Gabby de Cicco publicó su obra reunida llamada Transgénica por editorial Baltasara, que reúne 32 años de trabajo con la poesía y la escritura. El libro comienza con poemas inéditos que lleva justamente el nombre de Transgénica. Luego, le siguen los libros reunidos entre 1987 y 2016, del más reciente al primero: La Tierra de los mil caballos (2016), Queerland (2011), Diario de esos días (1998), La duración (1994), Jazz me blues (1989) y Bebo de mis manos el delirio (1987). Además, al final cuenta con un Bonus tracks donde se pueden leer cada una de las contratapas de cada libro.

Gabby nació en Rosario, Santa Fe, en 1965. Su lema es «Lo personal / poético es político». Se describe como unx poeta lesbo feminista intersex no binarie. Además de una amplia producción poética, sus artículos han aparecido en Feminaria, Debate Feminista, Enlaces de AWID, Democracia Abierta, en los suplementos culturales de los diarios La Capital y El Litoral, y en Las12, Rosario/12 y Soy de Página 12. Coordina talleres y clínicas de escritura y lectura de poesía, y de comunicación feminista. Participó en varios proyectos culturales y de militancia lésbico feminista.

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En el camino

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En el año 1985 creó Spectrum Ediciones y dirigió la revista literaria Rayuela (1985-1989). En 2000 co-fundó, junto a Irene Ocampo, RIMA –Red Informativa de Mujeres de Argentina–, y en 2005 crearon Hipólita Ediciones. En radio hizo los programas El infierno musical, «Thelma y Louise», «Con el agua al cuello», y ha participado de «Blues Mundano» y «Les impertinentes». Recibió en dos oportunidades el Premio Juana Manso por el trabajo feminista radial y por RIMA.

Sus poemas han sido incluídos en las antologías y libros colectivos: Agua de beber (Nusud, 2001), Poetas argentinas (1961 – 1980) (Ediciones del Dock, 2007), Gordx el que lee – Lecturas urgentes sobre disidencia corporal y sexual (co-edición Editorial Brandon y La mariposa y la iguana, 2017), Proyecto NUM (Madreselva, 2017), Atlas de la poesía argentina II (EUDLP, 2017), Los reinos de la poesía (Casagrande Editorial, 2018), Poliamor – Anfibia papel (2018), Con estas bocas, en este mundo – Antología 8M (co- edición Rumiar y Poetas por el aborto legal, 2019) y también en el catálogo de la muestra Revolucionistas (2019).

Como dice Claudia Masin en el prólogo, este es un libro urgente, un libro necesario, que interpela en cada una de poesías, que hace temblar el cuerpo, como mencionaba la escritora Marguerite Duras: “Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará”.

—¿Cómo surgió la idea de hacer un libro con la obra reunida?

—En realidad se pensó desde hace tres años porque en 2017 se cumplieron treinta años de la publicación de mi primer libro. Muchas personas me preguntaban dónde podían conseguir los libros, entonces surgió la posibilidad de hablar con Liliana Ruiz de Baltasara, le tiré esa idea y a ella le interesó porque quería empezar con una colección con obras reunidas y que de este hecho quería que este libro inaugurara la colección. Pero justo en ese momento había terminado La Tierra de los mil caballos. Hablé con Liliana para que vea el material porque sentía que era el momento en el que tenía que salir. Y así fue como este libro quedó relegado por el otro, y se demoró su publicación. Para mí, ese libro fue un antes y un después. Tanto Queerland como el libro de los caballitos me han deparado muchas sorpresas.

 —¿Por qué Gabby?

—Por la recepción, por la sorpresa de lo que pasó, sobre todo por profundizar la línea que había aparecido en Queerland, por tener una impronta de las disidencias sexuales, aunque en La Tierra… está trabajado de una forma diferente. Creo que también lo que llamó mucho la atención es el diálogo con la obra de Patti Smith, con sus libros Just Kids y Horses. Creo que llegué a una voz poética, si es que se puede hablar de una voz poética que llega a un punto porque en realidad en la poesía no se llega a ningún lugar, es un camino.  Transgénica es un largo viaje, que ya tiene 32 años, con distintas paradas, que es el viaje de una voz poética. Y también un laburo de identidad, entonces me encanta verlo como ese lugar de trabajo y de transformación, de un viaje de esa itinerancia. Y que en La Tierra… me encontró en una voz madura y que por suerte a las personas que lo leyeron les pasó algo.  Pienso en Denise Levertov en esto de que el poema tenga una grieta, donde el poema respira, y creo que con el último libro pasó eso y creo que también pasa con el inédito que da nombre a la obra reunida que es Transgénica. En este caso siento que es tensar e ir más allá.

