberar sus materiales para que las personas permanezcan en sus casas leyendo o viendo audiovisuales, desde Cine.ar (la plataforma de cine nacional), editorial Anagrama e incluso el archivo del New York Review of Books se liberó estos días para que cualquiera que lea en inglés pueda acceder a los ensayos que Susan Sontag publicaba en los 70, como el de “La enfermedad como metáfora política”, de 1978.
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Bien, pero no en todos los sitios son tan generosos. En lo que me concierne, me indigna que HBO continúe con su política de emitir un solo episodio por domingo, por ejemplo, de Westworld (que emite este domingo su segundo episodio), o The Plot Against America, basada en la novela de 2004 de Philip Roth, una miniserie de seis capítulos guionados por David Simon. Pero además, el desembarco de Netflix en Argentina para anunciar que hará una serie sobre El Eternauta, a fines de febrero, cuando el mundo era otro, anunció otra cosa no muy difundida: la guerra de las plataformas de streaming según la cual, para acceder a materiales de calidad deberemos abonarnos a varias de esas plataformas: un despropósito.
Para pasar la cuarentena sin tener que gastar disparates en suscripciones pagas y, a la vez, ahorrar en el uso del ancho de banda, hay que volver a compartir archivos como a fines de los 90, cuando cualquier mortal que confundía el sistema operativo con el procesador de texto aprendió a usar eMule, un sistema para compartir los archivos que cada usuario tenía en su computadora a nivel global (peer-to-peer: P2P).
Si sos un negado que sólo se limita a usar el control remoto, dejalo, ni lo intentes. Seguí reenviando videos por WhatsApp.
Con qué descargar
Para descargar series, música, películas o libros vía torrent, lo más recomendable es usar el programa μtorrent (microtorrent ó utorrent: es liviano y en su página oficial –la del vínculo– advierte que es gratuito y no se requiere ninguna solicitud de pago). Una vez instalado el programa, hay que buscar desde dónde descargar: como los proxys de The Pirate Bay están demasiado contaminados (abren cientos de ventanas emergentes y redireccionan a otros sitios ante cada acción que intentamos dentro de la página), son recomendables Unblockit, que es como una guía para acceder a sitios de descarga, Extratorrent, Rarbg y, si se tienen criaturas que graznan reclamando películas dobladas, se puede consultar el excelente sitio español Genbeta, donde siempre actualizan sitios de descargas para cada necesidad. Como suele suceder en sitios en los que se comparten archivos, también hay información: hay calificación del usuario que subió el archivo –el archivo torrent es básicamente un enlace que permite acceder a un archivo que otro usuario tiene en su servidor– y comentarios sobre defectos o problemas que podría tener ese torrent.
Desde luego, para que esto funcione hay que tener un antivirus versión gratuita actualizado y un bloqueador de anuncios como AdBlock para evitar que se abran pestañas peligrosas. Y aclaremos: todo esto no es más difícil que navegar por la odiosa red social Facebook, Twitter o la gran aliada de las telefónicas, Instagram, devoradora pantagruélica de datos.
El archivo torrent (que es lo que permitirá que uno se descargue un video o un archivo de música) puede descargarse al rígido de la computadora para abrirlo con el programa μtorrent, o directamente (esto es lo recomendable) hacer clic sobre el enlace magnético (si pasamos el cursor del mouse sobre el icono aparecerá el cartelito «Magnet link»). Al hacer clic allí se abrirá μtorrent y un cuadro de diálogo que preguntará si queremos añadir el torrent a la lista. A partir de nuestra aceptación comienza la descarga. (Ver imágenes.)
Dónde descargar
Una vez que se tiene el programa para descargar (μtorrent) y los sitios a los que ir a buscar las series, películas o discos, hay que tener un buen reproductor.
Entre los mejores reproductores gratuitos que existen (para la PC o el telefonito) está VLC –porque reproduce cualquier tipo de archivo y siempre está actualizado sobre los códecs necesarios para la reproducción de video y audio–, pero el problema, para quienes no tienen mayor experiencia, es que no descarga subtítulos en modo automático, como sí lo hace el BS Player, un reproductor que hasta ahora podemos conseguir en versión gratuita en este rincón del mundo y que busca automáticamente subtítulos si el archivo descargado no los tuviera. Como lo ilustra la captura de pantalla anterior.
Si los subtítulos descargados por BSPlayer no conforman, pueden buscarse subtítulos en TuSubtitulo y Argenteam, desde donde pueden también descargarse archivos torrents.
Con el uso de los buscadores de torrentes (Extratorrent, Rarbg) uno va conociendo usuarios (ETTV, Killers, FUM tv, ION10) en los que confiar a la hora de descargar. También comprenderá sus necesidades: si bajar archivos pesados o los más livianos, si filmaciones de pantallas o rippeos de DVD o BlueRay, y así.
Hay que recordar que la carpeta que tengamos dentro de nuestra computadora destinada a la descarga de archivos mediante μtorrent también admite que otros usuarios accedan a ese contenido, lo cual es recomendable para obtener más «crédito» como usuario. De modo que hay que tener instalada cualquier versión gratuita de un buen antivirus (como Nod32).
La descarga de torrents es ilegal y en países europeos y en Estados Unidos es perseguida y vigilada. Pero su “militancia” es también, de parte nuestra, una advertencia ante el abuso de las plataformas de streaming que pretenden hacernos pagar por cada cosa que suben. Cuando apareció Netflix y todos creíamos que accederíamos a los contenidos más preciados online, no dudamos en pagar por el servicio, lo mismo con Spotify (que hasta el día de la fecha resulta más indispensable que cualquier otro servicio de streaming). Pero una cosa es pagar un par de plataformas, otra es pagar en dólares por cinco o siete. El uso de torrents es una forma de advertir y resistir contra ese abuso.
El mejor de los beneficios de la descarga, estimo, es el regreso a la navegación en la red, por fuera de las odiosas redes sociales, topándonos con información inesperada y con la generosidad y entrega de otros usuarios.