La mamá de MarÃa Isabel tenÃa un patio lleno de plantas: algunas raras y todas hermosas. Una vez me dio un gajito de una que yo deseaba: Anturio, que da una flor similar a la cala pero de color rojo. Ella siempre la tenÃa florecida y a mà me gustaba hasta el nombre porque me recordaba a mi papá que se llama Antonio. Pero me costó mucho recordar ese nombre: anturio y simplemente la llamaba la cala roja.
El anturio tiene hojas en forma de corazón. No sé exactamente cuándo me la regaló pero fue hace mucho. De hecho Matilde, que asà se llamaba la madre de MarÃa Isabel, ya murió y ese patio fue vaciado de su floresta y la casa alquilada a una familia.
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El gajo que ella me regaló prendió en el centro de mi patio, tiene unas hojas brillantes, oscuras y duras pero hasta ahora nunca dio una sola flor. Quizás le falte fósforo que es lo que creo que necesitan las plantas para florecer pero me niego a fertilizar artificialmente las plantas. Cada tanto le agrego compost o la cambio de maceta cuando veo que está apretada pero ya florecerá cuando tenga que florecer. Un dÃa Virginia vino a casa y le conté la historia de mi anturio.
Durante la cuarentena en Rosario hubo un paro de colectivos que duró muchos dÃas y con Virginia decidimos ir caminando hasta la casa de Lila, ella nos habÃa invitado a comer, hacÃa mucho que no nos veÃamos y se habÃan permitido las reuniones afectivas.
Vivo en el barrio de Pichincha, la pasé a buscar a Virginia por el barrio que creo que es la República de la Sexta y tomamos por 27 de febrero hasta San MartÃn. Luego me confundà y en lugar de seguir hasta Arijón, como nos habÃa indicado Lila, doblamos por Bulevar Segui hasta Ayacucho y ahà entramos en una zona ya no tan pintoresca pero Ãbamos juntas y era de mañana. En un momento nos cruzamos con un florista y compramos un ramo de Gerveras para llevarle de regalo a Lila, miramos desde afuera el horrible edificio del Museo del Deporte, retomamos a una zona más comercial y seguimos hasta Ayacucho al 5900. Llegamos cerca del mediodÃa hasta la casa de Lila. Caminamos cerca de 10 kilómetros pero no nos cansamos, fuimos paseando y conversando.
En el camino por Ayacucho vimos en un vivero un anturio con tres flores rojas. Virginia lo reconoció enseguida y pensó que si yo lo plantaba cerca de mi anturio quizás se animarÃa a florecer, lo compró y me lo regaló.
Al llegar a la casa de Lila se sentÃa el olorcito a la comida desde afuera. Nosotras llegamos con la planta, a Lila le encantó pero le aclaramos que era un regalo para mà y le dimos el ramo de gerveras, luego vimos que habÃa dos plantas en la misma maceta y entonces le prometà que se la iba a separar.
En esta segunda etapa de la cuarentena y al finalizar la floración procedà a separar las dos matas de anturio con la mayor delicadeza posible y esperé unos dÃas. Las dos prendieron, una al lado del anturio que no floreció nunca y la otra en la maceta que trajimos del vivero y que es para Lila, cuando podamos vernos.