En 2022 aparecieron unas cuantas series dedicadas a entrepreneurs tecnológicos que mostraban el recorrido desde el origen de la idea que los hace millonarios hasta el momento en que deben reformular los cargos directivos para poder seguir captando inversiones. A veces incluyendo su propio despido.

El relato del self made man de la normativa capitalista que lleva adelante su proyecto desde un garage en la periferia suburbana, hasta cotizar en bolsa de Nueva York o los Steve Jobs de la era internet.

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Una simulación del futuro

La Argentina que no fue en “Los simuladores” y la anacrónica urbe post 2001 en “Okupas” como narrativas de un país en permanente ocupación.

Algo de ese espíritu, solo que con ciertos claroscuros que dan un matiz retorcido y perverso a ese doctrinario modelo neoliberal, hay en algunas de esas producciones:

The Dropout, muestra el devenir de Elizabeth Holmes, creadora de Theranos, un émulo de Steve Job que supo captar inversores de la talla de Rupert Murdoch, Henry Kissinger, Jim Mattis o los Walton, propietarios de Wallmart entre otros. Su invento: un máquina que podría realizar un serie de sofisticados análisis a partir de tan solo una gota de sangre. Un dispositivo que jamás funcionó y dejó un tendal de millonarios estafados que jamás verán el fruto de su inversión. Holmes enfrenta hoy una condena de 11 años de cárcel.

Super Pumped, con la historia de Travis Kalanick, el arrogante y sexista creador de Uber, quien supo engañar inversores, abusar de choferes desempleados, intentar estafar a Apple y vivir de escándalo en escándalo. Se vio obligado a abandonar la dirección de su empresa luego de varias acusaciones de discriminación sexual y laboral.

Una suerte parecida corrió Adam Neumann en We Crashed. La serie que muestra al creador de We Work, una empresa de coworking que creció fuerte a partir de inversores que de a poco fueron desplazándolo de la dirección. En la historia está muy presente la relación que tiene Adam con su esposa Rebekah. Una pareja envuelta en la cultura new age y la espiritualidad falopa.

Pero mi favorita es definitivamente The Playlist.

Daniel Ek, el sueco creador de Spotify, ya es un millonario que vendió su primera empresa cuando se le ocurre crear un software de gestión y reproducción musical que funcionaría a través de internet como una mejora a lo que es la también sueca Pirate Bay.

Para la parte de negocios se asocia a Martin Lorentzon, un eufórico empresario tech que se encargaría de la ronda de primeras inversiones. En una de las escenas más logradas podemos ver a Martin obtener el dinero de un par de inversores apelando al miedo de estos a quedar fuera y la competencia entre sí por obtener la mayor parte y cierta envidia personal. Mantienen tensas conversaciones mientras juegan golf.

La miniserie está compuesta de 6 capítulos donde cada uno está dedicado a un personaje en particular, mostrando su punto de vista sobre la historia de los inicios y también algo del futuro.

Los mencionados Daniel Ek y Martin Lorentzon tienen cada uno su capítulo, como así también otros:

Per Sundin, presidente de Sony Suecia y representante de la tradicional industria de la música.

• Petra Hansson, abogada encargada de negociar con las grandes discográficas.

Andreas Ehn, el programador y creador del sofisticado sistema que permite la ejecución de cada tema con un retardo de 2 milisegundos.

• Bobbie T, la artista amiga de toda la vida de Daniel y representante de los músicos y su lucha por sobrevivir en la era spotify.

Per Sundin se muestra furioso y desorientado con el nuevo hábito de compartir música sin pagar, propio de la era internet. Mientras lleva adelante un juicio contra Pirate Bay, es interceptado a la salida de un concierto por Daniel Ek, a quien desplanta.

Petra supo llevar adelante las negociaciones frente a los brutales abogados de las compañías discográficas que se negaban dar el brazo a torcer frente a la revolución en ciernes. A su vez debe lidiar con los infantilismos de un Daniel Ek, dispuesto a levantarse a los gritos de una reunión de negocios. Según la historia, a ella le corresponde la idea de la creativa forma de financiación que llevaría Spotify hasta nuestros días.

