La reflexión actual sobre la violencia de género, la desigualdad entre hombres y mujeres y los problemas de la sexualidad tiene en la obra de Juan Lazarte (Rosario, 1891 – San Genaro,1963) un antecedente que todavía no ha sido valorado. Militante social, médico, humanista, como lo presentó un libro en su homenaje, Lazarte desafió las convenciones de la primera mitad del siglo XX con sus ideas sobre la educación sexual, la maternidad consciente y voluntaria y la libertad de las mujeres.

Escritor, conferencista, orador en actos políticos, Lazarte se recibió de médico en Córdoba, en plena ebullición de la Reforma Universitaria, después de haber tenido como maestro al pedagogo libertario Julio Barcos, autor del libro pionero La libertad sexual de las mujeres (1921), y de una residencia en la Universidad de Columbia (1916-1917) con el biólogo Thomas Hunt Morgan, quien recibiría el premio Nobel de fisiología y medicina por demostrar que los cromosomas contienen los genes.

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Fue un activista de la Reforma Universitaria que quedó relegado en las historias del movimiento estudiantil, quizá por su adhesión al sector más radicalizado, anarco-bolchevique, y por las críticas que planteó en el libro Líneas y trayectorias de la Reforma Universitaria (1935). Según la tradición oral, Lazarte es uno de los estudiantes retratados en la imagen emblemática del movimiento, tomada el 15 de junio de 1918 en la terraza del rectorado de la Universidad de Córdoba; sería el que está de pie, con un brazo extendido hacia el hombro del compañero que sujeta el mástil donde acaban de izar la bandera argentina.

Joven no identificado, Georg Nicolai, Juan Lazarte y Laudelino Ruiz. Foto Gentileza Liliana Ruiz

En Córdoba conoció al médico alemán Georg Nicolai, autor de un manifiesto pacifista ante la Primera Guerra Mundial que le costó la persecución en su país y finalmente el exilio. Nicolai integraba los métodos de las ciencias físicas y biológicas con la preocupación por los problemas sociales. “Lazarte compartió esta posición, su humanismo se vincula a una concepción naturalista de la realidad y por eso su profesión de médico se asocia a su quehacer de sociólogo”, escribió Ángel J. Cappelletti en una semblanza de quien fue su maestro.

En agosto de 1920 Lazarte publicó en Mente, una publicación universitaria surgida al calor de la reforma y del entusiasmo por la revolución rusa, “Notas sobre la cuestión sexual”, su primera aproximación a un tema que luego trataría en el folleto «Revolución sexual de nuestro tiempo» (1932), en el libro Limitación de los nacimientos (1934) y en un curso de sexología publicado por entregas en la revista porteña Hombre de América (1940-1945).

“Misión de vigilantes es coartar la libertad sexual. Nosotros trataremos de librar ese poderoso impulso de tantas trabas perjudiciales”, advirtió Lazarte, con el tono del que fija un programa de acción. “No ha de realizarse nuestro pensamiento mientras la Religión gobierne, mientras existan la Familia, puntal del Estado y causa primera de la prostitución; mientras exista la gran injusticia de la propiedad privada”, agregó. En Mente escribían entre otros Deodoro Roca, Carlos Astrada, José Torralvo –luego director en Rosario de Símbolo, “revista abierta a todas las tendencias modernas del espíritu”, donde también colaboró Lazarte–, Rodolfo González Pacheco, Luis Di Filippo –compañero de estudios y de militancia con Lazarte en Buenos Aires, Rosario y Córdoba– y Georg Nicolai.

En 1923, Lazarte se estableció en San Genaro, con su compañera Juana Del Segno, Nina. Su casa, “amplia y desgarbada, una suerte de chacra atestada de libros”, según Cappelletti, fue un punto de peregrinación para jóvenes y militantes y también de partida para la intensa actividad intelectual, política y profesional del propio Lazarte. No se identificaba como libertario sino como humanista, en el sentido de asumir “la actitud espiritual que constituye al hombre como centro y foco de la realidad” y se opone tanto a la actitud religiosa como a la naturalista, dice Cappelletti.

Lazarte. Catálogo Librería Ruiz 1941 (1). Archivo Laudelino Ruiz.

Los editores de sus libros solían destacar el título de doctor en las portadas, pero su acción y sus principales ideas estuvieron sostenidas en la trama cultural del movimiento libertario. Participó en la fundación de organizaciones como la Federación Anarco Comunista Argentina (actual Federación Libertaria Argentina), en La Plata, y de la Unión Socialista Libertaria, en Rosario, estuvo en la primera línea de las campañas de ayuda a la España republicana y contra el fascismo y publicó la mayoría de sus escritos en revistas y editoriales anarquistas.

