Laura vive en Rosario sin ningún tipo de proyecto, despedida de una agencia de lotería en la que no quería trabajar no sabe qué hacer con su tiempo. Le llegan noticias desde el paisito vecino. Una llamada de su ex, el ahora devenido gurú de las olas, con una propuesta: comprarle la mitad de la propiedad que adquirieron cuando estaban casados. La propiedad que ahora es un hostel.

Así empieza La viuda del diablo, primera novela de Romina Tamburello, que ganó la primera mención del Premio Futurock Novela 2021 lo que le permitió ser editada por el sello del mismo nombre.

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El día que internan a su padre, Martín decide hacer todo lo posible para darle a su madre la vida que él cree que merece.

Si algo atraviesa las ciento ochenta páginas del libro es la pregunta: ¿Qué hacer con el pasado?. O, mejor dicho, ¿Qué hacer con los restos de un pasado que vuelve en forma de hostel?.

Laura viaja a Punta del Diablo, Uruguay, a resolver y volver pero se da cuenta de que no es tan fácil como su madre se lo pidió. En esa resolución hay vida transcurrida, están los escombros de un proyecto que no funcionó y que, de alguna forma, le reclama que se haga a un costado para poder seguir tranquilo.

Seamos sinceros, nadie quiere perder. Y Laura se aferra a ese hostel como un borracho a la última botella del bar. No se va a ir porque irse significa perder, significa que esa propiedad devenida en hostel se transformará en el futuro de su ex con su actual novia, una hermosa española que vive seis meses en Uruguay y seis meses en Europa mientras ella vive los doce en Rosario.

Podría detallar la cantidad de hechos que suceden en Punta del Diablo pero sería restarle sorpresa al libro, al placer de acompañar a Laura en este duro duelo que vive en la costa uruguaya. Lo que si puedo decir es que cada cosa que hace y cada persona que conoce, se transforma en una razón más para quedarse en ese lugar porque si una persona está a la deriva, sabemos, se agarra de lo primero que ve.

La viuda del diablo cuenta la historia de Laura y Laura está sola. Nunca lo va a decir, ni siquiera se va a dar cuenta. Si hasta cuando llega su amigo a “darle una mano” no logra salir de la cárcel que le significa su eterno monologo interior. Un monólogo que, a veces, nos da ganas de decirle que se calle un momento, que no nos deja escuchar el ruido de las olas.

Romina escribe con humor, con voracidad y con una fuerza aplanadora una historia triste que, al final de todo, nos deja la sensación de que Laura necesita un psicólogo.

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Sobre el autor:

Acerca de Federico Aicardi

Nació en Rosario. Es Licenciado en Comunicación Social por la UNR. Publicó sus primeros cuentos en la revista Apología, El corán y el termotanque y Rosario 12. Escribió dos obras de teatro: Tiempo muerto y Erotomaníaca. También finalizó su primer guión cinematográfico llamado Hambre (al final todo se llena). Sumado a esto realizó la adaptación y producción integral del pasaje […]

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