Son las 22 del jueves 4 de julio de 2024, afuera la helada se hace sentir, pero adentro del Bon Scott los brindis con cerveza se suceden uno atrás de otro. Lucas, Paloma, Daniela, Ignacia, Marianela, Julia, Vali, otro Lucas, el Chino y Lara están en una de las mesas del fondo. La euforia hace hablar a los gritos. Dan vuelta unas pocas páginas fotocopiadas enganchadas por un clip. Alguien propone que el texto se entregue a Lara y el Chino del Bon Scott, como hacedores de un espacio cultural emblemático de la cultura emergente y de los pocos que sobrevivieron desde el inicio del debate en 2015 por una ordenanza que regule lo que se ha definido como nocturnidad. Los papeles que van de mano en mano, aunque son pocos, guardan el resultado de una lucha histórica. Y el Bon, como se le llama con cariño a este bar, es reconocido simbólicamente como el primer Espacio Cultural Independiente de la ciudad. 

La tarde de ese mismo jueves se aprobó una nueva normativa para regular la nocturnidad en Rosario. En paralelo, se consiguió avanzar en el reconocimiento de la existencia de Espacios Culturales Independientes (ECI), un reclamo de trabajadores de la cultura autogestiva durante toda una década. 

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Horas antes, más de 100 trabajadorxs de la cultura se habían congregado en la plaza frente al Concejo Municipal. Una ronda a pleno sol para espantar el frío donde algunxs contaron los debates previos, detalles finos del proyecto, anécdotas que recolectaron en los últimos días de una rosca cuerpo a cuerpo con la política tradicional de la ciudad. 

Antes de lo que fue la última sesión del Concejo Municipal, previa al receso invernal, se trató la creación de los ECI y la nueva normativa que rige en reemplazo a la ordenanza Nº 7.218 –que fue aprobada y sancionada en 2001, recibió numerosas modificaciones y quedó desactualizada– y “establece condiciones para habilitación, funcionamiento e inspección de actividades y espectáculos públicos” durante la noche y la madrugada. Con los acuerdos cerrados en labor parlamentaria, la asamblea esperó el tratamiento en el recinto. Luego de la aprobación por unanimidad, la platea estalló en aplausos y festejos.

De abajo hacia arriba: el movimiento es colectivo 

Lucas Canalda es gestor cultural, productor y periodista, forma parte de la Asamblea de Trabajadorxs de la Cultura y fue parte del equipo que siguió el paso a paso del debate que derivó en la creación de los ECI. Para él “la creación de la figura de ECI es un reconocimiento histórico que posibilita una hoja en blanco que está por venir. Por supuesto, no repara todo lo que se perdió en el camino: ni los espacios cerrados, ni las frustraciones personales, la gente que perdió su trabajo, las miles de expresiones que perdieron un lugar para desarrollarse”.

En un contexto de pérdida de derechos a nivel nacional esta victoria puede resultar sorprendente para quienes no siguieron este debate, pero Lucas nos recuerda que “desde 2010, cuando todavía no se identificaban como ECI, fueron bajando las persianas decenas de espacios, agobiados por el securitismo, una reglamentación de nocturnidad emparchada sobre la marcha una y otra vez”.

A pesar de esos cierres, las luchas que se llevaron adelante desde Espacios Culturales de Rosario (Ecur) y, años más tarde, desde el Colectivo Rosario de Espacios Culturales (Crec), fueron las bases que permitieron avanzar en 2024. 

“Siempre tengo la sensación, de que cada momento que vivimos es histórico, de ahí la importancia de estar en el presente, ir a recitales, encontrarse con amigos, leer a escritores que viven, ir al teatro, ver las películas que se estrenan, escuchar los discos, hablar con las personas, recorrer la ciudad caminando, ir a una marcha, presenciar una sesión del congreso, hacer un trámite, ir al mercado, tener un proyecto y llevarlo adelante como sea, aunque alguien lo considere un fracaso, participar en lo que sucede, como sea, estar, vivir lo contemporáneo, sin nostalgia, es lo mejor incluso para cuando nos pregunte alguien si tenemos algo que contar”

Rosario Bléfari 

La coyuntura política y social tiende un puente con aquella frase que Rosario Bléfari posteó en sus redes en el año 2014 y se comparte hasta hoy en todas partes, todo el tiempo. Hay una sensación de que es este un momento histórico no sólo para quienes habitan el circuito independiente sino entre quienes se hicieron parte de la Asamblea de Trabajadorxs de la Cultura y se definen como trabajadorxs culturales.  

“Nos encontramos en la audiencia pública de forma espontánea y desde entonces seguimos enchufadxs, conectadxs a toda hora. Fue un proceso educador y hermanador”, destaca Lucas. A partir de esa jornada, las partes desconectadas tuvieron un punto de encuentro y surgió, a tono con la época, un grupo de whatsapp donde volcaron mensajes de los bloques opositores del Concejo que alertaban sobre la importancia de aprovechar el momento para presionar por una reglamentación específica.  

Lo que siguió fue vertiginoso. “Cuando nos dimos cuenta estábamos re adentro: abriendo canales de comunicación entre equipos técnicos de Concejales, recibiendo data off the record para considerar al momento de negociar y movernos, revisando proyectos de años anteriores y de otras ciudades, activando reuniones con funcionarios, buscando entender su postura respecto al tema, comunicando de forma puntual, intentando movilizar al circuito, tratando de generar ruido”, cuenta Lucas para ilustrar ese conjunto de acciones concretas llevadas adelante por personas comprometidas con la cultural local que se encontraron con una posibilidad histórica y decidieron avanzar

Buscando algunas claves de este proceso, Lucas recupera: “Intentamos hacer una lectura política de los movimientos del oficialismo, así como también de la dinámica interna del Concejo. Fue clave entender el sentido de la oportunidad”. Leer y entender la época. 

