Casi al mismo tiempo en el que la crítica de cine de Jacobin nos ofrecía una visión política de las películas de John Carpenter, Deadline Hollywood nos traía una entrevista en la que Carpenter se refería a los films que lo inspiraron, entre los que citaba a El planeta prohibido y uno de Orson Welles. 
Con 72 años, Carpenter es acaso uno de los directores más influyentes de nuestro mundo, el de los márgenes de un capitalismo que globaliza su horror: desplazados y caídos del sistema que son percibidos como inhumanos o zombies, trabajadores precarizados que deben enfrentarse a psicópatas que encarnan lo más preciado del emprendedurismo al modo de psicópatas o asesinos seriales, o la pura soledad frente a un extraterrestre que no es nada amable y tiene la virtud de hacer efectivas las premisas predatorias del capitalismo. Todo eso está enunciado y desarrollado en esta nota.

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Aunque resulte una sorpresa para quienes siempre amamos sus películas, la reputación del director John Carpenter no siempre fue superlativa.

Hoy en día Carpenter es universalmente considerado como uno de los grandes realizadores de género estadounidenses, el autor de media docena de ásperas películas ya clásicas reconocidas por su ritmo constante, sus partituras electrónicas pulsantes y su acción cruda. En un intento de sacar provecho de este nuevo consenso, Hollywood se ha pasado la última década anunciando una serie de remakes, reinicios y reinvenciones de sus películas más perdurables.

En 2018, la secuela de Halloween aprobada por Carpenter de Blumhouse Productions (ya marcada por el éxito) recaudó 255 millones de dólares con un presupuesto de 10 millones. Hoy es la película slasher más taquillera de la historia. Y este verano, ese mismo estudio anunció que estaba trabajando con Carpenter en otra versión de uno de sus clásicos, La cosa (The Thing) de 1982, a pesar de que ya hubo una precuela realizada por otro estudio hace menos de una década.

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Es un giro importante si se tiene en cuenta que a finales de la década de 1990 Carpenter ni siquiera podía conseguir financiamiento para una película de bajo presupuesto. Con el cambio de milenio, su carrera en el cine se había esfumado casi por completo. Hoy en día tiene una carrera en la música y sale de gira por el mundo con su hijo Cody, con quien interpreta sus cada vez más célebres bandas sonoras y otras composiciones.

Después de una caída en desgracia tan pronunciada, ¿cómo explicamos esta reverencia tan generalizada y actual por todo lo que hizo John Carpenter? Hoy nos cuesta imaginar que la mayoría de sus películas consiguieran tan malos resultados en la taquilla. Después de una serie de éxitos mayores y menores en la década de 1970 y principios de la de 1980, incluidos Halloween (1978), The Fog (La niebla, 1980), Escape From New York (Fuga de Nueva York, 1981), Christine (1983) y Starman (1984), Carpenter acumuló una serie de fracasos comerciales, como Big Trouble in Little China (Rescate en el Bario Chino, 1986), Prince of Darkness (El príncipe de las tinieblas, 1987), Memoirs of an Invisible Man (Diario de un hombre invisible, 1992), In the Mouth of Madness (En la boca del miedo, 1994), Village of the Damned (El pueblo de los malditos, 1995), Escape From LA (Fuga de Los Ángeles, 1996) y Ghosts of Mars (Fantasmas de Marte, 2001), que lo volvieron cada vez más difícil de bancar y condenaron su carrera.

El alien oscuro y el luminoso

La cosa, la obra maestra de Carpenter, fue quizás su fracaso más rotundo, ignorado por el público y ampliamente rechazado por los críticos en ese trágico año de 1982, cuando Blade Runner también fracasó estrepitosamente. Los estadounidenses preferían el luminoso y suburbano E.T. el Extraterrestre a esos clásicos oscuros y tristes. Según uno de los admiradores más incondicionales de Carpenter, el director Guillermo del Toro, este fracaso “fragmentó un poco el corazón de Carpenter”, y refirió que Carpenter habló con amargura sobre su renovada reputación estelar, diciendo: “¿Qué mierda de bien me puede hacer eso?”

En 2016, Del Toro publicó una serie maratónica de veinte tuits en homenaje a John Carpenter, “un verdadero autor”, que comenzaba: “Cuando pienso en John Carpenter, me sorprende el hecho de que lo damos por sentado. ¿Cómo podemos? ¿Por qué deberíamos? Es un relámpago en una botella”.

