Cuando uno piensa en el 2001 argentino piensa en crisis. Los bancos cerrados, las calles prendidas fuego y el helicóptero de Fernando de la Rúa despegando de la Casa Rosada. En ese mismo año, Babasónicos largaba el CD que cambiaría su historia para siempre. Jessico cumple 20 años. El disco que pinta una banda y una época. O, mejor dicho, pintan una banda que pintó una época. Estos puntos no son más que un acto de agradecimiento, ocho puertas, ocho entradas para regresar en la piel de una canción.
Uno
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Hay un gesto del que parte Mariana Moyano para armar el episodio número 41 de su podcast Anaconda con memoria. El gesto de pensar el limbo como una época. El limbo son los años 98, 99, 2000, 2001, 2002. La época es lo que ella construye sobre esto. De la caída del menemismo a la llegada del kirchnerismo hay una época. Sobre esa arbitrariedad, la hipótesis: en esos años donde la política no estaba a la altura de nadie lo único que estaba a la altura de la juventud era la música.
Su podcast no trata sobre Babasónicos, no por diligencia sino por una decisión experimental, generacional. Moyano habla del fin de la historia como algo propio, como si tuviese un ladrillo del muro de Berlín en el pecho. En esa época no había juventud, había juventudes. No es lo mismo un seguidor de Babasónicos que un fan de Los Redondos. Signo de época. 2001. El año que los Babasónicos sacan el disco que iba a consagrarlos popularmente. El año que los Redondos hacían en River el último show de su historia. Del “ya nadie va a escuchar tu remera” de Oktubre al “no voy a ser tu ramera, no limpio lo que ensuciás”, de Jessico, hay un río de diferencias y similitudes que corre por debajo de un puente.
Dos
En el episodio aparecen los refugios. Ella nombra dos: el libro Ideología de Terry Eagleton y los recitales de Divididos. “La ñapi de mamá”, mezcla rara de angustia y cañita voladora. Okupas. La serie le sirve para contar lo que pasaba en esos años: lo único que podía hacer la juventud era armar y buscar refugios. Cada juventud tenía su propio caserón del orto. Y sus propios mandamientos que romper.
En esa época, la banda se trasladó a Tortuguitas y armó su propio estudio. Ni romanticismo ni autonomía. La época hablando por ella. El tercer sencillo del CD cuenta la historia de un día en el que estaban construyendo los cimientos de ese espacio. Adrián y los dos Diegos estaban esperando a Gabo, que además de bajista había estudiado en un colegio industrial, razón por la lo apodaban Deléctrico. Un riff ansioso que pregunta en loop ¿Va a venir o no va a venir?, una letra que cobra sentido bajo un mandamiento: ¿Qué parte de no no entendés?, la historia suena mejor en las voces de sus propios protagonistas.
Tres
En un especial del programa SubteSur, la periodista Katja Alemann le hace una entrevista a Adrián Dárgelos. Antes de comenzar ella dice “vamos al inframundo, vamos a ver qué nos depara este descenso”, uno no sabe si habla de la arquitectura de la ciudad o del país en el que vivíamos. La estación como catacumba. Los subtes como gusanos de la capital. En el 2001 todo lo que se decía, se escuchaba en clave de premonición. Íbamos al infierno pero Babasónicos había sacado un disco.
Cuando se sientan para esperar la llegada del subte. La cámara enfoca, detrás de ellos, una imagen. Dárgelos mira y dice “los gordos argentinos”. La entrevistadora lee el epígrafe “lo que a muchos avergüenza a otros hace gozar”. La imagen es una representación de una salida familiar, y Adrián culmina diciendo “a mí el picnic de lo familiar me da pudor”. Sus padres no querían que él sea artista y Katjmann replica “esta es la época de los artistas”. El 2001 fue la época de los artistas, también fue el año donde la modesta clase media argentina perdió el pudor porque lo había perdido todo.
Cuatro
Cuando le preguntan al baterista Diego “Panza” Castellanos sobre cuál era el presente de la banda antes de Jessico su respuesta es justa: “Estábamos abarrocados y nos dimos cuenta que era por un exceso de peso. Mucho artilugio y poca esencia”.
