Había una vez un chancho que le tenía miedo a los contrabajos. Pero este chancho tenía un pequeño problema al hablar: no podía pronunciar juntas la te y la erre y, por ejemplo, en vez de decir “trompo”, decía crompo.

Así que todos los animales de la granja se acercaban siempre a hacerle preguntas para que el chancho soltara su pequeño problema al hablar y así se divertían:

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—Chancho, chancho —le decía la gallina bataraza—, ¿cómo te subís al árbol?

—Me crepo —contestaba el chancho.

—Chancho, chancho —le decía el perro—, ¿quién te da de comer?

—El pacrón —contestaba el chancho.

—Chancho, chancho —le preguntaba la gansa—, ¿en qué te gustaría viajar?

—En cractor —contestaba el chancho.

—Chancho, chancho —le decía el burro—, ¿en qué parte del chiquero dormís?

Adencro —contestaba el chancho.

—Chancho, chancho —le preguntaba el perro—, ¿cuánto es dos más uno?

Cres —decía el chancho.

 

En la granja había un pato que era francés y hablaba tan raro como el chancho, pero en francés. El pato un día le dijo al chancho:

—Bonyuu, mesié le chanchó —que en francés quiere decir: “Buenos días, señor chancho”—, ¿a qué le tiene miedó?

Y el chancho dijo:

—A los concrabajos.

—Oh la lá, mondiéu —dijo el pato, que en francés significa: “Caramba, por Dios”.

Y el pato les contó a todos los animales de la granja que el chancho le tenía miedo a los contrabajos.

—¿Y qué es un contrabajo? —le preguntó el burro al pato.

—Oh, un contrabajo, moncherí, cest un instrumenté musical —dijo el pato (Lo que en francés quiere decir, “Oh, un contrabajo, querido burro zopenco, es un instrumento musical”).

 

—Chancho, chancho —le preguntó el perro al chancho—, ¿por qué le tenés miedo a los contrabajos?

—Tengo miedo de que me acrape —dijo el chancho.

—¿Y por qué te va a atrapar un contrabajo? —le preguntó la gansa.

—No sé, ¿vos sos amiga de algún concrabajo? —le dijo el chancho.

—No —respondió la gansa.

—Ves —le dijo el chancho—, los concrabajos no tienen amigos.

—Pero, moncheri —le dijo el pato—, ¿alguna vez viste un contrabajó?

—No —dijo el chancho—, y eso es lo que me da más miedo, porque si lo veo, ¿cómo me voy a dar cuenta de que es un concrabajo?

—Ya sé —dijo el burro—, podés preguntarle si es un contrabajo.

—Ah, ¿y si me hace crampa y no me dice que es un concrabajo?

—Cierto —dijo el ganso—, más vale no cruzarse con un contrabajo una noche oscura.

—¿Poj qué una noche oscuja? —preguntó el pato.

—Porque las noches oscuras me dan miedo —dijo el ganso.

Entonces todos le preguntaron al ganso por qué le temía a las noches oscuras. Pero esa es otra historia.

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Sobre los autores:

Acerca de Berta Zonofowicz

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