El mar y el cielo funden sus celestes en una imagen que promete cosechar cientos de corazones en Instagram. Las palmeras se mueven a merced del viento, aunque algún distraído podría pensar que tienen vida y bailan al ritmo de la pegadiza canción en portugués que llega desde un hotel cercano. Un nene pelea con las olas en su intento por construir un castillo de arena, ajeno al surfista que a sus espaldas ya perdió esa batalla e intenta recuperar su tabla. De la nada, dos aviones caza pasan en vuelo rasante sobre el agua y se roban el protagonismo en ese paraíso. No, no se trata de un espejismo aunque a primera vista lo parece. Un rato más tarde habrá otros aviones. Y al día siguiente también. Y al otro.

En el paraíso, en mi paraíso, «están jugando juegos de guerra». Como acto reflejo culpo a mi limitado portugués. Pero no hay malentendido, no hay nada lost in translation aunque lo que está sucediendo es muy estilo Hollywood: militares de todo el mundo vinieron al nordeste brasileño para entrenar ante una eventual guerra mundial. Cruzex 2018, me cuentan, es el mayor ejercicio militar en la historia de Brasil. Tremenda cita no sólo coincide con el G20 en Buenos Aires, algo que remarcan los medios locales. Aún más importante: coincide con mis vacaciones. Me pregunto si mi corazón de periodista podrá ignorarlo. Sé la respuesta.

Apertura Cruzex 2018.


Cuatro aviones chiquitos sobrevuelan las olas. Si se les presta atención, sus movimientos parecen coreográficos. Dos turistas, a mi lado, comentan que hay muchos militares alojados en los hoteles ubicados en Punta Negra, como se llama ese pedacito de la ciudad de Natal en donde estamos parados. Otro acto reflejo: en mi cerebro aparece Tom Cruise enfundado en el uniforme de piloto que le permitió dar el primer paso hacia al estrellato. Pienso que uno de mis primeros contactos con la guerra (Malvinas me agarró muy chica) fue gracias a un Cruise prehistórico. Antes, mucho antes de sus múltiples misiones imposibles, mucho antes de su cruzada por la Cientología. Tan antes de todo que, recuerdo, al ver Top Gun con mis hermanas dudamos cuál de todos era «el galán». Lo descubrimos de la peor manera: cuando se estrelló el avión que manejaba la coestrella de la peli, Anthony Edwards, y ya no quedaba otro que ese petiso fachero (Edwards después lograría el protagonismo en ER Emergencias como el adorable Mark Green, pero ese es otro tema).

Escena de Top Gun.


Cien aeronaves de siete países realizan el ejercicio militar aéreo en Natal. Hay invitados de Chile, Perú, Uruguay, Estados Unidos y Francia, además de observadores de Bolivia, India, Suecia, Reino Unido y Venezuela. En Natal está la base aérea más grande de Brasil. En realidad, está en Parnamirin, acá cerquita, a unos 18 kilómetros. Una ciudad que durante algún tiempo se llamó Eduardo Gomes en honor a un gran aviador brasileño: al tipo incluso le hicieron un monumento en el que gastaron muchísima plata, pero la gente se enojó porque había otras prioridades donde poner esa plata y la bronca acumulada hizo que volviera a ser Parnamirin poco después, me cuentan.

Antes, mucho antes de que las guerras de transmitieran en directo por televisión, se las leía en el diario. O, en mi caso, se las escuchaba por radio. En el verano del 91 me había ido de vacaciones con mi familia a Villa Gesell. No era común en esa época que hubiera televisores en los departamentos que se alquilaban por temporada, eran un lujo que pocos podían tener. Recuerdo cómo se aceleraba mi corazón al escuchar por radio el minuto a minuto de los aliados en la operación Tormenta del Desierto. Había un nuevo «capítulo» en cada siesta, cuando el sol era demasiado fuerte como para que me dejaran estar en la arena, mientras el resto de la familia se entretenía durmiendo un rato, leyendo best sellers o haciendo crucigramas. En ese momento la guerra me fascinaba como un radioteatro bizarro en donde los buenos (aliados) batallaban contra el perverso dictador Saddam Hussein. Faltaba un tiempo aún para que comprendiera la lógica de la política exterior estadounidense (y una de las reglas más certeras de la vida): los peores enemigos son quienes alguna vez estuvieron muy cerca.

