En su libro La inútil lectura, Carlos Skliar menciona tres cuestiones sobre la lectura: la experiencia, la conversación y la interminable pregunta sobre por qué –y no para qué– leer. O tal vez, dice: “Es una sola cuestión, única, austera, repetida, siempre la misma. Leer es una fragilidad que de nada sirve. La lectura no sirve para nada. Y, sin embargo. Aún así. Todavía. Por ello mismo”. Así, Skliar rescata el concepto de inutilidad de la lectura, alejado del concepto “servir”, si lo entendemos ligado a la servidumbre y a la pérdida de singularidad.

¿Y entonces por qué leemos? ¿Por qué amamos habitar las librerías, mirar tapas y contratapas y buscar nuevos libros para leer? Tal vez la respuesta sea simplemente porque nos hace felices, porque lo disfrutamos. Disfrutamos de ese tiempo productivo que se transforma en tiempo detenido. Quienes leen (y leemos) disfrutan del ritual de buscar libros en estanterías, mirar vidrieras, o ir detrás de los ejemplares que alguien recomienda. Y ¿cómo es estar del otro lado? ¿Ser librero o librera? ¿Cómo es habitar los días en compañía de libros?

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Rosario cuenta con diversas librerías con estilos y catálogos distintos, con años de trayectoria y proyectos más recientes. En un recorrido por algunas de las librerías de la ciudad, libreros y libreras cuentan sus experiencias, cómo llegaron a generar sus propios espacios de trabajo, cómo se relacionan con los clientes y cómo la lectura en pantalla digital cambia los hábitos ya conocidos.

Por amor a los libros

Si en algo coinciden libreros y libreras es en su amor por los libros, ese amor que hizo que su trabajo también sea su pasión. Nuria es dueña de Arde, una librería pequeña en el local 13 de la galería con la tradicional escalera mecánica en calle Sarmiento al 700. “Llegué a ser librera por una gran pasión por los libros y también por las ganas de tener un proyecto laboral propio. De a poco fui comprando libros, participando en ferias, y el proyecto fue creciendo cada vez más. Por eso el año pasado pude abrir el local que se creó con un perfil ideológico marcado, donde trabajamos libros ‘para politizarlo todo’, y con una línea feminista”, cuenta.

Quique es dueño de Paradoxacalle Mendoza casi esquina Maipú–, estudió Ciencia Política y le gusta leer libros sobre esa temática y sobre filosofía. Trabajó varios años en distintas librerías de la ciudad, por ejemplo, seis años en Buchín donde dice que tuvo una experiencia hermosa en la cual se hizo amigos y aprendió el oficio. Fue en el año 2016, junto con su compañera Virginia, que decidieron crear su propia librería. “Paradoxa surge desde el deseo, algo que llevamos con nosotros y no nos damos cuenta. Si vos me preguntabas en otro momento si me hubiera puesto una librería propia me hubiese reído. Pero me di cuenta de que estuve diez años siendo librero y quería darle mi sello a lo que hacía. Pese a que ya estábamos en una época de crisis económica, no lo veíamos como algo imposible. Y continuamos con las mismas ganas, viendo qué es lo que falta. Cuando veo la foto de cuando entramos al local por primera vez y la del día de hoy, con las estanterías llenas de libros, realmente me emociono”, dice.

Oliva se encuentra en pleno centro de la ciudad: Entre Ríos casi esquina San Lorenzo. Natalio, su dueño, menciona que su vínculo con los libros empezó de chico. “Soy de Lincoln, provincia de Buenos Aires, donde había una librería pequeña llamada La Rueda a la que iba bastante con mi tío. Vengo de una familia de músicos y luthiers, nada que ver con el oficio de librero, pero en 2002 empiezo a trabajar en una librería en Buenos Aires. Un amigo trabajaba en Clásica y Moderna, una librería muy reconocida que está en Callao y Paraguay. Su dueña era Natu Poblet, con ella aprendí a ser librero, llegué a ser encargado pero en un momento decidí venirme a vivir a Rosario, y Natu me ayudó mucho a armar mi propia librería, que abrimos en 2008. Antes de tener la propia, trabajé en otra librería de la ciudad. Me encanta la atención y estar rodeado de libros”, cuenta.

