El edificio en el que funciona la Escuela de Territorio Insurgente Camino Andado, en Nuevo Alberdi, fue inaugurado el 29 de noviembre de 2022 y lleva el nombre de Hebe Uhart. Si el sentido de las denominaciones suele borrarse con el tiempo, en este caso el motivo inmediato tuvo difusión y todavía se recuerda: fue un reconocimiento a la escritora que donó la mitad del dinero recibido por un premio literario, el más importante de su trayectoria, para que la escuela pudiera comprar un inmueble que fuera propio. Pero el gesto se inscribe también en una historia de larga duración y en una enseñanza de Uhart sobre la cultura de Rosario que todavía no fue apreciada.

Uhart decía que no le interesaban los premios “donde te dan una ensaladera”, en alusión a esas presuntas distinciones que no tienen efectivo y parecen más bien pensadas para promocionar a las entidades que las conceden. Tampoco quería ahorrar ni incrementar su cuenta bancaria: en 2017, cuando recibió 60 mil dólares por el premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, en Chile, dijo que quería hacer algo útil con esa plata y de esa preocupación salió la donación de la mitad para la escuela que desarrolla Ciudad Futura. Y no quiso hacerlo público, una actitud que también se corresponde con la indiferencia que le provocaban los elogios desde los hiperbólicos –estilo “Hebe Uhart es la mejor escritora argentina”, dicho por Fogwill– hasta los comentarios de los lectores.

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Según una nota de Ana Clara Pérez Cotten para la Agencia Télam, Uhart se enteró de la existencia de la escuela en 2017 a través del escritor Pablo Ramos. Uhart había estado en Rosario el 21 de abril de ese año, para presentar De aquí para allá, sus crónicas sobre pueblos originarios, en el Centro Cultural El Obrador; volvió en diciembre siguiente con el objetivo de conocer la “Ética”, como se llama a la institución de Nuevo Alberdi, y de nuevo en mayo de 2018, entonces para dar un taller con alumnos y docentes y ya mientras se gestionaba la donación.

Hebe Uhart en el living «silvestre» del CC El Obrador (en Espinillo y Maradona, en el lejano Oeste rosarino) en 2015.

En el taller le preguntaron qué era una escritora y Uhart respondió: “Un escritor es un charlatán refinado”. La frase encuadra con su habitual burla de las imágenes convencionales y del narcisismo que impregna al ambiente –“no se nace escritor, se nace bebé”, solía decir– pero también tiene un signo positivo porque asocia a la literatura con el habla y con un modo especial, el del hablante que seduce y divierte y al que no debe tomarse demasiado en serio. No es la única enseñanza que dejó entonces.

Primera edición

Uhart (Moreno, provincia de Buenos Aires, 1936–Buenos Aires, 2018) publicó doce libros de cuentos y cinco de crónicas; en forma póstuma se agregaron reediciones y compilaciones, la última de las cuales, Impresiones de una directora de escuela, reúne los cuentos de su etapa inicial. El primer libro, Dios, San Pedro y las almas (1962), fue publicado en Rosario por “la casi ficticia editorial Menhir”, como dijo Fernando Toloza en una entrevista para el número 10 (primavera de 2005) de la revista Lucera.

—Lo pagué yo y lo imprimí en Rosario, donde era más barato. En Rosario había cursado el último año de la carrera de Filosofía así que conocía gente que me dijo cuánto salía hacer un libro acá –contó Uhart en la entrevista con Toloza.

El contacto fue Ángel José Cappelletti (1927-1995), que era el director del Departamento de Filosofía y Letras de la actual Facultad de Humanidades y Artes y profesor de Filosofía Antigua, Filosofía Medieval e Introducción Filosófica a la Economía. Cappelletti había publicado un libro de poemas, Las bestias del tiempo (1961), con el sello de Menhir, y el de Uhart fue el segundo y último título de la editorial.

