Este artículo, publicado en The Nation hace unos días y escrito por un joven escritor de comedia traza un panorama general de la huelga de guionistas que tiene lugar en este momento en Estados Unidos, con manifestaciones en Hollywood y en la costa Este (Nueva York).
¿Es realmente tan importante una huelga de guionistas en Estados Unidos para darle lugar en una revista político-cultural de Rosario? Bueno, si tenemos en cuenta el consumo de entretenimiento en streaming debería por lo menos interesarnos. Entre los reclamos figura una suerte de regulación de la inteligencia artificial (IA) aplicada a los guiones. No dicen que están en contra de la IA, sino que repudian que alimenten a la IA con guiones que fueron exitosos para generar un efecto similar. En ese caso, la inteligencia artificial estaría replicando un trabajo que hicieron seres humanos reunidos en una larga sala de creativos. Además, este lunes (8 de mayo) el presidente estadounidense, Joe Biden, apoyó la huelga y manifestó que esperaba que el conflicto tuviese un final “justo.”
Pero además, el artículo plantea una larga discusión en torno al capital y el trabajo que lamentablemente se deja de lado en las urgentes discusiones sobre la degradada calidad de vida que tenemos porque se invisibiliza ese mismo debate: ¿por qué cobrar menos por un trabajo que incrementa las ganancias de las patronales?
La actual huelga de guionistas recuerda la de 2007-2008, unos cien días de conflicto que cambiaron el universo de las series de televisión, cuando casi no existían las plataformas de streaming: nunca más hubo un “CEO” bueno, nunca más el rol de Estados Unidos fue unívocamente bueno en la política internacional, nunca más el capitalismo fue una historia “progresista”. Las ficciones que nos han nutrido desde entonces, para quien quiera oírlo, fueron las historias del fin del imperio, las historias de “es más difícil pensar el fin del capitalismo que el fin del mundo”.
Por último, cabe especular qué sería de la huelga de los guionistas –en la que pudo verse a destacadas figuras como Fran Drescher (La niñera) liderando las protestas, o a estrellas como Susan Sarandon arrestadas por apoyar los piquetes– si hubiesen contado con una letárgica CGT argentina que encabezara su lucha.
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El martes –2 de mayo–, el primer día de la huelga de los miembros del Writers Guild of America (WGA: Gremio de Guionistas de Estados Unidos), un tuit publicado por la escritora Emily St. John Mandel se volvió viral. Mostraba la foto de una pancarta en un piquete con una amenaza sarcástica: “Páguenle a sus escritores o te spoileamos Succession”.

Seguramente la sentencia fue escrita por un guionista de cine o televisión en huelga, como yo, que se ha visto obligado a aplicar su talento creativo a eslóganes para la manifestación. Esa amenaza en particular fue (¿probablemente?) falsa, pero sostiene el punto principal: los escritores son fundamentales para contar historias en el entretenimiento, y cuando se nos trata injustamente, habrá consecuencias.
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Como alguien que detesta el conflicto pero ama la justicia, sentí una punzada de ansiedad al unirme a la manifestación. No creo que haya sido el único. De hecho, si fuera por los guionistas, no habríamos tenido que hacer ninguna huelga. Cuando la WGA comenzó sus negociaciones con la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP: Alliance of Motion Picture and Television Producers), el grupo que representa a los estudios de Hollywood, el objetivo era un contrato justo que ayudaría a los escritores a mantener un trabajo sostenible. Consideradas en conjunto, las medidas que solicitamos ascendieron a aproximadamente el dos por ciento de las ganancias obtenidas por los estudios –y las corporaciones cada vez más consolidadas detrás de ellos– del trabajo que hacemos. Dado que esas ganancias literalmente no serían posibles sin nuestro trabajo de escritura, no parecía mucho pedir. Pero la AMPTP nunca estuvo cerca de ofrecer ese tipo de acuerdo, concedió sólo alrededor del 20 por ciento de lo que pedimos y se negó a comprometerse con varias de nuestras propuestas principales. Entonces, con una abrumadora aprobación del 97,85 por ciento de los miembros votantes, decidimos ir a la huelga.
