En su libro Historia de un alma el astrónomo francés Camille Flammarion imagina un mundo donde ya no es necesario comer porque los nutrientes se encuentran libres en el aire, como una suerte de polen sagrado, en estado gaseoso, y para asimilarlos solo hay que respirar, es decir, no hacer nada. Nada de masticar, nada de tragar, nada de indigestiones, nada de gases, nada de caca. En la Tierra, actualmente, no es posible alimentarse de la luz realizando fotosíntesis –sería hermoso– ni mediante una respiración ultraproteica. Y si bien solo podemos comer seres que antes estuvieron vivos –porque los vegetales, claro, también están muertos cuando los comemos– el veganismo rechaza alimentarse de animales o derivados porque estos tienen un sistema nervioso central, “sintiencia”, es decir, la capacidad de sentir dolor en primera persona, de manera subjetiva o individual.

Por esa razón la objeción ante el consumo de animales es interpretada a veces como sentimentalismo o asociada con emociones infantiles, causa de hipersensibles o amantes de perros y gatos. Sin embargo, si bien lxs animalistas son antiespecistas y sus convicciones les llevan al veganismo, reducirlo a una cuestión alimentaria es achicar la mirada: el antiespecismo no solo dispara contra la dieta hegemónica que se apropia de cuerpos animales, también lo hace contra el discurso antropocéntrico cuestionando el modo en que nos concebimos como humanos y nos relacionamos con el medio ambiente. Busca deconstruir nuestros hábitos diarios politizando todos nuestros consumos y las formas en que convivimos con las demás especies, además de exhibir la interconexión de las opresiones, que, según plantean, tienen su raíz en la instrumentalización y cosificación animal.

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Comenzaba la cuarentena en Europa cuando en Rosario un encuentro de feminismo antiespecista concluía, entre otras cosas: el mal que hacemos a los animales destruye el mundo y a nosotros.

Todxs somos animales

“El especismo es esta estructura de dominación, de opresión, de violencia y de discriminación hacia las demás especies que detenta la especie humana por considerar que tiene ciertas características o cualidades que la posicionan jerárquicamente como la más importante y todo esto le da facultades para en base a sus intereses poder oprimir al resto de los animales. Creo que a partir de ahí, de luchar contra el especismo, es cuando tiene que haber una resonancia con el resto de las luchas que también implican una opresión a ciertos grupos. Es decir, en el especismo está la raíz de cómo nos relacionamos también nosotrxs como seres humanxs. Entonces no termina ahí, en el antiespecismo, sigue: porque hay una cosificación de los animales igual que se hizo con las mujeres, con los esclavos”.

Celeste García estudió Comunicación Social. Participó en Anonymous for the Voiceless, en vigilias en los mataderos con The Save Movement y también es parte del grupo de difusión Voicot, emitiendo mensajes de contrapublicidad en la vía pública: “Todos somos animales”, “Liberación animal. Liberación humana”, “Somos la especie en peligro de extinguirlo todo”. Junto con María Angélica “Polli” Miotti coordina el grupo de estudio y debate Lo Animal es Político que, retomando la frase feminista de los 70, intenta politizar la cuestión animal, entendiendo que es necesario poner el tema en la agenda pública y empezar a irrumpir en espacios académicos, políticos, institucionales.

—¿Por qué politizar el consumo de la carne?

—Creo que todos los consumos deben ser politizados porque son decisiones que uno entabla. Está la controversia de si realmente son decisiones o no, pero ahí entramos como en una dialéctica y no salimos más. Pero es político porque el hecho de consumir esa carne que no era un algo, era un alguien, era un animal que tenía sus intereses en vivir igual que nosotros, que no sirvió de manera autónoma estando al servicio de la humanidad para ser comida. Entonces cuando hay este choque de intereses que implica la muerte de otro ser, me parece que es una decisión política. Detrás hay todo un sistema, que son las industrias, que son los gobiernos, que es la cultura que te pone a disposición el cuerpo de un animal para ser consumido como carne y me parece que desde el momento que es algo que está tan arraigado y es tan masivo debe ser política también su deconstrucción.

El “referente ausente” es lo que evita que asociemos la carne con el animal vivo, evita que ese algo sea visto como alguien. Tanto Anonymous for the Voiceless, –exhibiendo el revés de la industria de la carne, además de videos de granjas peleteras y de laboratorios de vivisección– como la agrupación The Save Movement –que organiza vigilias en las puertas de los mataderos para mostrar a través de la transmisión en vivo en las redes con teléfonos celulares el estado en que llegan los animales en los camiones– centran su activismo en visibilizar la violencia institucionalizada que viven los animales, conectando ese producto envasado que se exhibe en las góndolas con un ser vivo individual.

Somos la especie en peligro de extinguirlo todo

El de la “sintiencia” no es el único argumento: al hablar con cualquier activista, el fundamento de su veganismo no es solo la opresión de los animales sino también el establecimiento de vínculos más respetuosos con el medio ambiente. ¿Por qué? Porque la producción de carne, sostienen, es una de las causas principales de la degradación de los ecosistemas a nivel global. Contamina el agua y el aire, produce pérdida de biodiversidad, deforestación, agotamiento de las reservas de agua potable y emisiones de gases de efecto invernadero: el gas metano que despiden las vacas después de su larguísima digestión en cuatro estómagos. Una secuela de la deglución que Flammarion seguro tenía en mente al imaginar su maravilloso mundo de nutrientes volátiles.