Con el oficialismo decidido a iniciar el receso invernal con la ordenanza aprobada, el grupo de trabajadorxs culturales comenzó a delinear  a partir de un borrador propuesto por el concejal Leonardo Caruana, pero también recuperó propuestas anteriores. El proyecto de Clubes Sociales y Culturales, construído por el ECUR y presentado con el acompañamiento de Fernanda Gigliani y Ciudad Futura, y el proyecto construído en 2021 por una asamblea de trabajadores culturales que se convocó durante meses en Micelio para conversar con  técnicos, funcionarios, representantes de espacios y colectivos culturales para crear un proyecto de reconocimiento y promoción de los ECI. 

Si la última sesión antes de las vacaciones era el 4 de julio, no había más que 16 días de trabajo para construir una propuesta viable, para Lucas “lo más complicado fue ponerse a elaborar un proyecto desde la terminología legislativa corriendo contrarreloj. Afortunadamente, puertas adentro, cada persona pudo sacar lo mejor de sí misma aportando en circunstancias claves”.

El 1 de julio la asamblea había recibido un borrador construido por los bloques opositores con el pedido de realizar una devolución antes de terminar la jornada para avanzar en el debate con concejales oficialistas. A sabiendas de que el tiempo no podía negociarse, la asamblea analizó el proyecto y realizó sugerencias en torno a algunos puntos para su modificación. En paralelo se gestionó un encuentro con representantes de la Secretaría de Cultura y concejales integrantes del bloque oficialista. Las conversaciones pusieron de manifiesto el acuerdo general sobre el reconocimiento de espacios culturales, pero también la necesidad de construir un espacio único de diálogo con todos los concejales para evitar entredichos y confusiones. 

El miércoles 3 de julio, el local 28 del Pasaje Pan se convirtió en sala de reuniones. Desde el mediodía se acercaron trabajadrxs de la cultura para participar de la construcción del texto de ordenanza que se propondría desde la asamblea. Algo que fue la estrategia de la asamblea. “Nuestra postura fue firme: rechazamos el proyecto del oficialismo por restrictivo e irreal para proponer un proyecto superador que acercaba posturas”, dice Lucas.

Sin tener muy claro el cómo hacer, pero movidxs por la prepotencia del trabajo, se avanzó en la lectura de los 21 artículos del proyecto. Sobre cada ítem se plantearon dudas, ideas, desacuerdos. Cerca de las 19 la asamblea cerró una propuesta, redactó un mensaje para acompañar el link al documento. Estas son nuestras devoluciones sobre el proyecto, vamos camino al Concejo” y, sin esperar respuesta, salieron en dirección al Palacio Vasallo. 

El Salón de Acuerdos del Concejo fue el espacio para el debate. De un lado de la mesa, representantes de la asamblea de trabajadorxs culturales, del otro, concejales de diferentes bloques. Hubo momentos en los que el debate pareció naufragar, pero por cada negativa, rechazo e intransigencia de los concejales la asamblea hizo gala de la retórica, argumentando desde la experiencia concreta de lxs trabajadorxs.

Horas más tarde, la asamblea se fue del Concejo con la promesa de recibir una contrapropuesta por parte del oficialismo en torno a los horarios y algo de tiempo para definir colectivamente una respuesta. Antes de la medianoche la propuesta llegó. La inteligencia y operatividad colectiva surgieron una vez más y se concertó una asamblea para definir una postura.

“Esas últimas horas de miércoles, ya con las energías agotadas, (me) dejaron una importante lección: desde el otro lado –entiéndase como el oficialismo actual así como también el de los veinte años– no nos comprenden ni tampoco tienen interés en hacerlo. Para ellos, hablar de la cultura es como una abstracción distante”, dice Lucas. El jueves 4 de julio la Asamblea resolvió aceptar la propuesta del oficialismo y avanzar.

Construir hacia adelante

Una semana después de aprobada la ordenanza la asamblea volvió a reunir a más de 50 trabajadorxs culturales para pensar en el futuro. Ahí se delinearon los próximos pasos: dar a conocer lo conseguido, trabajar en la reglamentación de la ordenanza, recomponer y fortalecer lazos entre lxs trabajadorxs culturales de Rosario, avanzar en nuevos proyectos de fomento para el sector, incorporar a la discusión a los espacios y actores que se encuentran fuera del macrocentro, entre otros. 

Lo que viene es aún desconocido, pero en tiempos de individualismo libertario la voluntad por construir más y mejor trabajo colectivo es el horizonte. “La aprobación sin su correspondiente reglamentación y aplicación no sirve para nada. Ahora falta la reglamentación. El próximo objetivo es ese”, sostiene Lucas. Se abre la posibilidad histórica de comenzar un capítulo nuevo bajo una figura que nos contempla. No es todo, pero tampoco es poco. 

“No podemos negar el mundo en el que vivimos. Es un mundo capitalista y en este mientras tanto lo va a seguir siendo. Pero siempre que activamos algo desde la cultura, el mundo es un lugar menos malo”.

Ani Bookx

Sobre el autor:

Acerca de Julia Cadoche

Es licenciada en comunicación social, periodista y changarina de la cultura. Trabaja en Radio Universidad de Rosario y de manera freelance en gestión cultural. Entre 2014/2021 se desempeñó como coordinadora del espacio cultural Distrito Siete, desarrollando tareas de producción, comunicación y sustentabilidad económica. Fue presidenta de la cooperativa de trabajo que gestiona dicho espacio. En 2020 fue […]

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