—Me acuerdo que justamente en una nota con Claudia Masin que escribió el prólogo, por su obra reunida La desobediencia, le preguntaba cómo es el proceso de volver a leer todos los libros después de años de publicarlos, quisiera preguntarte lo mismo a vos: ¿Cómo fue ese proceso?

—Extrañamente puedo decir que aún me hallo, obvio que hay algunas cosas que la escribiría de alguna otra forma pero no se me ocurrió para nada reescribir un poema de los veinte años, solo hubo pequeños retoques como sacar puntos suspensivos, por ejemplo. Creo que no tendría sentido. Me he hallado en esa voz lésbica en ciernes, que ni sabía que lo era. No como persona pero en 1987 no había salido Eroica de Diana Bellesi todavía, que para mí fue el quiebre, la visión de la poesía y el deseo lésbico explotando por todos lados. Pero sí había unas traducciones que hizo Diana anteriores que salieron en el 85 de Olga Broumas que es una poeta griega/americana y que incluso da epígrafe a uno de mis poemas lésbicos –“Tu beso es para ellos un signo de traición”– donde la piba de los veinte años dice en ese poema: “Sirvieron el fuego/ a cuatro manos / descansaron bajo la lluvia/ y/ celebraron el eterno holocausto/ del descubrimiento/ bebiéndose en miradas/ transformándose en cíclopes/ extraña simetría/ de senos y cinturas/ donde la tarde/ dibuja vientos/ entre dos pájaros”. Y pudo escribir el deseo de esa forma, con alguien que le abrió una puerta a través de la traducción de Diana que hizo de Olga. Además, en ese libro, el primero “Bebo de mis manos el delirio”, hay poemas dedicados a Cortázar, a Pizarnik, es que venía con esas lecturas a los veinte. Yo respeto y me enternece muchísimo esta piba que publicó a los 22. Después de este libro viene el que digo que es la salida del closet poética que es Jazz me blues. Entre el primer y segundo libro sucede Eroica de Diana. También después vino la lectura de Adrianne Rich, fue un quiebre en mi vida.

También pienso que los primeros libros fueron publicados como Gabriela y decidiste mantenerlo en los diseños de las tapas, hay algo de respetar la identidad, ¿no?

—Sí, las tapas no se pueden cambiar. Publiqué como Gabriela A., después Gabriela solo y después como Gabby. Además la decisión de poner las tapas, para mí es un gesto muy amoroso. Con Liliana, la editora, coincidimos en poner las tapas. Creo que es una forma de reconocimiento a ese objeto tal cual. Así como hablo de esa muchacha de veinte años, no voy a estar hablando de muchachxs porque como decía, es una lectura con la lógica de un viaje, de un laburo identitario, poético y feminista, que termina de madurar en el libro La duración. No hay Transgénica Obra reunida de Gabby De Cicco sin Gabriela A. De Cicco.

 —¿Por qué Transgénica, Gabby? 

—Primero por lo que pasa en el mundo con las emisiones de los distintos elementos que van contaminando desde lo que comemos que tiene que ver con las charlas que tuve con un poeta de acá, que es Cristian Molina, que tiene poemas relacionados con las fumigaciones, el cáncer, las enfermedades. En realidad el primer poema que surge es el que empieza “Somos esta tierra yerma/ lo que no puede hablar”, hay algo de ese envenenamiento. Por eso cuando leí el largo poema “Escribir” de Chantal Maillard fue una voladura de cabeza, porque el cis heteropatriarcado es una forma de envenenamiento como también hace Monsato, por ser parte del capitalismo. Hay una imagen que se me ocurre ahora, como una pequeña semilla que fue creciendo y salvándose de este evenenamiento constante, el abuso es un evenenamiento, de eso se habla, de la intervención del cuerpo intersex también. De esta cuestión de pensarnos dentro de otra identidad pero también con el cuerpo que habitamos desde un lugar que desafía ese binario que está ahí y se pone en tensión. La libertad de poder disfrutar de esos lugares, de reconocernos, hay ese evenenamiento pero. ¿Qué hacemos? En este caso, escribimos.  Además del epígrafe de Chantal Maillard –“Escribo, para que el agua envenenada pueda beberse» también hay frases de Camila Sosa Villada, de Adrianne Rich, que son como pequeños talismanes de los que me puedo agarrar. Siento que en Transgénica hay un gran camino de búsqueda poética, la poesía me reveló a mí misme cosas que no sabía.

