La cultura es la mercancía que vende todas las demás”
Consigna situacionista, cita del libro Clase cultural, de Martha Rosler

Uno

Juan Ruffo, productor y amigo de Tomás, sube al escenario para dar comienzo al show y aclarar algunas cuestiones previas al espectáculo, una producción en conjunto de Katana Producciones y Encuentro Itinerante. El teatro está lleno. La mayoría de los presentes son jóvenes sub 30 que  seguramente usan Twitter. Para romper el hielo, el presentador pregunta: ¿Cuándo conocieron a Rebord?”

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En mayo de 2019, un amigo aficionado al mundo de las redes y sus contenidos, me envío el link de este video vía WhatsApp. Desde ahí, lo ubiqué en el radar y empecé a consumir sus formatos. Primero, esas salidas esporádicas por Instagram, después Caricias Significativas en vivo por la web de El Destape, y al tiempo me volví un fiel oyente en diferido de los StoryBords, un reciclaje de columnas que pasé a escuchar vía Spotify.

Recuerdo salir a correr por el parque con auriculares y darle play a la historia de Macedonio Fernández mientras descargaba toda la locura del encierro en ese kilómetro a la redonda que es el Parque Urquiza. Cuando salimos de la pandemia, consumir sus productos me provocaba un gran sentimiento de nostalgia. Recién ahora, ante su llegada a Rosario, volví a entrar en su universo.

Durante el 2019, y gran parte del 2020-2021, Rebord fue un sostén emocional. En mi genealogía, su narrativa nace con el armado del Frente de Todos, crece en la pandemia, llega a su punto más alto cuando decido soltarle la mano y, paradójicamente, vuelve a mí cuando llega a un Teatro a veinte cuadras de casa.

Dos

Rebord sale al escenario con un outfit de domingo puertas adentro, jogging estilo babucha y remera de la selección Argentina. Agarra el micrófono y arranca. Durante casi dos horas, hace uso y desuso de él mismo. Entre dicho y dicha, no hay más de veinte segundos de silencio. La noche es pura habladuría. Él es su propia narrativa. Por eso, el show, que no es un standup, ni tampoco un unipersonal, pende de un finísimo hilo: el pacto previo que él se dedicó a construir con los fieles seguidores de sus contenidos.  Gente dispuesta a escuchar cualquier cosa. El título de la obra, Rebord dice cosas, funciona como advertencia e impuesto. Es un show para un grupo selecto y específico, donde si no conocés ciertas lógicas o chistes internos, mínimamente te perdés de la mitad de lo que pasa.

Tres o cuatro semanas antes de su presentación, volví a El Método, la producción de conversaciones realizada por Corta que tiene a él como entrevistador. Las visitas de Migue Granados, Germán Beder y Martín Garabal, llegaron just it time para eso que me ocupa: las nuevas formas de pensar la comunicación desde la clase creativa, ese grupo de gente que se dedica a producir cultura y comunicación en un mundo híperestimulado.

Esas entrevistas tienen una particularidad. Los entrevistados y el entrevistador se encuentran frente a frente pero entre ellos hay un espejo. Estas tres charlas tienen una fuerte relación con el espectáculo, porque el tema central son sus trabajos y cómo encontrarle sentido a estos. Y a su vez, una gran cuota de humor donde la risa es el efecto catalizador cuando, en fin, se descubre que nada tiene sentido. El Método es una fina relación entre la autoficción, la desnudez y el semblante, lo que sucede en este Teatro también.

El joven porteño del barrio de Almagro llegó a Rosario para auto-narrarse. El formato no es una entrevista pero las anécdotas personales son el corazón de lo que pasa. La biopic de alguien que todavía no se la cree, o elige no creérsela. Entre anécdotas familiares, amistosas y propias del mundo digital y mediático en el que vive, logra contar y entregar su mejor arma: hablar al pedo, decir cosas y que alguien lo escuche. 

Tres

Una de las anécdotas que Rebord elige contar es la entrevista en La Nación+ con Luis Novaresio. Tal vez, su prueba de fuego con el mundo en el cual se está involucrando. En esa hora de diálogo, él dice que no puede ni quiere definirse como periodista, y que lo que hace es algo que está entre el arte y la política. Es decir, crea una gran definición de límites difusos de eso que, a ciencia cierta, es el periodismo.

