Con el año 2000 en la mira, la década de 1990 comenzó con el primer mazazo contra el Muro de Berlín. La Globalización nacía redonda y con fuegos artificiales. Fin de la Historia, triunfo por knock out del Capitalismo.

Diez años antes China había anticipado la caída de las barreras abriéndose a la Coca Cola. Con el local de McDonald’s frente a la Plaza Pushkinskaya de Moscú, los grandes bloques del mundo se habían acoplado bajo el dólar.

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Desde ese momento, en una especie de entusiasmo, China empezó a crecer y crecer y crecer. Un país con un territorio equivalente al de Estados Unidos y el más poblado del mundo, con una mano de obra masiva y calificada, y la propuesta de que todos estuvieran contentos con su decisión de ser la fábrica del mundo. Declamando humildemente que no tenía la intención de desbancar a nadie, sin aspiración de erigirse como nuevo hegemón. Ofreciendo su tianxia, 天下, “todo bajo el mismo cielo”, o sea, el conjunto de los seres de la creación viviendo en armonía en el único mundo que tenemos. El presidente Xi Jinping invitando a la Humanidad a convertirse en una Comunidad con un Destino en Común que beneficiara a todos.

La expansión galopante de China apagó los fuegos artificiales. Año tras año, quinquenio tras quinquenio, el mayor país de Asia creció al 10% anual. Salió de los bajos fondos del Tercer Mundo y con dirección a los astros fue desbancando a países medianos, para entonces vérselas con los asentados imperios europeos y con Japón, y al fin se encontró en la cima, cara a cara, con el Águila Calva.

El mundo se acopló a los Estados Unidos, pero en 40 años la economía de Estados Unidos fue un camino sinuoso y resbaladizo, mientras la de China pasó de ser un tren desvencijado a un tren bala.

Desde la Globalización, el mundo de los Estados Unidos se ha movido a un ritmo descendiente de revoluciones por minuto, mientras China ha ido acelerando. Como China había arrancado lentamente, durante un tiempo los ritmos pudieron sincronizarse, pero la velocidad que está ganando China pone el acoplamiento en peligro. Si en los 80 y 90 el esquema fue buen negocio para Estados Unidos, en un momento dejó de serlo, tal como intentó advertirlo con bastante ruido el presidente Donald Trump, con una política exterior de patadas, en una dirección que Joe Biden no rectificará.

De modo que ha llegado la hora de desacoplamiento.

Relación económica con China

¿El desacople entre quiénes, exactamente? ¿China del resto del Mundo? ¿China de Occidente?

Claramente, los dos polos del desacople son Estados Unidos y China. A fines de los años 1960 Estados Unidos comenzó a buscar relacionarse con China, el proceso dio un salto con la Apertura y la Reforma de Deng Xiaoping a principio de los 80 y desde ahí en más los lazos se multiplicaron, expandieron y solidificaron hasta que la crisis del 2008 inició una asimetría en favor de China en el balance comercial y en la acumulación de acreencias, y menos de diez años después Donald Trump dijo “basta” y lanzó la actual guerra comercial.

A esta altura, la dependencia mutua es incalculable. Puede decirse que la deuda de Estados Unidos con China supera el billón de dólares o que en 2017 las exportaciones de China a Estados Unidos superaron los 500 mil millones de dólares, pero es imposible determinar cuánto, qué, significa para China la masa de producción en su territorio por parte de las compañías norteamericanas, o cuánto, qué, significa para Estados Unidos tener en sus universidades medio millón de estudiantes chinos.

En el presente, como definió el actual ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, las relaciones “afrontan sus mayores problemas” desde que los dos países establecieron lazos diplomáticos plenos, o como dijo Donald Trump , “la relación con China está muy dañada”, a lo que su secretario de Estado, Mike Pompeo, ha añadido que “el mundo libre debe triunfar contra esta tiranía”.

Las trabas al comercio y sus derivaciones en la producción decididas por Estados Unidos y la paliza que le propicia a China en el escenario simbólico de Occidente (en Argentina Clarín-Infobae-La Nación demuestran en este asunto su poder de fuego como esquema mediático cipayo), concurren a un desacople entre lo que queda del mundo de los imperios coloniales y la Asia que tiene a China como país central.

Tecnología

El economista Claudio Katz ha analizado que “la confrontación comercial ya se trasladó a la moneda y se dirime en la tecnología”, mientras Helena Carreiras y Andrés Malamud temen un escenario en que “las esferas de influencia de Estados Unidos y China no están separadas por alineamientos ideológicos, estratégicos o económicos sino regulatorios, con estándares técnicos y desarrollos tecnológicos parcialmente incompatibles”, camino a un mundo “dividido no entre liberalismo y comunismo sino entre ‘Mac y PC’, en el que quedar afuera o jugar al medio no sea una opción. Y la elección de cualquiera de los polos tiene un costo, porque Estados Unidos seguirá controlando la divisa global mientras China definirá precios y decidirá inversiones.”

