“Un poeta como Juan L. Ortiz siempre está vivo”, dice Sergio Delgado. La reedición de En el aura del sauce es una prueba: en dos volúmenes que totalizan más de 1600 páginas, la obra del poeta entrerriano incorpora poemas inéditos, traducciones desconocidas, correspondencia, textos en prosa y hasta unas versiones de poemas de Mao Zedong que habían quedado traspapeladas, además de nuevos estudios críticos que focalizan distintos aspectos de su vida y de su experiencia literaria.

Publicada por Ediciones UNL y Eduner, bajo dirección de Sergio Delgado, En el aura del sauce reúne en el primer volumen los trece libros de poesía escritos por Ortiz entre 1924 y 1971 más los textos de la serie que presumiblemente preparaba al morir y en el segundo, prosas, poemas dispersos, artículos, conferencias y traducciones, a través de cinco capítulos que recorren la vida del poeta en orden cronológico y arman una biografía en la que, como decía el poeta, no cuentan tanto las referencias concretas como “los años y el estudio y la experiencia, sobre todo la experiencia, la experiencia poética, la experiencia humana, la experiencia íntima”.

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La reedición de En el aura del sauce aparece a cincuenta años de su primera edición, en la Editorial Biblioteca: el 15 de mayo de 1970 terminó de imprimirse en los talleres de pasaje Zanni 671, Rosario, el primer volumen de los tres con que la editorial de la Biblioteca Constancio C. Vigil presentó la obra de Ortiz. Un hito todavía poco valorado en la historia cultural del Litoral.

Trabajo de artesanos

La edición de la Vigil fue un proceso que se extendió entre 1967 –cuando la editorial acordó la realización de la obra con Ortiz– y 1971 –año de impresión del último volumen y de presentación de la obra– y que tuvo como grandes impulsores a Rubén Naranjo, director de la editorial, y Hugo Gola, poeta y amigo de Juan L. entonces residente en Santa Fe.

Ortiz (1896-1978) se había pagado hasta ese momento las ediciones de sus libros con un sistema parecido a lo que hoy se llama preventa; era “el poeta que ignoraron”, como dijo Francisco Urondo, en relación a su falta de reconocimientos por parte de las instituciones, aunque los nuevos escritores del Litoral lo reivindicaban como modelo, entre ellos el propio Urondo, Juan José Saer –incluso en una discusión con Borges, a mediados de los 60– y Hugo Gola. “Recuerdo muy bien el día que con Rubén Naranjo, en representación de la editorial, fuimos hasta su casa de Paraná, para convenir la publicación –cuenta Gola en su libro Las vueltas del río–. Muy sorprendido Juan ante la propuesta, me llevó aparte para decirme que cómo iban a solventar los gastos de una edición tan costosa”.

Gola tranquilizó a Ortiz. La Vigil no sólo se haría cargo de la edición: “le contesté que los editores disponían de los medios y que lo único que él debía hacer era reunir todos los poemas escritos hasta ese momento, ya que, según me habían dicho, contra esa entrega ellos le pagarían la totalidad de los derechos de autor de una edición de 3 mil ejemplares”.

En Homenaje a Juan L. Ortiz (1994), una película de Marilyn Contardi, Rubén Naranjo recuerda que el plan de la editorial era inaugurar la colección Homenaje con En el aura del sauce. Pero “Juan era muy exigente, quería saberlo todo, hasta las últimas consecuencias” y la edición –una obra artesanal, tanto porque utilizó la antigua composición en plomo fundido en linotipo como por el extremo cuidado puesto sobre las pruebas– tardó tanto que debieron comenzar con la obra poética de José Pedroni.

“La técnica de creación del libro de aquellos años, los sesenta, presentaba el aspecto de un taller de impresión que respondía a antiguas formas de la imprenta –dicen Naranjo y Raúl Frutos en «El genocidio blanco», una memoria de la Editorial Biblioteca-. Y cada vez que era necesario introducir una corrección en el texto, determinaba mover una columna de cajas de plomo donde el libro estaba incluido”. Además la imprenta de la Vigil “no poseía máquinas rápidas” y también debía atender las necesidades de papelería de las diversas oficinas y departamentos de la Biblioteca.