Lo llamativo de esta entrevista es su gran desenvolvimiento en un formato diferente al que él está acostumbrado. Sería desafortunado plantear que lo que Rebord hace está en las antípodas del periodista rosarino pero sí hay dos gestos sobre los cuales él tiene que construir su cintura retórica. En primer lugar, el pago por un derecho de piso imaginario donde Rebord no sólo habla con Novaresio, sino con su público, el cual no lo conoce, y a su vez, la insistencia del entrevistador de encasillar lo que Rebord piensa, dice o hace en algún concepto traducible para él y su ambiente.

Lo que sucede en esta entrevista tiene un punto en común con el público presente y el tono que utiliza para contar esta anécdota. Novaresio nace y responde a una línea histórica de los medios, donde había tres lugares específicos para formarse: el diario, la radio y la televisión. Rebord nace y responde a una nueva configuración mediática, un panorama que sin las plataformas de distribución de contenido, el formato de las redes sociales y la auto referencia no hay negocio.

En el pasado reciente, un periodista solía hacer carrera pasando por distintos medios, construyendo su figura a la par y entrelazado por las líneas editoriales a las que respondían. Y a su vez, construyendo alrededor de sí, una fuente de confianza y una figura moral. Novaresio representa la moral periodística de una época. Una época que pelea con esta nueva época donde la ética, la profesión y la moral están en un estado de construcción sobre límites mayormente indefinidos.

En este momento, donde el periodismo se encuentra en peligro de extinción como oficio pero no como técnica, Rebord muestra que su espectáculo es una propuesta para un micro mundo extenso, ese que necesita construir respuestas por las nuevas preguntas que entraman las nuevas formas de comunicar. Si Novaresio le habla a Doña Rosa, Rebord le habla a ese fragmento de personas que usan Twitter como principal plataforma para sociabilizar, informarse y comunicar: la no jerarquía de estos tres verbos es una interesante pregunta para debatir el presente.

Cuatro

Sobre las siglas Make Argentina Great Again, Rebord construyó un formato especial. Un monologue show que va por Radio Nacional y streaming, donde la descripción del portal oficial dice: “Una búsqueda abierta hacia la recuperación metafísica de la gran Argentina. Una hora sin descanso, de profundo análisis, y extrema confusión.”

La traducción de las siglas M.A.G.A es H.A.G.O.V. Por eso, el núcleo duro de los seguidores de Rebord son los hagoveros. Como no soy un fiel seguidor de Rebord, ni tampoco me interesa serlo, me contacté con Otaku de Perón, un joven rosarino, prolífico twittero, que sí lo sigue y que sí consume MAGA, el formato más complejo para entender el fenómeno.

—¿Por qué te interesa Rebord?

—A mí lo que me interpela de Rebord es algo parecido a lo que me pasa cuando lo escucho al Dibu decir que él era el Vegeta de Messi. Lo veo a Rebord y siento que llegó uno de los míos, uno que vió Dragon Ball Z, uno que consumía Algo habrán hecho, alguien que le interesa la historia Argentina, es peronista, tiene inquietudes, y de alguna manera, no es un goma y es gracioso. Me siento muy identificado con él y su producto. Me reactivó un interés que ya tenía por la historia en general, me dio un espacio de contención ante un panorama de consumo que no me parece muy interesante desde lo intelectual, de poder hacerme reír. Creo que Rebord es un buen ejemplar humano. Condensa intereses, conflictos y cosas que le pasan a mi generación. Alguien que habla de cosas que me interesan y tiene humor para hacerlo.

—¿Por qué sus seguidores y su micro mundo están en Twitter?

—En Twitter no importa a qué escuela fuiste, no importa de quién sos hijo o qué actividades desarrollás, la acumulación en Twitter viene de lo que puedas decir. Y de lo hábil que seas comunicándote con otros con palabras escritas. Remarco, no hay palabra hablada, en Instagram por ahí tenés que comunicarte con tus seguidores y tenés que poner la cara y la voz. Twitter es un foro público. En Instagram a lo sumo para cruzarte con alguien tenés los comentarios que son hasta medio freaks, hasta más de freaks que los comentarios de Facebook. Twitter te permite hablarle a Maslatón que es una persona que hasta puede llegar a contestarte. Twitter te permite saltearte instancias de capital social que en la vida, podríamos decir, funcionan de otra forma.

