En el atardecer rosarino el clima es casi primaveral. En la terraza del Museo de la Memoria un buen grupo de personas espera la presencia de Natalí Incaminato, a.k.a. La Inca. La primera impresión está a la vista. Muy lejos de la afilada y mordaz twittera que también es, la profesora, doctora en Letras y analista política en distintas columnas en medios aparece y se mueve como una más. Sencilla con pollerita floreada, musculosa blanca y zapatillas del mismo color saluda hasta con desconcierto por el repentino fanatismo que despierta entre los presentes.

Antes de la charla en la que hablará de su libro Peronismo para la juventud recorre con curiosidad los espacios del museo mientras autoridades y organizadores* del encuentro le cuentan un poco de qué se trata la histórica casona de la esquina de Balcarce y Córdoba. Construida por el arquitecto Ermete De Lorenzi como residencia familiar en 1928 fue a partir de 1960 Sede del Comando del Segundo Cuerpo del Ejército justo en el período de la doctrina de la seguridad nacional que desembocaría en el terrorismo de Estado.

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En los años 90, y bastante a tono con la época, se convirtió en un bar temático en donde muchos rosarinos disfrutaban de happy hours o after office, desconociendo u olvidando que en algún momento de la historia reciente Esperanza Labrador se entrevistó con el genocida Leopoldo Galtieri preguntándole por el destino de su hijo Miguel Ángel, entre otros hechos ocurridos allí.

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Probablemente ni en Viedma, la ciudad donde nació y se crió, La Inca se haya imaginado que en este lugar la esperen con tanta efusividad para escucharla hablar del peronismo en clave de humor. Fue en esa ciudad del sur argentino donde vio junto a su madre desde un barrio de la periferia el ardor del diciembre de 2001 que configuraría a partir de ahí una Argentina diferente. Una en la cual aparecería, un par de años después, la anomalía argentina que fue –como define Ricardo Forster en su libro– el kirchnerismo.

Aunque reconoce que en los inicios de su vida estudiantil en la Universidad de La Plata tuvo una cierta tendencia trotskista, fueron una serie de medidas concretas (AUH, estatización de las AFJP, nacionalización de YPF, entre otras) las que la arrimaron a las aguas del peronismo. Pero más importante que todo eso, cuenta, fue la evaluación post 2001 lo que la alejó de ciertas veleidades de izquierda, distancia que se intensificó durante el gobierno de Mauricio Macri. Sumado a eso, un cierto espíritu afectivo alimentado con lecturas y la producción de canales como Encuentro o la Televisión Pública le permitieron revisitar aquello que había pasado en el primer peronismo y terminaron por completar el motivo de la elección.

Aunque tiene 35 años juega a definirse como una señora mayor. Y si bien reconoce que el nombre del libro fue una sugerencia editorial (a la que tuvo que adaptarse, porque “sabe ubicarse en las reglas de juego”) lo millennial y lo vintage se juntan y la reminiscencia al “Feliz domingo” o “Domingos para la juventud” –el emblemático envío conducido por Silvio Soldán que terminaba con un viaje a Bariloche para todo el curso– no tarda en llegar.

A ella le gusta pensar que hay algo entre la juventud y el peronismo. Y tal vez ese vínculo se reedite en esta época con aquellos jóvenes que se sumaron masivamente al movimiento en los albores del siglo XXI y que le aportaron nuevas demandas, estilos, creatividad, como, por ejemplo, la agenda feminista, que irrumpe y actualiza todo el horizonte de la política.

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En Peronismo para la juventud, con una escritura sagaz, la autora realiza un paneo teórico que incluye conceptos y articulaciones entre Judith Butler, Evita, Juan Perón, Gilles Deleuze, Cristina Kirchner y hasta Donna Haraway. Podría sintetizarse como un recorrido teórico práctico de las luchas sociales que trajeron hasta aquí a un movimiento tan plural como el peronismo pero para la generación que vivió el kirchnerismo.

Lejos de ser un manual, el libro invita a pensar al peronismo desde el lugar casi autobiográfico que en este caso es el de una joven peronista que sintetiza en su historia el recorrido de muchas mujeres de su generación pero con la oportunidad de contarlo y sin dejar de lado su paso por la universidad. Porque, aunque no es un libro académico –y se ancla muy lejos del tono de un paper–, no deja de abrirse a cierto juego intelectual más que interesante en la elección de los temas y en la forma de exponerlos.

