El bullicio de dos niños que entran corriendo al bar dificulta la conversación. Mientras  tironean de la ropa de su madre y gritan reclamando una rosquilla, el entrevistado ironiza: “Bienvenidos a la ciudad de los niños”. Patricio Pron se ríe de la escena que mete ruido en la grabación. “Con esto se resuelve toda pregunta sobre la paternidad”, dispara como sentencia y luego sigue, en relación a Mañana tendremos otros nombres, su última novela. “Si era un tema en el libro, queda inapropiado preguntarlo”.

El escritor rosarino radicado desde hace años en Madrid llegó a la ciudad para presentar su obra, ganadora del premio Alfaguara, el martes 16 de abril en Plataforma Lavarden.

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Mañana tendremos otros nombres

Fragmento de la novela ganadora del premio Alfaguara 2019

La novela narra la historia de una pareja que se separa. Son dos personajes sin nombre lo que le da un sentido aún más universal a todo el relato. Él y Ella viven en Madrid y llevaban juntos cinco años. Él escribe libros y Ella es arquitecta.  Él no quería tener hijos y Ella sí. Una vez que la relación hace agua y ambos se encuentran solteros se enfrentan de nuevo a un “mercado” sentimental que desconocen por completo: el de las aplicaciones.

La ruptura de la pareja le permite a Pron abordar desde la ficción la forma en la que cambiaron las relaciones amorosas, lo que le sirve además para hacer una radiografía o, también, una disección de la sociedad actual en tiempos de Tinder.

“Este no es un libro moralista que pretenda decir a las personas cómo es que tienen que construir sus relaciones amorosas. En todo caso, es una novela que plantea algunas preguntas sobre estos asuntos y en la que los personajes, perplejos al igual que nosotros, tratan de resolver a su manera en el ámbito de la ficción”, dice Pron.

El autor eligió escribir sobre este tema a partir del desconcierto que le producía leer novelas contemporáneas en español que narraban un paisaje amoroso reduccionista o que no se correspondía con una realidad que se ha transformado en los últimos años.

Para él fue necesario escribir de los cambios que experimentan las ciudades (la gentrificación), las nuevas maneras de ejercer las profesiones, la inestabilidad laboral y la exigencia de una transformación permanente que se opone por completo al ideal amoroso tradicional. Es así que, mientras nos mudamos cada dos años, cambiamos de puesto de empleo cada tres, trabajamos sin relación de dependencia o en forma remota, en las relaciones sexoafectivas aún intentamos sostener vínculos entre dos personas y para toda la vida.

“Acaso mi historia no tenga que ver con esto, incluso puede que sea menos interesante que las demás, pero me pone sensible lo que están viviendo otros y era necesario contarlo”,  dice.

Pron, que está casado hace 10 años, aclara que está muy bien con su esposa, que no tienen planes de separarse, ni tampoco de tener niños. Y que la mejor constelación familiar que conoce hasta el momento es la suya, que además de su pareja incluye a un par de gatos. Por eso, no fue su experiencia personal lo que lo llevó a conocer las aplicaciones de encuentros y citas, sino la de sus amigos. Varones y en especial mujeres de 40 años que cayeron en la encrucijada de los algoritmos una vez que se separaron.

“Hay gente a la que le funciona y gente a la que no. Pero lo interesante es interrogarse las implicaciones que tiene para la forma que pensamos de nosotros mismos, de nuestra subjetividad y nuestros afectos, y la forma en que pensamos a los demás, cuando borramos a alguien de nuestro mundo con sólo pasar el dedo por una pantalla. Es una pregunta a la que tenía que ir la literatura”, dice y agrega: “Fueron precisamente mis amigas las que me contaron de los mensajes casi de sexting que recibían y de las fotos de las pijas que les mandaban los chicos a través de esas aplicaciones”.

Esos relatos y experiencias de quienes llegaban al mercado de la soltería, que se ha transformado por completo en los últimos siete años, fueron fundamentales y le permiten a Pron desplegar una ficción en un entorno contemporáneo plagado de discusiones sobre las masculinidades, los feminismos, la diversidad de identidades, la paternidad y la maternidad por obligación.