Editorial Menhir no me gustaba mucho, pero algo tenía que ponerle –agregó Uhart–. Viajaba de vez en cuando a la imprenta y cuando me llegaron los primeros ejemplares me pareció un milagro.

Uhart se había mudado de Buenos Aires a Rosario para terminar la carrera de Filosofía y para escapar de un novio, según le dijo a Nora Avaro: “Me contó que en su primera juventud había pasado una temporada en Rosario para meterle distancia a los amores de un hombre inconveniente y que durante ese entonces solía estudiar latín en un bar costero mientras miraba el gran río”, escribió Avaro en su libro La enumeración.

En “Rosario de la frontera”, la primera crónica que le dedica a la ciudad, Uhart rememora la época y el recuerdo activa el punto de vista sobre el presente:

Desde el Monumento a la Bandera, subiendo por un ascensor que está adentro, se ve gran parte de la ciudad, el río y las islas entrerrianas. Hace muchos años esa zona era para mí la más linda de la ciudad, con su avenida costanera de tipas y jacarandás; el monumento era descollante; ahora se está construyendo a tanta altura que los edificios de treinta pisos o más tapan parte del río y el monumento se ha empequeñecido. (…) Y, frente al Monumento a la Bandera, la estación fluvial que reemplazó a la torre fluvial, que tenía un solo café desierto y austero, con mesa y sillas de madera rústica; yo iba, hace mucho tiempo, ahí estudiaba latín y miraba el río. Ahora es un gran complejo turístico con letreros en tres idiomas.

Uhart prefiere olvidar en cambio al novio del que escapó; tampoco menciona al poeta Willy Harvey, de quien recordaba que solía verlo y hablar con él en la puerta de la Catedral de Rosario, donde Harvey, en el punto final de su desmoronamiento vital, pedía limosna.

Las lecturas de sus textos comenzaron también en Rosario. En octubre de 1963, Ángel J. Cappelletti reseñó Eli, Eli, Lamma Sabachtani?, segundo libro de Uhart, en la revista Universidad. Cappelletti apuntó datos para una biografía: después de estudiar en la Universidad Nacional del Litoral, Uhart “enseña latín en algunas escuelas de los suburbios porteños”; trabajaba en una tesis sobre Simone Weil; “realiza excursiones a cualquier parte, a Rosario, al Cuzco, a Brasil o a Ramos Mejía”; “charla muchas horas en los cafés del centro” y “sobre todo, o por mejor decir, entre todos, escribe cuentos”.

Cappelletti, cuyo nombre hoy lleva la Biblioteca de la Escuela de Filosofía de la UNR, también hizo una observación que prefigura a la crítica posterior:

Lo que sin duda revelan estos cuentos (…) es una experiencia metafísica, tanto más auténtica cuanto más originaria y carente de preconceptos, tanto más valiosa cuanto más “infantil” (en el sentido taoísta de la palabra). Esa experiencia que no trasciende nunca lo cotidiano se transfigura poéticamente en una verdadera mitología de lo trivial donde la cita bíblica, en latín o en arameo, contrastando con los giros convencionales, no es sino el marco ingenuamente irónico de un mundo demasiado lejano porque está demasiado próximo.

Uhart en el jardín de su departamento porteño ca. 2013.

Uhart no prestaba atención a la crítica de sus libros, pero atesoró la reseña de Cappelleti: la conservó entre sus papeles y reescribió con birome la última línea, que ya estaba borrosa.

Ajeno

Los personajes de Uhart suelen ser criaturas extrañas en el medio donde se encuentran. Entre lo que creen y sienten y las situaciones con las que confrontan la realidad suele haber un desajuste generalmente disparatado, un equívoco en apariencia absurdo pero significativo de una distancia insalvable y de los malentendidos del lenguaje. “Muchacho en pensión”, uno de los relatos que plantea este tema, recupera una historia que Uhart pudo conocer durante su residencia en Rosario.

