No sé ni lo que va a pasar la semana que viene. Es un pensamiento recurrente que tengo por épocas. Ésta es una. Otras, pienso en un hecho como el primero de una sucesión hacia la eternidad. Sin escalas. ¿Qué será lo que define mi noción de futuro? ¿Qué puñado de representaciones y expectativas configuran mi idea de lo que viene? ¿Será generacional?

Camino hacia el Pasaje Pam mientras pienso que debe ser uno de los lugares más lindos de Rosario. ¿Cómo será la ciudad en 10 años? ¿Cómo será la Rosario del futuro? No tengo idea, pero tampoco sé cómo será esta geografía urbana después de 2019. Por primera vez me cuesta imaginar cualquier cosa a corto plazo. ¿Qué asociás a la palabra futuro? ¿Cómo te imaginás dentro de unos 20 años? ¿Qué problemas actuales van a persistir y cuáles estarían solucionados? Son algunas de las preguntas que se hacen, retoman y trabajan desde el Grupo de Investigación en Futuridades (GIF), conformado hace poco más de dos años en la ciudad por docentes e investigadores universitarios con la intención de conversar e investigar desde el presente mirando al futuro.

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Pese a que es una tarde de diciembre, se siente un viento hermoso, no hace calor y todavía es de día. En el primer piso del Pasaje Pam ya se juntaron varias personas en la puerta de la oficina 25 donde funciona la librería Laguna para participar de «Memoria, utopías y futuridades: el presente fuera de sí», el último encuentro del año organizado por el grupo de investigación.

Rapsodia bohemia

Un hombre joven toca “Bohemian Rhapsody” en el piano de la planta baja. Veo a varias personas de mi edad y un poco más grandes. De las que se dicen «generación del 2001». Pienso nuevamente qué será lo que marca mi noción de futuro, cómo la construyo, a partir de qué retazos.

Repaso algunos sucesos: a finales de 2001 tenía 11 años, vi por televisión y casi sin entender una sucesión de presidentes, Kirchner asumió cuando empecé la secundaria y terminé la facultad unos días antes de que Macri ganara las elecciones. Qué vorágine. Ahora está sonando “Libertango”, de Piazzolla. Estoy apoyada contra una baranda y sonrío sola por la banda sonora de este fhasback.

¿Qué pasa cuando los proyectos neoliberales son eficaces y generan horizontes de lo deseable? El interrogante flota durante toda la conversación. Estamos sentados afuera de la librería, en ronda, somos muchos para entrar ahí y lo circular es una buena metáfora. Escribo en masculino, pero la mayoría somos mujeres. Introduce la charla Cecilia Vallina, licenciada en Comunicación Social (UNLP), y le habla a Luis Ignacio García que es el invitado en esta ocasión. Presenta su libro La comunidad en montaje. Imaginación política y postdictadura.

Las preguntas que circulan en este y también en los demás encuentros, cuenta Ezequiel Gatto, tienen un sentido militante: ¿Qué podemos hacer? Él, doctor en Ciencias Sociales (UBA), y Vallina son integrantes del GIF y quienes llevarán adelante parte de las preguntas dirigidas a García. Los dos cuentan cómo fueron los encuentros que hubo durante el año y sus ejes: imaginación, política y futuro. García escucha atento, curioso. Responde con humildad y tratando de ser claro. La mayor parte del encuentro se centra en sus palabras, consultas y reflexiones de parte de integrantes del grupo.

Un pedazo de imaginación pública

García avanza y retrocede cada vez que desarrolla una idea. Se pone a sí mismo en cuestión e invita a que pensemos con él. «Los debates sobre memoria en Argentina si tienen un rol para las humanidades es romper con todo historicismo», empieza el doctor en Filosofía (UNC). Indica dos hechos claves: el aniversario número 40 del último Golpe de Estado en marzo de 2016 y las masivas marchas contra el 2×1 para genocidas en mayo de 2017.

Plantea que el retorno de los setenta y la memoria fueron temas abordados de forma ensayística entre 2004 –con la apertura de la ex ESMA como espacio de memoria– hasta aproximadamente los años 2010/2012. Por eso no estaba seguro del interés que podían tener sus textos cuando los estaba produciendo entre 2014 y 2015, creyendo que el debate podía estar un poco cerrado. Con estos dos hechos que señaló al principio, en 2016 y 2017, se mostró que «insistía activo en la imaginación pública argentina y de manera muy intensa y muy pregnante un suelo de resistencia contra la subjetivación neoliberal que parecía que no estaba en otros ámbitos».

Resalta que se trataron de hechos temporalmente muy cerca de las elecciones «donde parecía que la gente había elegido otra cosa que lo que esas marchas estaban diciendo».

