I

Es uno de esos atardeceres que justifican vivir en esta ciudad. Franco Berardi, Claudia –su compañera– y yo, caminamos por calle Catamarca mientras conversamos. Bifo dice que éste era un buen momento para venir porque en unos años le será más difícil. Tiene 69 años. Calcula su propia muerte para decidir los movimientos que hace. Le digo que me alegra que haya decidido conocer Rosario. Cuando llegamos a la puerta del sindicato le explico rápidamente lo que sé de la vida actual y reciente de Empleados de Comercio. Entramos a la sala donde junto a Adriano Peirone conversaremos públicamente con Bifo invitados por la Facultad Libre. Noto que ríe, parece alegre de estar acá. Saluda, lo saludan. Mientras proceso mis nervios como puedo, le cuento a esta pareja de italianos que, como ellos, viví en Bologna. “Un año como repositor de jugos en el Ipercoop de Porta Lame”, les tiro, sabiendo que es casi imposible que ese elemento tan banalmente cotidiano no les cause gracia. Explotan. Yo me río con ellos.

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Asomo la cabeza por entre el telón para ver si hay gente. Está repleto. Veo amigxs, conocidxs, rostros familiares a los que no les puedo poner nombre y desconocidos. Pibxs de veinti, personas de sesenti y, nosotrxs, los casi cuarenti. Las butacas no alcanzaron así que hay gente sentada en los pasillos del teatro. Circulan mates, se alistan cuadernos y anotadores, las pantallas de algunos teléfonos blanquean las caras de sus usuarios, otros rostros están concentrados en los libros que trajeron de sus casas o acabaron de comprar. Cae sobre todxs ellxs una luz entre amarilla y naranja que me transmite tranquilidad. La luz y el sonido son factores decisivos para nuestra sensibilidad. Vuelvo a pensar en el actual cambio de la luminaria urbana de la ciudad, una mezcla de apelaciones al costo y a la seguridad está haciendo volver a la luz blanca, incandescente, omnipresente. La luz naranja relaja, la blanca estimula. ¿Más estimulación necesitamos?

Vuelvo al teatro, a la gente que fue. Me pregunto cómo habrán llegado a leer a Bifo ¿En algún colectivo u espacio político? ¿En internet? ¿En la facultad? ¿Por amigos, docentes, compañeros, libreros, editores? La producción y circulación de libros tiene muchas modalidades (impresa, digital, privativa, colaborativa, feriante): ¿por cuál de ellas habrán llegado a títulos como Generación Post Alfa (2007), Félix (2013), La sublevación (2014), El trabajo del alma (2016), Fenomenología del fin (2017)? ¿Qué inquietudes, problemas y apuestas los retuvieron en esos textos? ¿Qué leyeron de Bifo que les hizo decir “esto está buenísimo, esto me sirve”? ¿Con qué no están de acuerdo?

¿Y qué hay de la efectividad? ¿En qué química social local hay un componente bifiano activo? ¿Qué clase de traducciones han tenido lugar? Me hago estas preguntas sin demasiado ánimo de responderlas: más aún, sin deseo de responderlas. No me interesa contestarlas sino disfrutar del vértigo de algo que se disemina, se diversifica y multiplica. Es casi un goce contemplativo, un goce político contemplativo.

II

Mientras repaso las preguntas que armé, escucho aplausos. Bifo y Adriano ya están sentados en la mesa, listos para arrancar la conversación. Luego de los agradecimientos y las presentaciones, le pedimos a Bifo que empiece hablando de Futurability, su último libro todavía no publicado en español. Toma el micrófono, sabiendo que lo primero es ir al punto donde late la objeción. Abre la boca y espanta un fantasma, que no es el del comunismo:

“Algunos amigos me dicen ‘Tienes que ver un médico, las cosas que escribes son demasiado pesimistas. Tienes que estar deprimido’. La verdad es que no lo estoy. Me parece que soy un materialista, y como materialista mi tendencia, mi deseo y mi actividad no es prever el futuro. Los materialistas no son profetas. Es analizar el presente. Y cuando analizo el presente, las cosas se han vuelto muy sombrías. Y en el presente podemos, no digo leer el futuro sino individuar tendencias, fuerzas, formas imaginarias que contienen mucho de lo que no puede no desarrollarse en el tiempo que viene. Y en esta actividad me di cuenta del hecho que la década que viene está marcada: el nazismo vuelve en larga parte del mundo. No quiero ser demasiado asertivo, pero veo desde las Filipinas a Estados Unidos, a la Italia a la Hungría, a la Rusia, a la Argentina de Macri. Es una tendencia clara hacia la violencia y el regreso de la esclavitud y la guerra. Me  parece inscripto en el presente. Y como los amigos me dicen ‘Estás deprimido, querido, tiene que ver un médico’, he decidido escribir un libro donde no hablo de este futuro sombrío”.