Después de elogiar cada una de las películas de Carpenter en términos de su “precisión implacable, simplicidad y elegancia” y la “puntuación rítmica perfecta” de sus partituras, Del Toro hace una descarga de tuits que elogian La cosa como la cima de los logros de Carpenter y agrega: “A la mierda todos” los críticos que lo despreciaron. Termina diciendo: “Último pensamiento del día: Carpenter crea obra maestra tras obra maestra que con frecuencia son ignoradas. Ahora vayan a la iglesia Bluray y recen”.

Pero no es sólo Del Toro. Quentin Tarantino, Bong Joon Ho, Robert Rodriguez, Olivier Assayas, Danny Boyle, Edgar Wright, Nicolas Winding Refn, James DeMonaco (de la franquicia Purge, La Purga), David Robert Mitchell (de It Follows) y Kleber Mendonça Filho (de Bacurau) son algunos de los cineastas que han cantado alabanzas a Carpenter en entrevistas, citaron su influencia en su propia realización cinematográfica y, a veces, hicieron referencia con adoración a sus películas en las propias.

Profeta

Los jóvenes hoy tienden a entusiasmarse en especial con la llamada Trilogía del Apocalipsis de Carpenter: La cosa, El príncipe de las tinieblas y En la boca del miedo. Esas películas, junto con Halloween, Fuga de Nueva York y Sobreviven (They Live), son probablemente las más citadas como evidencia de su genio.

Hay una razón simple para eso: han envejecido bien. La visión apocalíptica de Carpenter, que podría haber parecido demasiado severa en la era de Ronald Reagan, George H. W. Bush y Bill Clinton, ahora se siente profética. Corriéndose de las deshechas esperanzas políticas de izquierda y la economía fallida de la década de 1970, con sus inclinaciones cínicas y antiautoritarias ya desarrolladas, Carpenter comenzó a identificar a Estados Unidos como un estado fallido en la década de 1980, al mismo tiempo que Ronald Reagan cumplía los dos mandatos como presidente.

Su ataque más explícito a la pesadilla estadounidense es la pseudo-marxista Sobreviven, en la que un héroe de la clase trabajadora, interpretado por el luchador profesional Roddy Piper, da batalla a extraterrestres que están disfrazados hábilmente como burgueses de la era Reagan. “Es un documental”, le gusta decir a Carpenter: “No es ciencia ficción”.

«Ellos viven. Nosotros dormimos», la leyenda de un cuadro de «Sobreviven», el film de John Carpenter.

El concepto narrativo de la película involucra lentes de sol especiales distribuidas por una organización política clandestina que permite ver a los extraterrestres entre nosotros, controlando a la población humana con sofisticados dispositivos de vigilancia y mensajes subliminales omnipresentes como “Consumir”, “Obedecer” y “No cuestionar la autoridad”. Los lentes de sol nacieron del deseo de Carpenter de hallar una forma sencilla y tangible de representar el despertar político: “Traté de ponerme en los ojos de los revolucionarios. ¿Cómo podemos despertar a las personas al mundo en el que están metidos?”

Pero las opiniones irritantes de Carpenter sobre el capitalismo estadounidense van más allá de Sobreviven. Consideremos el antihéroe John Trent (Sam Neill) en En la boca del miedo de 1994. Trent, un investigador de seguros insensible y bien vestido, está tan involucrado en una conversación a la hora del almuerzo con un ejecutivo que no ve al maníaco religioso que empuña el hacha viene hacia él hasta que el psicópata entra por la ventana del restaurante y aterriza en la mesa. El maníaco es de algún modo él mismo, un hombre que tuvo una carrera, fue el agente literario de un escritor de terror ultra exitoso llamado Sutter Cane y ahora se volvió un fanático adorador de Cane.

Hay un macabro placer que reposa en ver a Trent deshacerse cuando descubre que las obras de Cane –que es un fenómeno editorial– están desatando un apocalipsis con una marea de monstruos sacados directamente de una historia de H. P. Lovecraft. “Este libro volverá loca a la gente”, advierte el editor de Cane. “Esperemos que sí”, responde el ejecutivo. “La película sale el próximo mes”. Trent termina de ver la película en una sala de cine, viéndose a sí mismo en la pantalla grande como si solo fuese un personaje en la adaptación que seguramente será exitosa de la última novela de Cane, no cualquier libro, sino un monstruoso logro capitalista con el poder de devorar la realidad misma.

