“En 1971, Johan Cruyff ganaba 30.000 francos –unos 4.600 euros– al mes en el Ajax de Holanda, mientras que, en 2008, Thierry Henry gana 759.000 euros mensuales en el Barcelona. El holandés debió haber nacido más tarde”, escribió Bernard Morlino en Retratos legendarios del fútbol. ¿En qué época debió nacer Dante Panzeri? ¿Hubiera cambiado algo que su voz se prodigara en estos tiempos de viralizaciones? ¿Qué pensaría si se enterase que un futbolista profesional de mediana talla en su país cobra alrededor de 30 mil dólares al mes, a pesar de las crisis globales, de las crisis de los clubes y de las crisis repetidas del que compra la entrada para ir a ver un partido de fútbol?
Si se dijera que Panzeri estaba en contra de todo sería un reduccionismo pero no sería erróneo. Si se dijera que fue una de las pocas voces del periodismo deportivo que se enfrentó al poder tampoco lo sería. ¿Era un rebelde?, ¿un idealista?, ¿un conservador?, ¿un showman que militaba contra el show? Hace algunos días se estrenó un documental que descubre al personaje mítico del periodismo argentino y que puede verse en PuentesDeCine. Como dice su director Sebastian Kohan Esquenazi*, la película trata no solo de Panzeri sino de una sociedad que lo olvidó: “Cuando los periodistas dicen su frase ‘dinámica de lo impensado’, demuestran que nunca leyeron nada de Panzeri”, señala.
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Según cuenta Kohan, el film Buscando a Panzeri nació por casualidad: “Me convocaron para reeditar un libro de fútbol y se nos ocurrían los nombres de siempre: Galeano, Villoro, Fontanarrosa. Hasta que alguien sugirió, como una obviedad, a Panzeri. Yo no lo conocía. Nunca había escuchado ese nombre”, dice Kohan. La reedición para la editorial española Capitán Swing de Dinámica de lo impensado, el libro más famoso de Panzeri, escrito en 1967, finalmente se dio en 2012. Tuvo que ir tras los pasos de la familia para conseguir los derechos de publicación del libro, y la familia, como Panzeri, se le escabullía: “Terminé llamando a todos los Panzeri de las páginas amarillas y después de un año y medio los encontré. Me recuerdo en esa casa de Villa Urquiza, en la que vivía, tachando Panzeri’s de las páginas. Una tarea obsesiva. Cuando tuvimos el libro editado nos dimos cuenta de que ahí había una película. No solo teníamos un personaje sino una trama: la búsqueda de Panzeri”, contó Sebastian Kohan en una entrevista a Relatores.
La tarea de contar quién era ese personaje entre mitológico y real, nombrado por todos y desconocido a la vez, empezaba a resultar más compleja que la de abordar la vida de un periodista que alguna vez fue famoso: “La película no solo trata de Dante Panzeri, sino de una sociedad que lo olvidó. De una sociedad que es la que más intelectualiza el fútbol del mundo entero. Al margen de quién lo juega mejor, Argentina es el que más lo piensa. Dice mucho que en ese lugar en el que tanto se lo piensa no exista Panzeri como pensamiento recurrente, pero recurrente en su profundidad, no en la repetición tonta que hacen los periodistas de la frase ‘dinámica de lo impensado’ como una muletilla para cuando un partido que estaba 3-0, termina 3 a 3”, argumenta el director.
“Yo tengo activada una alerta de Google que me salta cada vez que se nombra esa frase. Por lo que uno podría pensar que Panzeri está presente. Sin embargo, no. No lo está. De hecho, cada vez que un periodista deportivo dice esa frase demuestra que nunca leyó a Panzeri”, dice Kohan Esquenazi.
Debió bucear lo suficiente como para tener una idea cabal de por qué Panzeri pensaba lo que pensaba. Los contratiempos personales y las desgracias colectivas conspiraron contra su legado. Casi no quedan registros fílmicos suyos. Sí sabemos a qué se oponía. ¿Cómo hubiera sobrevivido a estos tiempos de camisetas color rosa y peleas mediáticas en televisión? “Si hoy viera el programa de Marcelo Palacios se pega un tiro en la nuca”, dice Sebastián Kohan. “Si Panzeri hace zapping tres minutos en la televisión de hoy se vuelve a enterrar solo. Es bastante triste la cosa”, agrega.
Dante Panzeri hacía un culto de su ética y de su pensamiento inquebrantable. Sus máximas quedaron reflejadas en cada sitio en el que escribió: “Al periodista deportivo le cabe la obligación de pensar. Su misión en la sociedad es sociológica y pedagógica, no escenográfica”, decía. Y agregaba: “El oficio es oscuro, el fin efímero, el instrumento es imperfecto. El halago no es el fin, nuestra misión no es simpática”.