“Cualquier varón de más de 40 años que eche una mirada hacia atrás se dará cuenta de que ha incurrido en prácticas que según la moralidad imperante son consideradas inapropiadas”, dice Pron.

Como en cada uno de sus libros anteriores el autor recupera lo político, pero en este caso no trae nada del pasado salvo los recuerdos de la pareja que se fragmentó. Todo es historia presente. Es política actual marcada por debates culturales sobre qué es el consentimiento, cuáles son los límites imposibles de transgredir en las relaciones entre varones y mujeres, qué derechos adquiridos de las mujeres no deben dar un paso atrás o ser arrebatados.

“Escribir esta novela es una forma de intervenir en estos debates sin el condicionante de mi propio género que es algo que no he escogido. Es más una identidad, un lugar hipotético de llegada que de partida”, dice el autor y agrega: “Tendemos a pensar en nuestras relaciones como privadas, escindidas de lo público, como refugio de la intemperie económica y emocional en que vivimos. Pero hay otra forma de pensar a la pareja: como un ámbito de batalla, un sitio donde se dirime mediante un diálogo, que para mí es la parte constitutiva de una relación de pareja, cuestiones como el consentimiento y la seducción. Me parece que las tendencias y los desarrollos más interesantes en el ámbito de los feminismos tienen que ver con esa toma de conciencia”.

Hasta el momento en que el jurado abrió el sobre que mostraba su nombre real y no su seudónimo (No soy Estimer), no sabían si se trataba de un autor o una autora, lo que para Pron fue un halago por ir en contra del prejuicio de que los hombres no podrían narrar la experiencia femenina. Pero además, esa incerteza se suma a toda una taxonomía infinita de identidades nuevas que hace tambalear las etiquetas conocidas.

¿Cuántas son las personas que conforman una pareja? ¿Viven juntas o separadas? ¿Deben perseguir el fin de la reproducción? ¿Tienen un mismo sexo? ¿Cómo narrar la experiencia amorosa hoy cuando no hay siquiera un consenso que define una pareja?

Mañana tendremos otros nombres es una novela sobre la ruptura amorosa que, como dice el autor, va más allá del amor. “No sólo respondemos a  los nombres con los que nos llamaron nuestros padres sino a los que nos han dado las personas que nos han amado”, dice. El amor aquí como experiencia de transformación de lo que uno creía de sí mismo y de todo lo que nos rodea también.

Pron, que nació en el barrio Tablada, igual que Lionel Messi, dice que de chico nunca se le dio por el balón, aunque sí por los libros. Y esa elección de la infancia no le fue para nada gratuita. “Recuerdo haber recibido más de una vez el epítome de maricón porque no jugaba fútbol o porque salía con un libro a la plaza”, dice. No lo cuenta festivo. “Era desagradable y doloroso, yo mismo tuve que reconciliarme con lo que me parecía una desventaja de mis compañeros y congéneres. Aunque me permito mirar algo más allá de los límites estrechos no pienso en mi como alguien que se haya deconstruído. No pienso en mí como un aliado, como les dicen las feministas a los varones que apoyan sus reclamos en España. Me pienso como alguien sensato, que sencillamente no quiere hacer daño y que no puede participar de estructuras que están preparadas para hacerlo”: es la definición que desgrana.

Dengue
Sobre el autor:

Acerca de Virginia Giacosa

Periodista y Comunicadora Social

Nació en Rosario. Es Comunicadora Social por la Universidad Nacional de Rosario. Trabajó en el diario El Ciudadano, en el semanario Notiexpress y en el diario digital Rosario3.com. Colaboró en Cruz del Sur, Crítica de Santa Fe y el suplemento de cultura del diario La Capital. Los viernes co-conduce Juana en el Arco (de 20 a 21 en Radio Universidad 103.3). Como productora audiovisual trabajó en cine, televisión y en el ciclo Color Natal de Señal Santa Fe. Cree que todos deberíamos ser feministas. De lo que hace, dice que lo que mejor le sale es conectar a unas personas con otras.

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