“Las amenazas del futuro”, prevén, “incluyen la rivalidad geopolítica y la competencia tecnológica”.

En este terreno, la tecnología 5G emerge como indicador. El tema no es que sea privativo de China, sino que China lo desarrolló más rápido y más barato, hasta conseguir un adelanto que obliga a Estados Unidos a disfrazar de competencia el intento de derribar desde atrás al que va adelante.

El desarrollo de una tecnología incluye el modo en que afecta los aspectos más básicos de la vida cotidiana hasta crear un entorno que las personas sienten como “natural”. El aumento asombroso de descarga de gigabytes por segundo reduce de los tiempos de respuesta habilitando desde telecirugías hasta una expansión sin límites de la realidad virtual, la realidad aumentada y el monitoreo y crea un entorno de la “internet de las cosas” (IoT) que hoy nos resulta insospechado.

En este momento se estima que en lo inmediato habrá 20.800 millones de “cosas” conectadas a la red, incluyendo edificios, automóviles, máquinas y electrodomésticos.

Greg Bollella, vicepresidente de VMware, empresa dedicada a la simulación virtual de computadoras físicas, estima que la internet de las cosas “será un importante impulsor de lo que se conocerá como ‘la cuarta revolución industrial’“.

Los autos detectarán a todos los vehículos en movimiento que tendrán alrededor y todos los obstáculos e información del camino, comunicándose entre sí, con sensores integrados en los semáforos, las señales de tráfico y el pavimento, de modo de navegar de manera más segura, y así minimizar la cantidad de accidentes y la congestión del tráfico. El Boston Consulting Group predice que esto reducirá en un 60 por ciento la cantidad de vehículos en las calles de la ciudad y las emisiones de los tubos de escape en un 80 por ciento.

La iluminación, las variantes ambientales, el tráfico, la seguridad de las urbes podrá ser monitoreada y administrada fácilmente a una escala detallista a través de los esquemas de “ciudades inteligentes”. Como se adivina, esto representa un enorme ahorro de costos. La consultora global Accenture Strategy evalúa que el uso de redes 5G para administrar el tráfico y la energía podría ahorrar 160.000 millones de dólares a las ciudades de todo el mundo.

En la producción agrícola se potenciará la precisión con sensores en la tierra y cámaras para identificar enfermedades en los cultivos y administrar mejor el riego, la fumigación y otros factores.

Insistimos, este despliegue futurista de corte fantástico es concebido para todo el planeta, no es una remake de milagrería china que actualiza la pólvora, la brújula y la imprenta. Pero la pregunta es qué pasaría si se generalizara para toda la sociedad sólo en China. No habría que perder de vista que, si bien el acople de China con el resto del mundo tiene en el capitalismo un pilar, el capitalismo no es la plataforma única. China utiliza el capitalismo integrándolo a su economía, tanto como hace con la ciencia positivista, la medicina moderna, el idioma inglés o el marxismo. El modo en que China está distribuyendo la generación de riqueza, a través de su versión del socialismo (acaba de eliminar por completo la indigencia en su población), hace suponer que los adelantos tecnológicos cambiarán la vida de todos sus habitantes, no sólo los de ciertos sectores urbanos. Si la vida cambiara a partir de la 5G para todos los chinos, el diálogo de cotidianos podría hacerse tan difícil como si prosperara el divorcio total de internet, o como lo es la comunicación idiomática.

A quienes viajan seguido a China, le resultará familiar el asombro de un adolescente norteamericano que vive en Beijing. “Antes de venir aquí”, nos contó, “suponía que China era un país atrasado respecto de los Estados Unidos. Cuando llegué no me asombré, pero después de tres años volví a mi país y no podía creer que todo estaba igual a cómo lo había dejado. El ritmo de cambio de China es tremendo”.

Otros campos tecnológicos son analizados para esta nota por el cordobés Néstor Bustamante, consultor en ciencia y tecnología para la editorial alemana Springer Nature. “Por un lado”, ejemplifica, “China se consolidó como el país con el radiotelescopio más grande del mundo. A Estados Unidos se les cayó literalmente el de ellos hace pocos días. Por otro, China alcanzó 150 millones de grados centígrados en un reactor de fusión nuclear, esto es, cerca de diez veces la temperatura en el centro del sol. Es el comienzo de un futuro con energía limpia y eficiente. Además, alcanzaron un hito en computación cuántica, calculando en minutos una operación que llevaría 2.500.000.000 años en una computadora normal”.

