El miércoles 20 de mayo la modelo Nicole Neumann inauguró el programa Nicole en casa, en su cuenta de Instagram Live, con “una eminencia a nivel internacional, una investigadora de la vacunación”, la médica Chinda Brandolino.

Horas después tuvo que levantar la entrevista por el repudio generalizado que provocaron las declaraciones de la entrevistada sobre la «falsa pandemia” del coronavirus y su hipótesis de que el contagio, un complot de escala global, puede deberse a la aplicación de la vacuna contra la gripe.

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El hecho de que Neuman haya tenido que levantar la entrevista es un efecto de la preocupación pública en torno a la pandemia, que en principio supone una mayor conciencia respecto de las noticias falsas, y de las acciones contra la infodemia que desarrollan tanto la Organización Mundial de la Salud como gobiernos nacionales. Sin embargo, el video circula con el aura de haber sido “censurado” (13 mil visualizaciones entre el miércoles y el viernes) y, contra lo que puede suponerse, no es el simple desvarío de una persona sino una corriente de opinión con fuerte presencia en las redes sociales.

Brandolino preside la ONG Pro-Vida, de La Plata, y empezó a hacerse conocida por su postura en contra de la legalización del aborto y a la vez contra las vacunas. Como Mariana Rodríguez Varela, ha expuesto sus argumentos en televisión utilizando un feto de plástico, pero a diferencia de “la loca del bebito” tiene una actitud agresiva en sintonía con los lenguajes de odio que facilita la propagación de sus mensajes.

Además, muestra gran habilidad para adaptarse a sus interlocutores y al medio en que se encuentra; su fan page en Facebook tiene 79,511 seguidores y en las últimas elecciones apoyó al candidato del Frente Patriótico, Alejandro Biondini. Su discurso se basa en fuentes de autoridad a las que manipula inescrupulosamente –en particular al premio Nobel Luc Montagnier, icono de los antivacunas–, en estadísticas incomprobables y documentos fuera de contexto –por ejemplo un fragmento de la charla TED de Bill Gates en 2010–, afirmados de modo virulento con el respaldo del sentido común que sedimenta desde hace tiempo como efecto de múltiples teorías conspirativas.

En su descargo, Neumann grabó un video donde dice: “Esto no marca una postura mía, voy a entrevistar a médicos, políticos, de distintos rubros sin importar lo que yo piense”. Sin embargo, en la entrevista se observa que comparte las ideas de Brandolino, al margen de que la avala como presunta eminencia. “La idea es escuchar distintas opiniones. Cada uno puede estar o no de acuerdo, esa es la idea, entrevistas interesantes con los distintos puntos de vista de cada uno”, agrega. Mariana Fabbiani defendió en los mismos términos los minutos de pantalla que le dio al médico antivacunas Eduardo Yahbes en su programa El diario de Mariana, en abril de 2019.

La libertad de expresión aparece en estos casos como una coartada para un tipo particular de diálogo, donde alguien postula una supuesta verdad desconocida y objeto de persecución, para lo que necesita descalificar a su interlocutor. En la misma línea, los portales dedicados a la difusión de teorías conspirativas se presentan bajo las máscaras respetables del periodismo de investigación o de denuncia o incluso se jactan, con cinismo, de cultivar un estilo políticamente incorrecto.

Intriga internacional

Una versión que en abstracto se revela como un disparate puede volverse aceptable según sus condiciones de enunciación y, en particular, según el perfil de quien oficie de vocero. Los personajes mediáticos suelen ser mediadores privilegiados en las viralizaciones de esos contenidos y en su circulación por horarios centrales de la televisión. Gisela Barreto provoca burlas y Reina Reech recibió críticas, pero de todas maneras sus declaraciones sobre el coronavirus como una especie de agente de purificación y de los supuestos peligros de las vacunas, respectivamente, se difundieron y refuerzan argumentos de una compleja trama donde, como expone ejemplarmente Chinda Brandolino, la propaganda anticientífica se asocia con la campaña contra la legalización del aborto y con la extrema derecha.

La cruzada anticientífica de Brandolino reúne en una sola tesis la embestida contra las vacunas y contra el aborto: el virus covid-19, dice, es una creación de laboratorio que cruza los virus SARS y del HIV y su inoculación se produjo a través de la vacuna antigripal; al mismo tiempo, los que trabajan actualmente en una vacuna contra el virus son también los promotores ocultos del aborto.

La entrevista con Nicole Neumann muestra un trabajo de edición previo. El diálogo alternó con fragmentos de declaraciones de la médica norteamericana Judy Mikovits –referente del movimiento antivacunas que considera al HIV otra creación de laboratorio–, los diputados italianos Vittorio Sgarbi y Sara Cunial –consideran un “genocidio” la vacunación obligatoria, dicen que las cifras de víctimas del coronavirus son falsas y que el engaño revela una conspiración de la “elite mundial”– y el fragmento citado de la charla TED que Bill Gates dio en 2010 sobre el cambio climático.

