Sucede a menudo que cuando un escritor, en este caso una gata escritora, cobra cierta notoriedad, sus libros son llevados al cine. Por lo general, los escritores nunca quedan satisfechos con el resultado de esas experiencias, porque una cosa es la imagen que un lector construye a partir de las palabras y otra muy distinta es la imagen que el público recibe a través de los ojos. Como sea que fuere, el departamento de Corrientes y Urquiza se ha convertido en un set de filmación. Hay cámaras y cables por todos lados.

La primera escena muestra a Corazón, Chaparrón, Melitón y Fantasía durmiendo las cuatro sobre la cama. A través del ventanal de la habitación se ve el sol emergiendo del río entre las islas. Poco a poco las gatas despiertan, van a la cocina y luego de desayunar copiosamente, una de ellas, Corazón, que es blanca y negra, con un corazón negro en el pecho blanco, se aleja y va al escritorio a escribir a escondidas de las otras.

Te puede interesar:

Lo que cuentan los objetos

Paula Galansky narra en "Inventario" –la plaqueta editada por Danke e ilustrada por Lucía Tognarelli– las etapas en la vida de su abuela (que son las de una mujer) a lo largo del siglo XX

La cámara recorre el departamento y sale por el ventanal del living que da a calle Corrientes, y mientras desciende entre los árboles, muestra la ciudad que está despertando. Los primeros en aparecer son los porteros que salen a lavar la vereda con manguera y escoba, los segundos son los gorriones que bajan de los árboles a tomar agua en el cordón. Aparecen algunos autos, se hacen más frecuentes los taxis. Las personas salen de los edificios y de las casas para ir al trabajo. Las tiendas comienzan a abrir, todas a destiempo.

Debajo del edificio Torre Gricón, entre la peluquería y la carnicería, hay una boutique de cremas anti-edad atendida por sus propias dueñas, un grupo de ingenieras científicas. No se sabe muy bien qué edad tienen las ingenieras científicas, pues la más anciana parece tener 27 años y la más joven 20. Eso es porque ellas han descubierto científicamente la manera de detener el paso del tiempo en el cuerpo humano, y han materializado dicho descubrimiento en una crema que llaman crema anti-age o crema de la eterna juventud. Las ingenieras científicas usan guardapolvos blancos y corte carré. Son todas muy prolijas y científicas.

El secreto de sus cremas anti-edad es muy simple. En esa esquina, la esquina de Corrientes y Urquiza, donde ahora se encuentra la Torre Gricón y donde antes estuvo erigido el Teatro Colón junto al Conservatorio Mozart, donde además se halla enterrado el sepulcro oculto de Francisco de Godoy hecho por los indios calchaquíes, antes de eso, muchos millones de años antes de eso, cuando el planeta estaba tomando su actual constitución geológica, quedó repartido en esa esquina, de manera concentradísima, un raro mineral único en el planeta, con propiedades maravillosas. Eso lo sabían los indios calchaquíes y por eso habían ocultado ahí la tumba de su héroe y amigo, lo sabían los masones europeos que construyeron el teatro lírico y el conservatorio de música, y lo sabían también las ingenieras científicas, razón por la cual habían montado un laboratorio boutique ahí, en esa esquina, en pleno corazón de la ciudad de Rosario.

Las ingenieras científicas pueden acceder a la fuente maravillosa de los cristales a través de un ascensor subterráneo, que desciende más de doscientos metros bajo tierra. La fuente maravillosa de los cristales es deslumbrante y muy maravillosa. Como los cristales brillan irradiando una luz multicolor, es importantísimo tomar ciertas precauciones antes de ingresar y sobre todo al extraer y manipular los cristales maravillosos. Un día, una de las ingenieras científicas olvidó ponerse las antiparras y entonces los cristales maravillosos irradiaron sus ojos hasta llegar al cerebro, generándole para siempre una sensación de maravilla por cada cosa que veía, como si fuera idiota o estuviera drogada. Como ahora, que está arreglando la vidriera y siente cómo una paloma blanca se estampa contra el vidrio del negocio de cremas anti-edad.

La paloma tenía un anillo en la pata derecha, donde llevaba amarrado un pequeño pergamino. “¡Pobre palomita!” exclamó la ingeniera científica, saliendo del negocio para socorrer a la paloma. “Pobre palomita” repitió con otra inflexión de voz. “No es nada, señorita… —respondió la paloma reponiéndose—. Nos pasa todo el tiempo. Los humanos tienen una manía con el vidrio”. Después de sacudirse y alisarse bien las plumas, la paloma aleteó para reemprender vuelo, se elevó girando en la esquina y viró el pecho describiendo una espiral hacia el edificio Torre Gricón. Aleteó para detenerse y posarse sobre la baranda del piso 10, departamento A.