Esas ideas afloran y rebotan en el documental Buscando a Panzeri y encuentran eco en otros periodistas que lo definen. El “Ruso” Norberto Verea dice en el film: “El periodismo de Panzeri incomoda y hoy el periodismo dejó de incomodar”. Cuenta Ezequiel Fenández Moores que Panzeri fue muy crítico de los Juegos Panamericanos del 51 donde el peronismo hizo de este evento deportivo una cuestión de estado: “Creía que ese dinero gastado podía utilizarse para otras cosas, tenía una visión conservadora, y aun así su cabeza transgresora hacía que elogiara a un nadador o ciclista que salía 4° pero había mejorado su propia marca”, dice el periodista de La Nación. Panzeri era un transgresor y sus frases, puñaladas. Decía del boxeo que era un homicidio legalizado y del automovilismo, que era una industria. Así pensaba el hombre que como director renunció cuando Constancio Vigil, dueño de la editorial Atlántida, le pidió que publicara un comentario deportivo que había escrito el ministro de Economía Álvaro Alzogaray.
El periodista de Relatores, Alejandro Fabbri, puso el foco en sus míticas columnas de Canal 11: “Yo creo que el desconocimiento en general que hay de la obra de Panzeri es que en la parte final de su carrera, donde yo lo conocí, hablaba y se preocupaba más por la parte de afuera del juego que de la de adentro. Era muy crítico de la organización del fútbol. Él se opuso inmediatamente a organizar el Mundial 78. Decía que el país no estaba en condiciones, mucho antes de que llegara la dictadura militar que lo tomó como una bandera política muy importante”.
Los de adentro y los de afuera
Una de las grandes críticas de los detractores de Panzeri era su presunto desconocimiento del juego. Si sabía o no sabía de fútbol. Si su queja era una queja hija del conservadurismo: “Panzeri era un hombre con un conocimiento integral, un tipo antiguo, de los periodistas antiguos que sabían de todo. De esos que ya no hay. Desde que nos convertimos en seres twitteros, instagrameros, somos sujetos cada vez más fragmentados. Tal vez no sabía de lineas de cuatro o sistemas tácticos, pero entender de fútbol es mucho más complejo que eso”, explica Kohan.
Sebastián Kohan Esquenazi se define como un hombre sin patria: nació en Argentina, creció en México por el exilio de sus padres, y tiene madre chilena. A quien también fue productor de Ojos Rojos, la película dedicada a Marcelo Bielsa en su paso por la selección de Chile, le provocan mucho interés “estas figuras que por el nivel de honestidad que llevan adelante en su vida no ganan un pedacito de poder ni de puta casualidad”. Según cuenta, el rechazo del público argentino a Bielsa tras su fracaso en Corea-Japón 2002 es una de las cuestiones que lo llevó a hermanarse con la forma de ver el mundo que tenía Dante Panzeri.
Qué pensaría el intransigente analista del protagonismo que tienen los entrenadores en el fútbol actual. No hace falta hurgar demasiado para saberlo, basta con mencionar que Panzeri, en su rol de director de El Gráfico, decidió dejar un rectángulo en blanco en una de las páginas de la revista porque el entrenador de Argentinos Juniors se empeñó en sumarse a la clásica foto de los jugadores antes de iniciar un partido. Detestaba el reinado de los directores técnicos y las filosofías exportadas de Europa, también el “fútbol espectáculo”. Parece un contrasentido ponderar las ideas de Panzeri y manifestar admiración por Bielsa o por Guardiola, sin embargo, Kohan sostiene que en parte no.
“En el prólogo de Dinámica de lo impensado que reeditamos, Ezequiel Fernández Moores se pregunta exactamente eso”, dice el cineasta y editor. “Es probable que Panzeri odiara el protagonismo que hoy tienen los entrenadores. Era un hombre con una inteligencia integral. Siempre expresó que la estrategia iba a ser protagonista en el fútbol, pero la consecuencia sería que se iba a dejar de lado a la felicidad dentro de la cancha”, explica. Aunque, a su vez, reflexiona sobre cierta contradicción en esta idea: “En lo macro, en el plano más abierto, Guardiola y Bielsa son dos tipos que buscan lo mismo que pretendía Panzeri; ganar siendo ofensivos, divirtiéndose, no aburriendo a todo el mundo. Y ante todo son dos tipos que viven con honestidad, son unos dementes de la honestidad. En eso coinciden. A los dos les gusta ganar, pero el fin no justifica los medios. Como dice Bielsa, ‘lo importante es la nobleza de los recursos utilizados’“, dice el director.
Y agrega: “Panzeri criticaba mucho a los entrenadores. Casi criticaba su existencia. Él fue un visionario porque entendió que el tipo que estaba fuera de la cancha iba a tomar una relevancia que por ahí no tendrían los que estaban dentro, que eran los que jugaban. Eso no era tan visible en ese momento bisagra. Y hoy lo naturalizamos. Él lo vio. Él creía que en la estrategia se perdía la felicidad. Él entendía que esas estrategias iban tendiendo a hacer un fútbol menos feliz, con menos goles, con más presencia de los que defendían. A mí me parece que él estaba viendo una idiosincrasia futbolera que iba a llevar a la amargura”.
