La Asociación COBAI, es una organización sin fines de lucro que desde el año 1999 ejerce la práctica autogestiva vinculada a la danza en su expresión contemporánea, como modelo de producción cultural y existencia política En este particular y complejo presente pandémico cumple 20 años de vida.

Las integrantes actuales del colectivo podrían haber celebrado con un Zoomple, o alguna acción conmemorativa virtual. Sin embargo apostaron a la acción: la realización de la 19º edición del Festival Internacional de Artes Escénicas El Cruce (quizás el proyecto más emblemático del colectivo) con todas las mediaciones necesarias para reinventar o adaptar el proyecto al dispositivo virtual, la publicación impresa de la 15 edición de la revista Inquieta y el lanzamiento de un nuevo festival: El Festival de Videodanza Cuerpo Mediado. Esta activación cultural kinética en un contexto detenido, estallado de incertidumbre y con condiciones de producción notablemente más complejas, se vincula con cierto rasgo del colectivo, en tanto persistencia, resistencia e insistencia del deseo de mover.

Corrían los fines de los años 90 y en consonancia con las discusiones y mesas de trabajo acerca de la futura Ley Nacional de Teatro que convocaban los teatreros en el país, nucleados en colectivos o no, las bailarinas y bailarines de Rosario construyeron colectivamente una asociación sostenida sobre principios cooperativos, horizontalidad en el ejercicio de las decisiones y participación democrática.

Estas artistas de la danza contemporánea imbuidas en un clima de investigación en el cuerpo y en el lenguaje del movimiento y con otras coordenadas en juego, como la construcción de obra, necesitaban de espacios y tiempos de circulación diferenciales que poco tenían que ver con las propuestas de visibilización existentes. Artistas que se animarían a producir asumiendo riesgos estéticos. Artistas que transitarían los sinuosos caminos de la exploración y la creación de obra. Es así que el colectivo a lo largo de 20 años ideó, diseño, gestionó y desarrolló proyectos de formación, capacitación, producción, programación, edición, reflexión y participación en acciones con otros colectivos, además de impulsar iniciativas en legislación cultural, incidiendo en las políticas culturales de la ciudad y asumiendo la defensa de la danza contemporánea como un estandarte. Este estandarte implicaba más que el interés por determinada estética de la danza o la batalla por el reconocimiento de posiciones hegemónicas propias de la institución social arte. Lo que subyace en todo caso es otro modo de pensar el cuerpo en nuestra contemporaneidad, es, al decir de Le Breton la intensa interrogación acerca del estatus del cuerpo en nuestras sociedades y aún más: del estatus del sujeto, en un mundo en el que se encuentra amenazado por todas partes.

Nada de este recorrido estaría exento de conflictividades, dificultades y devenires que el colectivo asumiría en su complejo rol en la cultura de la ciudad: artistas/gestoras/activistas de su propio lenguaje y agregaría mujeres/jóvenes. El modo de nombrar a las integrantes por parte de las demás instituciones y colegas generalmente es y ha sido: “Las chicas del COBAI”.

Hablen por ellas

En relación a lo planteado, es interesante reflexionar en torno a lo que este colectivo conformado mayoritariamente por mujeres podía pedir, decir, exigir o  proponer en el terreno de estas relaciones de poder signadas fuertemente por el entramado patriarcal y estatal

En el territorio de la danza las relaciones la equidad de género se manifiestan de modos muy particulares. Por un lado, la relación numérica de mujeres practicantes de la danza es mucho mayor a la de los hombres. Sin embargo, las relaciones de poder y visibilidad históricamente se han concentrado en los artistas hombres que se vinculan con la danza. Así los coreógrafos, los directores de compañías, los directores de las instituciones, los bailarines reconocidos por los medios de comunicación, son roles mayoritariamente asumidos por hombres.

Otra de las tensiones que exceden la singularidad del colectivo, pero que al mismo tiempo lo constituyen, es la relación con la materialidad de la danza y los discursos en torno a ella. La relación de la danza con las palabras no va de suyo.

Reconociendo que existen múltiples perspectivas escénicas del vínculo entre movimiento, cuerpo y palabra, lo que se dice en danza no requiere necesariamente del uso de la voz propia. El lenguaje se manifiesta principalmente en el cuerpo y en el movimiento, en el tiempo y en el espacio y en una serie de relaciones con el discurso. Le Breton nos dice que la danza contemporánea, antes que repetición de lo mismo, es la inducción de un sujeto en suspenso, creador del espacio y el tiempo en que se produce… la danza no posee nunca la claridad del relato, y esa es precisamente su fuerza.

Si bien cada una de estas dimensiones merece un análisis en profundidad, nos sirven para situar algunos de las condicionantes que operan y modelan en la construcción de la subjetividad de las bailarinas en tanto mujeres, artistas, vinculadas a las particularidades de la danza.

En término generales podríamos decir que el lugar de la enunciación para estas subjetividades es complejo y estaría atravesado por múltiples dimensiones, algunas propias de la materialidad del lenguaje de la danza y otras que se vinculan a la construcción e imaginarios sociales en torno a sus protagonistas. Entendemos que la pregunta por la voz, la palabra, la parte que les toca a las bailarinas en la enunciación del discurso de la danza, es la roncha que comienza a picar a las creadoras de Revista Inquieta.

