El sol debe estar pegando duro en la esquina de La Cueva del Peluche, donde atado a una columna con un lazo al cuello, un oso suave y acolchonado de un metro de alto es obligado a sentarse en una silla plástica. Acá, en el Centro Cultural Fontanarrosa, hay aire acondicionado; nadie sospecha que dentro de tres días el centro permanecerá cerrado al público por tiempo indeterminado, siguiendo el protocolo de prevención del coronavirus. Son las cinco y media de la tarde. Está por empezar el conversatorio “La plenitud de ser humanas y no humanas”, una charla sobre feminismo antiespecista organizada por el grupo de estudio Lo Animal Es Político.

Ayer por primera vez el colectivo de Feministas Antiespecistas de Rosario marchó un 8M. Sus pancartas bombardearon el androcentrismo, pero principalmente el antropocentrismo. Para el grupo, la alimentación está determinada por las políticas patriarcales de nuestra cultura y la masculinidad se construye, en parte, por el acceso al consumo de carne y al control de otros cuerpos: tanto mujeres como animales padecen objetificación y consumo.

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“Postulamos siempre que el feminismo debe ser antiespecista y el antiespecismo debe ser feminista. Tenemos que apoyarnos mutuamente en las causas, la lucha debe ser interseccional, porque tenemos el mismo enemigo, un sistema opresivo patriarcal”. Así empieza la moderadora, Angélica Polli Miotti, abogada especializada en Derecho Animal y miembro del nuevo colectivo de Feministas Antiespecistas de Rosario.

—El animalismo también cuestiona los privilegios, no es solamente el feminismo, la diferencia es que nosotres cuestionamos uno de los grandes privilegios, que la mayoría no ve como privilegio, que es el especismo. A partir de ese privilegio cuestionamos todo el resto.

Los derechos de los peluches

Si el patriarcado es explotación, no hay forma de explotación más arraigada que la del medioambiente y la de lxs animales, que están cada vez más lejos de nosotrxs: especies desaparecidas para siempre, mariposas, sapos, ranas, cada vez más escasos, exterminados con aviones desde el cielo. Para redimirnos de nuestro trato cruel, nos relacionamos con ellos a la distancia de una forma cada vez más imaginaria y sentimental, peluchizada, emojizada.

En 2013 el Frente en Defensa de los Derechos de los Peluches se movilizó hasta la esquina de Entre Ríos y Ricardone para pedir la “liberación” de un oso enorme que sufría y todavía sufre, atado a un poste, la intemperie y el smog. Y no solo pidieron la liberación del peluche de la tienda, sino la liberación de todos los peluches del mundo, abandonados en roperos, tirados en tachos, mugrientos y olvidados por sus dueños los humanos. Se decretó el 16 de noviembre como Día Universal de los Derechos del Peluche, con presencia de los medios.

La declaración fue leída en la puerta del local por Josefa, la líder del movimiento, una señora con cuerpo humano y rostro-máscara de chimpancé. Artículo 1: derecho al nombre, a la identidad individual. Artículo 2: derecho a la higiene, “cada peluche tiene derecho a ser lavado, aspirado”. Artículo 3: derecho a jugar, “cada peluche tiene derecho a jugar, a entretenerse con su dueño y si su dueño pierde interés o crece, el peluche debe ser regalado a otro niño o adulto”. Artículo 4: protección contra rupturas amorosas, “no castiguen a los peluches regalados por sus amados”. Artículo 5: derecho a conservar sus extremidades y su cabeza, “el peluche es algo entero, es todo una sola cosa, no lo desmembren”. Artículo 6: derecho al amor y a los abrazos.

Para algunxs, la lucha por los derechos de los animales es cursi y simpática, equiparable a un chiste performático callejero por el bienestar de los peluches, encabezado por josefas enmascaradas, sentimentales. Pero en 2012, un grupo de neurocientíficxs −entre ellxs Stephen Hawking− declara en Cambridge que los animales no humanos tienen los sustratos neuronales que dan lugar a la conciencia. El 29 de marzo de 2019, en la Declaración de Toulon, juristas franceses establecen que el sistema jurídico debe homologarse con la declaración de Cambridge, “que los animales deben considerarse universalmente como personas y no como cosas” y que “debe reconocerse la condición de persona, en términos jurídicos, de los animales”.

Natalia Espíndola es abogada y presidenta del Instituto de Derechos del Animal. Mientras habla, en una pantalla gigante se reproducen citas de filósofos y juristas y algunos casos de jurisprudencia. Sostiene que el argumento que se utiliza para negarles derechos a los animales es el mismo que se utilizó para las mujeres.

—¿Cuál es la discusión con los animales? Otorgarles personalidad legal, es decir, convertirlos en sujetos de derecho. Ahora, hoy por hoy, los animales siguen siendo objetos de derecho.

Según el filósofo y activista antiespecista Oscar Horta, la personalidad jurídica se define de un modo dualista: por una parte, como la capacidad de ejercer ese derecho; y, por la otra, de tener responsabilidades legales.

—Y en esa mentira se sostiene todo: como no tienen razón no pueden ejercer los derechos. Y este es el mismo argumento que se utilizó para las mujeres y hoy se utiliza para los animales no humanos.

Aristóteles, asegura Natalia, es el primero que postula que hace falta la razón para el acceso a los derechos o a la vida en sociedad “y en ese afán de hacer esta definición, deja afuera a los animales porque los animales carecían de razón, y también a las mujeres”. Mujeres y animales tuvieron una posición semejante en el mundo heteropatriarcal, más como objetos que como sujetos.