Si Babasónicos gestó una revolución, esa revolución comenzó en el oikos, es decir, en el hogar, la familia, lo privado. Babasónicos entendió que ya no se podía ser el hijo predilecto del under alternativo, esa nominación había servido pero ahora era eso mismo lo que no lo dejaba trascender. Para salir de la endogamia del nicho sólo un hit podía salvarlos. Rescindir contrato con Sony, salir de la incubadora, tirarse a la pileta de un sello independiente como PopArt. Dárgelos entendió que para sobrevivir a la época había que convertirse en un reptil: camuflarse del peligro de ser solamente un freak a cambio de un gramo de popularidad. De ahí en más la tarea sería corroer la vanidad popular con otra distinción. El penúltimo tema del disco dice su verdad: nunca comprar la mentira del Camarín: “resentido y agrio sin porqué, fui recordando el drama que soñé, soñé ser crítico de rock.”
Cinco
En medio de la entrevista Dárgelos larga: “el que no se adapta a la velocidad del cambio implosiona, el que no se adapte al cambio se lo va a llevar la época”. Sigue: “estaría bueno que haya un movimiento de subversión, algo que acuse al orden establecido y de espiritualmente a cambios”.
El recorrido en subte termina, y la cámara toma el costado de la Casa Rosada. Empieza a sonar “Desfachatados” de su penúltimo disco Miami. “Estoy arengando para tener un entorno y un país más feliz para poder estar felices nosotros también”, concluye Adrián. El CD ya estaba en las calles. Algo de ese enunciado me recuerda a la novela Electrónica de Enzo Maqueira: “nuestra generación es la primera generación preocupada en pasarla bien”. El sueño de Miami y los viajes low cost habían salido caros, más todavía a Babasónicos que después de ese álbum había perdido mánager, disc jockey y disquera. De las crisis, crisis. No quedaba otra que barajar y dar de nuevo. No quedaba otra que adaptarse a la época o morir con ella.
Seis
En julio del 2001, mientras Clarín titulaba en rojo: “Nunca los desocupados fueron tantos: 2.283.00”, Jessico era nombrado por el suplemento NO de Página 12 como el disco del año.
Jessico le había dado a Babasónicos la posibilidad de salir de la pose resguardada de la escena underground para instalarse para siempre en el mundo masivo y popular, o como dijo Diego Tuñón, el encargado de la sonoridad tecno de la banda: “el concepto del álbum era hacer canciones que pudieras seguir golpeando la patita”. Ese concepto de hit le dio a la banda la oportunidad de sonar en todos lados, y al mismo tiempo de no casarse con ningún lugar donde sonara. La banda por fin iba a encontrar su esencia. Su nombre lo explica todo: Baba por Sai Baba, es decir, por la fe y sónicos por Los Supersónicos, es decir, por el futuro.
Siete
Cuando en el libro Arrogante Rock, Roque Casciero pregunta por la letra del cuarto tema del disco Adrián responde: “no es una canción que me autoafirma y por eso dice soy muy puta, en el juego narrativo, es fantástico que lo cante un hombre y sea en primera persona femenina, y que esa primera persona femenina termine diciendo soy rock, sobre todo porque el rock es casi siempre protagonizado por hombres, es un poco machista”
Hay una publicación que circula por la web donde hay una foto de Dárgelos de espalda que aparenta ser Cristina Fernández de Kirchner frente a una multitud. Si uno se queda con la imagen y no ve la película completa puede confundirse al cantante de la banda en un recital en Bogotá con un acto de campaña de la vicepresidenta de la Nación.
Ocho
Babasónicos es eso que está entremedio del binarismo. Jessico representa aquella juventud que comenzaba a desconfiar del holismo pero que necesitaba conectar. Los cyborgs, ni hombres, ni mujeres, apretados acoplamientos bestiales, son la letra de “Soy rock”, son ese meme en el que Dárgelos se confunde con CFK. Una posición del tercer tipo que juega con los lugares comunes de la masculinidad y la feminidad poniéndolas siempre en jaque, y eso, además de en sus letras, se ve en su mundo sonoro, su estética y esa encantadora forma de caminar el escenario flotando como una bámbula.
Parafraseando a Donna Haraway en su Manifiesto cyborg, su logro común es haber aprendido cómo fabricar una banda política/poética, sin basarse en una lógica de apropiación, de incorporación taxativa, ni de identificación taxonómica. El grupo no se circunscribe a ningun sexo ni a ningun género. Babasónicos hizo la suya: ser una banda trans sin ser trans, o como exclama el cuarto tema de su último disco:
¿No ves que soy uno de tantos que anda buscando libertad?