Todavía vibrando en los ecos del 8M, la clase inaugural del taller de escritura creativa Patas de Cabra, coordinado por Maia Morosano, dio testimonio de la potencia de darle voz a las mujeres. Poetas de acá y de allá, invitadas especiales, fotografía, danza y los puentes que multiplican los sentidos.

El lunes 11 de marzo la ciudad no puede desprenderse del clima de comienzo de clases. Aunque son las siete de la tarde, y todos los turnos primarios y secundarios parecen haber finalizado, esa energía de reencuentro, de reinicio, ese entusiasmo por emprender un camino de aprendizaje compartido llega hasta la puerta de la Facultad Libre. El taller de escritura creativa Patas de Cabra arranca su tercer año lectivo consecutivo y Maia Morosano, fuerza vital coordinadora del espacio, no tiene intenciones de esconder su alegría ni su desborde.

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Las sillas organizadas en ronda se van llenando de a poco. Hay abrazos efusivos entre compañeras que se vuelven a ver después del verano, hay saludos un poco más tímidos, hay sillas que se corren para poder sentarse cerca de una amiga. “Perdón, es algo gregario”, dice Nora entre risas. En los minutos previos a empezar la clase, quedan claras dos cosas: la mayoría vuelve al taller por segundo o tercer año, y casi todas son mujeres. Sólo dos alumnos varones entre lo que sin contar son más de veinte mujeres que van de los veinte a los ochenta.

Alumnos y alumnas del horario anterior (de 17 a 19, uno de los cinco en los que funciona el espacio) aletargan su partida porque saben que la próxima clase tendrá algo especial: la visita de las periodistas Sonia Tessa y Virginia Giacosa. No es difícil adivinar, por aproximación de calendario y por currículum de las invitadas, que este primer encuentro se centrará en mujeres trabajadoras de la palabra, en activismos y feminismos.

“Como quien quita una piedra con la palabra, con la danza, con la metáfora encendida Patas de Cabra comienza el 2019 con mujeres fuertes, con mujeres montaña, con mujeres que dicen en el lenguaje y fuera de él. Bienvenidas, bienvenidos, bienvenides. (Los extrañé un montón)”, dice la carátula del montoncito fotocopias con el material de la clase (cuatro hojas repletas), que ya descansan y se revuelven en las manos de les alumnes.

Corrección, entonces, la clase versará sobre trabajadoras del lenguaje, porque aunque el taller es literario, Maia insiste desde entrada (y desde siempre) con la idea de tender puentes entre disciplinas. “Como quien quita una piedra” es una frase de una poesía de Irene Gruss, que se leerá entera más tarde, y es de alguna forma el título de este encuentro, su gatillo. Una foto de Grete Stern (una de las pocas exponentes mujeres del movimiento Bauhaus) muestra a una mujer arrastrando una piedra que la iguala en tamaño cuesta arriba. ¿Cómo dialoga con la frase de Gruss? ¿Qué contarían de esa imagen? ¿Quién sería el narrador o la narradora? ¿Qué sería esa piedra, simbólicamente? ¿Con qué otro texto podrían conectarla?

Cuesta romper el hielo. Las primeras intervenciones se hacen esperar, pero una vez que empiezan, se replican desde distintos puntos del aula. Algunxs piensan si la mujer carga con esa piedra voluntariamente. ¿Cuál es su condena? Otrxs se preguntan si la lleva para quitarle el peso a alguien más. ¿Por qué? Alguien más indaga sobre lo que la imagen deja afuera. ¿Y si sólo vemos a una de muchas mujeres cargando piedras similares? ¿Si soltar la piedra implica aplastar a las que vienen detrás? Maia dice (según ella, repite) que un texto no puede bajar una línea única, ser unidireccional, que el arte y literatura no se interpretan, producen efectos. Y en el taller los efectos dialogan y aunque parecieran contrapuestos, conviven, se fusionan.

Va media hora de clase y ya hay dos tareas para la casa. Para todas, Maia recuerda que el objetivo siempre es que puedan decir lo que quieren decir sin explicarlo, sin subrayarlo con fluorescente. Quiere que transmitan una idea sin explicitarla necesariamente. ¡Metáfora, metáfora! Que la noción de esperanza o desesperación o felicidad o cansancio emerjan del texto, sin usar esas palabras. “Se puede decir mucho más si no lo decimos directamente”.

Los puentes se tienden solos. Como si estuvieran ahí bajo una superficie y sólo hiciera falta mirar más allá del espejismo. Como si fueran puntos para unir con líneas y Maia los hubiera dispuesto entre los textos, entre los múltiples significantes que aparecen en la clase, para dejar ver una imagen completa, un dibujo que significa todo lo anterior y algo más.

Desde la foto, el trazo va hacia una poesía de Virna Scolari, una compañera que está presente y que (se) lee. El texto flota en el aire en voz de su autora mientras la clase sigue atenta la lectura en sus fotocopias. Los gestos en las caras dicen que todo lo que vino después del inaugural “marcela vení acercate” es conmovedor. Y lo es. Una mujer que le habla a otra, en segunda persona, un texto que Virna escribió para compartir el 8 de marzo.

La compañera recibe el aplauso sincero de lxs presentes con un poco de pudor, tapándose la cara con su propia poesía, que parece sintetizar la famosa sororidad como concepto, como interacción, como vínculo, sin necesidad de definiciones complejas. “No quería que fuera panfletario”, dice. Y no lo es. Es todo lo contrario, si eso existe.