No es una coincidencia que los cineastas de izquierda sean interpelados con tanta fuerza por las películas de Carpenter, o que los jóvenes estadounidenses que se inclinan por la izquierda sigan volviendo a ellas. Los personajes de Carpenter son típicos de la clase trabajadora, llevan vidas precarias que ya son difíciles antes de que los monstruos de sus paisajes se revelen. Basta pensar en protagonistas como el corpulento con ojos tristes “Rowdy”, Roddy Piper, como John Nada [es el apellido real en el film, en español], el obrero sin hogar que busca un trabajo y termina haciéndose amigo de un trabajador de la construcción negro, Frank Armitage (Keith David), en Sobreviven. Y pensemos en la forma en que Frank gruñe con desprecio cuando Nada insiste obstinadamente en que el trabajo duro y la perseverancia traerán oportunidades, contra toda la evidencia de la decadencia urbana y el sufrimiento humano que los rodea, porque dice Nada: “Todavía creo en Estados Unidos”.

Asedio

La frecuentemente conocida “estructura de asedio” de muchas películas de Carpenter, que atrapa a los personajes principales en espacios reducidos rodeados por focos de peligro que se multiplican e intensifican, se refleja en nuestras vidas de catástrofes continuas: nos preguntamos dónde podemos escondernos para sobrevivir a las pandemias y los desastres del cambio climático, una economía tambaleante, el colapso de los derechos civiles y los programas sociales, y el surgimiento de un giro político hacia la catástrofe y, posiblemente, el fascismo.

La ciudad de Assault on Precinct 13 (Asalto al Precinto 13) marca el comienzo de este dispositivo de estructuración para Carpenter. Pero con frecuencia él mismo complejiza ese marco, ya que el foco de peligro se infiltra en el “espacio seguro” y confinado desde el principio, lo que hace que no quede claro si uno debe quedarse y defender el refugio, escapar y luchar contra la complicada amenaza del exterior o pelear una guerra de dos frentes.

Otras “estructuras de asedio” de Carpenter incluyen la casa suburbana como trampa de terror en Halloween, la estación antártica infiltrada por un extraterrestre que usurpa cuerpos en La cosa, la iglesia rodeada por linyeras poseídos por demonios en El príncipe de las tinieblas y el Manhattan de Fuga de Nueva York, una metrópolis tan degenerada por la pobreza y el crimen que se ha convertido en una prisión de máxima seguridad. No es de extrañar que George A. Romero, en sus célebres películas cuya “estructura de asedio” incluía zombies, resultara fuente de admiración junto con Carpenter. Ambos cayeron en desgracia en Hollywood justo cuando la Revolución Reagan se aceleraba, y ambos vieron a la sociedad estadounidense precipitarse hacia su desastroso final cuando era profundamente impopular hacerlo.

Carpenter, claro, no es un director glamoroso, y su enfoque austero, claro y sencillo de la realización cinematográfica es fácil de malinterpretar como falta de ambición. De hecho, la claridad es una cualidad rara y preciosa en un mundo cinematográfico donde el pontificado pretencioso, enrevesado y cargado de símbolos se toma como prueba de intelecto e importancia; la lógica es que si una película es difícil de seguir, debe ser buena.

De hecho, el estilo de Carpenter es tan limpio que podemos pasar por alto su habilidad. Consigue efectos insidiosamente terroríficos a partir de elecciones de dirección en apariencia simples. Su estilo preferido de tomas de gran angular no solo aumenta el impacto del movimiento en las escenas de acción, sino que también es engañosamente “abierto”, lo que nos da la vaga sensación de que estamos tomando la totalidad de un escenario, aunque a menudo no podemos ubicar el peligro. O bien, el peligro ya está presente como un elemento en el encuadre, pero se minimiza de una manera que acentúa la “normalidad” aterradoramente engañosa del entorno.

En el Halloween original, el asesino psicópata permanece inmóvil de forma antinatural a plena luz del día, pero pasa desapercibido junto a una cerca alta, o entre las sábanas que cuelgan de un tendedero, o junto a los niños pequeños que juegan a pedir dulces con sus padres.

Se puede ver un tipo similar de destreza sin adornos en las películas del director emblemático de Carpenter, Howard Hawks, quien también se especializó en la realización de películas de género y que, de hecho, se destacó por ser capaz de girar su mano hacia cualquier género popular y hacer maravillas. Carpenter regresa a Hawks repetidamente en busca de inspiración tanto formal como narrativa. Lo más obvio, tomó de Rio Bravo de Hawks la base de su propia Asalto al Precinto 13, y rehizo con ingenio la película de monstruos de 1951, producida por Hawks, The Thing From Another World (El enigma de otro mundo) como la infinitamente más sombría La cosa, de 1982 .