 —Justamente hay referencias a esas autoras, ¿hay algo en esas lecturas que es inspirador?

—Sí, todo. Eso es lo bueno, a los veinte años cuando leía a autores y autoras me llamaba la atención los epígrafes, qué era eso, y a través de ellos conocí a otrxs escritorxs, por Cortázar conocí a Lispector. Ahí leí Agua viva de ella que me voló la cabeza. Para mí son mojones y guías en ese camino, como los cartelitos que van marcando direcciones, bueno, dentro de esa cartografía creo que los epígrafes son eso. Tuve lecturas que me ayudaron a sobrevivir y por suerte no solo lecturas sino tres personas que han sido fundamentales en mi vida: Diana Bellesi, Aldo Oliva y Mirta Rosenberg. Si llegué hasta acá es porque esas personas estuvieron en mi vida, no solo poéticamente.

—Claudia se pregunta en el prólogo, ¿para qué necesitamos los poemas, para qué urge escribirlos? ¿Este libro te ayudó a poder lograr la respuesta a esa pregunta? ¿O se responde escribiendo?

—Se responde escribiendo pero creo que me ayudó a crear evidencia sobre ciertas cosas por las que pasamos en la vida. Por ejemplo, hace unos años atrás una organización intersex y trans que se llama Gate, donde está Mauro Cabral a quien le dedico un poema, largaron una campaña diciendo “nosotros, nosotras, nosotres, personas intersex somos la evidencia” y yo sentí que con alguno de estos poemas estaba creando esa evidencia o haciendo más evidente la evidencia a través de un poema. Todo llega en su momento, pero si algo me ayudó a escribir los poemas de Transgénica en particular tiene que ver con esto, de tensar un poco más la experiencia poética del mundo que se aleja un poco más del tono lírico porque está hablando de otra cosa. A la vez era consciente y no consciente de lo que estaba haciendo, cuando se juntaron varios poemas pensé: “¿Qué me están queriendo decir que diga?” Y escuchar. Como dice Camila, que está en el epígrafe de la segunda parte del libro inédito,: “Escribo para que una historia se sepa”. De todos modos, no me siento portavoz de nadie, es una experiencia personal y a cada une le llegará o sino cada une tendrá que crear la evidencia de un proceso interno. No hubiera podido no escribirlos, no me daban opción los propios poemas.

—El cuerpo es un tema recurrente en tu poesía Gabby, el cuerpo como lugar donde el patriarcado cala hondo en las personas. ¿Crees que «Manifiesto Post- apocalíptico punk (que explote)» funciona como una manera de liberación? 

—Este poema tiene distintas versiones y al principio iba mucho más, que explote el binario, después me di cuenta que aunque yo desafíe el binario si a vos te cabe el binario qué te voy a venir a decir. En ese sentido, yo respeto eso, entonces como dice el poema que te encuentre en el lugar donde querés estar, pero que no te acote en tu deseo o en la cuestión de la corporalidad. Siento que pude decir en un registro que es diferente, que es un manifiesto, esa palabra se la debo a mi amiga María Eugenia Martí. Creo que es parar y desafiarse, y también hay algo de bronca. Son temas que me sobrepasan, poder reiterar la presencia de esos cuerpos que desafían algo, que recibieron veneno pero a la vez se han transformado y han podido salir. Ahora que sale este libro de la obra reunida creo que es una presencia, y es una presencia de alguien que no solo sobrevivió sino que en un momento pudo decir que está viviendo, y esa es la gran diferencia. También siento que es traer la belleza de la vida, porque es cierto que se mencionan femicidios, guerras, abusos, pero hay pequeños resquicios de poder vivir la vida, como vos puedas. En todo el recorrido, que es un trayecto de vida, son 32 años de la vida de una persona de 54, más de la mitad de la vida está acá. Entonces es un pedazo de viaje, como un espejo retrovisor, en el cual te ves, te reconocés en algún momento, en otros te preguntás dónde estarías y otros como un tiempo de transición.

La frase que cierra el libro es “The future is unwritten” de Joe Strummer. Justamente, el futuro no está escrito, reafirma Gabby, con la fuerza de esa frase que permite pensar en la potencia creadora de la escritura. Y asegurar que, con este libro, Gabby de Cicco y su poesía se ubican en un lugar trascendental e imprescindible de la literatura local y argentina.

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