El protagonista de “Muchacho en pensión” es Arturo, un joven ecuatoriano que llega a Rosario para estudiar y se aloja en una pensión vecina a la Terminal de Ómnibus. El personaje tiene en su equipaje un diccionario, donde su padre le dijo que encontraría todas las palabras que podría necesitar, pero está completamente desorientado. La mutua incomprensión con las personas que encuentra –las dueñas de la pensión, otros migrantes ya radicados– revela lugares comunes y conductas que aplanan el sentido de la existencia. No se trata de un desconocimiento geográfico sino de una persona por completo ajena al mundo que lo rodea, de un extravío que lleva a Arturo a encerrarse en su habitación. El cuento se publicó en Guiando la hiedra (1997).

Adversa

El 26 de septiembre de 2010, a través del correo electrónico, Uhart me contó que estaba por distribuirse en librerías la edición de Relatos reunidos en Alfaguara, y agregó un comentario llamativo:

Mi libro sale en septiembre, me gustaría presentarlo en Rosario para ir, pero Rosario siempre me fue adversa. Igual voy a sugerir a la editorial, a ver si ellos me arman algo, pero decime cuándo es el festival de poesía porque si coincide no va nadie.

La reflexión sobre la “adversidad” remite a la decepción de Uhart por la presentación de su libro Turistas (octubre de 2008) en la librería Homo Sapiens, donde la acompañé y a la que había ido poco público. Además se acumulaba a la frustración por la presentación anterior de otro libro, Camilo asciende, que estuvo a cargo del grupo Eveling, en 2005.

La presentación de Camilo asciende se hizo en el Centro Cultural Parque de España y consistió en una especie de puesta basada en textos del libro. No salió bien, una niña que formaba parte del grupo se puso a llorar por los nervios y se fue del escenario. El acto fallido quedó fulminado con un comentario a media voz de Angélica Gorodischer, sentada con el público al lado de Uhart:

—Che, qué linda presentación que te hicieron.

Sin embargo, en noviembre de 2009 Uhart volvió a Rosario. Hizo entrevistas, se documentó con libros y recorrió la ciudad para finalmente escribir “Rosario de la frontera”. El texto, escrito para el libro Viajera crónica (2011), se abre con una descripción del paisaje de la llanura a la altura de San Nicolás y el ingreso a la ciudad por la ruta 9. Además del Monumento a la Bandera, Uhart recorre el Parque de España, La Florida, el Parque Independencia, la Plaza de la Cooperación, la peatonal Córdoba, Oroño, Pichincha y sale de los bulevares para visitar el Centro Cultural El Obrador.

Hebe me preguntaba, entre montones de cosas, quién es el señor del busto de la plaza tal y cual, o cuáles fueron las virtudes del señor Oroño que lo hicieron merecedor de un boulevard”, escribe Nora Avaro sobre su rol de informante para la crónica; su texto, “Canastas tobas”, recuerda desde el título que cuando se encontraron en un bar Uhart le regaló una canasta que había había comprado en El Obrador.

En “Rosario de la frontera”, Uhart cita bibliografía de autores rosarinos (Beatriz Vignoli, Sonia Scarabelli, Alicia Megías) y recoge testimonios al paso de taxistas, “el señor Bidela, de setenta y siete años” (¿?), un pescador en la zona del puente Rosario-Victoria y un senegalés que contesta a desgano sus preguntas. El pasaje final transcurre en la Terminal de Ómnibus, y en ese punto su mirada de escritora se detiene en un joven paisano y lo describe en detalle, como si se entretuviera con algo mientras espera el micro de regreso a Buenos Aires.

