Para algunos sería un ejemplo de superación. Un modelo para los jóvenes que viven en situaciones de pobreza extrema y no encuentran otra salida que las armas y el narcomenudeo. Sin embargo, para otros representa exactamente lo contrario: una expresión de valores que rozan lo delictivo y en particular de la violencia de género. La polémica que rodeó a L-Gante durante su presentación en Rosario el 7 de octubre es poco más que un incidente en la vertiginosa carrera del cantante, pero puede ser reveladora de las ideas que moviliza su éxito.

La polémica surgió a propósito de la declaración de visitante distinguido de Rosario que recibió L-Gante del Concejo Deliberante antes de su recital en el estadio de Newell’s, el 7 de octubre, y en principio fue una versión local del debate generado después de que Cristina citara a L-Gante para reivindicar el programa Conectar Igualdad. El trapero suele contar que escribió sus primeras canciones con “la computadora del gobierno”, y a partir de la mención de la vicepresidenta dio un nuevo salto en su popularidad y se consolidó como figura mediática.

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La música hecha otro

La sensación primordial que a uno le impacta cuando escucha un tema de (t)rap es que acaso esa canción no se compuso para “gente como uno”. Una breve historia con deriva rosarina.

Después del recital circuló una foto de L-Gante con Ariel Máximo Cantero, el Viejo, líder de los Monos. Y un audio del visitante distinguido: “Un saludito ahí para Ariel Cantero de parte del L-Gante pa”. No aclaró si se refería al padre o al hijo preso en la cárcel de Marcos Paz, pero el detalle es secundario ante la muestra de simpatía hacia la familia del narco y lo que implica no tanto para él como para los rosarinos: un reconocimiento a la importancia de Los Monos.

La concejala Caren Tepp explicó que la iniciativa para honrar al trapero surgió del Laboratorio de Hip Hop que funciona en el Distrito Siete. “Más allá de gustos, hay íconos y eso estimula a pibas y pibes a ir tras sus sueños a partir de la música, del arte”, dijo al presentar la propuesta en el Concejo Deliberante.

“Es la clara evidencia de que se puede”, agregó Tepp al entregar la distinción junto con la presidenta del Concejo, María Eugenia Schmuck, “Estos pibes nacieron en tiempos de hambre, desocupación y exclusión, ¿qué pretenden que hagan? Hay que agradecer al cielo que en vez de agarrar un arma se pongan a hacer música”, había dicho previamente a los concejales de Juntos que se opusieron a la propuesta.

La concejala Daniela León, en cambio, dijo que las letras de L-Gante “ejercen violencia simbólica de género” y leyó fragmentos de canciones para fundamentar su rechazo a la iniciativa. Entre otros versos, citó uno entresacado de “Titubeo”, un hit que L-Gante canta con Homer el Mero Mero en medio de una coreografía de chicas que perrean de espaldas y chicos que muestran cara de malos: “Tu wacha se moja la tanga cuando yo rapeo”.

El color del dinero

“Titubeo” acredita más de 57 millones de reproducciones en YouTube. La cita de León está fuera de contexto, pero el sentido no se ve precisamente afectado. El tema está planteado con la lógica de la batalla de gallos, en la que el cantante se dirige a un rival y argumenta su superioridad. El enfrentamiento aparece en este caso particular con alusiones a la venta de drogas en la villa y formulado en plural, como si se tratara de un diálogo entre bandas.

La referencia a la mujer del rival es un tópico en ese tipo de estructuras: se entiende que la derrota y la humillación del otro alcanzan una culminación cuando el cantante declara que le pone los cuernos, o que seduce o excita a su mujer, como declara “Titubeo”. El video, además, exacerba la cosificación de las mujeres que es ya una marca de estilo en las realizaciones al multiplicar su presencia alrededor de los cantantes.

Si bien no hay una referencia directa, “Titubeo” alude a la venta de drogas como actividad full-time y negocio de alta rentabilidad (“Bien marihuanero, 24/7 y sumando lo cero”). La canción menciona a la villa y no al barrio, quizá porque este espacio representa para muchos artistas de música urbana una suma de valores positivos: el barrio es el lugar de origen y de pertenencia y exige una relación de afecto y respeto, como L-Gante le echó en cara a Zaramay en la polémica que sostuvieron a través de videos y de publicaciones en Instagram.

Esa polémica contuvo referencias significativas a las fotos que Zaramay se tomó en Rosario en compañía de integrantes de Los Monos y que le costaron treinta días de prisión preventiva. El trapero que se presenta como “el cabecilla de la ola” y “el jefe del malianteo” (subgénero del reggaetón, derivado de la palabra maleante) y que ha grabado canciones con figuras tan caracterizadas como Rafael Di Zeo intentó explotar el incidente a su favor. La publicidad, sin embargo, terminó por ser negativa y generó el apodo despectivo de “Fantasmay”: es decir, al posar con armas mostró una imagen falsa (fantasmeó, en la jerga del ambiente) y según criterios muy difundidos en los circuitos del conurbano bonaerense un artista debe respetar el mandato tradicional del hip hop de “mantenerse reales” y no hablar de algo ajeno a sus experiencias de vida.