Hubo un tiempo, hace diez años atrás, en que lo leíamos y nos parecía que estaba yendo hacia una versión posobrerista del Apocalipsis. Ahora, un colapso financiero global, una masa social que pide venganza (y ya no reparación), un cambio de gobierno y un terremoto regional que amontonó muchas cosas a la derecha después, sus indicaciones se volvieron datos de lo cotidiano. En ese escenario, creo que no sólo sus amigos lo han interpelado por lo sombrío: intuyo que él mismo decidió empezar a buscar los puntos de potencia que nos saquen de esto. Lo escucho y me acuerdo de Heráclito. Debe ser por lo de “Oscuro”, pero también por lo de pensar el cambio y ser uno mismo capaz de cambiar. Y de cambiar el modo de pensar los cambios. Futurability es la búsqueda de la posibilidad. Una pequeña revolución copernicana que pone el eje donde antes estaba el margen: “En Futurability intento analizar el presente e implícitamente definir la tendencia hacia la cual estamos andando, pero al mismo tiempo intento decir que la posibilidad no está cancelada. Si el poder es la imposición de una forma sobre las muchas posibilidades y la potencia es la energía que hace posible el desarrollo de una posibilidad, la posibilidad es un campo que tiene el carácter de ser no infinito pero múltiple, hay muchas posibilidades en cada instante”.

Ezequiel Gato, Adriano Peirone, Franco «Bifo» Berardi

III

Está lloviendo mierda, un cáncer de locura, odio y tristeza se esparce por los cuerpos y experiencias, y a veces a uno le queda la sensación que preguntar es un lujo o un bien superfluo. Me digo que no, que es también por no preguntar que se arman las catástrofes. Le preguntamos, lxs que estábamos sentados a su lado y en las butacas y el piso, por la memoria y la transmisión generacional, por la imaginación y la política, por el vínculo entre trabajo y salario, por los memes como comunicación política, por el feminismo y las alternativas, por los riesgos del desempleo en Argentina. De mi parte, hay una pregunta que hace tiempo que me gustaría hacerle a Bifo. Sobre las alternativas a la economía de las finanzas, el endeudamiento, los salarios a la baja y la expansión de cierta desalarización (que llaman emprendedurismo pero es un monotributismo precario) que no tiene nada de liberador. Sé que se la voy a hacer cuando lo escucho decir:

 ¿Qué hay de posible hoy que no podemos ver debido a la Gestalt dominante? Un desarrollo del conocimiento y la tecnología según los intereses de la mayoría de la sociedad. ¿Es una desgracia si, por la inteligencia artificial, desaparece el 50% de los empleos? No, no lo es. Es una posibilidad extremadamente rica”. Y: “Autonomía significa tener la capacidad de desarrollar la posibilidad por fuera del dominio del capital. Esto, que es muy bueno a nivel teórico, siempre choca con la respuesta que viene del capital. Por eso no se puede olvidar un elemento antagónico, pero el acento tiene que estar puesto sobre la autonomía”. Y: “¿Qué expectativas tenemos? ¿Qué estamos esperando? Aquí entra el problema de la imaginación. ¿Puedo esperar volar? No. ¿Puedo imaginar vivir en condiciones que no sean de esclavitud? Actualmente, no. Pero es posible. Es posible pero no lo vemos, es posible pero no la imaginamos”.