La bestia explotada

En el transcurso de la década infame, primero en Rosario (1932) y después en Buenos Aires (1935), se abolió la reglamentación que permitía el ejercicio de la prostitución en las llamadas casas de tolerancia. El editor y librero Laudelino Ruiz, español radicado en Rosario, publicó entonces un libro de Lazarte, Sociedad y prostitución (1935), que planteó una posición alternativa a las posturas reglamentaristas y abolicionistas sobre la prostitución.

Lazarte no expuso una posición personal sino más bien una perspectiva que abrevaba desde principios de siglo en el pensamiento anarquista sobre el amor, las desigualdades de género y la comprensión de la revolución social como una revolución sexual que implicaba la emancipación de las mujeres del yugo conyugal y de la explotación económica. La prostitución no era un problema policial, argumentó, sino que estaba asociada a factores como la pobreza, la falta de educación sexual, el matrimonio y la idealización de la maternidad. “Causas todas que reafirmaban el lugar subordinado de la mujer en el patriarcado”, destaca Nadia Florencia Ledesma Prietto en La verdadera lucha: Aportes de Juan Lazarte al debate sobre la prostitución en Argentina (1930-1940)

El matrimonio, “la posesión de un ser humano para el exclusivo servicio vitalicio sexual”, era la principal causa del problema. En la tradición anarquista, Lazarte proponía como forma de relación la unión libre, una figura sobre la cual había diversas acepciones pero que en su opinión consistía básicamente en un vínculo desligado de las obligaciones y las leyes burguesas y de la moralina cristiana. Había que abordar la prostitución como un problema sexual, económico y social. “En todas las épocas –escribió–, la prostitución tuvo sus fundamentos económicos y siempre la mujer, salvo una que otra excepción, fue la bestia explotada por sacerdotes, gobiernos, clases, degenerados, etc”.

La reglamentación, a veces considerada como una especie de mal menor por revisiones modernas, en realidad legitimaba “el proxenetismo y la explotación de la mujer como una función social, útil y moral”; los controles que establecía eran inútiles para contener la propagación de enfermedades, porque se limitaban a las mujeres y no se hacían sobre los clientes. “Desde la mirada de Juan Lazarte, tanto el reglamentarismo como el abolicionismo representan dos maneras de intervención del sistema capitalista a favor de la subordinación de la mujer. Ninguna bregaba por la desaparición de esa institución sino que promovían su existencia”, señala Ledesma Prietto.

María Lacerda

Sociedad y prostitución contó con un prólogo de la feminista brasileña María Lacerda de Moura (1897-1945). A su vez, Lazarte escribió la introducción de Clericalismo y fascismo, de Lacerda de Moura, publicado también por Laudelino Ruiz con una hermosa ilustración de portada de Julio Vanzo. Ambos libros se publicitaban en conjunto en las gacetillas de la editorial.

Como es común en sus escritos, Lazarte apoyó su discurso en una amplia bibliografía y en recorridos temáticos que podían remitir a los comienzos de la humanidad. En Sociedad y prostitución contó además con su propia experiencia como médico visitador de prostíbulos en San Genaro, lo que le permitió hacer un seguimiento de las mujeres explotadas en los burdeles de la región, y observar de cerca la hipocresía social al respecto.

“Promulgada la ley, los prostíbulos no se cerraron en numerosos pueblos hasta dos años después –señaló Lazarte al reeditar el libro como Sociología de la prostitución (1945)–. Se suprimió la revisación médica y la ‘casa’ funcionaba como antes. En 1936, en vísperas de elecciones, se permitió en la ciudad de Rosario la apertura de dos casas dirigidas por conocidas patronas en vinculación con el mundo oficial. Cada una tenía 70 mujeres. Cada mujer se obligaba a dar $ 5 semanales para el fondo de la campaña política. Pasadas las elecciones de abril de 1937, fueron clausuradas definitivamente”.

En San Genaro, “el comisario tenía 4 mujeres que trabajaban en clandestinos y el subcomisario, 2” y en otros pueblos de la zona el cierre de prostíbulos no se debió a los loables propósitos que enunciaba la prohibición sino a sórdidos intereses, “pues la clientela joven llegaba en camiones cargados dos o tres noches por semana, y esto no convenía a cierta economía de expendedores de alcohol y dueños de clandestinos de otras localidades”.

