El juego que más disfrutaba de niña era ganarle discusiones a los varones. En esa esgrima de la palabra –en la que era una pequeña experta– Dora Barrancos siempre ganaba. El triunfo no se debía sólo a que los chicos de su edad en aquella época y en el interior de La Pampa eran todavía más torpes. Sino a que la niña Dora se entrenaba con precisión para esas pulseadas.

Aprendió a leer cuando tenía dos años. Era astuta, exploradora, vivaracha. Siempre quería saber más. Así y todo, dice de sí misma, que “no fue una intelectual precoz”. Como a cualquier chica le encantaba jugar a las muñecas y a la mamá. Pero recuerda que el olor de los libros era lo máximo que podía alcanzar en el territorio de su infancia. Y en su casa los libros no faltaban. Hija de un padre maestro y director de escuela creció rodeada de las grandes cajas enviadas por el Consejo Nacional repletas de publicaciones. Y sobre todo recuerda una colección de doce libros que sus padres le regalaron: «La hora de los Niños». “Eran textos traducidos, habían aparecido en Estados Unidos. Tenían unas hojas interesantísimas de papel brillante y muchas historias. Tenía un encantamiento con ellos”, dice.

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De grande siguió explorando. Socióloga e historiadora, Dora Barrancos, fue de las pioneras en investigar desde la academia el rol de las mujeres en la historia argentina. Estuvo en Rosario –invitada por el diario El Ciudadano en el homenaje a 20 años de La Cazadora– dictó un seminario sobre “Mujeres y géneros en la sociedad argentina. Historia y perspectivas”.

Durante dos días fue ovacionada por el público como una rockstar del feminismo local y encendió la chispa del conocimiento sin guardarse esas dosis de espontaneidad, frescura y hasta de humor que tanto la caracterizan al hablar. Sus ojos negros, esa cara redonda, la mirada perspicaz y esa sonrisa que nunca le desaparece hacen que esa niña viva, perdure en la mujer de casi 80.

Dora nació en 1940 en La Pampa. Estudió primero Sociología y luego Historia. Hasta mayo de este año integró el directorio del CONICET en representación de  las Ciencias Sociales y Humanas –cargo en el que fue elegida por el voto de la comunidad científica–. Renunció a ese puesto con denuncias al gobierno nacional, que dilataba el nombramiento de su sucesor. Jubilada como docente, recibe invitaciones para dar charlas, ponencias, clases en el país y en el mundo. Prepararlas e impartirlas es para ella lo más parecido a una fiesta.

“Siempre es un estímulo muy vibrante. Tengo una sintonía muy particular con los públicos. Es un movimiento empático interno y antisolipsista. Es un movimiento de estar, de juntarme, a veces profetizar, sin dudas”, cuenta.

La vida de Dora estuvo marcada por el binomio de la academia y la militancia. Tuvo un corto paso por el Socialismo de Vanguardia y años más tarde militó en la Juventud Peronista. Con el golpe de Estado de 1976 se exilió en Brasil. Y al regresar a Argentina siguió conjugando su carrera de investigación y docencia con el activismo político. En 1994 fue electa legisladora porteña por el Frente Grande. Y actualmente se encuentra en plena campaña electoral como precandidata a senadora nacional por el Frente Todos.

No se nace feminista, asegura Dora. Y su trayectoria en el feminismo, siempre cuenta, se inició en su exilio en Brasil.  Un día mientras miraba un noticiero de televisión todo en su vida cambió para siempre. Se informaba sobre el asesinato de Angela Diniz, una mujer de la clase alta de Mina Gerais, que había aparecido muerta en una playa de Buzios. Su pareja resultó ser el homicida. Dora escuchaba con atención una entrevista al abogado defensor del asesino que hablaba de “legítima defensa del honor” de su defendido que la acusaba de infidelidad. Hasta ese momento no existía la palabra femicidio para ponerle nombre al crimen de una mujer sólo por su condición de serlo. Pero a Dora la atravesó de cuerpo completo esa idea. ¿Cómo podía ser que ella, que era una justiciera en todos los sentidos, no se hubiera dado cuenta de que le faltaba un capítulo esencial como el del feminismo?