Entonces, le cito algo que escribió en El trabajo del alma (2016) y le pregunto sobre las experiencias y deseos poscapitalistas: “¿Detectas alternativas en ciertas formas y prácticas económicas actuales? Y ¿cómo pensás la salida del salariado, y de la deuda, que impiden el desarrollo de otras posibilidades?” Garabatea algo en su cuaderno, se toma un instante para hacer la logística de sus ideas y dice:

“Antes que nada, hay que dar una definición de riqueza. No hemos entendido bien qué significa riqueza. En el tiempo capitalista y al interior del patriarcado es esencialmente un concepto acumulativo. La acumulación como pulsión patriarcal de objetivación. Pero riqueza es la posibilidad de gozar. Parece escandaloso pero es sencillo. Además, hemos aceptado la superstición del salario, la idea de que si no trabajas no puedes sobrevivir. Es una creencia que se superpone a la realidad y transforma las posibilidades en una Gestalt. El salario es una fuerza, una imposición. Hoy ya no es necesario. La potencia de la tecnología nos ofrece la posibilidad de emanciparnos del trabajo. Yo no estoy proponiendo la pereza generalizada, lo que estoy proponiendo es una liberación de la actividad humana de la forma salarial.”

Pienso que Bifo retoma al Marx y el Engels de la Ideología Alemana cuando dan aquella célebre definición del comunismo –compuesta por dos tercios campesinos, un tercio literario y, llamativamente, cero elemento industrial: “apacentar el ganado, pescar, hacer crítica literaria”– como un tipo de organización del trabajo y la sociedad que no fuerza a quedar fijado en una posición para garantizarse la subsistencia, dando “a cada uno según sus necesidades y recibiendo de cada uno según sus posibilidades”, permitiendo el desarrollo de diferentes capacidades. Un comunismo genérico. Bifo se apuntala ahí, pero deja de lado la hipótesis esencialista de Marx, que suponía que así habíamos sido en un comienzo (el comunismo primitivo) y que la división del trabajo nos había convertido en esclavos de las separaciones humanamente producidas, que el comunismo vendría a re-unir y superar.

Sometiendo la cuestión del trabajo a la riqueza de disponer del propio tiempo, Bifo radicaliza esta versión de la actividad venciendo al trabajo y, así, toma posición frente a la otra gran perspectiva que ha definido la cultura obrera: la que reivindica al trabajo no sólo como productor de valores sino como principio identitario y modo de producir mundo. Rechazo o apropiación. Esa tensión entre la riqueza del tiempo y la cuestión del trabajo como modo de adscripción, es un aspecto que deja (o vuelve) a dejar planteado un dilema que, incluso con las grandes diferencias entre las condiciones europeas y las argentinas, no cesa de ser una tensión política fundamental.  Creo que esa discusión, ramificada de múltiples maneras y expresada en innumerables tópicos (empleo y desocupación, derechos sociales, inteligencia artificial, trabajo y feminismo, la producción no remunerada de información, renta universal, 1% vs. 99%, salario ciudadano, etc.) la seguiremos teniendo durante un buen tiempo. Me quedo pensando en que necesitamos una investigación amplia y articulada sobre las prácticas concretas que hoy construyen mundos poscapitalistas, para multiplicarlas, pensarlas, visibilizarlas; para tirar del hilo de las posibilidades, para devenir tendencia.

IV

Encontrarse con alguien que uno ha leído no siempre garantiza un buen encuentro. A veces es mejor no conocer a los autores. Los nervios, no tener nada para decirse fuera de los textos, la hosquedad y la timidez, entre tantas otras posibilidades, pueden aparecer y teñir de un gris real a la fantasía multicolor. Viceversa, llegar con expectativas muy bajas puede resolverse en una alegre sorpresa. Esta vez las expectativas eran altas y lo que sucedió nos dejó a muchxs entusiasmadxs,  pensando que un diagnóstico, aunque oscuro, si bueno, es luminoso; que algunas provocaciones son como umbrales para abrir el juego.

Durante toda la charla, presté atención a la gesticulación de Bifo. Piensa con las manos, me dije en un momento. Las usa como un actor dramático, de una obra de Shakespeare o de Fritz Lang, o como he visto en fotos que gesticulaba Foucault. Palmas hacia arriba, dedos flexionados. Forman un conjunto tenso que aferra una idea. Que no se ve, pero está ahí, entre las manos. Las ideas, pienso cuando miro a Bifo hablar, son eso que, muchas veces, hace hacer a las manos.

 

 

 

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Sobre el autor:

Acerca de Ezequiel Gatto

Nació en Rosario en 1979. Es docente, historiador, traductor y doctor en ciencias sociales. Participa, colabora y articula con diversos proyectos editoriales, artísticos, y políticos y escribe para diferentes medios. Acaba de publicar Futuridades. Ensayos sobre política posutópica (Casagrande, Rosario, 2018). 

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