Hay una futura yo que funciona como mi tierra prometida. Por ahora aparece cuando me tiño el flequillo y me pinto los labios del mismo color. Después dos puntos de labial como rubor en las mejillas. Las diosas crean su propia belleza.

A los doce la tierra prometida era nuestro cuaderno. En él, Julia y yo copiábamos frases, refranes, aforismos, definiciones encontradas de lo que creíamos que era el futuro. Lo ojeo y leo “el amor es…”, “la amistad se parece a esas…”, “el más poderoso hechizo…”. Hay palabras como “corazón”, “verdadero” y “gemelo”. Era una guía para enfrentarse a la vida adulta. O un manual de autoayuda para sobrevivir a la adolescencia. Durante el último año de la primaria y el primero de la secundaria en la escuela y fuera de la escuela en lo único que pensábamos era en generar “entradas” o definiciones para nuestra pequeña enciclopedia ilustrada de las emociones.

 

Ese cuaderno era el grado cero de la escritura. De cuando sabíamos muy poco del mundo y sin embargo solo buscábamos definirlo. Desde los veinte años también anoto en cuadernos frases que me gustan de escritorxs. En su mayoría son sobre la escritura misma. Funcionan como una autoayuda para asumir el deseo de escribir. En casi todas las citas que anoté pareciera que para escribir hay que olvidarse de lo que creemos que es “escribir”, o por lo menos, dejar la definición lo suficientemente abierta. La última es de un ensayo de Marguerite Duras:

Si se supiera algo de lo que se va a escribir antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena. Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos.”

Mi tierra prometida

El cero es la potencialidad pura. El momento en que todo es posible porque no se ha asumido todavía ninguna forma. Es el ser sin definición, energía vital absoluta. Este es el cero en el tarot. El loco.

Un joven que camina al borde del precipicio con los brazos y las mangas abiertas como alas. Un joven que no tiene miedo, que sabe que no se va a caer. Como un equilibrista protegido por la confianza. La confianza en su intuición.

Como arquetipo representa el estado de gracia, el estado de indefinición del mundo y sobre todo de sí mismo. La falta total de juicio sobre sí, la no identificación con las propias aventuras. Como un recién nacido. Esta indefinición del loco inspiró en algunos juegos la figura del comodín, es decir, del que puede ocupar todas las posiciones.

Me acuerdo de Charlie Chaplin entre los engranajes de Tiempos modernos. O patinando cerca de un precipicio con los ojos vendados. Sabemos que algo evitará que caiga al vacío. Sabemos que, aunque se acerque mucho al borde, hay una gracia misma de la danza sobre ruedas, un ritmo que lo mantiene a salvo. Se ha olvidado de sí, y esa ligereza lo protege. Igual que en ¡Cuidado, bebé suelto! Lo que protege al bebé es la gracia. Lo mismo pasa con el ruso en El corazón de las tinieblas. Eso es lo que decía Sergio Cueto en las clases de literatura inglesa sobre el arlequín de la novela de Joseph Conrad. Para Cueto la gracia era un estado de inocencia que volvía al arlequín inmune ante el horror que se relata en la novela.

Cero

En el tarot el loco puede ser el 0 iniciando el ciclo de los arcanos mayores. O también el 22, cerrando el ciclo. Es decir, está en el inicio y en el final, abre y cierra. Igual que la serpiente que se come la cola. Entonces no se llega a la gracia del cero sino en el camino de regreso que solo puede lograrse habiendo abandonado el punto de origen, trazando una línea que se aleja y luego vuelve sobre sí misma.

Las diosas crean su propia belleza podría haber sido una frase de mi cuaderno, una buena definición de diosa. Para las adolescentes que leían libros para copiar las frases más cursis, crecer era definir. Ahora que de verdad crecimos, creemos que crecer es llegar a la no definición, al cero. Ahora hacemos el camino inverso, escribimos diarios para liberarnos de esas definiciones, sacamos un poco de la amistad y se lo ponemos al amor y hasta nos esforzamos por poner cosas del amor en la amistad. Incluso nos damos cuenta de que muchas veces nos maternamos, sin querer, la una a la otra. ¿Llegaremos alguna vez así, amiga, al grado cero de la categorización? ¿A una nueva tierra prometida donde seamos diosas que no se identifican con su belleza?

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Dengue, Zika y Chikungunya
Sobre el autor:

Acerca de Anaclara Pugliese

Nació en 1989 en Arroyo Seco. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó La sombra de las nubes (Editorial Municipal de Rosario, 2017), Dos poemas (Ediciones Arroyo, 2019) y Dos arcoíris & un desierto (La Vieja Sapa Cartonera, Santiago de Chile, 2019). En 2015 participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario y en 2019 en el Encuentro Nacional de Poetas […]

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