La redención

“Lazarte no era un literato: le preocupaba muy poco la forma y, en general, la urgencia por comunicar algo le impedía comunicarlo con elegancia o aun con claridad”, recordó Ángel J. Cappelletti. A excepción de algunos escritos de elaboración más extensa como la biografía que dedicó a Lisandro de la Torre, sus textos presentan frecuentes desprolijidades y erratas como si hubieran sido entregados a último momento a la imprenta, y esos descuidos pueden explicar que no haya habido reediciones durante más de medio siglo, hasta Escritos sobre medicina social y otros temas (2018), una antología publicada por Editorial Municipal de Rosario. La bibliografía de Lazarte, y en particular el registro de sus artículos para publicaciones periódicas, es una tarea pendiente.

Entre 1932 y 1936 Lazarte colaboró en Estudios, revista ecléctica, “la revista cultural más trascendente y prestigiosa del anarquismo español” según el historiador Xavier Diez. Además fue la más vendida en el período: solo en Argentina circulaba una tirada de veinte mil ejemplares.

La obra de Lazarte en Estudios “jugó un relevante papel en la acción legitimadora y reivindicativa de la limitación de los nacimientos y de la liberación de las mujeres”, afirman Isabel Jiménez Lucena y Jorge Molero Mesa.

Entre otros artículos, escribió para la revista “Significación cultural y ética de la limitación de los nacimientos”, un anticipo de su libro Limitación de los nacimientos. Contribución al estudio de los problemas sexuales (1934), publicado también en Rosario por Laudelino Ruiz.

El libro, reeditado dos años más tarde como Contralor de los nacimientos, agotó cuatro ediciones. Lazarte volvió a plantear que la desigualdad de géneros y la subordinación de la mujer estaban fundadas sobre la maternidad y la crianza de los hijos y, con el movimiento característico de su exposición, cargado de citas, estadísticas y referencias históricas, enfatizó en que “la mujer fue doblemente esclava, en el trabajo y en el sexo, de un sistema económico y social”.

Consideraba al parto como “un fenómeno biológico social” y lo analizaba en correlación con datos económicos, para observar el fenómeno de la mortalidad en las madres obreras y de clase baja. Con las estadísticas, “puede deducirse que el parto no solo es un peligro natural sino que está determinado en su peligrosidad por las causas económicas de la mujer”, en alusión a la pobreza y a la explotación laboral; para la mujer trabajadora, el parto es “un problema unido a su liberación económica y social”.

La emancipación de las mujeres era liberadora también para los hombres. Lazarte pregonaba la “libertad de embarazo” como decisión de las mujeres, “bajo la acción triple de la conciencia, la inteligencia y la ciencia, separándola de la religión, donde yacía sepultada”. Tenía una mirada optimista porque observaba “una nueva conciencia sexual”, aunque no dejó de polemizar con el discurso religioso y en particular con la asociación de la sexualidad con lo pecaminoso.

En “El porvenir del macho en la humanidad”, un artículo para la revista Nervio (1931), enfocó el problema a través de un cruce entre el mundo natural (la función del macho entre los insectos) y el humano, para postular que “la civilización será femenina después de su paso por un humanismo integral” a partir del control de la natalidad, la liberación económica y el respeto a la voluntad de la mujer.

Psicosociología de los celos (1941) fue un nuevo desarrollo de sus preocupaciones sobre la sexualidad y un anticipo cabal de la reflexión sobre la violencia de género. Lazarte confeccionó para el libro su propia estadística de casos de violencia contra mujeres (“muertes, traumatismos, quemaduras, heridas”), en base a publicaciones en diarios de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza. “Los dramas silenciosos e íntimos, de la intimidad propia o de la matrimonial, que no pasan la frontera de la familia, no se leen en las columnas de los periódicos ni se registran en la orden del día policial o se desvían hacia la patología –pero se reflejan en la vida social– (…) son centenares de miles”, observó. Como “expresión de la propiedad sexual”, la celotipia volvía a poner en escena el orden represivo de la “aparente moralidad contemporánea” y la institución matrimonial.

“Mientras la mujer sea una incubadora de la maternidad y una sirvienta de la ignorancia, la miseria, el marido y los hijos, no habrá redención humana posible”, escribió Lazarte en Contralor de los nacimientos. Una advertencia que también sigue vigente.

Dengue
Sobre el autor:

Acerca de Osvaldo Aguirre

Nació en Colón. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Es periodista, poeta y escritor. Ha publicado poesía, crónica, novela y ensayo, entre los que destacan: Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994), El General (2000), Ningún nombre (2005), Lengua natal (2007), Tierra en el aire (2010) y Campo Albornoz (2010), y reunió sus tres primeros libros en El campo (2014). Fue editor de la sección Cultura del diario La Capital de Rosario.

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