Mariela Mangiaterra fue testigo de la visita de Uhart a El Obrador, donde trabajaba como coordinadora de la fábrica de juguetes:

—Esa vez entrevistó a Arsenio Borges, un compañero importante en el centro cultural que desde los inicios tuvo que ver con gran parte del trabajo con las comunidades de los pueblos originarios. La crónica de Hebe me generó un poco de estupor. Me chocó cómo ella reproducía el modo de hablar de Arsenio, un tipo muy especial, del que digo siempre que es la persona con mejor sentido del humor que conocí. Ella reproducía textual el modo de hablar de Arsenio; como yo no conocía la obra de Hebe lo leí con cierta reticencia porque había algunos usos imperfectos del español por parte de Arsenio.

Uhart llamaba “referentes” a las personas que conocía en los lugares que visitaba para sus crónicas y que la asesoraban en cuanto a temas y lugares. Pero no se sentía del todo cómoda y con el transcurso del tiempo tendió a evitarlos, porque estas relaciones le generaban la obligación de enviar las primeras versiones de sus textos. Valoró más hablar con la gente común con la que se encontraba en los viajes y con integrantes de pueblos originarios, uno de sus intereses más fuertes como cronista; estas elecciones explican el interés que le provocó El Obrador por encima de otras manifestaciones de la cultura rosarina.

En abril de 2011 Uhart comentó a algunos amigos que la crónica sobre Rosario tenía erratas. La edición de Crónicas completas (2020) las reproduce. La más notoria es la afirmación de que la ciudad tenía dos millones de habitantes a fines del siglo XIX; otra, quizás menos flagrante pero también evidente, es la mención de madame Safo como “madame Saló”; el texto agrega por otra parte un detalle de color a la leyenda y dice que en el burdel de Pichincha estaban las prostitutas francesas más refinadas y “cada una esperaba a su cliente con un perrito en brazos”.

El Obrador 

“Cuando tengo una inclinación, primero la sigo y después me pregunto por qué”, escribió Hebe Uhart en el prólogo a De aquí para allá, a propósito de su interés por escribir sobre comunidades indígenas en distintos contextos. El plan de ese libro surgió como continuación de relatos incluidos en anteriores crónicas de viaje e incluyó encuentros con etnias wichi, charrúa, mapuche y qom, después de una nueva visita al Centro Cultural El Obrador.

—Hebe se comunicó conmigo para esa visita –cuenta Mariela Mangiaterra–. Tengo correos de febrero de 2015, ella quería volver a entrevistarse con Arsenio y con Ruperta Pérez y recién pudimos armar ese encuentro un año después. Hubo muchos intercambios de correos en ese lapso y ella se mantuvo firme con el proyecto, me dijo muchas veces que se había sentido muy a gusto en El Obrador y quería volver.

Uhart reafirma esos sentimientos en en “El Obrador”, la crónica que resultó del viaje en 2016: “Yo ya había ido hasta allí una vez y salí tan contenta del lugar que quise volver”. En el centro cultural la reciben Leticia Kettle, por entonces coordinadora técnica, y Mariela Mangiaterra.

—Habiéndola leído empecé a comprender el interés por pescar los modos de hablar y lo que había visto con cierta incomodidad empezó a resonarme de otra manera –cuenta Mangiaterra.

La visita a Rosario se reduce ahora a El Obrador. Uhart relata la historia de la comunidad qom en la ciudad, la migración desde Chaco y la importancia del monte en la cultura indígena; describe las actividades en el centro cultural, la huerta y la fábrica de juguetes, “un capítulo aparte”; entrevista a Mangiaterra y refiere los juguetes que se producen con un detalle que trasciende el registro de la crónica en un compromiso afectivo, maravillada por lo que encuentra.

El centro de la crónica son las entrevistas con Ruperta Pérez y Arsenio Borges, al que reconoce con una especie de alegría: “lo encontré más fuerte, más recio que la vez anterior”. Uhart transcribe las palabras de los referentes qom con una extensión inusual para sus registros, lo que muestra una atención especial de su parte. “Y me voy contenta de El Obrador”, concluye.