«Entonces resurge, reaparece algo como un pedazo intenso de imaginación pública que creíamos que estaba opacada. En ciertas coyunturas específicas aparece el anacronismo, irrumpe inesperadamente, sintomáticamente, con una temporalidad que no es la temporalidad de la historia lineal», explica. En 2016 escribió el último ensayo en relación a los 40 años del golpe y consideró que el conjunto de textos era publicable como libro. Para él es importante romper con la lógica historicista: la temporalidad lineal, acumulativa y nunca retroactiva.

La ronda sigue de forma atenta y silenciosa sus palabras. García sigue su exposición y plantea que, para estos tiempos, es necesario formular una teoría acerca de la latencia de figuras y formas de lo político que marcaron determinadas épocas y que siguen presentes de forma diferida esperando a ser activadas en la ocasión oportuna. Explica que su libro intenta ir «en contra del historicismo que campea aún en las praderas de la academia argentina» pero también, poner en valor «esas capas de sentido que resultan absolutamente irreductibles a la subjetivación neoliberal y que aparecen como esa suerte de nudo memoria, verdad y justicia».

«Propongo enunciarla como nudo. La memoria remitiendo a una verdad que remite a la idea de justicia que remite a la idea de temporalidad. Esto fue algo que se tramó en la materialidad de las políticas del movimiento derechos humanos de Argentina y siguen insistiendo como una latencia en capas de nuestra sociedad que por ahí no hubiésemos esperado que estuvieran ahí y siguen estando. Son puntos de anclaje para posibles formas de resistencia al neoliberalismo, esa es la idea de máxima y hacia afuera de la academia de por qué pensar esta temporalidad. Además, esa temporalidad anacrónica que en cuanto tal se resiste a la temporalidad de una suerte de presente continuo tal como se propone en la política neoliberal», dice.

A él le interesa la transmisión en acto. «La sugerencia es no tanto el retorno de los setenta sino cómo la praxis misma de las Madres es la memoria de los setenta en acto: hoy, aquí y ahora. Si se puede hacer y jugar con esa diferencia es interesante», propone.

Vanguardias

Hay un silencio entre cada exposición de García y las preguntas que siguen. Son unos segundos, quizás para intentar retener estas reflexiones sobre el pasado que tienen que ver con nuestro presente y que siembran y delinean posibles futuros. El invitado cordobés habla de distintas producciones artísticas de hijos e hijas de desaparecidos. Recuerda la crítica de Beatriz Sarlo hacia el documental Los Rubios, de Albertina Carri. Según García, para la intelectual «los chicos no entendieron» de qué se trata pensar los setenta porque en su producción, por ejemplo, no recuperaron las voces de los amigos de sus padres, ni tampoco la discusión ideológica de aquellos años. Éste es el historicismo que él cuestiona.

A partir de múltiples lecturas y análisis, García plantea que: a la vanguardia política de sus padres, los hijos responden con una vanguardia estética. ¿Por qué no pensar que lo que se está tramitando en el montaje es la temporalidad dislocada que antes se pensó en términos de revolución?

Para el investigador lo que se tramita en esas experiencias de una gramática de la historia es equivalente a lo que en esos términos sus padres pensaron como interrupción revolucionaria de la temporalidad. «Justamente ahí sí hay una diferencia y lo que vuelve, no vuelve igual. La diferencia fundamental es cómo en cada caso se está pensando la ruptura histórica», dice.

Aclara que no pretende equiparar la lucha armada de una generación con las producciones artísticas de otra, sino pensarlo desde el punto de vista de que son dos generaciones que pensaron formas de interrupción del continuum histórico. «Ahí se está dando en acto la transmisión de un concepto de dislocación temporal y ahí sí yo diría que me siento más cómodo y cerca de la impugnación temporal que hacen estos chicos». Los Rubios significa para García el punto de llegada de una serie de producciones fotográficas y audiovisuales que se iniciaron en la década del noventa. Memoria en acto.

Ilustración de Ailen Rodriguez

Imágenes de lo deseable

Agustina Tagliamonte, psicóloga (UNR) y también parte del grupo de investigación expone los ecos que encuentra entre los textos de García y Stephen Duncombe, autor del libro La potencia de los sueños. Imaginando políticas en la era de la fantasía. El Grupo de Investigaciones en Futuridades realizó su traducción al castellano. No es muy difícil coincidir con el grupo: los puntos en común entre García y Duncombe se ponen de manifiesto en distintos momentos de la charla, pero sobre todo cuando García aborda los mecanismos que tiene la derecha en el mundo para la apropiación y manejo de la imaginación pública.

