Sostiene que no lo copió todo, copió sólo algunas líneas, que son las siguientes
y que puede aportar a la documentación”. 
A. Tabucchi

El lunes 21 de octubre, Andrés Mainardi nos visitó en el “Grupo García” para comentar su reciente primer libro Analizantes. Llegó antes que todos. Algo tímido y desvergonzado, se ubicó como si hubiese sido parte del grupo desde siempre. Tomó nota, hizo preguntas y analizó con nosotros el texto En torno de las identificaciones. Mainardi no desentonó en ningún momento, podríamos decir, un verdadero intruso.

En Psicoanálisis dicho de otra manera, Germán García dice que “el saber que el analista escucha surge de la articulación de lo que el analizante dice, no de lo que piensa. ¿No leemos un texto sin atender demasiado a lo que el autor piensa sobre el mismo? Si el autor es un efecto del texto es porque el texto en cuestión es un producto”. Ahora bien, ¿quién habla sobre lo que el analista piensa? Analizantes, de Andrés Mainardi, publicado este mes por Endoxa Libros, es una oportunidad para poner a hablar a los analistas. Pero, como dice Alexandra Kohan, ¿acaso alguien puede hablar como analista?

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Se habla en tanto analizante, por eso hay ocurrencias, lapsus, chistes, etc. Desde diversas perspectivas,
Analizantes abre el diálogo sobre qué significa hacer psicoanálisis en estos tiempos de algoritmos, de postmodernidad, de liquidez, en una ciudad como Rosario, en un país como Argentina. Con preguntas simples pero precisas, Mainardi invita a que los analistas hablen de sus experiencias en su llegada al psicoanálisis, en su entrada como analizantes, como analistas y su recorrido en el campo psicoanalítico.

Queda claro que quienes responden a estas preguntas no solo comparten su saber teórico, sino que lo articulan desde una posición marcada por su propio análisis. Son analistas que fueron autorizados, con algunos otros, y se fueron formando en diversas instituciones. Es así cómo se logra, de este modo, que el discurso analítico recupere algo fundamental: su posibilidad de transmisión, de resonar más allá de las formalidades. Encuentros fortuitos, desencuentros fundantes, como aquella historia que nos trae Juan Ritvo cuando relata la desorientación de Miller en su primera y única visita a la ciudad.

Mainardi expresa una profunda inquietud respecto de la situación actual del psicoanálisis, ¿cuál es el lugar del psicoanálisis en un mundo que se debate entre las neurociencias y el esoterismo? La respuesta no es inmediata, tampoco certera, pero la pregunta misma resuena como un desafío ético para quienes compartimos ese interés. Tal vez, como dice Carlos Kuri, el psicoanálisis debería provocar conflicto y algo de luz.

Particularmente, Analizantes interroga la posición del psicoanálisis en nuestra ciudad: sus corrientes diversas, las pugnas de poder en su historia, el narcisismo de las pequeñas diferencias. Destaca el retrato de analistas que no se encierran en claustros ni se limitan al mero circuito académico o institucional. Mainardi los muestra vinculados a su ciudad, a las calles que transitan, a las dinámicas que los atraviesan e interpelan. En palabras de Patricia Fochi, el psicoanálisis tiene el ritmo de lo que va ocurriendo en la ciudad mientras recibe los malestares de cada época. Y lo hace con una insistencia contundente, sin eufemismos ni adornos.

Pregunta lo que no sabe, escucha, toma nota, escribe, y vuelve a preguntar, construyendo así una narrativa que revela más de lo que aparenta y nos obliga a repensar lo que significa hacer psicoanálisis hoy.

Andy Mainardi

Sin embargo, Mainardi se define como alguien ajeno al campo psicoanalítico (de nuevo, un intruso), y es precisamente esta posición la que le permite invitarnos a descubrir, junto a él, cómo sus entrevistados se convierten en los protagonistas de un relato que nos trae lo singular de aquellos que siguen eligiendo esta escucha, exponiendo tensiones, contradicciones y matices que abordan al psicoanálisis en su dimensión más compleja y actual.

En ese gesto, Mainardi logra algo verdaderamente interesante: desplazar el foco hacia quienes suelen estar detrás del discurso, hacia quienes escuchan y sostienen un análisis, permitiéndonos acceder a una perspectiva sobre la práctica analítica. Este giro permite pensar al analista no sólo como, en palabras de Ana Luz Rodríguez, aquel que se prueba en la interpretación, sino como un sujeto implicado en un proceso que también lo transforma.

Las voces recogidas en Analizantes trazan un mapa complejo de experiencias, donde las tensiones entre teoría y práctica, entre el dispositivo clásico y los desafíos contemporáneos, se hacen ineludibles. Desde el borde, Mainardi pregunta, sostiene el deseo de cualquier analizante: ¿qué es lo que piensa mi analista?

 

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