—¿Quiénes son los hagoveros? ¿Cuál es su hábitat natural?

—El hagovero era una joda y quedó. Rebord en un MAGA, dijo que había que crear los HAGOVS (Hagamos a la Argentina Grande Otra Vez) con sus subsedes provinciales en los distintos territorios del país. Uno podría estar tentando de tomarlo como una tribu social, un grupo de pertenencia. La verdad es que no sé si funciona tan así. Hay algunos grupos de WhatsApp y no mucho más. Una especie de proto-comunidad. Creo que algunos se lo toman más en serio que otros pero eso ya es más específico. Ser hagovero quiere decir que querés que Argentina sea grande otra vez, desde donde estés. Desde el peronismo o el anti-peronismo, desde los videojuegos o desde la ingeniería nuclear. El que se autopercibe hagovero de alguna manera sí es más intenso porque está más metido en el campo, es el lore (entendido como cuerpo de tradiciones y conocimiento de un tema o perteneciente a un grupo concreto, típicamente transmitido de persona a persona a través de la palabra hablada) de Rebord podríamos decir.

—¿Es decir que el público de MAGA es lo más parecido a un fandom?

—El público de Caricias Significativas, Maga y El Método tiene que ver con la temporalidad. Son tres productos muy distintos. Caricias era un programa de radio y después un podcast al estilo clásico. Es algo que ponés mientras lavás los platos. Te permite incluso aprender e informarte. Maga es quizá el contenido que menos permite el ingreso de una persona nueva, es para el convencido. Ahí se habla con toda la terminología dura de esta jerga que él fue inventando, el programa es una hora de él hablando al pedo y eso me parece interesantísimo. Puede ir desde la literatura a la filosofía, pasar por La Biblia y terminar hablando de fútbol. Es el producto más esquizofrénico que tiene. La consigna es que no hay consigna. Entrás a Maga y puede pasar cualquier cosa. El Método, en cambio, es más abierto a gente nueva, el mainstream. En La Nación o Infobae lo van a levantar por lo que pasa ahí. 

Cinco

Hacia el final del show, en su concatenación de asociaciones no tan libres, Rebord recomienda la lectura de Las partículas elementales de Michel Houellebecq, una grandísima novela que se posiciona en el registro crítico al movimiento de Mayo del 68. En un brevísimo resumen, Houellebecq cuenta la historia de dos personajes, hermanastros e hijos de esa generación que luchó contra la nada y perdió, y sus formas de vida. El efecto de su lectura pone en tensión la crianza en el desarraigo de las costumbres humanas que en esa época implosionaron en Francia y sus consecuencias.

De pibe y no tanto, fui seguidor del Indio Solari, fanático de Rosario Central (al punto de salir a pintar calles en su nombre), militante de una organización social en un barrio de la zona norte de Rosario y devoto del Guachito Antonio Gil, del cual sigo siendo. Es decir, en mi vida, transcurrí de muchas formas y modos, esa cosa que Rebord llama la mística.

El video del que hablé al principio, con el cual llegué a él en 2019, es ese en el que Rebord hace un repaso por ese fenómeno metafísico que hace de nuestro país un collage barroco de significantes y arraigos. Ver a la Argentina desde Rebord, es preguntarse todo el tiempo por la trascendencia y la pertenencia. Ese discurso, genera y pone en tensión uno de los efectos que Houellebecq narra: ¿podemos aferrarnos a algo o decir qué somos en un mundo donde el mercado de identidades se atomiza a cada segundo?

Dentro del micromundo de Twitter, la devoción por un cuadro, una banda, un santo o un partido político, se ha acelerado a tal punto que todo lo que en algún momento fue mágico hoy parece irónico y a su vez vende más.

Rebord, trae consigo la pregunta, en un presente donde los sistemas de valores y creencias están particularizados hasta el infinito: ¿Qué es lo que nos une a esta nueva generación a vivir ante la nada? ¿Ir a escuchar a un treintañero, abogado que no ejerce, pelado y de pancita, decir cualquier cosa? Tal vez.

Dengue
Sobre el autor:

Acerca de Andrés Mainardi

Nací en Rosario en 1996. A veces estudio Comunicación Social. Escribo para cazar fantasmas. A la vida no se viene a ser feliz o infeliz: se viene a aprender lo que te enseñan los amigos.

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