Verónica Laurino nació en Rosario en 1967. Trabaja de bibliotecaria y escribió libros infantiles, de narrativa y poesía, mostrando su versatilidad en los distintos géneros. La literatura es una manera de observar el mundo, es un modo de mirar y narrar, y en la autora, la cotidianidad y el tono pausado acompañan toda su obra, a través de conflictos diarios, pero no por eso, mínimos e insignificantes.

Para Laurino la poesía es sinónimo de libertad porque no tiene plazos que cumplir, ni reglas fijas, ni métrica. Esa libertad es lo que más disfruta. “Se publican libros para compartir, para encontrar lectores y lectoras que también lo disfruten”, dice.

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La escritora colombiana estuvo en Rosario. Eligió una cita de Joan Didion para explicar lo que hace: “Escribo para saber lo que siento y pienso”.

Larga distancia es su nuevo libro de poesía editado por Caleta Olivia. En medio de una pandemia, el libro salió de imprenta y está llegando a las librerías. Es imposible no relacionar el título con la situación que se vive de lejanía corporal y afectiva. Pero el nombre refiere a que los tres poemas que reúne la publicación: «Autopista», «Doble V» y «Violeta», son los más largos que ha escrito la autora, ya que siempre fue una amante de las formas breves. Aunque es indudable que en el contexto en el que se publicó, el título ganó sentido, pese a ser una absoluta coincidencia.

El libro posee dos grandes partes que fueron escritas en momentos bien diferentes. El primer poema fue escrito en un viaje en colectivo regresando de Buenos Aires. En 2005 la escritora viajaba todos los miércoles para hacer un taller con Irene Gruss y fue bajo su influencia que lo escribió aunque, cuenta, nunca lo trabajó con ella porque en el taller analizaban un grupo de poemas ya enviados con anterioridad. La segunda parte fue escrita en un taller que realizó con Tomás Boasso en el cual la mayoría de los asistentes eran varones y por esta razón, sintió la necesidad de hablar sobre la obra de dos escritoras imprescindibles: Virginia Woolf y Violeta Parra.

En la escritura de Larga distancia hay algo que refiere, tal vez sin quererlo, a la observación quieta. En los dos poemas hay un recurso en la inmovilidad que suspende de alguna manera el tiempo y crea la oportunidad de detallar lo que la autora observa.  “En la inquietud del viento/bailan las bolsitas plásticas/algunas se enganchan en los alambres de púa”, describe en «Autopista» desde ese mirar el paisaje llano de la pampa en un primer piso de micro que va en viaje desde Buenos Aires a Rosario. En «Doble V» está sentada en un sanatorio esperando entrar al médico: “La televisión clavada en Crónica/demasiada realidad”. 

“La verdad, es que no lo había pensado como recurso a la inmovilidad, incluso en el primer poema pensé que se sentía la sensación de viajar, de trasladarme pero es cierto que se escribe, casi siempre, de sentada, aunque en el caso de «Autopista» está en movimiento y ahí miro detenidamente la ventanilla de un colectivo, que siempre me ha resultado mejor que mirar un televisor”, cuenta y agrega: “Con respecto al otro poema, «Doble V», creo que ese sí fue escrito en el aburrimiento de la sala de espera de un sanatorio, esas horas muertas donde la única esperanza es poder leer y escribir”.

Es en «Doble V» donde la autora se refiere a la vida de Virginia Woolf y también menciona a Victoria Ocampo. Y en el tercer y último poema aparece la poeta y cantautora chilena Violeta Parra.  Son tres mujeres escritoras que junto al nombre de la autora conforman una cuádruple V poderosa. Este juego, según Laurino, funciona como una manera de unir, de pensar algo en común entre estas mujeres, además de la escritura y el dolor.

En las poesías «Doble V» (Virginia Woolf me explica: La mujer debe tener dinero y un cuarto propio/Estoy cargada de interrupciones y gastando en plus/Ella no podía visitar una biblioteca sin autorización de un hombre: trabajo en una biblioteca) y «Violeta» (Para olvidarme de ti/voy a cultivar la tierra/canta Violeta con su guitarra/Planté una huerta en la terraza/limitada en el espacio/ambiciosa como el amor) hay un tono melancólico. Se narra la dureza y complejidad de sus vidas y entonces Laurino cuenta: “Creo que quise rescatar (aunque no me parece que sea la palabra adecuada) la enorme obra que realizaron Virginia Woolf y Violeta Parra, no tanto Victoria Ocampo que es solo una mención en el poema. Sus obras y sus influencias en las generaciones siguientes. No creo que hayan sufrido tanto la invisibilidad pero sí que sus conflictos personales se debieron a su condición de mujer”.

Para conocerlas más en detalle, además de leerlas en profundidad, la autora miró películas, en las que relacionó momentos de las vidas de las escritoras con sus propios recuerdos y su vida. Para Laurino leer y escribir han sido siempre un refugio, pero cree que en la vida tanto de Virginia como de Violeta las palabras no alcanzaron a serlo debido a sus fantasmas personales que determinaron el final de sus vidas.

Entre el pasado de esas voces femeninas y el presente de Laurino, el libro conversa entre el presente y las historias de esas escritoras trayéndolas a la memoria. La palabra como herramienta para vivir la vida, y el viaje como una manera de contarla.

la ciudad está en obra
Sobre el autor:

Acerca de Paula Turina

Es Comunicadora Social, egresada de la Universidad Nacional de Rosario. Adscripta en la cátedra de Periodismo Digital. Asiste al taller literario “Alma Maritano” coordinado por el escritor Pablo Colacrai. Algunos de sus cuentos trabajados en ese taller se publicaron en la contratapa del suplemento Rosario 12 de Página 12. Participó en la antología “Yo quería ser manzana”coordinado por la escritora Maia Morosano. […]

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