Las ficciones conspirativas funcionan con un esquema narrativo que parece indestructible. Cualquier desmentida puede ser interpretada como una evidencia del poder al que esa ficción intenta denunciar. En sus “explicaciones” reciclan tópicos del más rancio antisemitismo, como la reunión de sabios que deciden un complot mundial; los antivacunas norteamericanos atribuyen así la “defección” de Donald Trump a las “presiones del sionismo”. Las “pruebas” que se invocan, recortadas y descontextualizadas, confirman un sentido que está predeterminado, dicen aquello que los lectores y los espectadores ya saben.

Los usos de la charla de Gates, un caballito de batalla del movimiento antivacunas global, resultan reveladores. Lo que dice el fundador de Microsoft en ese fragmento es en principio impactante: “El mundo de hoy tiene 6.8 billones de personas. Eso se dirige a unos nueve mil millones. Ahora, si hacemos un gran trabajo en nuevas vacunas, atención médica, servicios de salud reproductiva, podríamos reducirlo, quizás, 10 o 15 por ciento”.

Gates se refiere en su charla a la necesidad de reducir la emisión de gases de carbono. Los antivacunas sostienen que en ese fragmento confiesa involuntariamente que las vacunas y el aborto son parte de una conjura para reducir la población mundial. Sin embargo, el planteo apunta a reducir la tasa de mortalidad infantil en los países pobres y a mejorar el sistema de salud de modo de prolongar la vida de las personas y reducir así la tasa de natalidad. En la charla TED de 2009, Gates señala así que el mundo occidental destina más recursos a la investigación sobre la calvicie que al desarrollo de vacunas contra la malaria.

¿Por qué alguien llevaría adelante un plan para reducir la población del planeta?, pregunta Nicole Neumann en su charla con Brandolino. La médica tiene la respuesta: “Vos sabés como yo lo que ha sido el negocio de armas (…) En gente que se dedica a hacer negocios no nos tiene por qué sorprender”. El razonamiento delirante es absorbido como parte del sentido común.

Compañeras de causa

En una entrevista radial del 24 de abril, Brandolino se explaya ante un periodista amigo. En un clima de confianza, expone sus ideas con mayor crudeza: la cuarentena es un “arresto domiciliario” que constituye a la vez un “ejercicio militar del nuevo orden mundial” (esta es una frase que le sugiere el periodista y que ella repite); el presidente Alberto Fernández habría recibido un crédito de George Soros a cambio de impulsar la legalización inmediata del  aborto y el monopolio de la educación; las vacunas enferman a los niños desde que nacen.

Brandolino pregona que la pandemia es “falsa” porque resultaría de una caprichosa modificación del sentido de la palabra por parte de la Organización Mundial de la Salud y porque el número de víctimas estaría inflado. Dice que no se pondría una vacuna contra el covid-19 salvo que estuviera fabricada en la Argentina, ya que según la ficción paranoica las vacunas son productos de la industria farmacéutica internacional destinados a difundir enfermedades.

En el diálogo con Neumann, depone su beligerancia habitual porque entiende que está con una compañera de causa y porque es consciente de que llega a un público no habitual a través de la modelo. “Vos has padecido como yo el ataque de los medios de notificación de la OMS recomendando el aborto”, le dice, a lo que Neumann responde “totalmente”.

Neumann también cita “declaraciones de Jorge Soros (sic), otra de las personas que financia el aborto, para aprovechar la pandemia para exterminar a la familia” y exhuma una ficción paranoica de reciente elaboración, según la cual ocho médicos homeópatas fueron asesinados en distintas partes del mundo. Brandolino aporta presunta información: todos murieron de un disparo de bala en el pecho y todos investigaban las relaciones de las vacunas con el autismo. Como es habitual en este tipo de discursos, no hay fuentes comprobables, la verosimilitud está supeditada a las creencias previas respecto al poder y a la verdad.

Las fábulas alrededor del covid-19 pueden parecer un gran absurdo, y la cercanía de Brandolino con figuras de la política como Biondini indicarían un fenómeno marginal. Sin embargo, la médica tiene 7 mil seguidores en una cuenta de Twitter y un grupo público y un club de fans en Facebook. Lo que identifica a sus seguidores no es tanto el programa de la extrema derecha como los tópicos del discurso de odio y centralmente la oposición a la legalización del aborto. “La misma gente que está por el aborto está detrás del covid”, le dice Brandolino a Neumann. Las ideas que la movilizan son compartidas por un sector social importante, y parece necesario reconocer esas dimensiones para comprender el problema que representan.

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Acerca de Osvaldo Aguirre

Nació en Colón. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Es periodista, poeta y escritor. Ha publicado poesía, crónica, novela y ensayo, entre los que destacan: Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994), El General (2000), Ningún nombre (2005), Lengua natal (2007), Tierra en el aire (2010) y Campo Albornoz (2010), y reunió sus tres primeros libros en El campo (2014). Fue editor de la sección Cultura del diario La Capital de Rosario.

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