—Podemos encontrar desde la Biblia indicios del papel secundario de los animales y de la mujer, o de esta escisión entre sujetos y objetos: uno es la Creación misma, o sea, la mujer sale como una cosa secundaria para hacerle compañía al hombre y, por otro lado, Dios crea a los animales para que sean objeto de su dominio y apropiación. Y no solo en la Creación misma, sino pobre, el hombre, cuando lo hacen irse del Paraíso porque imagínense que si no fuera por la mujer que lo hace comer una manzana y encima la víbora, que es un animal, la convence a ella. Me parece que esas son las construcciones que traemos y lo que hay que empezar a deconstruir.

Luego se refiere a “su amigo personal” Descartes. “Lo adoro porque es fantástico, es como que crea una película de ciencia ficción cuando dice que los animales son unas máquinas que cuando se quejan es como el chirrido de un carro al que le falta aceite”. Según su análisis, fundamos nuestro mundo moderno en base a este mundo entendido como una máquina: podemos apropiarnos de los recursos como si el planeta fuera una fábrica de insumos infinita y mecánica, un regalo de un ser todopoderoso.

Máquinas sin aceite

Malena Blanco, cofundadora de Voicot −un grupo que a través del arte y la publicidad lucha por la liberación de los animales− se para para hablar. Es alta, erguida, y tiene un vestido negro que deja ver mucha piel tatuada. Pero muchxs en el auditorio se tapan los ojos o miran para un costado cuando empieza. A su izquierda, en la pantalla, se reproducen videos que ella misma grabó en mataderos: animales desollados con el corazón latiendo; cerdos en camiones, golpeados, mutilados, sin orejas; aguas electrificadas que son el destino final de pollos; afuera de uno de los mataderos, decenas de cabezas apiladas en tachos.

—Hoy empezó en Europa la cuarentena por el coronavirus y pensamos que esto tiene que ver con el desastre, la crueldad y la forma en la que estamos tratando a las personas no humanas. Es importante saber que todo este mal que le hacemos a los animales no va a ser gratuito para nosotros. Estamos destruyendo el mundo que habitamos y nos estamos destruyendo a nosotros mismos.

La aniquilación de ecosistemas para plantar monocultivos a escala industrial, que en su mayoría alimentan ganado, y el tráfico de la vida silvestre es, para muchxs científicxs, una de las causas de aparición de nuevos virus, como el covid-19.

El renacer de Venus

Pero no todo es bronca y dolor. Para Jesusa Rodríguez −actriz, directora de teatro y actualmente senadora Nacional de México por Morena, partido de izquierda− el tiempo está recomenzando y las estrellas dicen que el renacer es femenino. Cuenta la historia de Geraldine Patrick, una arqueoastrónoma chilena que en el año 2012 descubrió una correlación calendárica entre el códice de Dresde (un libro maya que señala muchísimos eclipses hacia el pasado y predice muchísimos hacia el futuro) y las mediciones modernas de eclipses realizadas por la NASA.

—Ustedes recordarán que en 2012 se iba a terminar el mundo: una estela maya, que se llama la Estela de Tortuguero, estaba marcando algo que iba a ocurrir en esa época y que íbamos a vivir nosotres. Geraldine busca qué fenómeno celeste iba a ocurrir en esa fecha: Venus y la Luna vuelven a salir en el poniente con una cierta ubicación de las constelaciones; esto significa que recomienza el tiempo. Entonces este renacer de Venus por la casa de las mujeres, por el poniente, implica que el Universo pasa a su lado femenino.

Según Jesusa, que el Universo sea femenino no representa un travestismo cósmico desde la masculinidad hacia la feminidad, sino una evanescencia de todos los sistemas binarios, “se rompe toda la concepción construida durante cinco mil años y recomienza una nueva construcción donde se derrumban todos estos compartimentos estancos que, claro, en el siglo XIX son un exceso, cuando todo se mete en cajoncitos y la ciencia todo lo clasifica. Pero a fin de cuentas lo que está planteando la idea del Universo que se tiñe de lo femenino con el renacimiento de Venus por el poniente o la casa de las mujeres es que todo recomienza, vuelve a ser el año cero, retoma las fuerzas del Cosmos otra manera de enfrentar las cosas”.

El feminismo antiespecista nos ofrece nuevos símbolos asociados a una dieta basada en el reino vegetal. Un nuevo paisaje, no de monocultivos destinados a engordar animales para consumo humano, sino un paisaje diverso, con el modelo de la agroecología, puede ser un buen telón de fondo para el derrumbe de los sistemas binarios, no solo del binomio hombre/mujer, sino también del binomio humano/animal. Si la carne provee imágenes darwinistas, de ferocidad, de predominio del más fuerte, de imperativo territorial y virilidad −es decir, control, dominio, violencia, masculinidad−, el reino vegetal ofrece un imaginario de cooperativismo, de armonía con las estaciones, cuidados, crianza, lento cambio evolutivo, muerte y vida como transformaciones de una misma fuerza: cosecha y no violencia, armonía y no dominio.

logros
Sobre el autor:

Acerca de Anaclara Pugliese

Nació en 1989 en Arroyo Seco. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó La sombra de las nubes (Editorial Municipal de Rosario, 2017), Dos poemas (Ediciones Arroyo, 2019) y Dos arcoíris & un desierto (La Vieja Sapa Cartonera, Santiago de Chile, 2019). En 2015 participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario y en 2019 en el Encuentro Nacional de Poetas […]

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