Fue a partir de ahí que se propuso repensar la historia: la suya, la de las mujeres y la de todas las otredades excluidas del sistema patriarcal por no tener cierta cartilla masculina. Que las mujeres no pudieran educarse, trabajar, ser gerentas de sus propios bienes y sobre todo tener autonomía sobre sus propios cuerpos.

En el primer día del encuentro en Rosario, la investigadora se centró en el nacimiento del patriarcado y la evolución de la condición femenina en los siglos XIX y XX. Para dar un marco tomó los escritos de Friedrich Engels sobre los orígenes de la propiedad privada. Y se permitió dejar abierta la inquietud: si, como en la teoría de Engels, los inicios del patriarcado radican en una consecuencia de la propiedad privada o, como lo plantearon varias investigadoras feministas, la preexistencia del sistema deriva de una anterior apropiación de las mujeres.

En la segunda jornada el tema central fue el origen de los feminismos y la historia marcada a partir de las distintas oleadas. Del surgimiento en la segunda mitad del siglo XIX, pasando por la lucha por abolir la esclavitud –condición en que las mujeres se vieron más que reflejadas e identificadas– en Inglaterra, el feminismo ilustrado de Francia, el liberal sufragista de Estados Unidos con ese hito que fue la Convención de Séneca Falls (que contó con una presencia de al menos un 30% de varones apoyando el reclamo de derechos de las mujeres), el feminismo contemporáneo de los 60 hasta los 80. Y por supuesto, la cuarta ola actual que la tiene conmovida.

«No lo digo por una demagogia hacia las más jóvenes, porque me impacta siempre,  y siempre me va a impactar la renovación. ¿A qué le apostamos? Le apostamos a eso, a las rupturas, a las fórmulas no convencionales, a quien se para de otra manera y dice su palabra, eso me parece que es atronadoramente nuevo. El uso casi coloquial del lenguaje inclusivo, no solamente la palabra. ¿Es fascinante no? Hay chicas de 12 y 13 años que directamente hablan con el «les» de corrido. Sé que hay algunas señoras que están un poco perturbadas, pero a mi no me perturba. Al contrario, me encanta», dice.

—Sos algo así como la más optimista de las feministas. ¿Cuánto de esa alegría que transmitís le hace falta a las luchas feministas?

—Es fundamental el tono alegre, el que entusiasma. Spinoza dice que el conocimiento es un conato de alegría. Conocerse más a una misma también debe ser un conato de alegría y de acción. Esto no quiere decir que no tengamos que andar con precaución o que a veces nos despreocupemos. Nada de eso. Lo que digo es que nuestra preocupación tiene que tener un tono alto, un tono de que vamos a hacer todo lo posible o más. Pero tiene que ser un tono empático en la lucha, que suba la energía y la fuerza. Imagínense ustedes llenas de precaución y a los movimientos tristes, sería imposible. Nuestra lucha es aún en algunas derrotas tan angustiantes como la de agosto del año pasado. Pero aún eso no puede ser el magma que desoriente nuestra acción en el sentido del pesimismo.

—Después del clímax alcanzado en el marco del debate por la legalización del aborto en agosto del año pasado: ¿Cómo se hace para sostener todo ese movimiento y cómo ves el escenario de este año? 

—Solo se puede sostener con mucha sororidad. Al movimiento feminista le hace falta una gran cuota de sororidad. Estar todas juntas no siempre significa alto tono de sororidad. Tenemos que conquistar la sororidad. Inclusive dosis de paciencia. Algunas feministas más grandes eran bastante impacientes respecto a la inclusión. Tiene que haber gran conjunción de los esfuerzos comunes y obviamente no se me escapa que puede haber momentos de  enfrentamiento pero hay que tratar de evitar las brisas. Sobre todo porque en Argentina estamos divididas por pocas cosas. Más allá de las notas de la política en la que nos incluimos, en realidad no tenemos muchos motivos para la  disidencia fuerte. Nosotras tenemos un motivo de disidencia fuerte que es Prostitución Legal o no. Es lo que más divide nuestras aguas. El resto, aun pensando en las ideología de nuestra militancia, del peronismo, del kirchnerismo, del trotskismo, son cuestiones agudas, pero no debe estar ahí la adversidad.

