Interior-Noche. Mercedes Gómez de la Cruz* está en el sótano sudoroso del bar Berlín con amigas de la facultad. En el camino de la barra a la pista el DJ dispara “Out of focus” de Mick Jagger una canción que de arranque no parece compuesta para ser bailada pero su cuerpo sale eyectado, convencido que se puede bailar cualquier cosa que suene. “Esta chica debe tener un tatarabuelo africano o algo así”, recuerda que dijo una de las compañeras cuando la vio venir meneando exuberante. Y Mercedes confía que sí. Que a pesar de la blancura de su piel hay alguna herencia negra que se deja entrever en las motas de su pelo. Y no sólo ella, sino que todos, en este continente cuya acumulación originaria se hizo a costa de sangre africana e indígena, compartimos esa vena y su latido.
“Música nocturna / de toda fiesta / Yo, tan blanca, no comprendo la negrura de mi danza / ¿quién seré en esta noche mágica”
De ese hilo que se esconde dentro de una canción pero que también es capaz de trenzarse en una historia, Mercedes empezó a tirar y tirar para enhebrar los poemas que componen su libro Soy fiestera. Pero sobre todo fue el desafío, allá por fines de los 90 y comienzos del año 2000, que se encendió en una sobremesa con amigues evocando una fiesta reciente. “Vas a tener que escribir un libro que se llame así”, la desafió la poeta Irene Ocampo y Mercedes –que esa noche hablaba de una celebración llena de baile– le tomó la palabra y se puso a escribir no sólo con los dedos en el teclado, sino con todo el cuerpo. Así nació Soy fiestera (coeditado primero en 2006 por Junco y capulí y La Creciente) reeditado después de 15 años por Le Pecore Nere.
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El nuevo libro cuenta con ilustraciones de Cris Rosenberg y prólogo de Cristian Molina y contiene unos poemas que no formaban parte de la primera edición, y que la autora escribió a partir de unas fotos analógicas de la noche rosarina de fines del siglo veinte tomadas por el fotógrafo rosarino Luis Vignoli.
“Me puse a pensar en cosas que pudieran entrar y estar abrazadas por ese título, y que a la vez tuvieran que ver con el gusto por el baile y a la vez iba investigando, bailando, y escribía esos poemas”, cuenta Mercedes.
El proceso de escritura de esa primera edición le llevó tres años pero sostiene que se venía gestando desde antes. De las fiestas familiares donde ella, su hermana, su madre, su padre y sus tías bailaban y también de la niña que fue y soñó con ser bailarina clásica de rodete y tutú. El rigor la hizo desertar de esa danza pero el amor al baile siguió intacto. “Fue atravesar un vector de toda la vida, tratar de pensar cuales son las cosas que juntan el baile con la poesía y a su vez cómo se juntan esos dos amores tan diferentes. Muchas veces en la poesía se tiende a pensar que no está involucrado el cuerpo, pero los poemas se hacen con el cuerpo”, dice y asegura que están pensados con la voz, porque mientras escribía el libro leía en voz alta. Tanto es así que las primeras lecturas en público fueron completamente performáticas. Mercedes aparecía con una boa de plumas color violeta enroscada al cuello y el cuerpo bailaba mientras leía. “Un poco lo hacía para probar y otro poco porque sentía esa corporalidad como una urgencia. Porque la poesía es forma y contenido y para mí era necesario que tuviesen esa forma”, cuenta.
De la noche, de la danza, de la charla con amigues pero también de un recorrido a contrapelo de la historia oficial que dice que no somos negros, se hizo Soy Fiestera. De la poesía de origen africano, de los autores caribeños, de escuchar mucha música y también (¿porqué no?) desde un quehacer decolonial. “Sabiendo que no estaba inventando nada, pero que abrevaba de una tradición, de tomar algo y de recorrerlo”, sostiene Mercedes.
Tanto la edición de 2006 como la de 2021 abre con la frase de Charly García que incluye en la banda sonora de su vida: “La alegría no es sólo brasilera”. Entonces la poesía de Mercedes también nace de preguntarse cómo sería la alegría no brasilera, cómo sería la alegría argentina. ¿Por qué no bailan? Interroga Mercedes en un poema que lleva ese nombre y enseguida ordena: Bailen, bailen, bailen.
“Negra para el baile/quiero ser. Negra con motas que/tambores a mi paso suenen/pájaros de la selva que/mis ojos sean/ ojos de tigre buscando/buscando”.
“Creen que estoy endemoniada/no es así/solamente/me excito/con mi cuerpo/en el sonido que/me abraza y me envuelve y me acaricia y me contiene y me ama y yo lo amo y así vamos…”.
“No me mires bailar. No lo necesito. El ritmo, la música, la noche. Nada más necesito. No me mires. No necesito tus ojos…”
“La loca, la zarpada, la reina, la sola, baila baila baila”
Cristian Molina escribe en el texto que prologa la reedición: “Mercedes Gómez de la Cruz anticipaba el empoderamiento femenino que pocos años después coagulará en las consignas de Ni una Menos”. Y es posible que en estos poemas, publicados por primera vez en 2006, exista una especie de spoiler alert del asunto del goce y del placer que los feminismos irían agenciando con más y más fuerza a sus reclamos a partir de 2015. Es que sin intenciones de bajar línea, Soy fiestera invita a una poesía sexo afectiva que se opone a la violencia del abuso y que desea en contra de los cuerpos delineados. Propone el sexo como jolgorio y la libertad como comida. Propicia el beso, el encuentro de las lenguas, las sacudidas de los cuerpos apretados, el danzón, el “fiestor” y sobre todo el hermanarse con otres en feliz montón.
Como una pitonisa que ve más allá de lo que ven otres la poeta asegura que deseaba este momento. Y se nota esperó pero nunca se quedó quieta. Escribió, danzó, activó el fuego de la poesía, la performance y la militancia. Puso ritmo y pulsión a esta fiesta que es erótico-política y ante todo la de la diferencia: de pieles, de cuerpos, de clases. Y entonces conjura: “Quería escribir unos poemas que hablaran del deseo. Como una cosa asumida, no como algo sucio o impuro. Sino como algo que se transita, que se pone en juego, que te involucra y que está muy bueno. Pensando el deseo como algo del sujeto, donde no hay más objeto que el disfrutar”.
*Mercedes Gómez de la Cruz (Rosario, Argentina, 1974) Escribe poemas, crónicas, relatos y otras cosas. A veces hace performance. A veces dibuja y a veces canta. Ella dice que es “una artista que escribe”. Publicó los libros de poesía Roca Madre (2019) Caudal (2019) Tres poemas (2018), Soy fiestera (2006), 100 muñecas (2004) y Lo que huye (2003). Integra antologías como La Visita (2018), Danke (2016), Nada que ver (2012), Las 40. Poetas Santafesinas 1922-1981 (2008), entre otras. Publicó su poesía reunida en epub a través de Fiesta E-diciones (2016). Fundó la editorial junco y capulí junto a la artista Gabriela M. Rodi (2004-2006). Fue editora de la revista Viajeros de la Underwood (1997-2000). También hizo muchas cosas más. Actualmente brinda talleres de poesía.