Mariela Mangiaterra recuerda el sentido de misión cumplida:

—Ella había arreglado para dormir esa noche en un hotel de Rosario y cuando terminó de hablar con Ruperta y con Arsenio me pidió que le consiguiera un taxi y la ayudara a suspender la reserva del hotel. Iba a volverse antes porque ya había concluido su tarea en Rosario. Tenía un bolsito estilo marinero, de esos que uno ajusta la tira que se cuelga en el brazo, del que salieron las cosas más diversas hasta que encontró la dirección del hotel: un par de medias que se había traído para dormir, una libretita, sus cigarrillos…

Polémica

El 21 de abril 2017 Uhart volvió a Rosario como invitada para la Semana de la lectura y volvió a El Obrador, para hablar sobre sus crónicas en una mesa coordinada por Laura Cardini de la que también participó Lara Pellegrini como presentadora del proyecto de audio-libro Relatos de la tradición oral de la comunidad Qom en la ciudad de Rosario. Más tarde Hebe fue al Museo de la Memoria, donde Pablo Makovsky le hizo una entrevista pública a propósito del libro De aquí para allá.

Uhart en el Museo de la Memoria, Rosario, en abril de 2017, para la presentación de su libro «De aquí para allá».

–Ella estaba muy impresionada por las comunidades de Otavalo (Ecuador) con sus artesanías, y cómo habían logrado un desarrollo económico importante –dice Mangiaterra–. También ligado a lo que trabaja en muchas de sus crónicas sobre cómo es imposible hoy pensar identidades esenciales, se trate del pueblo que se trate, y cómo con las mixturas de la modernidad las identidades están fragmentadas. Esa vez tuvo un intercambio polémico con Ruperta.

Uhart solía plantear ante sus auditorios, en presentaciones o lecturas, un dilema crucial de los pueblos originarios: cuál posición era la correcta, entre los indígenas que se aculturaban y los que se resistían. “Los dos tienen razón”, respondía por su cuenta. En las crónicas cuestiona estereotipos de distinto signo ideológico, desde la visión prejuiciosa y discriminadora de los indígenas hasta la preocupación políticamente correcta porque tengan presente la memoria de los abusos. Reconocía en los pueblos originarios un saber particular, “que yo no tengo”, pero a la vez destaca la mezcla y los cruces entre lo ancestral y lo moderno, lo propio y lo extraño, contra las mitificaciones alrededor de ese conocimiento. Su punto de vista estaba cerca del que expone una indígena ecuatoriana doctorada en EEUU en De aquí para allá: la identidad es un relato en construcción y las tradiciones tienen sentido en la medida en que resuelven situaciones concretas de la vida. 

Rosario periférica

Hebe Uhart se reconcilió así con Rosario después de aquella etapa adversa en la que se sintió un poco rechazada o incómoda en la ciudad. En el desplazamiento surge algo que es revelador no ya para su historia de vida sino como una mirada sobre la ciudad que es también parte de su legado local, como la donación o como sus crónicas. Lejos de los bulevares y de los espacios donde transcurre la actividad, Uhart descubre otras culturas y otros creadores, y los localiza en El Obrador y en la Escuela de Territorio Insurgente, en los referentes de la comunidad qom y en los docentes y alumnos de Nuevo Alberdi.

Uhart muestra que estas culturas son periféricas en más de un sentido, porque pasan desapercibidas y aparecen en todo caso como fenómenos marginales dentro de las representaciones culturales de la ciudad, cuando son parte de lo más potente, singular y creativo que pueda exhibir esta ciudad tan maltratada en los últimos años por las políticas del sector.

Cámara de Diputados de Santa Fe
Sobre el autor:

Acerca de Osvaldo Aguirre

Nació en Colón. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Es periodista, poeta y escritor. Ha publicado poesía, crónica, novela y ensayo, entre los que destacan: Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994), El General (2000), Ningún nombre (2005), Lengua natal (2007), Tierra en el aire (2010) y Campo Albornoz (2010), y reunió sus tres primeros libros en El campo (2014). Fue editor de la sección Cultura del diario La Capital de Rosario.

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