El miércoles se celebró en el norte el Día de los Muertos, que en la tradición estadounidense se popularizó como Halloween, contracción de “all hallows’ eve” o Día de todos los Santos. La crítica Martha Polk, en su columna de Vulture, propuso doce películas –entre ellas varios clásicos– que comprueban “el horror único de ser mujer“ y acá traducimos con sus enlaces originales*.

Para este Halloween, necesitamos algo más que saltar de miedo y empalagarnos. ¿Saben qué es más escalofriante que los monstruos, los demonios y los duendes? El patriarcado. Dejemos a un lado los géiseres de sangre, los extraterrestres y los apocalipsis carnívoros. Necesitamos thrillers y películas de terror que lleguen a lo verdaderamente aterrador de la experiencia femenina, como estar casado (con un psicópata), quedar embarazada (del diablo), ir a un médico (que no te cree), o recorrer la casa sola de noche.

Así que si te sentís arrastrada por del mundo y querés sentirte un poco menos sola, esta lista inductiva de gritos primordiales de Halloween y películas de misterio es para vos. Cada film captura algo especial acerca de cómo el mundo arruina a las mujeres y, la mayoría de las veces, el último culpable o el monstruo en el armario resultan ser esos poderes que se niegan a escucharte y aprovechan cada oportunidad para tildarte de loca. Estas películas tratan sobre el tipo de sobresaltos cotidianos y terrenales que nos hacen aullar a la luna y sofocar un grito en la almohada en la vida real, son lo que merecemos ver (e identificarnos) en esta temporada fantasmagórica. Este Halloween, la llamada viene de dentro de la casa, y por “la casa” me refiero al patriarcado.

Luz de gas (Gaslight, 1944)


No hay mejor lugar para arrancar desde la fuente que una “luz de gas”. Ingrid Bergman interpreta a una novia con ojos vidriosos y cuyo nuevo esposo (Charles Boyer) intenta convencerla de que se está volviendo loca para obtener las joyas de su familia. Que empiecen los crueles y manipuladores chanchullos; él hace cosas como entregarle un antiguo prendedor, robárselo, luego mirar de un modo “todo va de acuerdo con el plan” mientras ella lo busca histéricamente. El crimen aquí no trata sobre el prendedor, por supuesto (ni siquiera sobre el asesinato del que también es claramente culpable); se trata de hacer que una mujer desconfíe de sus propios ojos, oídos, mente y memoria, y es uno de los trucos más antiguos y crueles del manual. Lo que hace que Luz de gas (Gaslight, traducida como “La luz que agoniza” en España) sea una piedra fundamental es su sencillez: ella duda de sí misma y él, literalmente, reorganiza el mundo a su alrededor, y una sabe que todo el tiempo s e trata de él. Lo que hace que Luz de gas sea un clásico es que Bergman es una revelación digna de ver.

La sombra de una duda (Shadow of a Doubt, 1943)


Lo que suele pasar con Alfred Hitchcock es que siempre hay una pequeña parte de uno que realmente no sabe “si fue así”. En cambio, el maestro del suspenso te deja con preguntas mucho más aterradoras y reales como, ¿pero realmente me traicionaría? y ¿en quién puedo confiar, si no en él? Así sucede con la acertadamente llamada La sombra de una duda”, en el que el malvado tío Charlie (Joseph Cotten) no solo aterroriza a su sobrina adolescente y tocaya (Teresa Wright interpreta a Charlotte “Charlie” Newton), sino que también tiene un disgusto virulento y asesino con las ancianas. Quiero decir que este muchacho realmente odia a las mujeres. Pero nuestra joven protagonista, como el resto de su familia, adora a su tío. Quizás la pregunta más aterradora y pertinente de este clásico poco apreciado es: ¿Cómo podría alguien que amo tanto, que significa tanto para todos nosotros, cometer esta violencia?