—¿Qué opinas de la inclusión de las sub 20 en los feminismos y sobre todo en los auditorios?

—Más allá de las urgencias –porque presentan urgencias, posiciones, exigencias que son muy atrevidas y no sólo por lo des normadas– tengo un profundo encantamiento. Me parece extraordinario, aun los riesgos que a veces se corren por una excesiva posición. Hay algo que sí nos preocupa en general a las viejas feministas y es esta puesta punitivista que no se puede soslayar y que se da sobre todo en ambientes muy particulares como los colegios secundarios. Esa posición de exclusión rápida y de escrache rápido que se da. Pero hay que tener unas cosas en cuenta, una es la posición enunciativa y fuerte de denuncia. La denuncia fuerte no es escrache. Podríamos ponernos de acuerdo en que el escrache son esas fórmulas mas anónimas en que por ahí la figura es atacada sin que por ahí halla una maximización de la inconducta. Pero la denuncia pública jamás puede ser un escrache.

—¿Cuál  te parece que es el lugar de los varones en todo esto?

—Creo que los varones hoy están entre los azorados, los resistentes y los dispuestos a abdicar. Hay muchos dispuestos, sobre todo los más jóvenes. Hay una generación muy tremenda que está entre los 45 y más, que son duros, están entre el azoramiento y la resistencia. Pero creo que los sub 30 ya están flojos de papeles. Además porque se dan cuenta, sobre todo si son padres de niñas. Conozco a un varón que hizo una gran conversión al feminismo en los últimos 15 años. Cuando le pregunté cómo había sido, él me dijo algo muy interesante. Me dijo que tenía hijos varones y una hija pequeña de cuatro años, de esas niñas maravillosas, con una actitud extraordinaria, una construcción del lenguaje muy buena, con esas ideas que proponen, esas cosas desquiciadas, y que llaman maravillosamente la atención hasta el punto de que como padres quedamos arrobados. Y él dijo lo siguiente: ‘A esta maravillosa niña después me la van a machucar socialmente. Le van a quitar posibilidades. La van a ningunear’. Esto me pareció extraordinario. He ahí su acto de conversión. La única ventaja que se puede tener entre los de 45 y 55 son sus hijas mujeres, que los tienen hoy cortitos, no hay prácticamente tipo con el que uno hable que tenga hija mujer y que no lo tenga sonando. Ahí hay un principio de conversión, por eso digo que por ahora están azorados porque en la casa las chicas los tienen completamente azorados en sus manifestaciones.

—El año pasado cuando hablaste en el debate del aborto te centraste en la sexualidad como goce, cuando las ponencias tenían más que ver con la sexualidad como reproducción.  

—Bueno eso es una presunción que está también en la base del azoramiento hacia la resistencia por parte de los varones. Los varones han construido dos marcos, primero el del patrimonio del cuerpo femenino y el patrimonio del goce femenino también corre por su cuenta. Lo que creo es que en las luchas por el aborto ha sido muy precedido estratégicamente por la cuestión de salubridad, fundamental de la salud pública. Y encuentro que para determinadas interacciones está interesante. Ahora, esa es una parte del cauce. Para mí el cauce es la autonomía. Es decisional la ruptura del pacto inexorable reproductivo, y sobre todo cuando está lejos del deseo reproductivo. El 80% de las relaciones heterosexuales no tienen en su mira ni siquiera quedar embarazadas. El embarazo es una contingencia y siempre he pensado que el aborto es una fórmula de devolución del Estado a las mujeres de su deseo sin ninguna relación con la suerte de la reproducción. Hay una clausura, un obstáculo para el deseo de las mujeres. Es así, aunque se tomen todos los cuidados, aunque se pongan DIU, evidentemente hay algo que acompaña, es como un estado de sordina y además hace una representación fantasmática de la posibilidad de quedar embarazada, que hace una inhibición del goce sexual. Es así de forma tal que muchísimas mujeres disfrutan sexualmente solo en la menopausia, osea que, devenida una situación absolutamente no reproductiva, pueden gozar sexualmente. Ahí hay un confinamiento gravísimo de derecho. Entonces, esa era la cuestión que yo levanté, que si por un lado se compadece nuestra circunstancia gravísima, por una necesidad de terminar con la muerte de mujeres, también hay que terminar con la muerte de la sexualidad de las mujeres porque la verdad que esta es una de las gravísimas cuestiones.