El redescubrimiento de Evita, por ejemplo, es una clave importante en el libro. Primero porque la autora define su gran amor por la emblemática figura del peronismo, pero afirma que al rigor de las nuevas lecturas es imposible interpretarla como se hizo en los años 50, 60 y 70. Esta nueva lectura desde un feminismo con dimensión teórica y política se torna indispensable a la hora de hablar de Evita ya que la incorporación de nuevas tradiciones es lo que en definitiva hace que el peronismo se mantenga vivo y se vuelva a repensar de otra manera.

En el libro el análisis político no está exento de guiños satíricos y precisamente apelando a ese humor la autora realiza un recorte desde el cual sienta sus bases: por un lado, su formación específica (doctora en Letras) y por otro, la mirada sobre los 70 por una cuestión de respeto pero también afectividad (hasta afirma que la mirada de esa época pervive en la elección que hace de las frases de Evita).

Del mismo modo elige a los intelectuales antiperonistas con los que va discutir. Terreno en el que se siente muy cómoda porque no sólo los conoce, sino que, como le gusta decir “los padece”, tanto a los de ahora como a los de antes ya que tiene más claro el horizonte histórico, el volumen de las mentiras y (¿porqué no?) la mala leche. Sin dudas, los de antes son ilustres bronces: Victoria Ocampo, Beatriz Guido, Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada, mientras que los actuales son tuiteros desencajados (para los cuales siempre reserva una atención llena de sarcasmo), o escribas propagandistas de la derecha antiperonista de pluma arrebatada y escasa inteligencia.

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Casi en sintonía con Alejandro Grimson en ¿Qué es el peronismo? y con Ezequiel Adamovsky en Historia de la clase media argentina comparte la teoría de que el racismo imperante en la sociedad argentina previa a la irrupción del peronismo constituye un campo social para afirmar la tesis de que el antiperonismo existió aún antes que el peronismo. Al recurrir a dos cuentos de la literatura argentina, uno  de ellos es “Cabecita negra”, de Germán Rozenmacher, de 1962 y el otro el relato de Cortázar “Las puertas del cielo”, de 1951, para explicar el racismo y en consecuencia el antiperonismo del odio visceral hacia lo que ellos llaman “la negrada” deja muy claro ese sentimiento que se sigue dando en la sociedad argentina.

En un juego de doble hermenéutica compara los insultos, acusaciones y denostaciones que sufrieron Perón y Evita en su momento y los trae a la actualidad donde encuentra los mismos juegos siniestros, las mismas consignas, que constituyen las mismas identidades “gorilas”. También se encarga de derribar algunos mitos antiperonistas con una selección muy atinada de los más importantes al mismo tiempo que también destruye los mitos propios de una derecha ideologizada en el neoliberalismo puro y duro.

Su idea de que en el peronismo estamos todos dentro de un mismo mar en el que conviven Sergio Massa con el Cuervo Larroque y Luis Barrionuevo o Juan Grabois, no es una mirada conformista ni resignada, por el contrario, busca en las nuevas generaciones la identidad peronista del siglo XXI. Algo que se nota aún más en el epílogo donde se muestra con un tono más para el Dipló rompiendo en parte con el resto del libro. Según la autora, lo escribió en pandemia y resultó ser algo así como un intento de expandir el peronismo a esferas globales utilizando para eso los recursos del antiperonismo.

El libro está dedicado “a la juventud que sostiene la bandera de la justicia social y a quienes no la traicionaron”. Entre la academia y el jolgorio, los libros y las alpargatas, la autora no se aleja ni un centímetro de lo que Pedro Saborido adelanta en el prólogo acerca de la felicidad. La Inca va hacia ella con la idea de que aquello de “los días más felices fueron peronistas” más que frase de remera encierra la gran verdad.

*La presentación del libro Peronismo para la juventud estuvo organizada por Juntura

 

logros
Sobre el autor:

Acerca de Gustavo Mainardi

Sociólogo

En mayo de 1969, cuando el Rosariazo estallaba en las calles de Rosario, Gustavo Mainardi tenía 8 años y observaba con su hermano la revuelta en las calles. Entonces no era sociólogo, ni profesor adjunto de Sociología en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Rosario, ni tenía cuatro «hijes» –así dice–, […]

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