Bruno Nápoli (docente, ensayista e investigador en historia económica y reciente) es conocido por su libro La dictadura del capital financiero. El golpe militar corporativo y la trama bursátil (2015), que escribió junto con Celeste Perosino y Walter Bosisio luego de que la gestión de Alejandro Vanoli al frente del Banco Central habilitase la apertura de los archivos de la Comisión Nacional de Valores. “El libro demuestra –dijo Nápoli– con documentación rigurosamente seleccionada, cómo los sectores concentrados de la economía argentina, durante la dictadura de Jorge Videla, cambiaron el marco legal de nuestro país, imponiendo leyes económicas (algunas aún vigentes, como la Ley de Entidades Financieras) que dieron prioridad a la especulación financiera y a la preeminencia de los bancos por sobre las industrias”.

Nápoli también es autor de En nombre de Mayo. El impresente político, un libro de intervenciones en el que indaga las exclusiones y la violencia ejercida sobre los cuerpos en la conformación de eso que suele llamarse patria. Su mirada de la historia, además de indagar esos cruces con la economía y los hechos recientes, abunda en lo que cabe en el término biopolítica.

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En esta entrevista, Nápoli analiza la “crónica de una muerte anunciada” que es hoy el derrumbe de Cambiemos, cuyo final deja una crisis gigantesca nutrida con una deuda impagable y 15 millones de pobres, la tercera parte de la población argentina. Pero también señala la responsabilidad de la dirigencia política, empresarial y sindical que permitió la debacle.

—Alguna vez señalaste que Cambiemos no era sólo Macri, que le cabía una responsabilidad importante a los radicales. Si esto que estamos viendo es la caída de Macri, ¿cómo analizás esas relaciones?

—Cambiemos es el Pro y la UCR, lo que le permitió a este grupo de comisionistas –porque no son empresarios, son comisionistas, los tipos que hacen negocios entre dos partes y se quedan con una comisión, que es lo que hicieron todos los funcionarios de Cambiemos y después se llevaron la guita al exterior, por eso tienen tantas offshore, tanta formación de activos en el exterior: porque favorecen a determinados espacios empresarios y se quedan con una comisión–, y esos comisionistas logran tomar el estado gracias a la UCR, que les da base electoral hasta en el último rincón de la Argentina. Y esta Alianza le permite a estos marginales –porque son marginales–, estos delincuentes, que son todos los funcionarios del Pro, llegar al estado y apropiarse de él. Y los radicales, recordemos, no terminan un mandato desde 1928. Y el derrumbe de Macri, a quien hasta los radicales dejan solo, inevitablemente va a tener un arrastre sobre el UCR, sobre ese sector que también debemos reconocer que a lo largo de la historia se recompone sistemáticamente a pesar de todas los problemas que ha tenido, las actitudes que tomó apoyando golpes de estado, haciendo componendas políticas. Se recompuso luego de la década del 30, cuando hicieron la alianza con los conservadores y establecieron el fraude electoral; se recompusieron luego del 55, cuando apoyaron el golpe contra Perón; se recompusieron luego el pacto de Olivos, luego de la alianza de 2001. Es un partido rosquero. El peronismo nunca llegó al poder por fraude electoral ni luego de un golpe militar. La UCR llegó por elecciones, por fraude electoral o luego de un golpe de estado, con lo cual, esa alianza que se está rompiendo en el gobierno va a tener sus consecuencias sobre la Unión Cívica Radical. De todos modos, hay que aclarar que Macri no gobernó solo y tuvo mucho apoyo de otros partidos. Porque pensemos que Cambiemos nunca fue mayoría, ni siquiera entre los gobernadores. Entonces, además de la alianza con la UCR, nunca gobernaron solos.

—En La dictadura del capital financiero analizaste los mecanismos de endeudamiento, ¿la enorme deuda que deja el macrismo es producto de esa legislación nacida en la dictadura o se agrega algo nuevo?