A Carolina la encontrás acomodando libros en Mal de archivo, librería que tiene un gran ventanal y en la que podés mirar libros y tomar un café en el bar de la entrada. Carolina llegó a ser librera por su compañero, que es librero de toda la vida. Sobre cómo surgió la librería cuenta: “Vivimos algunos años en España, trabajamos en librerías y cuando volvimos quisimos tener nuestro propio lugar de libros, discos, hallazgos antiguos y pequeña galería. Nos juntamos con socios para hacerlo y compartimos el espacio con un bar. Los socios-amigos fueron cambiando y nosotros reconvirtiendo el espacio varias veces”.

Hace diez años que Juguete Rabioso se encuentra enfrente del Teatro El Círculo, en Mendoza casi esquina Laprida, pero no siempre se ubicó en ese espacio.“La librería originalmente la habíamos abierto en un Centro Cultural en donde se había armado de forma colectiva. En principio la habíamos pensado como una manera de financiar el Centro Cultural. Éramos un grupo grande de personas, que habíamos estudiado Bellas Artes y la carrera de Teatro. Fue en el año 2004-2005, era bien post crisis. Pero después, por distintos motivos –de disponibilidad, de tiempo–, el proyecto colectivo terminó siendo mi proyecto personal. El nombre lo decidimos de manera colectiva y fue elegido por el grupo de teatro, que hacían obras basados en textos de Arlt. Siempre fui muy lector aunque creo que la librería conspira mucho contra la lectura. Creo que lo que conspira es la abundancia, uno tiene una relación medio obscena con los libros, porque salen libros nuevos y hay cierta promiscuidad en la cantidad, pero es cierto que por otro lado, hay muchos libros que no los hubiera leído nunca de no tener una librería”, explica su dueño, Germán.

Marcos, es el dueño de la librería Buchín de calle Entre Ríos enfrente de la Facultad de Humanidades y Artes. Cuenta que comenzó a trabajar en el rubro en el año 85. “Terminé la secundaria y mi vieja me conseguía laburos. Había trabajado en una fábrica de piñones de bicicletas, me echaron y entré a trabajar en la librería Ameghino, una librería muy tradicional, y así empecé. Estudiaba Ingeniería y trabajaba pero fui dejando los estudios. Desde chico siempre fui muy lector. Mi vieja fue bibliotecaria del Congreso y había acceso a libros por todas partes. En mi infancia había un televisor en blanco y negro, y nada más. A pesar de que vivía en Buenos Aires, jugaba en la calle, miraba poca televisión y leía muchísimo. Ya van treinta y cuatro años de trabajo en este rubro”, cuenta orgulloso. Antes de crear Buchín, también trabajó en otras librerías de la ciudad. Y dice sobre su oficio: “Me encanta leer y recomendar lecturas pero siempre digo que fundamentalmente soy comerciante. Somos un eslabón de una cadena de distribución, intermediarios entre las editoriales y los lectores, pero obviamente el libro tiene una riqueza. Es muy estimulante, porque cada caja de libros que llega es una sorpresa para descubrir nuevos libros. La literatura se trata de ideas expresadas con belleza, es muy estimulante poder charlar de eso”.

La comunidad de lectores

Cada librero y librera generó una relación de cercanía con sus propios clientes. Con los años, incluso, se han tramado vínculos de amistad. Porque comprar libros no es solo una transacción comercial, es también un intercambio de ideas y de recomendaciones en las que las personas debaten y hablan también sobre el contenidos.

Para Nuria el vínculo con les clientes es muy cercano. Dice: «Estoy en el local la mayoría del tiempo y ya con muches nos hicimos amigues. Particularmente me interesa cómo se sienten las personas que van a la librería, si satisfacemos las necesidades de los libros que están buscando. Cada persona va a buscar algo diferente, un regalo o tienen un mal día y buscan comprar un libro para distraerse. Poder abordar eso y ser útil para quien vaya al local buscando algo particular está bueno. Me gusta poder pensar y recomendar lecturas. Siempre es importante trabajar la relación con les clientes, más allá de la venta de los libros”. Hace poco cumplieron un año y decidieron organizar una fiesta en medio de la galería para agasajar a quienes acompañaron en este primer tramo.