El hecho de que la joven Charlie guarde el secreto de su tío también es intrincado y concienzudo, al igual que la maliciosa indagación del tío Charlie: “Pensás que sos la niña inteligente que sabe algo, pero no sabés nada… ¿Qué vas a decir? ¿Quién te creería?”(Otra historia entretenida sobre un misógino desenfrenado que asesina a las viudas mientras aterroriza a los niños en su camino, por favor vean La noche del cazador, de 1955).

De repente en el verano (Suddenly, last summer, 1959)


Es difícil evitar ser etiquetado de loco cuando descubrís información incriminatoria que podría socavar el orden. En especial cuando esa información está llena de detalles picantes que cuestionan las normas hétero dominantes. Eso es lo que sucede en De repente en el verano, cuando Violet Venable (Katharine Hepburn) intenta conseguir que Catherine Holly (Elizabeth Taylor) sea lobotomizada para que finalmente calle lo que sabe sobre Sebastian, el hijo de Venable, su evidente homosexualidad y su (problemática) muerte en manos de un puñado de lujuriosos vacacionistas allá junto a “los baños”. Muchas películas presentan a mujeres que se “vuelven psicóticas” en el momento en que una institución poderosa o una persona maliciosa se da cuenta de que tienen mucho que perder, pero en De repente en el verano, Hepburn, Taylor y el guión de Tennessee Williams lleva a cabo este dispositivo de trama con fervor e histrionismo emocionantes. Una muestra: la penetrante actuación de Hepburn cuando exclama “¡Doctor! ¿Ve cómo nos destruye con esa lengua afilada como un hacha? ¡Tiene que cortar esta horrible historia de su cerebro!”

El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968)


Que nadie te diga que este film de horror psicológico es la historia de un culto satánico. Sería como decir que El Mago de Oz es sobre la seguridad durante un tornado o que El ciudadano trata sobre un trineo. Los verdaderos crímenes contra Rosemary Woodhouse (Mia Farrow) son mucho más terrenales y terroríficos que la adoración del diablo. Es una mujer a la que pone ostensiblemente ansiosa su busca de una felicidad doméstica de clase alta y su marido narcisista (literalmente llamado “Guy” –en inglés: tipo, individuo, muchacho– e interpretado por John Cassavetes). Y eso es antes de drogarse y despertar con rasguños en todo el cuerpo mientras escucha que Guy le dice: “No quería perdérmelo”. Su violación resulta en un embarazo, durante el cual se enferma cada vez más, pero Guy, sus vecinos y un médico tras otro niegan la experiencia de su propio cuerpo. El sentimiento que prevalece es que todos ellos están metidos en eso, y es algo muy familiar.

Acaso lo peor de todo (peor aún que el continuo disgusto de Guy por su nuevo corte de duendecito), es que Rosemary es reprendida por su esposo y los médicos por leer libros que la instruyen sobre su condición y por hablar con sus amigos sobre su embarazo (“Un dolor como ése es una advertencia de que algo no está bien”, le dijeron, y: “¡No podés seguir sufriendo así!”). Como en la vida real, los libros y la amistad resultan ser las mejores armas de Rosemary en este mundo enloquecedor, aunque aquí no son suficientes para evitar una escena de nacimiento diabólica y desgarradora. El hecho de que una película sobre horrores tan claramente femeninos provenga de Roman Polanski es al menos contradictorio, incluso inquietante. Esto en sí mismo es digno de una discusión nocturna con tus feministas favoritas.

El resplandor (The Shining, 1980)


Si El bebé de Rosemary tiene que ver con la autonomía corporal, entonces El resplandor tiene que ver con el matrimonio. ¿Qué causó que el anterior cuidador de fuera de temporada del Overlook Hotel asesinara a su familia con un hacha? “Bueno”, explica el gerente del hotel, “es lo que los veteranos podrían llamar ‘fiebre de cabaña’, una especie de reacción claustrofóbica que puede ocurrir cuando las personas permanecen juntas durante largos períodos de tiempo”. ¿Alguien más escucha las campanas de boda?

