En Argentina, el 25 de mayo de 2021 se cumplió el 211° aniversario de la Revolución de Mayo, aquella que puso fin a la autoridad virreinal de Baltasar Hidalgo de Cisneros y condujo a la conformación del primer gobierno patrio. La fecha quedó instalada desde temprano como mito de origen de nuestra nacionalidad y cada celebración pone en escena símbolos consagrados de la identidad de la nación.
En medio de una pandemia que obliga a redefinir los modos de celebrar la patria, el acto oficial encabezado por el Gobernador de Santa Fe incluyó la proyección de una producción audiovisual donde Evelina Sanzo, cantautora y música rosarina, interpreta el Himno Nacional Argentino junto al pianista Pablo Juárez a orillas del río Paraná. La relectura y apropiación del Himno en clave “feminista y anti patriarcal” —según la lectura propuesta en diferentes medios— fue percibida como un ataque y cuestionada por actores políticos y ciudadanos ofendidos de oír “y las libres del mundo responden”, “o juremos con gloria vivir”.
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En toda conmemoración patria hubo y habrá distintos usos por parte de protagonistas y organizadorxs, en función de diferentes agendas e intereses. La polémica en torno de la interpretación del Himno tiene que ser leída en un contexto de fuerte politización de las demandas de igualdad de géneros en una sociedad en la cual cada año (con la lógica interrupción impuesta por el actual confinamiento) miles de mujeres y LGBTIQ+ se movilizan para reclamar el fin de los femicidios y trans/travesticidios, con consignas como “Somos la voz de las que no tienen voz”. No es causal que la disputa se instale en un momento en que el país experimenta importantes avances revindicados por los feminismos —como la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo— y al mismo tiempo resistidos; y menos aún que esto se exprese en un aniversario patrio. Las fiestas patrias son momentos donde una comunidad política se mira a sí misma y se recrea; expresan ritos de ciudadanía donde la historia nacional no es una historia congelada, sino viva y susceptible de ser interrogada a la luz de los procesos y luchas del presente.
Las mujeres estuvieron (estuvimos) largo tiempo invisibilizadas en las construcciones oficiales de las identidades nacionales, aunque hemos sido protagonistas clave en procesos transformadores a lo largo de la historia argentina. Por ejemplo, no es posible pensar la democracia que se instala en 1983 sin la lucha de la Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, emblema mundial de la búsqueda de Verdad y Justicia. Ellas fueron agentes democratizadoras y modelos para otras tantas mujeres que salieron al espacio público a reivindicar derechos. Y mucho antes, cuando las oportunidades de participación en lo público eran prácticamente nulas, las anarquistas lucharon contra la opresión en el hogar y el control de sus cuerpos, mientras las socialistas y sufragistas buscaron la igualdad jurídica y acceso al voto. A lo largo de un siglo XX políticamente muy convulsionado, estas luchas nos acercaron a la igualdad formal, esa igualdad que se plasma en las leyes y las constituciones, y que provee un piso de ciudadanía desde el cual exigir igualdad efectiva.
En los últimos años los movimientos feministas han sido exitosos en problematizar la invisibilización de las mujeres y de las disidencias sexuales en la historia, y reclaman que se las/les (nos) nombre y reconozca. El lenguaje no es neutro: crea significados, condensa luchas y conquistas, y es una herramienta poderosa de transformación social y cultural. La batalla simbólica se libra hoy en terrenos variados: la comunicación oficial, la publicidad, los materiales universitarios o el lenguaje escolar. Desde este ángulo, el Himno reversionado por Evelina Sanzo es expresión política de una corriente democratizadora, un gesto de inclusión y libertad; en suma, no de agravio o sectarismo, sino de valorización de la diversidad.