Hay personas que han conocido la librería porque pasaron por la puerta o porque escuchan Radio Universidad, o por recomendación. Disfruto mucho la atención al público porque surgen charlas interesantes, sobre distintos temas: política, literatura, filosofía. Me gusta saber qué anda leyendo la gente que se acerca. No hay un solo día en Paradoxa que no aprenda algo, y eso es una gran satisfacción muy importante”, menciona Quique.

La relación de Carolina con los clientes y las clientas es muy personal. “Hay quienes vienen desde que abrimos, siempre estamos con Manuel así que con muchos tenemos una relación de amistad. Si bien vendemos por redes y otros medios son más les clientes que vienen a visitar el local regularmente, a tomar un café o solo a pasear. También están quienes vienen de afuera y se acercan por recomendación o porque nos siguen en redes y quieren conocernos”, cuenta.

Por su parte, Natalio también destaca que hay clientes que se acercan desde que abrieron. “A muchos los conozco, con algunos somos amigos, nos juntamos a comer, a tomar un café. También ya vienen hijos de clientes. La relación es muy de seguimiento. Los clientes son muy lectores y aprendo mucho de lo que me piden, de lo que leen, de lo que charlamos y de lo que recomiendan. Hay clientes que después buscan notas sobre lo que leen y así llegan a otros autores, y así es un ida y vuelta. Ser librero es mi vida y no me imagino haciendo otra cosa, la verdad que lo disfruto mucho, es lo que me gusta hacer”, dice.

Germán también generó relaciones de amistad con los clientes del Juguete Rabioso. Y agrega que para él las redes sociales también generan esa familiaridad con las personas que se acercan, porque incluso surgen conversaciones que no hubieran surgido de otro modo.

Buchín al estar enfrente de Humanidades y Artes está orientada a la bibliografía de las carreras, pero también es una librería general que ofrece un amplio catálogo con diversos géneros. “La universidad sigue siendo la gran consumidora de libros, es un baluarte que sigue siendo para nosotros el principal cliente, tanto de textos para la carrera, para las cátedras como para la formación profesional. Y la relación con los clientes se hace con el trato, con la atención, se van estableciendo relaciones de años”, comenta Marcos.

Para casi todos la relación con los clientes y clientas no queda en el local, se prolonga a través del uso de las redes sociales. En su mayoría, los libreros y las libreras utilizan las redes como un canal de comunicación y una manera más de dar a conocer las novedades que ingresan, los sorteos y los libros que creen pueden interesar a las personas que siguen las cuentas. Todas estrategias actuales que sirven para hacerle frente a la crisis que sufre el sector. Y coinciden en que muchos de los que pasan primero por las redes luego lo hacen por la librería. Eso sí, para algunos lleva tiempo,

Nuria, que es la librera más millennial, asume que las redes sociales son el fuerte de Arde, ya que arrancó siendo un proyecto on line. Durante un año ella trabajó solo a través de las redes sociales y haciendo reparto de libros a domicilio. Ahora, aunque tiene el local, lo sigue sosteniendo. «Sobre todo por el intercambio que se genera con les clientes. Se forma una comunidad, que en este caso es muy activa porque hay mucho intercambio, por los libros que voy subiendo y por las inquietudes que surgen. Las utilizamos para tener un feedback sobre el material que traemos. También las redes sociales tienen herramientas que te indican para qué lado van yendo los intereses de tu público, en ese sentido, son muy útiles”, dice.

Quique adhiere a la idea de que las redes sociales son un medio de comunicación muy importante en estos tiempos. “Generan inmediatez, y una llegada al público muy interesante. Por ahí la gente mayor nos pide que le enviemos un correo, pero la mayoría de las personas están en Facebook o en Instagram, donde publicamos las novedades, los eventos que armamos, el material que queremos mostrar. A partir de las redes hay muchas consultas, y muchas otras que se acercan a la librería porque vieron algo en las redes sociales. El otro día me pasó algo muy loco, que una persona de Venezuela vino a la librería porque la había visto en las redes”, dice. Por otro lado, Carolina dice que las usan por una demanda de los clientes y las clientas, empezaron con Facebook y ahora con Instagram, pero dicen no tener redes personales, solo de la librería.

«En Buchín tenemos Facebook y página web pero todavía no tenemos Instagram. Creo que se te van de las manos tantos canales, porque tenemos el teléfono, el correo electrónico, los mensajes, lleva tiempo responder. Está bueno pero al mismo tiempo termina siendo excesivo. Lleva una dedicación que a veces no damos a vasto”, dice.