El horror central en el centro de este clásico se reduce a que Jack Torrance (el maníaco Jack Nicholson) es un incordio colosal para su esposa Wendy (una Shelley Duvall de ojos grandes como platos). Para encontrar los indicios de la trama matrimonial casi común, no busquemos más allá de la famosa escena de la escalera: Wendy acaba de descubrir que, a pesar de todo los que proclamó su esposo sobre sus escritos, es en realidad un fraude, “un niño aburrido”. Ella retrocede por las escaleras mientras blande un bate en defensa propia y él camina tras ella. Él le grita si deben llevar o no a su hijo al médico y, luego, se vuelve hacia la autocompasión: “¿Se te ha ocurrido alguna vez lo que pasaría con mi futuro si no cumpliera con mis expectativas? ¿Responsabilidades?”, grita. Es un marido convertido en monstruo, a quien psicotizaron sus deficiencias profesionales o el momento en que le rompió el hombro a su hijo estando borracho, entre otras fallas de la masculinidad. Sería casi un inaudito cliché de esposo y padre alcohólico si la actuación de Nicholson no fuera un desquicio semejante. Se burla de sus gemidos, se acerca finalmente a la parte superior de las escaleras y con una dulzura falsa y espesa le habla: “Wendy, cariño, luz de mi vida, no voy a hacerte daño… Solo voy a machacarte los sesos”. Adorable lo tuyo, cariño.

En carne viva (In the cut, 2003)


Vamos, ignoremos el 34 por ciento de puntuación que le dio Rotten Tomatoes a este thriller de suspenso y que tiene uno o dos giros que yo, por ejemplo, no vi venir. Alguien anda por ahí decapitando a las mujeres y Franny (Meg Ryan) queda enredada con la investigación y con el detective principal (Mark Ruffalo). Es la atmósfera hostil y sexualmente sobresaturada que crea la directora Jane Campion y acá resulta devastadora. Las mujeres están constantemente huyendo de algo en el trasfondo de esta película, mientras unas monumentales banderas (la película se desarrolla después del 11 de septiembre de 2001) cubren los edificios como memoriales silenciosos, presagios de guerras por venir. El miedo está en el aire.

En carne viva retoma esas preguntas antiguas (¿Puedo confiar en él? ¿Lo hizo él?) y las extiende a todo el mundo, de modo que cada personaje, cada esquina, cada comentario y, definitivamente, cualquier cosa vinculada con el sexo se convierte en una amenaza potencial. Lo mismo que en el mundo real, esto resulta confuso, incómodo y agotador, tal vez por eso no le gustó a muchos espectadores. También hay algunas dinámicas raciales que nunca fueron seriamente interrogadas, y también uno o dos momentos cursis. Sin embargo, lo que En carne viva reconstruye con precisión es este implacable zumbido de miedo sexualizado. Trata, pongamos, de un encuentro con tu hermana para tomar un café la mañana después de haber sido atacada y quebrarse cuando te dice: “Oh, cariño”, al ver tu ojo morado. Y ni siquiera te preocupa el asalto, sino más bien que no confiás en el tipo con el que te fuiste a dormir. Y después tu enfermo mental, tu ex novio acosador (aquí, Kevin Bacon) se aparece en la confitería con su perro sin pelo y solo mira a través del cristal, esperando que te vayas. Y cuando al final te vas y con delicadeza le decís otra vez: “Sabés, no creo que debamos vernos más”, dice: “Bueno, tendré que pensarlo”, como si fuera una pregunta abierta, como si tus palabras –y el miedo– no importaran.