—Hablando de goce y relaciones sexo afectivas. ¿Cómo podemos pensar en una ética de cuidados mientras al feminismo se lo culpa de matar al erotismo?

—Las primeras feministas eran contra eróticas, no tenemos un legado erótico porque en realidad los varones eran brutales y porque las mujeres sufrían con el erotismo de los varones en todo caso, al punto de que hay historias muy dramáticas acerca del movimiento feminista, en Inglaterra, propiciando inclusive leyes limitantes de la sexualidad. Bueno, ese es el cuadro conceptual de una época en donde los varones estaban habilitados a todo. Entonces, es  cierto. Pero: ¿cuál es el resumen que una hace del nuevo feminismo de los 60 para acá? El descubrimiento del cuerpo, el cuerpo como el efecto tremendo de la hostilidad masculina, una recuperación del cuerpo, una recuperación de la sexualidad, del deseo y del erotismo. Esto es la novedad, el cuerpo como la manifestación. Y obviamente cuando decimos el cuerpo no decimos lo atávico normativo del cuerpo, sino un cuerpo que se desata justamente, que implica un gran desafuero de la norma. Y entonces creo que las feministas lo que no quieren es la fórmula del acoso y la brutalidad, pero la seducción no se va a terminar, la seducción es otra cuestión, es un juego que a muchas no les gusta. La seducción además, tema complejo, se tramita en relación a la sexualidad desde las más diversas. Lo que hay que sacarse definitivamente es que seducción sea que te acosen cuando no se tiene ganas, eso no es seducción, eso es contraerótico, porque el erotismo también es una cuestión mucho más compleja. El erotismo es una compleja insinuación. Erótico no es ver directamente ciertas cosas, al contrario, ciertas manifestaciones son contraeróticas. Creo que lo erótico tiene un elemento de seducción incito, tiene elementos de la seducción. No tiene nada que ver con el acoso. La vez pasada discutí fuerte con un señor que decía que las feministas estaban acabando con la seducción. Y le dije: ‘No, no y no. Están acabando con gente como vos, que te aprovechas de tu poder académico para levantar chicas’. La seducción no se va a terminar, lo que se va a terminar es que cuando se dice no es no. Todos pueden equivocarse, puede pasar en cualquier circunstancia, ahí no hay nada grave. Lo grave es insistir, es acosar, es no darse cuenta de que la situación es absolutamente otra. Hay que deshabitar completamente esas oportunidades contradictorias de la lectura que pueden tener tipos, porque no están, yo digo no están acostumbrados a las nuevas formas pedagógicas de los vínculos, les falta educación.

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Sobre el autor:

Acerca de Virginia Giacosa

Periodista y Comunicadora Social

Nació en Rosario. Es Comunicadora Social por la Universidad Nacional de Rosario. Trabajó en el diario El Ciudadano, en el semanario Notiexpress y en el diario digital Rosario3.com. Colaboró en Cruz del Sur, Crítica de Santa Fe y el suplemento de cultura del diario La Capital. Los viernes co-conduce Juana en el Arco (de 20 a 21 en Radio Universidad 103.3). Como productora audiovisual trabajó en cine, televisión y en el ciclo Color Natal de Señal Santa Fe. Cree que todos deberíamos ser feministas. De lo que hace, dice que lo que mejor le sale es conectar a unas personas con otras.

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