Por estos días, asistimos al linchamiento del que pierde y al menosprecio del que gana si no nos va en gracia y para Kohan esto es hijo de aquel momento premonitorio: “Esto Panzeri lo vio y lo dijo en el año 1960. Nunca imaginó que Argentina viviría tanta amargura con el fútbol. Cuando Higuaín erra un gol debajo del arco en la final del mundo está sufriendo, no después de errarlo, en el momento de ejecutar. Justamente, por la presión que nos hemos metido todos los argentinos de creernos los mejores, de sufrir y no ganar hace 34 años. Y ya no podemos convivir con esa presión. Entonces, cuando me preguntan si Panzeri sabía de fútbol, la respuesta es no sé. De lo que sí sabía era de todo lo que rodeaba al fútbol”.
El fútbol argentino de estos días, el que pondera sufrir primero para gozar después, el de los sacrificios para ver al equipo del que se es hincha, hizo un culto de la pasión. Pero esa pasión exacerbada puede no tener límites: “La pasión se ha convertido en algo muy parecido a la estupidez. Esa pasión desenfrenada, donde el equipo es más importante que la vieja, degeneró en mucha tontería: ya no hay nada más que los colores. Pero Panzeri trataba de pensar al fútbol como un juego, y mantener a raya, no el sentimiento, pero sí esa pasión. Así que, de alguna forma, Panzeri ofrece una guía para pensar todo lo que está sucediendo en Argentina”, agrega el cineasta.
Seriedad y pesimismo
Ezequiel Fernández Moores define a Panzeri como un “cabrón intransigente”, que tuvo retos a duelo, amenazas en estadios y demandas judiciales por su forma de ver y de contar el fútbol, por sus críticas descarnadas. Él decía que al fútbol le faltaban tres cosas: “Dirigentes, decencia y wines”. Lo acusaban de amargo y pesimista, aunque Kohan dice que realmente no era así: “Él era un optimista. Lo que hacía era generar la crítica con la que creía que la sociedad podría cambiar. Yo creo que Panzeri es una herramienta de pensamiento. Yo pensaría mucho peor si no conociera a Panzeri”. Lo que el director no niega es su amargura: “Claro que era un hombre que vivía con amargura, cómo lograr el equilibrio de un hombre excesivamente crítico, que lucha contra las injusticias del poder, y a su vez mantener una vida en armonía y calma. No sé cómo se consigue eso”, dice el director.
Solemos pensar que si un personaje público deja de salir en televisión ya no existe. Y está solo. Y triste. Esa mirada deformadora de la realidad se nos hizo carne a todos. Dice Kohan que Panzeri murió de “mala sangre”. Murió de cáncer muy joven: “Creo que enfrentarse a todo le complicó la vida, aunque es falso que haya muerto solo como se dice. Él murió sin la atención de los medios o del gran público que supo seguirlo, pero él murió muy acompañado por su familia, que lo quería mucho. Para que Panzeri fuera ese luchador empedernido fue muy importante su esposa María Luisa, que le decía: ‘vos no vas a salir a vender tus ideas, si es necesario yo voy a salir a vender limones’. Sin ella, él no hubiera sido lo que fue”, explica el cineasta.
Después de la película todavía quedan grietas, preguntas, proyecciones, como de todo aquello que conocemos por relatos de otros: ¿Es Panzeri un personaje idealizado? ¿Por qué es tan mencionado y a la vez tan desconocido? Cuenta Kohan que buscó archivos fílmicos durante 7 años y apenas consiguió unos 8 segundos en un documental en el que aparece al final: “Alguien nos comentó en una entrevista en Radio Nacional que el archivo con los videos de Panzeri los tenía Gonzalo Bonadeo. Entonces fuimos a buscarlo, pero el precio de ese material es impagable. Era demasiado dinero para una película del INCAA. El que quiera hacer la película de Panzeri deberá ser un tipo que tenga mucha plata, ese no soy yo. Por cierto, alguien que tenga mucha plata es difícil que respete el espíritu de Panzeri. Y yo creo que esta película sí respeta su espíritu”, dice Kohan.
Así, el documental que trata de acercar la figura de Panzeri a estos tiempos es también la búsqueda del hombre y sus motivaciones. Su austeridad y el desprejuicio por lo material como espadas son también las del director del film, como si se pensara: tanto peleó Panzeri contra el negocio que no seré yo quien haga un negocio en torno de su imagen. Tal vez sea mejor así, quizá no haga falta todo ese dinero para saber quién era Panzeri. Porque al final, como escribió Panzeri: “Revolución no es cambiarlo todo. Revolución es sanearlo todo”.
*Sebastián Kohan Esquenazi
Director, productor, guionista, cronista y sociólogo, dirigió además el largo Nunca para atrás, la serie documental Un gol al arcoíris y fue productor de Ojos rojos, cinta dedicada a la figura de Marcelo Bielsa en su paso por la selección chilena.