Apostar al libro en papel

Son tiempos en que la lectura digital a través de las pantallas y los audio libros cobra cada vez más presencia. Las libreras y libreros de la ciudad hacen un espacio para reflexionar sobre este consumo literario y sobre la relación que aún se establece con el libro como objeto, que se diferencia y mucho con la del dispositivo digital.

¿Hay una tecnología mejor que otra? ¿Qué pasa en ese contrapunto entre lo impreso y lo digital? ¿Cambia la tecnología o se transforma la experiencia? El libro papel se lleva a la cama, el Kindle se lleva a cualquier parte porque no pesa nada. El libro papel se sostiene con dos manos, el digital puede ser alzado sólo con una. A uno lo marcamos con un doblez en la página o lo subrayamos con un lápiz. Al otro lo pintamos de color con el sólo acto de frotar el dedo sobre la pantalla plana. Al papel lo pesamos para ver cuánto nos llevará leerlo. Al otro lo medimos pulsando una flecha que va desde el prólogo hasta el epílogo.

«Creo que el libro digital no es ni mejor ni peor», resume Nuria. Para ella el libro en papel no se puede homologar ni con el libro digital ni el audio libro. «El libro es un dispositivo increíble y tiene muchas más cualidades que simplemente lo que está escrito adentro. Hay toda una experiencia que es abrir un libro nuevo y arrancar su lectura, que no lo ofrecen los otros formatos. En ese sentido, me parece que no va a pasar de moda, ni mucho menos, y creo que van en paralelo», asegura. Aunque reconoce que mucha gente ya los elije como opción, para los viajes, para no cargar tanto peso, para andar más liviano.

Si bien las encuestas marcan una tendencia de baja muy grande en la venta de libros en papel –y muy evidente desde hace unos años– nuestro público es fiel al libro en papel y son los que buscan las ediciones especiales, artesanales o únicas. Es un público que aprecia una buena edición, así como también nuestra selección de textos”, explica Carolina.

Para Natalio, leer de manera digital no es algo nuevo ni de ahora, ya que viene desde hace años, cuando se comenzaron a descargar los archivos en PDF comenzó el auge.  En su caso, lee de manera digital los libros que no consigue en formato físico, pero no cree que un formato reemplace o anule al otro. «Tengo un amigo que es profesor en la facultad y por el traslado le es más cómodo llevar una tablet y no cargar una pila de libros, pero al mismo tiempo sigue comprando libros. La lectura es diferente. Mi hija tiene doce años, tiene celular y tablet, por ejemplo, y aún así lee en papel. Me parece que no es competencia”, dice.

Para Marcos, que cuando empezó a trabajar en el rubro la tecnología era otra, lo que se nota es el cambio en las tiradas de los libros. «No tengo cifras exactas, pero si antes salían unos veinte mil ejemplares, ahora se imprime una (tirada) de dos mil y después van reeditando”, dice.

Quique no esconde su optimismo con los libros de papel y, aunque cuenta que usa ebook, asegura que que no le resulta lo mismo la lectura en ese dispositivo. «La lectura en digital homogeneiza y todos los libros parecen iguales, no genera las sensaciones que genera el libro de papel: el peso, la tapa, el olor, la tipografía, los márgenes, todo lo que te brinda el libro. Creo que todo eso no ha sido reemplazado por lo digital. También tiene que ver con la época en la que vivimos, que hay mucha oferta, en el ebook tengo más libros que en la librería física, pero creo que no es lo mismo”, dice.

¿Alguien lee para alcanzar un fin? Tal vez sólo leemos para hundirnos en esa zona del deseo donde el libro se parece más a un encuentro erótico que a la promesa de una utilidad.

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Sobre el autor:

Acerca de Paula Turina

Es Comunicadora Social, egresada de la Universidad Nacional de Rosario. Adscripta en la cátedra de Periodismo Digital. Asiste al taller literario “Alma Maritano” coordinado por el escritor Pablo Colacrai. Algunos de sus cuentos trabajados en ese taller se publicaron en la contratapa del suplemento Rosario 12 de Página 12. Participó en la antología “Yo quería ser manzana”coordinado por la escritora Maia Morosano. […]

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