No menos creativo resulta Andreas Ehn, programador en jefe (CTO), ideólogo de un protocolo híbrido entre p2p y TCP/IP para que la carga de cada canción sea inmediata. Andreas, vivió de manera conflictiva el crecimiento de la empresa hasta sentirse traicionado por el acercamiento de Spotify a la industria discográfica.

El último capítulo, tal vez el más interesante de la serie, es dedicado a Bobbie T, un personaje imaginario que representa al artista en la era Spotify: cientos de miles de seguidores y reproducciones, pero incapaz de subsistir sin un empleo alternativo.

En un futuro (¿distópico?) vemos a Daniel Ek enfrentando el Senado norteamericano ante el reclamo de miles de artistas que exigen un modelo de negocios más justo para ellos y nada más y nada menos que Bobbie quien lleva adelante este reclamo.

En una escena vemos a Ek comparecer frente a una senadora:

—Sr. Ek, usted dijo que la misión de Spotify es “liberar el potencial de la creatividad humana, dándole a un millón de artistas la oportunidad de vivir del arte”. ¿Cómo avanza al respecto?

—Muy bien. El grupo de artistas de primer nivel, que viven de las reproducciones, se ha duplicado en los últimos tres años y se ha triplicado desde 2015.

—Impresionante. Entonces, al ritmo de crecimiento actual, llegarán a ese millón en… poco menos de 75 años, ¿no?

y luego:

—¿Cuál es el ingreso promedio de un artista que no está en ese primer nivel?

—La cantidad de artistas cambia muy rápidamente.

—Sr. Ek, según sus propios datos, la cifra que figura aquí es doce dólares por mes. ¿Podría usted vivir con eso? ¿Qué porcentaje del mercado de streaming controla Spotify?

—Creo que alrededor de un 25 %, senadora.

—Spotify controla casi el 45 % del mercado, solo en Estados Unidos. En algunos países, asciende hasta a un 60%. Cinco veces más que su rival más cercano. A todos los efectos, son un monopolio. Ningún artista puede irse de su plataforma, ningún artista puede arriesgarse a perder exposición ante su audiencia. Ustedes controlan el streaming y el destino de los músicos.

Este capítulo revela una realidad propia de nuestro tiempo: el artista/influencer que logra subsistir sólo cuando los números de su popularidad son siderales.

El capitalismo de plataformas y su modelo extractivista subsisten gracias a la auto explotación permanente de millones de “trabajadores autónomos” (por no decir precarizados). Así sean músicos, realizadores audiovisuales, choferes o repartidores de PedidosYa. En el caso de las profesiones artísticas existe una forma de pago que tergiversa un poco más las condiciones de trabajo: la fama y popularidad como contraprestación de servicios que no se traduce en dinero.

En esta serie, como también en aquellas mencionadas más arriba, se da una vuelta más sobre el modelo de entrepreneur tecnológico ambicioso y brutal que inauguraron Bill Gates y Steve Jobs en la película Los piratas de Silicon Valley. Si bien en las ficciones nombradas no hay intención de aleccionar moralmente, se puede sospechar el comienzo de un discurso dominante sobre un nuevo Atlas rebelde bastante más audaz e inmoral.

El arquetipo del siglo XIX y XX de aquel varón blanco que construye una buena posición social y cierta fortuna a partir de su trabajo “paciente y diligente” entra en crisis. Ahora debe actuar de forma agresiva e inmediata y hacerse millonario de la noche a la mañana con métodos bastante reñidos con la moral cristiana. Una nueva metodología para lograr el éxito contrapuesta a la ética protestante del trabajo de la que habló Max Weber. Dios ha muerto. El nuevo héroe es un joven millonario que crea sus propias reglas.

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Sobre el autor:

Acerca de Maxi Falcone

Rosarino, Diseñador gráfico, ilustrador, desarrollador web y músico. colabora para varios medios de su ciudad y del resto del país como historietista y humorista gráfico. Miembro de Cromattista y parte integral de la RevistaREA maxifalcone.org

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