Vagina dentada (Teeth, 2007)


Vamos por una historia sobre la mayoría de edad y nos quedamos en las secuencias grotescas y campestres de castración. En algunos relatos sobre el mito de la vagina dentata y los genitales con dientes que le pertenecen, la mujer podría interpretarse como el villano. Acá no es así y a quienes hay que culpar es a los niños y los hombres que van demasiado lejos: no escuchan un “no” y tratan a las mujeres como a una conquista o, literalmente, como a perros (hay un rottweiler llamado “Madre”, así como algunos juegos preliminares innombrables son designados con el nombre de una galleta de perro). No creo que resulte un spoiler decirte que el arco narrativo de Vagina dentada traslada a nuestra protagonista femenina de la ninfa virginal a autorrealizada portadora de unos “dientes ahí abajo”. La trama más satisfactoria y oculta, sin embargo, es que ella es la doncella prometida que lleva el anillo de compromido, que predica la abstinencia y que al final saca la calcomanía de censura de la página de anatomía femenina de su libro de texto y, mintras sostiene un espejo, hace uso exhaustivo de un vibrador y, en su última sonrisa, parece imaginar las particulares ventajas que su vagina puede ofrecer.

El Babadook (2014)


Esta película comienza con la voz de un niño que despierta a su madre (“¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!”) Y nunca deja de plantear lo molesto que pueden ser los niños, y lo difícil que es la maternidad (N.d.T.: el término original es “parenting”, que no tiene gérnero y refiere tanto al como a la progenitora). Amelia (Essie Davis) es una viuda y madre soltera cuyo hijo de 7 años, Samuel (Noah Wiseman), es un paranoico crónico que revisa siempre debajo de la cama y está profundamente preocupado por que se lleven a su madre, o a su padre. El monstruo que de vez en cuando aparece, el Babadook, emerge de un libro infantil terrorífico y, aunque Samuel suele quedar petrificado cada noche, Amelia se vuelve cada día más impaciente. Sin embargo, Amelia también reconoce el horror de Babadook, que para ella se traduce en varios fracasos de la maternidad: no puede cocinar, limpiar o dormir lo suficiente; toma pastillas, hace helado para la cena como disculpádose, mantiene la casa oscura y el televisor encendido. Su conversación termina siendo cortante para conseguir al fin un poco de paz y tranquilidad.

Aunque todo esto está lejos de ser un drama doméstico aburrido, las cosas resultan en extremo aterradoras. Y lo más espantoso de todo, durante buena parte de la película hay un trabajo brillante que combina las afirmaciones aterrorizadas de Samuel sobre Babadook con sus más corrientes demandas pero profundamente molestas a su madre: “¡Mirame! ¡Mirame!”). En esto, El Babadook hace su comentario más incisivo sobre las terribles presiones de la maternidad: es muy fácil no escuchar al hijo y considerar los temores de lo que se esconde en el placard a la medianoche como algo absurdo, en lugar de revisar las versiones de nuestras peores pesadillas. Pero: “Cuanto más lo niegues, más fuerte me vuelvo”, dice el Babadook.

Under the skin (2013)


Under the Skin es un capricho, ciencia ficción, una película artística de un género que me gustaría llamar “el film de la venganza callejera”, un subconjunto del género feminista de la venganza que está lleno de películas que deberían verse. Si bien estas fantasías sobre la ira y el empoderamiento femenino son emocionantes porque al final podés ver a las damas patearle culos que no joden a nadie, Under the Skin hace algo un poco diferente y, por lo tanto, pertenece a esta lista. Scarlett Johansson es una extraterrestre que atrae a hombres inocentes a su furgoneta y luego a su guarida negra que parece una tapera. Sin embargo, antes de que pueda llegar a atrapar a estos tipos, tiene que pasar por un proceso de feminización: habita el cuerpo de ScarJo, se pone un abrigo de piel y usa por primera vez un lápiz labial. Coquetea. El horror más ostensible de la película es la falta de sensibilidad con la que desecha a sus víctimas masculinas, pero el arco narrativo más terrible es la conversión en mujer, mucho más aterrador y convincente, como lo demuestra el acto final de la película. Para entonces, está haciendo cosas extremadamente humanas como ir de excursión con un hombre, cuidarse y tener sentimientos, y existe la sensación de que tal vez su narrativa terminará, como la de todas las mujeres “buenas”, en una felicidad doméstica satisfactoria. Pero la devastadora brutalidad de la última escena literalmente la desmorona y hasta parece sorprendida de que tal violencia la haya encontrado en su nuevo papel tradicional femenino, como si pensara que estaba por encima de esas miserias y humillaciones terrenales.