Cuántos entran en una toma

La adaptación de Carpenter, como la de Hawks, se basa en la novela de 1938 Who Goes There? Pero su interpretación es una maravilla de terror insinuado que elimina todos los elementos tranquilizadores de la versión de Hawks, particularmente la respuesta de Hawks al caos que, en sus películas serias y orientadas a la acción, generalmente es la fuerza, la competencia profesional y el código de conducta de un hombre o un grupo de hombres que son, o deberían ser, expertos en su trabajo.

En la película de Carpenter, los miembros del equipo que se encuentra por primera vez con el extraterrestre mueren casi tan pronto como comienza la película. Y en lugar de que el alien adopte una forma única y estable (en la versión original interpretado por James Arness de Gunsmoke como un enorme monstruo de Frankenstein), Carpenter opta por una criatura que cambia de forma. Cualquiera, o cualquier ser vivo, podría ser el extraterrestre. Comienza su película con una escena que es un tour de force de persecución que arranca con una toma en movimiento ligeramente vacilante y se desplaza hacia un acantilado formidable y helado. ¿De quién es el punto de vista? Resulta ser el extraterrestre, pero en una forma que nadie en la audiencia puede reconocer, o quiere reconocer: un perro husky solitario corriendo por la tundra congelada, perseguido por un aparente loco en un helicóptero que le dispara con un rifle.

El loco que delira en noruego, armado, es eliminado por la dotación estadounidense, que cree actuar en defensa propia. El perro, que sobrevivió, es llevado adentro del refugio con los otros perros esquimales, que aúllan de terror ante el intruso y son ignorados. A partir de entonces, somos testigos del quiebre social total en las barracas de la base, donde pronto queda claro que las condiciones son tan mortales por dentro como por fuera, ya que el alien lleva adelante un desmadre sigiloso, ocupando y destruyendo el cuerpo de un miembro de la tripulación tras otro.

Al principio, los hombres son filmados en grupos grandes, donde hay camaradería. Luego, bajo la presión de la creciente paranoia y desconfianza, los grupos se reducen a alianzas incómodas de tres hombres por toma, o solo dos y, hacia el final, uno: ningún hombre comparte un “encuadre” con otro, ya que cada uno lucha una batalla solitaria para sobrevivir a la usurpación de la cosa de otro mundo.

En la versión de Hawks, no hay un solo héroe. Es un equipo de iguales. Y su vínculo se hace más fuerte, hasta que finalmente derrotan al extraterrestre juntos. Hawks termina su película cuando la tripulación transmite una advertencia al mundo: “Observen los cielos, en todas partes. Sigan vigilando.” Es el espíritu emprendedor de unos Estados Unidos recién salidos de su victoria en la Segunda Guerra Mundial.

La película de Carpenter, sin embargo, termina con su héroe, R.J. MacReady, intentando reunir fuerzas con su principal rival por el liderazgo, Childs (Keith David), mientras se congelan hasta morir, juntos en el encuadre, afuera de las barracas incendiadas. Su única misión es vivir lo suficiente para evitar que el extraterrestre escape de las llamas.

Resultó que no era una receta para tener éxito de taquilla. Carpenter luego expresó su pesar por su propio apego a los finales sombríos, sugiriendo que algunas de sus películas podrían haber tenido mejores resultados con el público si les hubiera dado razones para que se alegren al final.

Pero estas conclusiones ambivalentes y sombrías de Carpenter guardan una precisa relación con su cosmovisión: una sociedad que se desmorona y, como resultado, la gente se vuelca a la paranoia, el cinismo y una creciente incapacidad para superar la desconfianza y dar pelea. Un verdadero director estadounidense de nuestro tiempo.

Nota bene: se respetaron todos los hipervínculos de la edición original en inglés de Jacobin y se agregaron algunos de interés, como el perfil de Carpenter en Spotify. Se tradujeron los títulos de las películas tal como se las conoció en Argentina. Traducción de Pablo Makovsky.
Cámara de Diputados de Santa Fe
Sobre el autor:

Acerca de Eileen Jones

Es crítica de cine en Jacobin, de donde se tomó esta biografía, y autora de Filmsuck, USA. También es anfitriona del podcast Filmsuck.

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