La calle es el papel

Inquieta nace en marzo de 2010 a partir de la convocatoria del “Concurso de nuevas revistas culturales Abelardo Castillo” impulsado por la Secretaría de Cultura de la Nación en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner

Si bien en el año 2010 en Argentina existían algunas pocas publicaciones impresas y digitales en torno a la danza, ninguna ponía el acento exclusivamente en lo contemporáneo.

Así, Inquieta abre el juego para que escriban quienes bailan, que digan y que relaten sus experiencias, poniendo en valor y en el espacio público las vivencias personales y grupales. Podemos pensar que Inquieta se constituyó como una práctica disruptiva, que se inscribiría en alguna de las coordenadas del activismo artístico, y que abriría preguntas acerca de la potencia política de la organización y de las mujeres artistas bailarinas.

Si los colectivos vinculados al activismo artístico instauran la calle o el espacio público como territorio de acción, Inquieta va a construir el suyo sobre papel. Va a fetichizar su práctica en un objeto (quiere que sea deseable a través de imágenes, colores y formas) con pretensión de durabilidad frente a lo inasible de la propia materialidad de la danza.

Sin embargo, la finalidad de la revista no es la revista.

Inquieta crea alternativas para encontrarnos con la danza y sus posibles discursos. Estos ya no sucederían solamente en y a partir del espacio escénico, sino que se ampliarían al papel. La revista interrumpe el reparto establecido entre quienes pueden o no decir ampliando el campo de lo posible, pero además pretende inscribirse en el espacio de la vida cotidiana.

Inventando nuevos recorridos estas artistas se habilitarían a decir. A tomar la palabra a partir de irrumpir, en este caso, en el territorio de lo editorial. Es esta, quizás,  la acción inventiva disruptiva para potenciarse políticamente y hacer frente a las desigualdades históricas por ser mujeres y por estar vinculadas a determinado lenguaje artístico en el cual las palabras no florecen.

El proyecto –que lleva editadas 14 revistas– irrumpió, ahí donde no se la esperaba, provocando un extrañamiento en los lugares establecidos del decir autorizado. Extendió los límites de la danza escénica, le construyó puertas, ventanas y pasadizos. Inquieta sacó a pasear la danza en papel. Movió los cuerpos y las palabras.

Mediadas por el tiempo y las pantallas

Se decidió realizar el Festival El Cruce en formato virtual como un modo de generar actividad artística y laboral para el sector de la danza y también por la necesidad del colectivo de producir y visibilizar el trabajo autogestivo que se sostiene desde hace tanto tiempo.

Es así que se aventuraron a algo totalmente desconocido tanto técnica y operativamente como es realizar eventos virtuales. Y tuvieron que capacitarse, incorporar nuevos roles, reinventar y entender que la mediación a través de las pantallas era el espacio público posible.

En este marco, no solamente se diseña esta propuesta de programación con talleres, cursos, conversatorios, mesas redondas, programación de obras locales e internacionales, sino que además se crea un nuevo proyecto: El Festival Cuerpo Mediado.

Desde el 2004 COBAI incorpora el lenguaje del Videodanza en todas las ediciones del Festival El Cruce como una sección, además de cursos y seminarios de formación.

Este año en el que muchos y muchas tuvimos que resolver nuestros trabajos, producciones y lazos afectivos a través de las pantallas, entendimos que era el momento indicado para darle entidad y mayor visibilidad a la producción de Videodanza. El contexto actual de pandemia global pone aún más de manifiesto las relaciones de los sujetos, la mediación tecnológica y el uso de las pantallas como medio de expresión y creación. La tecnología ha impactado a escala inimaginable en todas las actividades humanas y la exposición de los cuerpos en nuevas plataformas de visibilización reconfigura las lógicas conocidas de la creación artística.

La incorporación de la tecnología a la danza tiene su propia genealogía, este cruce ha posibilitado nuevas producciones artísticas y representaciones del cuerpo. Danzas imposibles, cuerpos amplificados, entornos inéditos, configuraciones espaciales ilimitadas, temporalidades alteradas. Corporalidades dentro y fuera del tiempo y del espacio. Este campo de posibles que propicia el encuentro de tecnología y danza es el espíritu de Cuerpo Mediado en su edición 0, a la que llamamos edición Bastarda.

Hacia fines de los 90’, el escritor y crítico Rodrigo Alonso nos hablaba del origen bastardo de este lenguaje en el mundo del arte. Bastardo, bastarde, bastarda es nuestra edición en referencia al pensamiento de Alonso, pero además en su vinculación filiatoria con el cruce de lenguajes como matriz de sentido de nuestros proyectos.

En la particularidad de este presente, la programación de ambos festivales se construyó sobre dos líneas: uno de los tópicos que nos atraviesa socialmente es la situación ambiental y los efectos resultantes del neoliberalismo imperante. En este sentido se incorporan en la programación obras que hablan sobre la relación del cuerpo, el campo, la naturaleza en diálogo con organizaciones ambientales que realizan acciones en defensa de los derechos ambientales.

El segundo es la afirmación explícita de COBAI como organización cultural feminista, y es partir de la revisión histórica y la lucha por las reivindicaciones y vacancias en los ámbitos de la cultura que aún persisten que nuestra programación buscó priorizar obras dirigidas por artistas mujeres, espacios de reflexión sobre género y talleres que pusieran en juego esta perspectiva.

la ciudad está en obra
Sobre el autor:

Acerca de Verónica Rodriguez

Bailarina, gestora cultural, profesora. Socia COBAI.

Ver más