El siguiente paso es obvio, es necesario, es la piedra que se emplaza solitaria, confortable y visible al frente en el cruce del río (los puentes tienen muchas formas): una poesía de Diana Bellesi. Es que Maia tiene sus militancias claras y las pone sobre la mesa. La tallerista decide trabajar con muchxs autorxs y artistas de la ciudad, de la provincia. “La esencia de este taller es producir y visibilizar”, había contado a las invitadas al comienzo. Diana Bellesi y Zavalla son inseparables, y esa cercanía geográfica parece hacer su obra más cercana.

De ahí todos los caminos conducen a Irene Gruss, esta vez sin espejismos porque esta poesía (“El jardín”) le contesta sabidamente a la de Bellesi. “¿Estás cansada del viaje, Diana?” El encabalgamiento (una manera en que se cortan los versos) nunca es en vano, dice Maia, y todxs bajan la vista, descubren lo que el texto resalta. Si se presta atención, se escuchan los suspiros que se sueltan después. Es que la segunda persona “es una flecha”, siempre va.

Finalmente, llega el turno de charlar con y leer a las invitadas, estas “trabajadoras de la escritura” que se apuran en aclarar que no escriben literatura. Los dos textos de su autoría seleccionados para la ocasión son también los que tiene más explícitamente a los feminismos como objeto o como sujeto. Sonia lee a Virginia: “Matar a los ídolos” resume, a fuerza de paralelismo y repetición (resaltará Maia), la compleja situación de los abusos en la música.

Virginia lee a Sonia y un fragmento de su «Breve manual de la injuria”. La vigencia de un texto escrito originalmente en 2011 habla de cuán poco han cambiado algunas cosas para las mujeres. En este caso, esa costumbre de calificarnos, de decirnos gordas si no encajamos en los estereotipos hegemónicos de belleza o locas si se nos ocurre decir o hacer algo por fuera de lo que el patriarcado espera de nosotras. De todas maneras, Sonia aclara que ahora lo escribiría distinto.

Y es al momento de comentar los trabajos de las invitadas, que los puntos terminan de unirse, dejando ver clara y nítida la imagen completa, una suerte de gran mensaje que hace que las dos horas anteriores tengan total sentido.

La encargada de la síntesis quizás involuntaria es Muriel, que recuerda un cartel de una marcha que rezaba “Nos quieren musas porque nos tenemos como artistas” y dice: “Porque al fin y al cabo lo que una quiere es estar una tocando la guitarra arriba del escenario, y eso es lo que tenemos que lograr. Todas nos cuestionamos lo que escribimos. Recuperar la palabra escrita, recuperar el arte, es la base para construir un cambio de conciencia. Es algo que tenemos que atender y descubrir y transitar, y no desde el lugar pasivo que siempre nos dieron, de la admiración a otros”.

Allí se hace explícito lo que sobrevoló toda la clase. Leemos a mujeres que admiramos, a algunas de las poetas más destacadas de su generación. Pero todavía nos cuesta apropiarnos de nuestra propia voz, y legitimarla como válida y valiosa. Nos cuesta sentir que no está mal que estemos hablando, que estemos escribiendo y leyendo nuestra propia obra. Que nos merecemos aplausos.

Y cómo no sentirnos así, si en todas las épocas nos dijeron locas o nos ningunearon por escribir sobre tal tema o de tal forma (Maia recuerda que Borges destrozaba a Alfonsina Storni). Si a las periodistas, todavía nuestros jefes y colegas varones nos maltratan y nos menosprecian, por ser muy chicas o muy grandes o muy feministas y por ende incogibles o infumables, por querer cobrar lo que nos corresponde. Si a veces nuestros propios medios nos censuran y priorizan una posición en el status quo a nuestros esfuerzos.

Tal como dicen las mujeres músicas peleando por el cupo femenino en festivales (esas que nunca se conformaron con ser musas y pujan por ser reconocidas como artistas), a las mujeres nunca se nos dio el privilegio de ser mediocres. Siempre nos hicieron sentir que tenemos que ser (desde el comienzo y para siempre) extraordinarias en nuestra disciplina. Si no lo somos, si no estamos seguras de serlo, entonces hay que atajarse, hay que sentir pudor.

En Patas de Cabra, recuperar la palabra de y para las mujeres no sólo tiene que ver con visibilizar a las artistas que fueron o son invisibilizadas. No sólo tiene que ver con instar constantemente a la producción, con animar la escritura, sino también con generar espacios donde mostrar esos textos, donde leerlos en voz alta frente a un público. Y claro, alentar a participar de ellos. Aquí, recuperar la palabra es también y sobre todo construir un lugar donde podamos sentir que además de poder escribir, estemos seguras de que nuestro trabajo vale. Donde podamos quitar juntas la piedra y ser nosotras la montaña, que ya no es tan cuesta arriba.

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Sobre el autor:

Acerca de Morena Pardo

Nació en Rosario. Es periodista y Licenciada en Comunicación Social (UNR). Fue redactora del sitio web RosarioPlus.com, donde condujo el segmento «El resumen agitado de la semana». Fue columnista del programa Ya fue (Radio Sí 98.9). Anteriormente escribió en las revistas UltraBrit y Re-Play y colaboró en LatFem. Tiene un particular interés y dedicación por las […]

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