—La dinámica de endeudamiento tiene que ver con legislación nueva. Ya no con la legislación de la dictadura. El tipo de endeudamiento que tomó el macrismo es mucho más dinámico que en los últimos 20 o 30 años de historia en volumen, en tasas –se pagaron tasas altísimas–, pero eso no es herencia de la dictadura. Las posibilidades de endeudamiento del estado argentino, el tipo de consideración que tiene sobre la deuda que toma, que se considera deuda externa, y el tipo de legislación que aplica sobre esa deuda, es decir, que vos tomes deuda y te la pueda reclamar un juez de Nueva York, todo eso responde a legislación de los 90, sobre todo la ley de Administración Financiera del estado, que es de 1992, y a sucesivos decretos de reglamentación de esa deuda ya en los 2000. Por ejemplo, el decreto 1344 del 2007 establece que títulos, bonos y obligaciones que emite el tesoro se consideran deuda externa y la jurisdicción que se aplica sobre esa deuda es extranjera. Esa es legislación nueva, lo cual es más preocupante porque cuando uno ve la progresión de las leyes que permiten el endeudamiento argentino entiende que ya no es un problema de la dictadura ni de determinado grupo, sino que nuestra clase dirigente fue permitiendo ese tipo de endeudamiento enorme y con muchísimos actores, porque la deuda con el Fondo Monetario siempre es sólo una parte de la deuda total y de las decenas y decenas de personas jurídicas a las que Argentina le debe, tiene muchísimos acreedores y no solo es el Fondo, al que le debemos 40 ó 50 mil millones de dólares y la deuda Argentina total es de 350 mil millones de dólares, con lo cual tenés un montón de acreedores privados sobre una deuda que se considera externa y que, encima, la legislación que se aplica no es la nuestra sino legislación extranjera.

—De otras deudas suele decirse que eran mecanismos de dominación y control, ¿le cabe lo mismo a esta deuda?

—La deuda funciona como un dique para tu crecimiento pero también depende de qué cosas aceptes vos para el pago de esa deuda. Los países toman deuda, algunos aceptan las sugerencias de los organismos internacionales de crédito y otros deciden sus propias políticas. Un caso es el de Grecia, que aceptó todas las disposiciones del FMI, otro es el de Portugal, que no las aceptó, tomó su propio modelo de pago y le fue mucho mejor que a Grecia. Entonces el problema no es el Fondo ni el organismo crediticio, sino el tipo de clase de dirigentes empresarios, políticos y sindicales que tenés en tu país que dan o no consenso determinadas políticas. La historia de la deuda en Argentina nos dice que todos los gobiernos utilizaron la deuda como excusa para bajar sueldos, bajar jubilaciones, hacer ajustes, y eso es un problema grave. Además tenemos que pensar que hay una nueva forma de composición económica de esa deuda y es que del 2008 para acá, luego de la crisis económica internacional, estos organismos de crédito como el Fondo en realidad no son organismos de ayuda, son los organismos que garantizan la circulación de capitales especulativos. ¿Por qué el FMI desembolsa tanto dinero en Argentina, como nunca lo había hecho? Porque encontró un gobierno que era el garante de la libre circulación de capitales. Sabían que el capital que iban a entrar a la Argentina iba a salir duplicado, iba a haber una enorme fuga de capitales. El Fondo Monetario garantiza la circulación mundial de capitales especulativos y la formación de activos en paraísos fiscales, es la única explicación lógica y racional de por qué el fondo prestó tanto dinero a un gobierno como la Argentina que abrió todos los diques, sacó todos los controles y permitió que en tres años y medio cada dólar que entra significaba un dólar fugado y la pérdida de las reservas de la Argentina.

—Muchos han visto en el macrismo un proyecto político, otros un proyecto de enriquecimiento obsceno y, también, una mezcla de ambas cosas. ¿Cómo lo analizarías, considerando la caracterización que has hecho de la oligarquía argentina que se ha financierizado?