¿Por qué la base aérea más importante de Brasil está en Natal? Durante la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses eligieron Natal como base aérea porque es la punta más nordeste de Brasil, la más cercana a África. Pura estrategia. Entre 1943 y 1945 sus aviones no tenían autonomía para hacer viajes largos y tenían que cargar combustible en algún lugar. El aeropuerto de ese momento se convirtió entonces en base aérea donde los vuelos comerciales se mezclaban con aeronaves militares estadounidenses y brasileñas. «Acá en Natal hay una playa bautizada popularmente Miami Beach. Era la preferida de los yanquis cuando se instalaron en este paraíso», me cuenta un argentino que hace veinte años vive en la región. Días más tarde me llevan al lugar. No está mal la playa, ubicada en el centro, aunque todavía no entiendo qué le vieron de Miami.

Antes, mucho antes de que las guerras se transformaran en memes y debates tuiteros, se las veía por televisión. La mañana del 11 de septiembre de 2001 estaba llegando tarde a mi trabajo en el diario El Ciudadano. Iba en taxi. «Podés creer que un tonto que iba en avioneta se estrelló contra las Torres Gemelas», me dijo el tachero. Estaba demasiado dormida como para responder, apenas se detuvo le pagué y subí corriendo las escaleras para llegar a redacción. Al segundo avión lo vi estrellarse en vivo y en directo. Siempre fue una redacción ruidosa y caótica pero ese día sobraba silencio. Ese día supe, tuve la certeza, de que todo había cambiado. Me hice adicta a la CNN durante semanas, fue una época en la que dormí poco. Tenía la falsa sensación, aún la tengo, de que si tengo suficiente información (sobre lo que sea que me preocupa) voy a sentir que las cosas están bajo control.

El sol pega fuerte porque estamos cerca de la línea del Ecuador. Me doy vuelta en la reposera y aprovecho la sombra de mi propio cuerpo para revisar Twitter en mi celular. En mi TL se acumulan chistes sobre Macri, Trump y todos los líderes del G20. Algunos me hacen reír más de lo que deberían. Pienso en las amenazas del excéntrico líder de Corea del Norte, personaje que en el momento más álgido del conflicto con Estados Unidos aparecía en redes sociales como protagonista de bromas de humor negro: sonrisa de oreja a oreja, con un arsenal de fondo, deseando «Buen fin de semana». Tres helicópteros sobrevuelan el océano, se los ve diminutos, a lo lejos. La voz del brasileño que está a mi lado sube de tono y me obliga a prestarle atención. «Ahora con Bolsonaro se nos vienen tiempos complicados, los militares van a tener más presupuesto», lamenta. Pienso con tristeza en los memes que llegarán en su debido momento cuando se debata si aún «la alegría es brasileña». Me vuelvo a dar vuelta en la reposera y miro el turquesa del mar hoy. Extraño los cazas de Cruise, quiero que la guerra vuelva a ser de celuloide y debatir con mis hermanas quién es el protagonista de Top Gun, porque ese petiso fachero seguro que no es, no puede ser, creeme, apostamos lo que quieras.

mamografia
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Acerca de Fernanda Blasco

Periodista

Periodista (TEA) y Profesora en Letras (UNR). Participó con gran adrenalina del nacimiento de tres importantes proyectos periodísticos: el diario El Ciudadano (1998) donde fue redactora, el diario digital Rosario3 (2006) donde fue subeditora, y el portal Rosarioplus (2015) donde armó el proyecto y fue editora. En la actualidad, es consultora en comunicación digital. Además, […]

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