«Hay un contexto de atrofia de la experiencia, de manipulación en términos de posverdad, y de trabajo muy eficaz sobre el imaginario: la derecha siempre fue más eficaz con esto. La izquierda siempre le dejó el camino libre a la derecha sobre la imaginación política», dice García.

Para él, eso de la mentira o lo que solemos llamar “no resistir el archivo” no es un problema para el nuevo régimen de subjetivación. No se trata de la constante distinción señalada por el progresismo entre verdad y falsedad, sino de preguntarse por aquella subjetividad en la cual la distinción entre una y otra es pertinente. Hay un giro afectivo y visual, la ciudadanía ya no se mueve según los parámetros modernos de lo racional sino que hay otras esferas. Imágenes, gestos y emociones: ahí se juega algo fundamental. Todos coinciden.

Entre uno y otro planteo, hay una suerte de alivio: el de poder ponerle palabras a los hechos que agitan el mundo. Creer que más o menos vemos dónde estamos parados. Lo que sigue, es el estado de alarma: los mundos que se están habilitando tienen mucho de distópicos, los límites de lo decible se están corriendo y hay quienes empiezan a reivindicar de forma abierta posturas segregacionistas.

Sigue García: «No es el discurso político racionalmente esclarecido el que va a partir aguas en el debate político contemporáneo. Lo que no quiere decir que sea todo río turbio o en todo caso si es así sepamos cómo pescar ahí. Lo que no sabemos es qué hacer y el qué hacer en este contexto nos demanda una teoría de la imaginación de estas figuras plásticas que no tienen que ver con la idea de el bolsillo no miente, eso es lo mismo que decir Clarín miente. El bolsillo puede seguir mintiendo, no sabemos qué va a pasar. Esa idea es muy de la izquierda clásica, decimonónica, la mentira contra la verdad, pero creo no va a por ahí».

Inmediatamente me retumba en la cabeza Duncombe: «El fracaso de la izquierda, particularmente de su ala intelectual, puede ser ligado a su creencia en que esa batalla ya ha sido ganada: tenemos la Verdad de nuestro lado, estamos en lo correcto, y todo lo que la gente debe hacer es percatarse por sí mismos y venir de nuestro lado». Lo retoma Gatto al señalar que parece que la imagen de lo deseable ya está construida: hay una imagen fija de lo político y la utopía. Y esa imagen no es cuestionada, como si no tuviera sentido hablarlo. Pareciera que se trata de ajustar los medios a un fin que ya está absolutamente definido. «Habría que volver a poner en movimiento las imágenes de lo deseable». En términos colectivos le parece necesario explotar la relación entre deseo, imagen y política.

En La potencia de los sueños Duncombe establece que «el progresismo debería haber aprendido a construir una política que abrace los sueños de las personas y a producir espectáculos que den formas a esas fantasías. Una política que comprenda los deseos y apele a lo irracional; una política que emplee símbolos y asociaciones; una política que cuente historias buenas». Parece el desafío de estos tiempos.

Algunos escépticos dicen que el país o la ciudad están apagados, que hay una realidad que asfixia, pero no reaccionamos. Sin embargo, la apuesta a lo colectivo, en mayor o menor medida, se sucede semana a semana. En centros culturales, en universidades, en centros comunitarios, en bibliotecas, en sindicatos, en locales partidarios, también en las sucesivas marchas callejeras. Ahora mismo en el corazón de la ciudad, donde un grupo de personas que van de 20 a 60 años se juntaron a charlar el presente, lo que pasó y lo que pasará. Salir de la claustrofobia, de la indignación, parece ser una de las claves. Dejar de repetir lo mismo y del mismo modo, es otra. Hacer potencia política para liberarnos. Re imaginar otro futuro posible. Y soñar. Sobre todo soñar.

la ciudad está en obra
Sobre los autores:

Acerca de Candela Ramirez

Periodista / Comunicadora

Rosarina. Comunicadora social y periodista. Colaboradora en el diario El Ciudadano. Trabajó como columnista en Radio Nacional y Radio 10, y como productora y columnista en Radio Universidad. Adscripta en la cátedra de Redacción II de Comunicación Social, UNR. Participó en espacios autogestivos de periodismo y producción de contenidos audiovisuales. Lee los diarios de forma […]

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Acerca de Ailen Betania

Ailen Betania Rodríguez es ilustradora, pintora y, poeta nacida en la ciudad de Rosario en la provincia de Santa Fe, el 10 de octubre de 1985. Realizó portadas de libros de poesía y exposiciones de dibujo y pintura. Actualmente se encuentra cursando estudios superiores en Bellas Artes en la Facultad de Humanidades y Artes (UNR). […]

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