—El macrismo claramente es un proyecto político y económico, quien niegue eso estaría negando una parte muy importante del análisis de por qué nos sucedió el macrismo, por qué nos sucedieron estos cuatro años de pesadilla. Es un proyecto político y económico de un grupo que caractericé como una oligarquía terrateniente ausentista, que antes tenía estancias en las que no vivía pero que producían riqueza por fuera del estado y hoy tienen offshore, es decir que se financierizaron. Y este, aparte, es un grupo de personas apropiadoras, que están acostumbradas apropiarse de lo ajeno. Y esto no es una adjetivación liviana, es simplemente pensar que los abuelos y los bisabuelos de estos tipos son los que se quedaron con el territorio argentino robado a los indígenas, sus padres son los que se quedaron con los contratos del estado y ellos se quedan finalmente con el estado. Un estado que además no quieren dejar un estado, que antes de dejarlo lo rompen todo. Están acostumbrados a eso y por eso toman como propio el estado, como un lugar que es su espacio para hacer negocios. Son liberales muy particulares los argentinos, digo porque los liberales en general critican el estado y no ocupan los lugares del estado. Estos son liberales que odian al Estado, lo critican pero lo han ocupado sistemáticamente, ellos y toda su familia, no sólo en la función pública, sino para hacer negocios privados como, por ejemplo, el de la obra pública. En la Capital Federal, como dice el Turco Asís, es el maxikiosco que atiende 24 horas y no para ni siquiera los feriados, donde la obra pública es el gran negocio de esta clase dirigencial. Entonces es un proyecto político e ideológico que tiene la noción de apropiación de lo ajeno por eso tienen tantas offshore y tanto dinero en el exterior que no paga impuesto, y se niegan a pagar impuesto, son grandes evasores, pero además creo que le suman a esta lógica un nivel de fanatismo que hace rato no se veía.

—Hay quienes proponen un “Nunca más” de la deuda, ¿te parece posible? ¿Qué acciones civiles requerirían algo así?

—El “nunca más” significó una forma de decir basta a crímenes muy graves, a delitos de lesa humanidad que nunca van a prescribir, con lo cual yo dejaría de lado la posibilidad de un nunca más de la deuda para no bajar el precio a semejante ética de la justicia y de los organismos de derechos humanos. Lo que sí es cierto es que hay que revisar esa deuda porque la compra de muchos de esos títulos se hace cuando los precios bajan y después piden el doble, el quíntuple del valor de lo que realmente vale esa deuda. Habría que revisar las condiciones en que se dio esa deuda, a quién se la dio, quiénes compraron. Sabemos por la declaración jurada de los funcionarios que los bonos que emitía (Luis) Caputo cuando era presidente del Banco Central –endeudando a la Argentina– los compraba él y Macri, y los invirtieron en bonos de deuda del estado, con lo cual ahí hay una incompatibilidad que se debería investigar y debería verse la forma de solucionar ese conflicto que sí es muy grave. Hay que ordenar esos números de la manera más favorable para la Argentina, porque los que emitieron la deuda son estos comisionistas que tomaron el estado a la fuerza, compraron la deuda pero los que la pagamos somos todos nosotros. Entonces habría que democratizar la información sobre la deuda, que todos los argentinos sepamos los nombres y el apellido de a quiénes le debemos, cuánto y en qué condiciones se tomó. Y a partir de ahí hacer una discusión democrática en la sociedad sobre cómo se va a cancelar parte de esas deudas.

—¿Cuál te parece que es el legado del macrismo en lo cultural, lo económico y lo político?

—Creo que es una pregunta que tenemos que hacernos todos: qué nos pasó para llegar a esta situación, porque le bajaron el precio a la discusión política, a la discusión económica, a las instituciones. Depreciaron todas las formas de discusión democrática de la Argentina y eso es un legado tremendo, una herencia muy pesada. Los principales delincuentes económicos ocuparon los principales cargos institucionales de la Argentina y degradaron esos lugares. Macri degradó la función de presidente en la democracia argentina. Que una persona así llegue a presidente te hace pensar que el presidente es una figura menor y eso es muy grave no sólo para los ciudadanos, sino para los gobiernos que vengan y quieran reinstitucionalizar la Argentina. Pero también nos permite pensar cómo fue posible y qué tipo de acompañamiento tuvo, qué pasó con nuestra dirigencia empresarial, sindical y política que dejó actuar de esta manera a un gobierno absolutamente irresponsable teniendo las armas legales que permitían terminar con esto mucho antes. El único número del que deberíamos estar hablando es el de 15 millones de pobres en Argentina y más de tres millones de personas que no comen y que viven en la calle. Quince millones de personas sobre 45 millones de habitantes. El legado creo que es esa pregunta: ¿cómo llegamos y cómo permitimos esto?

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Acerca de Pablo Makovsky

Periodista, escritor, crítico

"Nada que valga la pena aprender puede ser enseñado."

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