Las condiciones que causaron esta huelga (la primera de la WGA desde la de 2007-2008) han estado goteando durante años. Si bien los presupuestos generales de producción han aumentado considerablemente, la paga de los escritores ha disminuido un 4 por ciento durante la última década, un 23 por ciento cuando se ajusta al total de inflación. El cambio del cine y la televisión al streaming ha significado menores aportes por repeticiones (el dinero que se les paga a los escritores cuando sus programas se vuelven a emitir) y temporadas más cortas. La proliferación de las llamadas “mini-salas”, donde un pequeño equipo de escritores a menudo trabaja en un programa antes de que se le dé luz verde, hace que muchos guionistas acepten trabajos a corto plazo por menos de su tarifa establecida. Casi el 50 por ciento de los escritores están trabajando por el salario mínimo, en comparación con el 33 por ciento de hace 10 años. Para citar a Chris Rock, a los estudios les encantaría pagarnos incluso menos, pero legalmente no tienen permitido hacerlo. Y las personas de color, las mujeres y los miembros de la comunidad LGBTQIA son los más afectados.
Lo que hace que esto sea tan frustrante es que el dinero que estamos pidiendo es fácilmente accesible. La implementación de las propuestas de el WGA generaría ganancias netas anuales totales de $ 429 millones para 20.000 guionistas. Netflix, Paramount, Comcast, Disney, Fox y Warner Bros informaron un total de 28-30 mil millones de dólares en ganancias operativas cada año entre 2017 y 2021. Solo en 2022, ocho directores ejecutivos de Hollywood se embolsaron 773 millones de dólares entre ellos.
Estas empresas no se vuelcan al streaming porque sienten pasión por la tecnología innovadora. Lo hacen porque les resulta rentable. Afirmar que no pueden pagarnos de manera justa porque eligieron distribuir nuestro trabajo en una aplicación en lugar de un canal de televisión no es sincero. Pueden, pero hasta ahora se negaron.
Las propuestas presentadas por la AMPTP revelan prioridades profundamente regresivas: eliminar las protecciones para el empleo a largo plazo (e intentar crear una tarifa por día para escritores de comedia/variedades); negarse a otorgar una parte justa de las ganancias por el contenido de streaming; y permitir que las salas de escritores sigan achicándose gracias a la reducción de los presupuestos para guiones y al espectro de la creación de guiones impulsada por inteligencia artificial (IA). En cada oportunidad, los estudios priorizan la codicia de los accionistas y tratan de convertir la escritura en una profesión inestable de la precarización económica.
Todo eso explica por qué yo y muchos de mis colegas nos sentimos incómodos en las manifestaciones. Afortunadamente, como aprendí, el piquete en sí no trata el conflicto. Eso tiene lugar en la mesa de negociaciones. La manifestación tiene que ver con la solidaridad, tanto dentro de nuestra membresía como de los afiliados de muchos otros sindicatos que han expresado su apoyo a nuestro gremio. Se trata de afirmar nuestro valor dentro de nuestra industria y nuestro compromiso con un futuro equitativo para nosotros y para los escritores que vendrán después. A través de esta unidad, así como a través del conflicto, demostraremos y ejerceremos la fuerza para obtener lo que merecemos. Ese es el poder que nos da la solidaridad.
Eso, y el hecho de que unos pocos elegidos dentro de nuestras filas podrían, si así lo desean, estropear el final de Succession. Por nuestro bien –y por el de ustedes– esperemos que no lleguemos a eso.
Nota bene: Se respetaron todos los hipervínculos de la edición original en inglés y se ofrece una versión de ellos a través del traductor de Google. Traducción de P.M.