—Planteamos una mirada interseccional con otros movimientos que buscan romper las estructuras de dominación. Esto es también la dominación sobre la naturaleza. La pregunta es cómo podemos considerar la ecología sin considerar la explotación animal. Los demás animales tienen derecho a vivir en territorios sanos además de que ellos son parte integral de los ecosistemas. La pregunta también es que si queremos una sociedad más justa, igualitaria, pacífica y sostenible, cómo podemos dejar por fuera a los demás animales. De entrada hay un error conceptual con la definición de soberanía alimentaria si no entendemos que los animales no son comida.

“Además, la perspectiva ecológica debe necesariamente tomar posición política con el tipo de agricultura del modelo vigente y sus propósitos y alcances. Y esto es entender que la producción de monocultivos transgénicos de soja y cereales hoy está destinada casi en su totalidad a alimentar animales para consumo humano. Una se pregunta, habiendo cada vez más veganes en el mundo cómo es que aumenta el consumo de animales. Y esto es porque la crianza forzada y la matanza de animales se ajustan a la cantidad de granos producidos. A más cosecha, más engorde, a más engorde, más matanza. Lo que termina directamente con más contaminación y degradación de los suelos”.

Pero ¿y el helado hecho con leche de vacas felices?

El bienestarismo animal afirma que es aceptable poseer y usar animales para comida, vestimenta, experimentación y entretenimiento, siempre que el sufrimiento innecesario sea evitado, asumiendo de ese modo que son seres sintientes. El abolicionismo busca, en cambio, terminar con la explotación animal a secas. Además de un mercado creciente de productos veganos, existe también un mercado de propuestas orgánicas “bienestaristas”.

—Si el futuro es vegano, ¿consideran que habrá un período bienestarista antes del abolicionismo?

—Sí, totalmente. Esto sostiene todo el sistema, la explotación animal sostiene todo el sistema. Creemos que el bienestarismo es una de las etapas que lleva a la abolición. Somos abolicionistas nosotrxs, todos los activismos que yo conozco, Anonymous for the Voiceless, The Save Movement, Voicot y Lo Animal es Político también, somos abolicionistas pero creemos que es una realidad que tiene que pasar por el estado bienestarista. Además, cuando vos tenés otras vidas del otro lado, querer “abolición o nada” en la práctica es bastante egoísta porque hay animales que pueden llegar a adquirir ciertos derechos y que se los estaríamos negando por tener una posición abolicionista en el sentido de la práctica.

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Celeste plantea que más allá de la cuestión alimentaria permanentemente estamos cosificando animales para espectáculos, para vestirnos, para experimentar en la industria farmacéutica, generando así formas de esclavitud constantes, aunque también se pueden visualizar microespecismos que tienen que ver con la cosificación de animales domésticos, perros y gatos perfumados que son el color, el emoji de la foto familiar o, en algunos casos, una suerte accesorio a combinar con la bicicleta. “Que un perro salga con correa, que sea tuyo ‘mi perro’, ‘mi gato’, te lo estás apropiando. Es muy sutil y creo que va a costar mucho más deconstruirlo pero yo siento que ejerzo microespecismo con los animales que viven en mi casa conmigo”. Otro tipo de especismo que señala es la ocupación que actualmente hacemos del espacio: el planeta es casi todo propiedad de nuestra especie.

—Lo ocupamos todo, hicimos las ciudades… ¿Qué lugar le damos a los animales adentro de esto que creamos? Están los perros de la calle, discutimos tienen que estar acá; no, tienen que estar allá, introducimos especies… hacemos cualquier cosa con el territorio también. Una de las propuestas de Silvina Pezzetta, doctora en abogacía y especialista en ética animal, es esta idea de zootopía, de que los animales tengan ciudadanía también, de que tengan derecho a habitar las ciudades igual que nosotros, de la manera que ellos quieran. Digo, tenemos los autos, motos, todo esto que es peligroso para los animales por ejemplo. Entonces una los tiene que resguardar, cuidar, meter en una casa, pero deberían tener igual derecho a transitar por la ciudad en tanto este se ha transformado en su hábitat y nosotros deberíamos resguardarlos para que no corran peligro. Ocupamos todos los espacios y nos detentamos el poder de que sea para nosotros y que mantenga cierta comodidad para nosotros y no pensamos que ellos también lo están habitando con nosotros. Y después, que en los lugares donde hay animales que viven en sus hábitats debemos respetarlos como espacios que les corresponden a ellos.

Para los antiespecistas todo está conectado: consideran la cuestión animal como un tema central porque afecta todos los ámbitos y dimensiones de nuestra existencia y por sobre todo porque no está separada de otras cuestiones urgentes de nuestro tiempo, como la emergencia climática. Mediante formas de pensamiento no antropocentristas, los activismos animalistas imaginan futuros que no tengan en el centro a la humanidad, buscan organizar nuevas coexistencias, sociedades justas que tengan en cuenta los intereses de todos sus miembros, tanto humanos como no humanos, respetuosas de los ecosistemas, asumiendo que el planeta es frágil y que los homos sapiens no somos sus dueños. Su deconstrucción nos invita a repensar nuestra humanidad y el primer paso parece ser bajarnos de la cúspide de la cadena alimentaria.

logros
Sobre el autor:

Acerca de Anaclara Pugliese

Nació en 1989 en Arroyo Seco. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó La sombra de las nubes (Editorial Municipal de Rosario, 2017), Dos poemas (Ediciones Arroyo, 2019) y Dos arcoíris & un desierto (La Vieja Sapa Cartonera, Santiago de Chile, 2019). En 2015 participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario y en 2019 en el Encuentro Nacional de Poetas […]

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