Ortiz pasaba sus manuscritos en una máquina de escribir de cuerpo 6 y en papel arroz, y hacía sus correcciones entrelíneas, con letra igualmente minúscula. “Las correcciones eran lentas, minuciosas, muy espaciadas, con algunas particularidades tan imprevisibles como que le facilitó a un amigo las pruebas de galera del tomo II. Ese amigo nunca las devolvió y Juan nunca recordó a quién se las había dado. Esta circunstancia determinó tener que volver a copiar todo el tomo con aquellas técnicas lentas”, agregan Naranjo y Frutos.

La edición incluyó también una producción fotográfica de Esteban Courtalón y Luis Montpellier y otra fílmica, el corto en 16 mm. Un film sobre Juan L. Ortiz, de Marilyn Contardi (1971), proyectado en las primeras presentaciones, y el acuerdo para publicar un cuarto tomo de En el aura del sauce. El poeta empezó a recibir una mensualidad de la editorial a cuenta de los derechos de autor de ese volumen. “Ortiz entonces vivía con muchas dificultades de una modesta jubilación y esta pequeña suma de dinero le resultaba, sin duda, de gran ayuda”, comenta Delgado.

En mayo de 1975 Hugo Gola se fue del país y ya no podría regresar por un largo tiempo, debido a las circunstancias políticas; el golpe militar de 1976 paralizó las actividades de la Vigil y la intervención sobre la Biblioteca, en 1977, destruyó 80 mil ejemplares de distintos títulos y entre ellos la totalidad de ejemplares que había en depósito de En el aura del sauce, entre 1000 y 1200, según cálculos de Naranjo. En medio de esas circunstancias, los inéditos de Ortiz se perdieron. No obstante, la reedición actual incluye la sección “A la orilla del aura”, con once poemas que pudieron haber sido parte de ese proyecto, “(todavía) en ciernes”, anota el editor.

Un envío

En 1996 Ediciones UNL publicó la primera reedición de En el aura del sauce con material inédito y un conjunto de estudios sobre la obra. La que acaba de aparecer sube la apuesta editorial en todo sentido: no solo porque reúne la totalidad de los libros de poesía en un volumen –de acuerdo a la tesis de Delgado, según la cual Ortiz escribió un solo libro– sino también porque incorpora ensayos que abren nuevas posibilidades de lectura sobre un corpus que parecía cerrado: las de “un poeta traductor, aunque esa faceta no haya sido aún lo suficientemente explorada”, dice por ejemplo Santiago Venturini en un artículo dedicado a las traducciones realizadas por Ortiz; un poeta que no estuvo tan aislado como la figura que construyó el descubrimiento periodístico de los 70 sino que participó de una intensa trama cultural y fue tempranamente reconocido por los intelectuales del Partido Comunista, como expone Agustín Alzari

Además de las notas preliminares de Olvido García Valdés y Marilyn Contardi se agregan también artículos de Edgardo Dobry,  Fabián Zampini y Miguel Ángel Petrecca y una minuciosa cronología de Mario Nosotti. El historiador José Carlos Chiaramonte relata una historia personal: en septiembre de 1975 Ortiz le regaló los tres tomos de la edición de la Vigil que tenían en su interior tres hojas plegadas con traducciones de poemas de Mao Zedong.

“Surge la inquietud de saber si fue fruto de un descuido o de la decisión de darlos a conocer de alguna manera”, dice Chiaramonte a propósito del acting de Ortiz, distracción y también envío. “Es la impresión que se tiene respecto a muchos papeles de Juan L. Ortiz –comenta Sergio Delgado–: por momentos es difícil decidir si el poeta los dejó olvidados, si están todavía en proceso de trabajo o si son una suerte de carta enviada al futuro”. En curso a través de esas lecturas, contra cualquier idea de cierre, “En el aura del sauce”, “es un libro abierto”.

 

 

Cámara de Diputados de Santa Fe
Sobre el autor:

Acerca de Osvaldo Aguirre

Nació en Colón. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Es periodista, poeta y escritor. Ha publicado poesía, crónica, novela y ensayo, entre los que destacan: Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994), El General (2000), Ningún nombre (2005), Lengua natal (2007), Tierra en el aire (2010) y Campo Albornoz (2010), y reunió sus tres primeros libros en El campo (2014). Fue editor de la sección Cultura del diario La Capital de Rosario.

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