En el living del departamento, Chaparrón, Melitón y Fantasía, que estaban descansando apaciblemente, abrieron los ojos casi al mismo tiempo al percibir la presencia de la paloma. “Buenos días, señoritas —dijo la paloma mensajera posada en la baranda del balcón—. Soy una paloma mensajera y traigo un mensaje para Corazón”. Las gatas no dijeron nada, bajaron enseguida del sillón y echaron el cuerpo al piso mirando fijamente a la paloma. “Señoritas…” repitió la paloma. Las gatas se acercaron aún más. “Señoritas” dijo una tercera vez la paloma. Las gatas se quedaron quietas, con las mandíbulas temblando como castañuelas. Al cuarto “señoritas”, Chaparrón saltó y cazó con las garras a la paloma. Al caer al piso del balcón, Melitón y Fantasía se fueron a pique para intentar arrebatársela. La paloma se liberó, o las gatas la dejaron escapar, y entró al living dejando una estela de sangre y plumas. El espanto y el horror la habían dejado muda. Las gatas fueron detrás y se le echaron encima. La paloma intentó volar pero cayó de espaldas al piso, paralizada. De pronto, los bigotes magnificados de las feroces gatas. Fue lo último que vio.

Tras darle unos golpecitos con la pata, Chaparrón agarró la paloma con la boca y como una leopardita, se la llevó arriba del piano para mordisquearla. Entonces Melitón y Fantasía, llenas de éxtasis, fueron al escritorio a contarle lo ocurrido a Corazón.

“¡Corazón! ¡Corazón! ¡Vení a ver, Corazón! Chaparrón cazó una paloma en el balcón y jugamos con ella hasta matarla” dijo Melitón. Corazón dejó de escribir. Por suerte, o mejor dicho, debido a la excitación que le producía tal asunto de la paloma, Melitón no había reparado en el cuaderno en el que Corazón estaba escribiendo. Corazón escondió su cuaderno fácilmente entre unos libros y fue sin demorarse al living, a ver a la paloma que Chaparrón había agarrado.

El living estaba lleno de plumas y de sangre. Corazón reconoció enseguida a la paloma muerta en el piso: era una paloma mensajera de la editorial que publicaba sus libros. “¡Qué divertidas son las palomas!” dijo Fantasía. “¡Ay no, qué desgracia! —pensó Corazón—. ¡Seguramente era un mensaje muy importante!”. Pero de inmediato Melitón señaló: “Antes de morir, la paloma dijo que traía un mensaje para vos, Corazón”. “¿Ah sí? ¿Y qué decía ese mensaje?”. “No lo sabemos, Corazón, porque la paloma se murió muy rápido” respondió Melitón. Corazón se retiró al escritorio sin decir nada. Chaparrón, Melitón y Fantasía se quedaron quietas y pensativas en el living del departamento.

La cámara se aleja hacia atrás y sale nuevamente por el ventanal que da a calle Corrientes. A medida que desciende, muestra uno a uno los habitantes de los diferentes pisos de la torre: Estela Peirano en el 9°, los novios en el 8°, los Glück en el 7°, Neoregelio Guzmán en el 5° piso, en el 6° no hay nadie a esta hora. La cámara continúa descendiendo y se puede apreciar el atrio aporticado: los colosales arcos de hormigón armado que sostienen la torre de departamentos. Después la cámara deja ver a los oficinistas trabajando en las oficinas del 3° y 2° piso, para detenerse finalmente frente a uno de los locales de la planta baja: una ingeniera científica está cerrando el local al mediodía para ir a almorzar. De repente, un pequeño pergamino enganchado en la persiana de hierro llamó su atención. “¡Qué papelito tan curioso!” dijo la ingeniera científica y abrió el pergamino, pero no entendió nada porque no sabía leer el idioma en el que estaba escrito, entonces lo hizo un bollo y lo tiró sin más a la vereda, ese horrible hábito humano.

 

 

mamografia
Sobre el autor:

Acerca de Agustín González

Agustín González nació en Rosario en 1983. Es psicólogo, jardinero y escritor.  Este año presentó La película de Corazón (Danke), una novela que completa la saga de la gata escritora que –ya consagrada por la publicación de libros anteriores: El libro de cuentos de Corazón (Danke, 2014) y la Novela histórica de Corazón (Danke, 2016)– ahora protagoniza su propia […]

Ver más