Recientemente el 21st. Century Business Herald informó que, con 206 empresas de unicornio de inteligencia artificial, China asumió un papel destacado en el número de dichas empresas durante el 2019. El reporte cita a An Hui, jefe del Instituto de Investigación CCID del Ministerio de Industria y Tecnología de la Información, quien explicó que “del 2015 al 2019, las empresas chinas de inteligencia artificial recaudaron 40.000 millones de dólares, ocupando el segundo lugar en el mundo y representando el 22 por ciento del total”.

También detalló que China tiene 1.500 compañías de robots inteligentes, 2.707 compañías de drones, 6.722 empresas de reconocimiento facial, 2.855 compañías de voz inteligente y 6.143 empresas de conducción inteligente. El año pasado, el gobierno chino impulsó alrededor de 276 políticas para promover el desarrollo de la inteligencia artificial en el país, con lo que se espera que para el 2023 la cuota de mercado de reconocimiento facial en China represente el 44,59 por ciento del total mundial.

Alrededor de 783.000 robots industriales están actualmente en funcionamiento en fábricas chinas y el brote de la pandemia aceleró el desarrollo de la inteligencia artificial en el sector de la salud y la medicina.

Los planes de China

China, mundo integrado, siempre hace sus movidas. Su aceptación decidida, entusiasta, en una instancia urgente, del acople con el mundo liderado por Estados Unidos, no significa que fuera su único plan para tener una existencia global.

Si esa integración al mundo le resultó indispensable para el crecimiento maratónico desde 1980, una vez que su peso propio la encaminó al primer lugar de las economías del mundo, sin abandonar un estilo no confrontativo, mientras integraba los organismos internacionales en los que fue insertándose (Naciones Unidas, Organización Mundial del Comercio, etc.), comenzó a hacer sus propias propuestas para una comunidad de naciones

En la última década lanzó la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, Belt and Road Initiative), que comenzó siendo un amplio plan de conexiones geoestratégicas con países limítrofes, apuntalando e impulsando relaciones comerciales con una expansión de la infraestructura, y hoy es el espíritu de la política exterior de China. Se proyecta hacia todo el mundo, incluso al país más distante, Argentina, a través de los mares; se multiplica en “Rutas de la Seda” temáticas (logística, digital, tecnológica, educativa, periodística, etcétera) y se ofrece como plataforma de comunidad de naciones.

En este punto es que los analistas de la realidad china hablan del concepto de tianxia, “todos bajo el mismo cielo”, señalando que en la historia china su sentido ontológico ganó una dimensión política. Los sinólogos recuerdan que Qin Shi Huang, emperador del 221 al 210 a. C., conquistó territorios y gobiernos de las dinastías Zhou y Qin y dio inicio a una China unificada, por lo que se utilizó el concepto de tianxia para denominar una entidad geográfica real. El objetivo de Qin Shi Huang de “unificar todo bajo el cielo” respondió a su proyecto de controlar y expandir el territorio chino.

Quienes advierten contra una amenaza expansionista china encuentran que tianxia es un programa imperial que tiene como objetivo: “todos bajo el mismo cielo”… chino. Esta posición considera a China un candidato a hegemón, o sea, que China busca ganar el poder suficiente para sojuzgar al resto del mundo. La Humanidad no conseguiría generar un cambio estructural, sino que continuaría con el esquema de imperios coloniales, que sólo cambiarían de manos.

Los chinos, fundamentándose en su historia, niegan la acusación, asegurando que buscan una comunidad de naciones cuya convivencia armónica beneficie a todas. Muestran que en toda su larga historia China no ha crecido como resultado de la conquista y el sometimiento de otros países y en estos momentos no está en guerra con otro país ni impone gobiernos, ni políticas, ni ejerce ninguna otra forma de injerencia ajena.

China sostiene que la relación entre ser el más grande y ser el dominador y explotador no es automática, salvo en la visión occidental del poder.

Todas las fotografías fueron tomadas por Gustavo Ng.
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Sobre el autor:

Acerca de Gustavo Ng

Periodista

Argentino, descendiente de chinos. Periodista dedicado a la cultura china, editor de la revista DangDai, autor de Todo lo que necesitás saber sobre China (Paidós, 2015), Mariposa de Otoño, (Bien del Sauce, 2017),  El Año del Gallo de Fuego  y El Año del Perro de Tierra (Ed. Atlántida, 206 y 2017).  

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