Unsane (2018) + Gothika (2003)


Unsane es la película más aterradora del año y voy a defenderla incluso después de que me encierren injustamente en una institución mental. Gothika, también acerca de una mujer atrapada en un pabellón psiquiátrico, es un miembro más sobrenatural del género, un poco más astuto, pero ambas películas son aterradoras por lo que relatan. No hay nada más aterrador y más alucinante que invalidar los reclamos de agresión y violencia masculina, que es lo que sucede tanto con Claire Foy de Unsane como con Halle Berry de Gothika. Y más, una vez que sus testimonios resultan descartados como no confiables, cada pieza de evidencia se usa para reforzar el caso por su locura en lugar de hacerlo por sus crímenes. Fantasmas, acosadores y médicos maníacos aparte, en Unsane y Gothika, el horror dolorosamente familiar es la traición en cascada de no ser creídas, y la institución mental es una manifestación bellamente literal de este problema de confiar en las mujeres, lo que permite que la violencia continúe a pesar de la protesta femenina. También se siente mucho más cerca del corazón del asunto que la única esperanza de estas protagonistas sea que les crean y las liberen por ser una madre (Unsane) y una red de aliadas (Gothika). Además, el hecho de que Halle Berry sea una rara excepción como mujer de color en el género da una buena idea de quién llega a ser considerado una víctima y quién no, tanto en Hollywood como en la vida.

Safe (1995)


En este lento avance de una película de suspenso, Carol White (Julianne Moore) es una adinerada ama de casa de la década de 1980 en el Valle de San Fernando que se está enfermando y no sabe por qué. Comienza como una película de terror clásica, con música siniestra que acompaña a Carol y su esposo mientras avanzan por la colina en la noche. Pero el único monstruo que los espera en la parte superior es un hogar suburbano clínicamente limpio, un matrimonio viejo con mal sexo. Tal vez sea así: Carol es simplemente “alérgica” al aburrimiento y a los estándares de belleza para las damas blancas ricas de un determinado grupo (¡la “dieta de frutas” y la clase de aeróbicos hipertextáticos deben ser condenados!). Pero los síntomas de Carol también superan este diagnóstico: es repentinamente alérgica a la leche; tiene un ataque de tos debido al tubo de escape de un camión; se derrumba con los productos químicos en la tintorería. Con doctores condescendientes y sexistas que no son de ninguna ayuda, Carol investiga la Sensibilidad Química Múltiple y se dirige a un centro de retiro de curación en el desierto. Pero las vibraciones culturales de la comunidad no hacen que este sea el final feliz que nosotros, o Carol, estábamos buscando.

De hecho, nunca podemos precisar quién o qué es culpable de la enfermedad de Carol, y allí reside este horror sutil horror. ¿Qué pasa si no es solo el médico, o el esposo, quienes liberan la presión para cumplir con los estrictos estándares femeninos, o se trata de mundo lleno de tóxicos químicos, o todo junto? ¿Qué pasa si, en lugar de tratarse de un mal tipo, estás atrapada en un sistema abrumador e interconectado? ¿Qué vas a hacer después? ¿A dónde vas entonces?

 

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Acerca de Martha Polk

Escritora de no ficción

Soy una escritora de noficción. Vivo en Atlanta, Georgia. Mis escritos tartan sobre películas y televisión, feminismo y cultura pop, y mis padres. Todo mi perfil puede leerse acá.

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