La referencia al dinero, la ostentación de la ganancia, es por otra parte un motivo insistente en el trap. Natalia Tosello, integrante de la Red de Investigadores de Rap y Hip Hop, señala que “el dinero dentro de los imaginarios del trap argentino se convierte por momentos en un objetivo en sí mismo en tanto sinónimo del éxito”. L-Gante tiene su frase célebre al respecto: “Yo no quiero hacerme cheto, yo quiero hacerme millonario”.

Ni siquiera las referencias a la vida criminal suponen una alternativa a esos valores. Al margen de que tanto L-Gante como Zaramay se preocupan por tener “mensajes positivos” para desalentar el delito, el bandido o el capo narco viene a ser una figura que realiza el mismo objetivo de enriquecerse y puede ser citada hasta por Nicki Nicole en “Wapo traquetero”, su mayor éxito.

Las canciones de Homer el Mero Mero plantean una excepción en esas representaciones de la vida criminal. Sus letras contienen clisés del gangsterismo pasado por el cine (como la canción “El mundo es tuyo”, frase célebre de Scarface) y también aproximaciones veristas al mundo narco: “Mala fortuna” relata la historia de un joven que “quiso entrar al negocio de la calle” y “le mintió a la mafia” con las consecuencias de rigor; el video está ambientado con una coreografía de mujeres exhibidas en ropa interior alrededor de lo que parece una mesa de producción, es decir en una especie de alegoría de la explotación.

A diferencia de Zaramay, las referencias de Homer al mundo narco son aceptadas y consideradas verosímiles por lo que se sabe respecto de su vida antes de dedicarse a la música. Oriundo de Cutral Co, y de una zona marcada por la desocupación y los orígenes del movimiento piquetero, pasó su primera noche en Buenos Aires en una comisaría después que la policía lo detuviera con su provisión de marihuana: escena emblemática en su historia de vida (como la cuenta al ser entrevistado en el ciclo de videos Fideos con Duko) que ilustra además el equilibrio que debe mantener el trapero entre el reclamo de ser veraz y la necesidad de construir una imagen de artista exitoso.

La ley del mercado

Si la emergencia del trap en Argentina responde a un movimiento autogestionado que se formó en plazas y en barrios de distintas ciudades, al margen de las discográficas, su desarrollo actual está encuadrado dentro de la industria. Los artistas consagrados generan marcas y el mercado los recibe con los brazos abiertos: Duki desarrolla su propia línea de ropa y promociona a Brahma, L-Gante grabó un spot para Mercado Libre, Cazzu es modelo de Umbro Complot, Ford auspicia las entrevistas de Caja Negra y el director de Sony Music Argentina se entusiasma ante una generación “que tiene un espíritu colaborativo súper interesante”.

El trap es así la inversión radical de las líneas de crítica social que caracterizaron a distintas tendencias del rap. En sus canciones la celebración del dinero se transforma en ostentación del consumo, lujo, derroche y fetichización de lo que el mercado tiene para ofrecer.

Un recorrido de Javier Ledesma sobre 408 canciones detecta menciones reiteradas a Air Jordan de Nike, Gucci, Lamborghini, Louis Vuitton, Ferrari, Dolce & Gabanna y Rolex, al margen del hit de Nicki Nicole, “No toque mi Naik”.

La celebración del dinero se asocia con la cosificación de las relaciones personales. Natalia Tosello advierte que esa cosificación no es unidireccional, es decir, no solo implica a las mujeres sino también a los hombres (como puede verse en el video de “Turra”, de Cazzu, entre otros).

El trap haría evidentes de esa manera las relaciones alienadas que la hegemonía del mercado impone a la sociedad y en consecuencia de la valoración del éxito como resultado de una empresa individual.

“La política no sólo es ciega respecto de los tipos como L-Gante. La opacidad que reviste el fenómeno a los ojos de la política es el indicio de una frontera que es de clase”, escribió Pablo Semán en un artículo en el que cuestionó las visiones del trapero como hijo pródigo del plan Conectar Igualdad o, al contrario, como expresión de la política clientelar.

“Celebro el reconocimiento aunque me preocupa la delgada línea discursiva que lo separa de los argumentos meritocráticos que tanto daño nos hacen”, escribió un usuario de Twitter cuando se anunció la distinción a L-Gante en Rosario. Porque contra lo que afirman quienes lo distinguieron el éxito del trapero es en realidad la demostración de que de esa manera no se puede, de que los mecanismos de la industria funcionan en base a la exclusión de las mayorías y a su reducción al rol de consumidores. Es cierto que de sueños también se vive, pero el éxito individual así entendido no es sino el reverso de la frustración colectiva.

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Sobre el autor:

Acerca de Osvaldo Aguirre

Nació en Colón. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Es periodista, poeta y escritor. Ha publicado poesía, crónica, novela y ensayo, entre los que destacan: Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994), El General (2000), Ningún nombre (2005), Lengua natal (2007), Tierra en el aire (2010) y Campo Albornoz (2010), y reunió sus tres primeros libros en El campo (2014). Fue editor de la sección Cultura del diario La Capital de Rosario.

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